martes, 6 de septiembre de 2022

CARTA A MARIANA, DONDE SE DA CUENTA DE UN PROLÍFICO ESCRITOR COMITECO

Querida Mariana: la misión del escritor se cumple cuando un lector recibe el texto. En nuestro pueblo hay muchos escritores, pero, sin duda, uno de los más prolíficos es el maestro Gustavo Alfredo Álvarez Figueroa, comiteco que, desde hace años, radica en Teotihuacán, lugar desde el que envía sus destellos, los más recientes son “Destellos de silencio”, título del libro publicado el 14 de octubre de 2021. En una ficha bibliográfica actualizada nos enteramos que el maestro Alfredo ha publicado 16 libros. Su pluma es un colibrí incansable, su vocación es aire que no se detiene. La mayoría de sus libros son poemarios, pero tiene un libro donde escribió una biografía de Emma Godoy, relevante escritora mexicana; y un libro con datos importantísimos de nuestro pueblo: “Comitán, mi libreta de apuntes”. Hay dos datos relevantes acerca del cariño por el pueblo natal: el primero es que siempre envía ejemplares a lectores amigos de este pueblo, así continúa extendiendo su mano, enviando su saludo afectuoso, su corazón; y el segundo dato es que muchos destellos tienen su origen en el fogón de Comitán. En su libro más reciente hay muchos elementos para comentar, son tantos que es imposible abarcarlos. El penúltimo poema se titula: “Azul, azul”, y está dedicado al maestro Abraham Álvarez (1900 – 1940), padre del autor. Para que mirés la belleza del aire que atrapó y que envía al mundo copio tres versos: “Al nacer el siglo, padre hermoso, tú también nacías, / a la luz primera. Lastimosamente, muy temprano / emprendiste tu estelar periplo, solitario”. Me conmueve cómo define a su papá, le dice padre hermoso, lamenta que haya muerto muy joven. Uf. El maestro Abraham (de grata memoria en el pueblo) vivió sólo cuarenta años, por eso dice el autor: “en el seno silencioso de mi madre / encontré el más bello refugio”. Mirá cómo el cristal de Alfredo se opacó ante la ausencia: “Te grité, cuando te ibas, pero mi grito / fue tan sólo un ramillete de lirios / de inconsolable llanto”. El maestro Alfredo muchísimos años después de la muerte de su papá, abre la ventana del recuerdo y nos comparte esa grieta oscura que, en eterna paradoja, ilumina las estancias del espíritu. Acá está presente la metamorfosis infinita. ¿En qué se convierte el aire cuando se aleja? ¿En qué transmuta el alma cuando alguien fallece? ¿Adónde el agua del río al entrar al mar infinito? Acá, en la palabra del maestro Alfredo, su grito de niño se convirtió ramillete de lirios, de inconsolable llanto. Él, cuando menos, sabe el secreto de la transformación, porque en su grito de viejo aparece el secreto de convertir ese ramillete de lirios en palabra, en grito que sigue resonando en nuestra conciencia, en nuestro espíritu. Lo que él sintió en su infancia vuelve a hacerse viento y remueve las esencias de nuestras almas. Digo pues, querida mía, que el libro del maestro Alfredo tiene muchos elementos para reflexionar, para degustar. Su palabra incansable rebota en las piedras de Teotihuacán y llega hasta donde las del Junchavín bendicen estas tierras. El manantial del maestro Alfredo es inagotable, su agua mana fresca, cristalina, abundante; el pozo de su creatividad no cesa. Posdata: ayer, querida mía, tocaron la puerta de casa, de mi casa comiteca. Desde adentro pregunté: “¿Quién?” “Correo”, fue la respuesta. ¿Mirás? Un empleado postal tenía algo para mí. Me puse el cubreboca y abrí la ventanita del portón. Era un sobre amarillo, pequeño, firmé de recibido. El aire de Teotihuacán llegó a Comitán. Recibí con entusiasmo la mano extendida, miré el cielo un poco nublado, húmedo, y agradecí la bendición de ese saludo, de ese grito que hace muchos años fue un ramillete de lirios, de inconsolable llanto, y que hoy es una grieta que pare luz, sólo luz. Dieciséis libros ha publicado el maestro. Que el bosque siga dando aire, siga abonando esta tierra. ¡Tzatz Comitán!