viernes, 2 de septiembre de 2022

CARTA A MARIANA, CON PRODIGIOS

Querida Mariana: todo es un prodigio. El lenguaje es maravilloso. A veces vuelve a mi mente la pregunta: ¿cómo se inventaron las palabras, los diversos idiomas? Pero, el prodigio viene de antes, desde el origen del universo. Todo lo que nos rodea es sorprendente. Muchos amigos manifiestan asombro ante el colibrí. Dije que la palabra es un prodigio del genio humano, pero la palabra es insuficiente para describir la maravilla que es ese cachito de aire convertido en ave. Varios de los amigos recuerdan la leyenda donde se dice que el colibrí es el alma de los difuntos. Cada vez que ven un colibrí en su patio sienten una brisa de alivio en su espíritu, porque (así lo creen) es el alma del abuelo que llegó a saludarlos. ¡Qué bonita sensación! No sé si esa leyenda tenga sustento, pero mientras siga siendo bálsamo ¡que el destino siga enviando colibríes a todas las estancias! Y digo que el genio humano es inalcanzable, porque el colibrí, en Comitán, tiene un nombre especial, bien bonito, relacionado con su actividad infinita. ¿Recordás que al colibrí lo llamamos chupamirto? Es un nombre genial. Un poco selectivo, porque este granito de viento no sólo chupa mirtos, chupa todas las flores que tienen miel. En casa, mi mamá y mi Paty tienen varias plantas que dan florecitas moradas y rojas. Ah, a veces estoy al lado de la ventana y veo llegar a un chuparmito, el revoloteo del aire me anuncia su presencia, mi corazón brinca de gusto, no a la misma velocidad de su aleteo, porque eso sería peligroso. Todas las personas que ven un colibrí manifiestan gusto. Por eso, a Linda siempre le dije que era como un chupamirto, porque su presencia era recibida con júbilo por todos. Ah, luego sos muy pícara, capaz que pensaste que a Linda le decía chupamirto por otra cosa, porque no estás muy equivocada, a fulana de tal (no diré su nombre) le decían “La chupamirto” en la escuela, porque le gustaba chupar y no necesariamente limones ni mirtos. Pero, ¡basta!, porque esto le resta belleza a lo que digo: el chupamirto es un prodigio de la naturaleza. Todos los animales son fabulosos, pero el colibrí tiene un encanto especial, sólo equiparable con ese otro milagro: la luciérnaga. ¡Qué bendición! ¿Cómo es que la naturaleza diseñó ese bichito tan extraordinario? Un bichito con una lamparita. Digo que no alcanzan las palabras para describir esas motitas luminosas. El mismo sentimiento que provoca el vuelo de un colibrí en la mañana aparece cuando, en la noche, en medio del bosque brotan cientos de puntitos luminosos que parecen patinar sobre el cristal del aire. ¿Mirás lo que digo? Es una obviedad. Todo mundo reconoce esas maravillas. El otro día releí unas páginas de “Tokio blues”, novelita de Murakami (perdón, mi niña, pero mi oficio me obliga a leer de todo) y por ahí apareció una escena donde alguien encierra a una luciérnaga en un frasco. Sí, muchos niños y adolescentes las encierran y las tienen en sus recámaras como si fueran lámparas de buró. Cada quien su vida, pero a mí eso me enerva. La bendición está en ver un enjambre de luciérnagas en un entorno natural, ver cómo en la ventana oscura aparecen y saludan con sus culitos resplandecientes. Y terminaré esta carta quitándome el sombrero ante el genio de nuestra gente. ¿Recordás cómo llamanos a la luciérnaga en Comitán? ¡Sí! Usamos la palabra del idioma tojolabal: mushkak. Posdata: dos animalitos casi insignificantes en tamaño: luciérnaga y colibrí, nos sorprenden con su grandeza universal. Dos palabras comunes toman un aroma diferente en nuestra región: chupamirto y mushkak. Posdata: sabemos que los dos animalitos son gloriosos, pero a vos ¿cuál te seduce más? ¿El colibrí o la luciérnaga? Sin albur, ¿te gustaría ser chupamirto o te gustaría tener el culito luminoso? A la fulana de tal le decían “La chuparmirto”, nunca me topé con una chica a la que dijeran “La mushkak”. Hay más chupadoras que chicas con traseros esplendentes. ¡Tzatz Comitán!