domingo, 25 de septiembre de 2022

CARTA A MARIANA, CON CARICATURA

Querida Mariana: mando copia de una caricatura de Ronald Searle. La robé del libro ¡París, París!, que fue publicado en 1979. ¿En qué año hizo Ronald esta caricatura? ¿En qué momento se paró frente a este espacio y realizó el boceto, tal vez en lápiz, para luego pasarla a tinta china, con un plumín de punta fina? Vos conocés este espacio, porque hace cinco o seis años estuviste allá. Sí, también lo conozco, porque he visto fotografías y, en dos ocasiones, he viajado hasta allá en esa maravillosa aplicación que se llama Google maps. Así pues hago de cuenta que he estado ahí, he pepenado algunos deslumbres. Jamás, ni vos ni miles de visitantes ni yo, tuvimos una imagen de Montmartre como acá se ve. Sólo en esta genial caricatura de Searle aparece Montmartre con tan abigarrada escena. Genial, porque de inmediato todo mundo advierte que ese espacio, en las faldas de la Basílica del Sagrado Corazón, sirve para que muchos artistas plásticos realicen y vendan su obra. Jamás se ha visto esta imagen churrigueresca, desproporcionada, con tantos bastidores de artistas; pero esta caricatura sólo cumple con su maravillosa función de exagerar rasgos para hacer una síntesis genial de ese ambiente, porque (vos lo viviste) Montmartre reúne a muchísimos artistas que venden obra terminada u ofrecen sus servicios para hacer retratos rápidos a los miles de turistas que visitan a diario esa plaza. En Comitán no existe un espacio semejante. A veces, cuando la Casa de la Cultura hace las ferias del arte un atisbo parisino asoma. En la Ciudad de México, cuando estudié allá en los años setenta, sí tuve la oportunidad de asomarme a plazas llenas de artistas plásticos, callejeros (no puedo llamarlos de galería, porque su obra no estaba colgada en paredes de prestigio). Es una sensación maravillosa caminar por senderos llenos de cuadros, algunos regulares y otros deslumbrantes. Nunca se sabe si por ahí está la obra de quien luego llegará a ser reconocido en todo el mundo. Los historiadores cuentan que en Montmartre anduvo el genial Toulouse Lautrec. La caricatura de Searle es genial. Como todo gran artista coloca elementos esenciales para que podamos hacer una lectura total. En primer plano coloca en el piso retratos de gatos y de personas (niñas, muchachas) y cinco artistas en la faena. Detrás de ellos un mar de telas y bastidores, como si fuera una manifestación tumultuaria y las telas fueran pancartas con mensajes de paz y amor, o de libertad. Acá no hay espacio para los transeúntes mirones y posibles compradores, porque los mirones estamos de este lado del cartón, desde acá apreciamos esta abigarrada imagen que, insisto, jamás se ha dado como tal en la vida real, pero que demuestra en forma única la proliferación de artistas, como si fuera un enjambre de avispas o una manifestación de cientos de tzisimes artísticos, sobrevolando Montmartre. Nunca he estado en vivo en este espacio, pero cada vez que veo una imagen real o ficticia, como en este caso, lo disfruto mucho, escucho a lo lejos un acordeón y el rumor de cientos de personas hablando francés, alemán, inglés, chino, japonés o español mexicano. La mañana que estuviste ahí se coló un hermosísimo voseo de lo que hablaban vos y tu novio. ¡Genial! En Puebla hay un corredor, cerca del bazar de Los Sapos, donde vendía mis cajitas. En ese corredor existen muchos estudios donde los artistas realizan su obra y exponen sus cuadros. El espacio es sensacional. Una vez, recién llegado a Puebla pregunté cómo podía alguien como yo pagar para tener un espacio y me dijeron que no, que era imposible, que existía una lista de espera. ¿Qué esperan?, pregunté. Que fallezca uno de los artistas. ¿Mirás? Hasta que fallecía uno de los artistas ofrecían en renta su espacio. Eso me contaron, tal vez sólo fue una leyenda urbana. Posdata: al ver esta caricatura pensé en la ley de la oferta y de la demanda. Acá (ya dije el porqué) no se alcanza a ver compradores. Existe un exceso de oferta. En nuestros pueblos suceden historias semejantes. Acá no hay compradores, por esto, los artistas deben dedicarse a otra cosa, porque no pueden sobrevivir de su arte. Y cuando aparece un ocasional comprador, amante del arte, lo hace como si estuviera en el mercado y no en Walmart: ¿Y le vas a hacer su rebajita?