lunes, 1 de agosto de 2022

CARTA A MARIANA, CON NOSTALGIA DE VUELO

Querida Mariana: “pies, para qué os quiero, si tengo alas para volar”, dijo la famosa Frida Kahlo. Es una frase bonita. Sabemos que Frida, por un accidente, tuvo problemas de movilidad. Nosotros, quienes gozamos de movilidad, no podemos repetir la frase; nosotros necesitamos de los pies para ir de un lado a otro, agradecemos la bendición de los pies. Pero, tampoco podemos irnos al otro extremo y decir: “alas, para qué os quiero, si tengo pies para desplazarme”. ¡No! Las alas son importantes para el vuelo. El otro día anduve por el parque de La Pila, en el pueblo, y hallé estas hermosísimas alas pegadas en la pared. No resistí la tentación, pensé: “alas, venid a mí, dadme la posibilidad del vuelo”. Estas alas están en la pared exterior del restaurante Tatalampo. Vos sabés que los humanos no tenemos alas, pero, desde siempre, tenemos una nostalgia por el vuelo. Tengo muchos amigos que aman a los caballos. ¿Yo? No, pero sí disfruto enormidades cuando veo una ilustración donde un Pegaso mira a sus primos hermanos desde arriba. El escultor comiteco, Luis Aguilar, cuenta que practicó la equitación. Ah, esta disciplina es hermosa, de elegancia suprema. En una ocasión presencié una práctica y gocé al infinito el instante cuando el caballo superaba un obstáculo, ahí levitaba, realizando un brevísimo homenaje al Pegaso, primo mayor. Mi sobrina Pau disfruta el brincolín, siempre que va a casa del tío Eugenio, de inmediato se descalza y trepa al brincolín que está en el centro del jardín y se impulsa y brinca, abre los brazos a la hora que está en el aire, como si fuera un pajarito, como si tuviera alas. Una vez fui al hotel Posada del Ángel, propiedad de mi amiga, la licenciada Lupita Nájera, comiteca excepcional, quien promueve con afán las bondades de nuestro pueblo. En un espacio hallé un par de alas, también caí en la tentación: me tomé una fotografía. Hay personas maravillosas que piensan en nosotros y nos permiten realizar el sueño del vuelo. A mí me encanta la posibilidad de tener alas, bien sean de bronce o de paja, todas invitan al vuelo, a cancelar la imposibilidad de ser ángel. El tío Epigmenio se paró en un par de alas, en un andador de San Cristóbal de Las Casas, y pidió una fotografía. Rocío, su hija, cumplió su deseo, pero no resistió decir: “Ángel, ángel, vos, papá, podés ser todo ¡menos ángel!”, y el tío, muy serio dijo, en forma sentenciosa, con las cejas enmarcando sus ojos: “Lucifer también tuvo alas”, y pidió ver la foto en el celular de su hija, dijo que estaba bien y siguió su camino. Confieso que desde niño me han seducido los personajes alados. Desde pequeño supe que los seres humanos estábamos incapacitados para el vuelo, por carecer de alas, por eso, Verne enviaba a los hombres a la luna en una nave; y en las Mil y una noches, Aladino trepaba a una alfombra para volar sobre Bagdad. Aprendí que las personas ¡podemos volar! Por esto celebro la frase de Frida. Tenía problemas para desplazarse físicamente, pero supo que si sus pies habían quedado torpes ¡tenía alas para el vuelo! ¿Mirás la belleza de las alas que están en Tatalampo? El peatón camina tranquilo por el barrio, mira los chorros de la Pila; el león que diseñó Luis, que está trepado en una piedra pintada de un horrible colorado; y, de pronto, la mirada “vuela” hacia las alas. Los pies, ¡qué bendición!, lo llevan hasta ese lugar donde pide la fotografía del recuerdo. Es apenas un instante donde el hombre se vuelve abeja, mariposa, curguatón, Pegaso, ángel. La alfombra de Aladino se conoce como la alfombra mágica. Estas alas también tienen algo de magia, porque quien se para delante de ellas para la foto del recuerdo siente una vibración especial, algo del aire se interna en el espíritu, los brazos reciben el abrazo de esas extensiones que permiten el vuelo. Cuando la fotógrafa dice que ya quedó, el peatón tiene cierta resistencia en bajar los brazos y moverlos en forma vertical al caminar; hay una maravillosa inercia que parece indicar que si los brazos se mueven hacia arriba y hacia abajo es posible el vuelo. Posdata: me fascinan estas alas. No las vemos, pero todos los días nos persiguen alas hechas de aire, de viento, de agua. No las vemos, pero ahí están, incitándonos al vuelo.