miércoles, 21 de septiembre de 2022
CARTA A MARIANA, CON UN RECUERDO
Querida Mariana: ayer vi a niños jugando fútbol en el patio escolar. No encontré diferencias con lo que hacían mis compañeros de secundaria a principios de los años setenta. Es una bobera lo que diré, pero estos niños corrían detrás de un balón con el objetivo de anotar un gol en la portería contraria, y lo que hacían mis ex compañeros era lo mismo. Un balón era el elemento aglutinador, el chunche convocante. Sin balón no hay fútbol, pero, ¡qué maravilla!, cuando ni siquiera existe el balón, pero sí el gusto por jugar, los niños hacen una pelota con trapo y las porterías las improvisan con dos piedras. Nunca se ha dado el caso de hacer lo contrario, la lógica no lo permite: porterías con trapos y pelota con piedra.
No encontré mayor diferencia; es decir, han pasado cincuenta años y las reglas de este maravilloso deporte siguen sin modificación, generando las mismas emociones.
Vi un chico que, en el extremo izquierdo levantó la vista, centró el balón y un compañero no dejó que llegara al piso, de globito la tomó en el aire y la colocó en un extremo de la jardinera, evitando que el portero la alcanzara. Todos los compañeros gritaron ¡gol! y corrieron a felicitarlo. Es lo mismo que hacen los jugadores profesionales en un estadio. La emoción que infunde un gol es un elemento social inmutable.
¡Mentira! Siempre miento, querida niña. Sí hay diferencias. Los niños de este 2022 corren detrás del balón con un cubreboca, lo que evita que respiren en forma libre. Sí, Mariana, en los salones también hay diferencias, por supuesto que sí, ahora muchos revisan sus celulares, de ahí toman datos del Google y, si el maestro se distrae o es permisivo, mandan mensajes a sus amigos. En mis tiempos, el niño escribía un mensaje en “papelito”, que iba pasando de mano en mano hasta llegar a la destinataria, que lo recibía con temor y lo guardaba hasta que la maestra daba la espalda para escribir en el pizarrón. Hoy no hay papelitos, hoy los niños escriben mensajes por WhatsApp.
Hay diferencias, ¡muchas! Los niños de hoy viven en un mundo donde impera la tecnología, donde ésta señala el camino a seguir.
En lo esencial no hallé diferencia alguna entre los chicos de hoy con los de mi tiempo a la hora de jugar en el patio y correr detrás de un balón, al aire libre, pero la convivencia ha cambiado. Antes, los papás en Comitán luchaban porque los hijos abandonaran la calle o el patio y entraran a casa para acostarse; hoy sucede lo contrario, es casi imposible hacer que los hijos salgan de sus recámaras, donde se divierten con videojuegos o con los videos de celulares y de computadoras.
Hoy en las escuelas los niños juegan canicas o yoyos o trompos por iniciativa de los maestros; antes, las “temporadas” las iniciaban los mismos alumnos, un buen día alguien llevaba un trompo y al día siguiente muchos lo seguían. A mí siempre me llamó la atención que algunos juegos no fueran prohibidos por los maestros. Había un juego llamado “gallitos” donde los niños, como gladiadores, daban cuerda a unas corcholatas filosas detenidas por hilos, eran juegos peligrosísimos. También, en temporada de tzisim algunos muchachos organizaban peleas entre las hormigas. No me preguntés cómo lo lograban, pero cuando menos lo pensábamos dos hormigas ya estaban trenzadas. Eso, a nivel elemental, tenía la misma violencia de quienes ahora organizan peleas de perros. Tal vez los que amarraban peleas de tzisim eran hijos de padres que eran galleros. Pero todo esto, con su crueldad inocente, se hacía en comunidad. Los niños de hoy están acostumbrados a jugar en forma individual concentrándose en una pantalla.
Vos sabés que fui hijo único, no tuve hermanos para convivir. Esto no fue impedimento para ser feliz, porque, gracias a Dios, tuve la capacidad para crear mis juegos, todos estos juegos los hacía en el sitio o en los corredores de la casa. En una navidad, el Viejito de la Nochebuena me trajo un carro de pedales, era un carro de color plateado, casi casi igual al que usaba Santo, el enmascarado de plata. Fui feliz dando vueltas en los cuatro corredores, alrededor del patio central.
Posdata: perdón, sí hay muchas diferencias, pero en lo esencial, cuando los niños corren detrás de un balón todo sigue siendo igual, porque las emociones infantiles siguen siendo las mismas. Los niños de hoy son igual que los niños de ayer, ríen, lloran y se preocupan casi casi por lo mismo que preocupaba a los niños del siglo pasado. Hoy, la tecnología impera, pero los valores humanos siguen intocados, la alegría compartida tiene las mismas características de siempre.
¡Tzatz Comitán!