martes, 28 de febrero de 2023
CARTA A MARIANA, CON AGUA DE TZIMOL
Querida Mariana: Jaime Córdova, quien nació en Tzimol y radica en la Ciudad de México, me envía fotografías de vez en vez. Me causa emoción abrir el correo y hallar sus fotos. Ayer me sorprendió con esta foto que, con su permiso, te comparto.
Vos sabés que, en tiempos donde el color impera, amo todo lo que sea blanco y negro. ¿Por qué Woody Allen eligió filmar “Manhattan”, en blanco y negro? ¿Por qué Win Wenders prefirió el blanco y negro para su cinta “Las alas del deseo”? Es una bobera lo que diré, pero el color las habría echado a perder. Esas cintas habrían dejado de ser obras de arte, porque el blanco y negro les otorgó el entorno perfecto para que sus historias fueran sublimes.
A veces hay noticias sensacionalistas donde nos enteramos que tal película en blanco y negro fue “coloreada”. ¡Qué aberración! La foto de mi abuela María la conservo en el original blanco y negro con que fue revelada originalmente. Esto pensé cuando abrí el correo y vi la foto que me envió Jaime. Él me dijo que la tomó hace tiempo (no sé cuántos años) y la capturó con una cámara Rolleiflex, de 6x6.
Esto que, en apariencia es un mero dato técnico consigna toda una historia. ¿Rolleiflex? ¿Qué es eso? Entré a San Google y le pedí que me diera algunos datos. Me enteré que esas cámaras fotográficas son alemanas y fueron puestas a disposición de los profesionales de la fotografía en el año 1928. Estamos a punto de celebrar un siglo de tal prodigio. En mis manos (es un decir) tengo un producto de esas cámaras. Digo que es un decir, maravilloso, porque lo que produjo una cámara analógica, hoy ofrece una imagen digital. Jaime tiene impresa esta fotografía que él tomó hace años (no dijo cuántos).
No sólo me enteré del año en que comenzaron a circular estas cámaras Rolleiflex, también supe que una característica de ellas fue que tenían dos lentes (fueron llamadas de “objetivos gemelos”), una de las lentes servía para ver la imagen y la otra para capturarla. ¡Ah, no, no me preguntés cómo se daba este proceso mágico! Se daba, punto.
Vi una fotografía de estas cámaras y quedé deslumbrado. Mi celular de 2023, que debí comprar en 2019 o algo así tiene dos lentes, casi casi tan juntas como la de la Rolleiflex. Ahora he visto cámaras que tienen tres, tres lentes. ¡Ay, por favor, te digo que no me preguntés cómo funcionan! ¡Yo qué voy a saber! Lo que quiero decir es que la cámara de mi celular se parece mucho a su bisabuela, tiene la misma doble carita, sonríe igual.
El asombro ante la belleza de esta fotografía tiene mojol en la raíz de una pregunta: ¿por qué Jaime, en Tzimol, tenía una Rolleiflex en esos años? La respuesta la tiene él, pero aventuro, porque así lo advierto (y vos también): es un apasionado de la fotografía. En tiempo que medio mundo tenía camaritas Kodak, él, fotógrafo genial, ya tenía una cámara profesional, una que, junto a su mirada privilegiada, le permitió capturar este instante. ¿Cuántos años tiene ahora la criatura que sonríe al rostro de la mujer, mientras el hombre, mirada niña también, ve hacia donde está la cámara Rolleiflex?
Carlos Gordillo, quien es uno de los mejores fotógrafos de Chiapas, vio la foto y dijo: “composición genial”. Con eso queda dicho todo, una mirada experta halló la síntesis perfecta. ¿Desde dónde está tomada? No lo sé. Jaime necesitó colocarse en el lugar perfecto para la toma genial. Ahí está el río, que parece detenido; ahí están las piedras en reposo desde siempre; ahí está la sagrada familia; los mayores descansan sobre las raíces, síntesis de la vida; el niño, de igual manera, también reposa en las raíces, las de él, las de ella.
Posdata: me encanta cuando se encuentran las miradas. Carlos, fotógrafo genial, se topó con la mirada de Jaime y ambos hicieron que la cuerda del universo sea lo que ahora miro desde acá, desde la ventana de mi sala: un cielo con raíces milenarias, un agua quieta, pero llena de vida.
Me gusta el blanco y negro. Tal vez algo de mirada de miura existe en mí, la vida me presenta un capote rojo y yo me muevo porque lo veo en blanco y negro.
lunes, 27 de febrero de 2023
CARTA A MARIANA, CON CARENCIAS
Querida Mariana: resulta que nadie está completo. Todos los seres humanos tenemos carencias y fortalezas. Ahí andamos, tropezando a ratos y sintiéndonos bien en otros instantes. Ayer llevé a mi Paty a una clase y mientras esperaba que ella saliera fui al parque central. Me senté en una banca e hice un recuento de las personas que pasaban por ahí y supe (pucha, ¡el descubrimiento del hilo negro!) que cada una de ellas era semejante a mí, con carencias y fortalezas. Pero, en ese momento, cuando menos, todos parecían tan semejantes.
Una vez conocí, en Coyoacán, a un muchacho que se ocultaba detrás de un árbol. Su mamá, quien se sentaba en una banca para estar pendiente de él, me contó que a Rafa le encantaba ir al parque, pero que tenía serios problemas para estar cerca de la gente, por eso iba y se “escondía”, le encantaba mirar, pero no deseaba que alguien se acercara a él. Ahora, que la ciencia ha avanzado tanto, los expertos deben saber qué tipo de padecimiento tenía Rafa, quien en ese tiempo (te estoy hablando de 1977 o 1978) tenía veintitantos años de edad. ¿Por qué te platico esto? Porque el tal Rafa tenía un gran conocimiento en cine. Su mamá me contó que él sabía mucho de películas, directores, actrices y actores. Cuando el papá regresaba del trabajo, Rafa le contaba qué película había visto en la televisión y le daba antecedentes de los actores y actrices que habían actuado, hacía asociaciones brillantes. Era una enciclopedia cinematográfica.
En mi novelita breve: “El día que Julio Cortázar llegó a Chiapas” el protagonista principal es una persona que sabe mucho de cine y que nunca ha salido de casa. No sé si la vida de Rafa me sirvió de inspiración, porque el personaje de mi novelita, igual que Rafa, nunca fue a la escuela. Cuando los papás de Rafa se dieron cuenta de la enfermedad que padecía, porque siempre lloraba cuando lo sacaban de casa y estaba en medio de gente, decidieron que ellos le enseñarían a leer y escribir. La mamá me contó que el gran descubrimiento para Rafa fue el cine que pasaban por televisión. El papá (tal vez sabio) dijo que estaba bien que su hijo se entretuviera en ello y permitió que viera todas las películas que exhibían. Imagino que años después, el papá le compró la primera videocasetera y películas para que siguiera incrementando su conocimiento. ¿Por qué Rafa tenía ese comportamiento extremo con respecto a la sociedad? Su mamá me dijo que el hijo era feliz con ella y con su papá, no tenía mayor problema de comunicación, se comportaba con tranquilidad. Su problema comenzaba cuando alguien se acercaba a él. Sin ser experto digo que era un comportamiento extraño, porque él no aborrecía a la sociedad, al contrario, por eso iba al parque todos los días, en la mañana. Le encantaba mirar el mundo y lo que hacía la gente, le fascinaba la gente, pero algo en su mente le impedía estar en contacto con las personas. Digo que era un caso de timidez extrema. Digo esto, porque toda mi vida he sido tímido, como Rafa me encanta ver cómo se da el movimiento de ese mar absoluto y rotundo que es la vida, pero a cierta distancia. No soy como Rafa, gracias a Dios, pero cuando salgo casi casi me pongo detrás del árbol para ver a la gente. Esa mañana, gracias a Dios, no hubo algún conocido que se acercara, así que disfruté el paso de la gente. A dos bancas de donde estaba vi (argüendero, eso sí) a una pareja de muchachos tomados de la mano, ella, con ojos claros y blusa ombliguera, era chaparrita, delgada, y él, con playera negra, musculoso, cabello negro, era alto, los imaginé parados y supe que ella le llegaba al hombro. Eran una pareja contrastante en físico, pero, sin duda, hacían gran encuache espiritual, porque mientras estuve al lado de ellos los vi felices, platicando y ella recostándose por ratos en el pecho fuerte de él. Pedí que la bendición del universo siempre los mantenga así, unidos, alegres, compartiendo la vida en forma sencilla y animada.
Pensé en que una de mis carencias es la memoria. Si alguien me dice su nombre, lo repito dos o tres veces y diez minutos después dudo y, qué pena, en muchas ocasiones le cambio el nombre. A veces la persona se compadece de mí, como diciendo: no te preocupés, viejo; pero a veces noto que se molesta. No puedo evitarlo. Mi memoria, desde siempre, ha sido una muchacha que se esconde detrás de un árbol, me cuesta tanto trabajo hallarla; es tan hábil que sabe dónde esconderse para que no la encuentre. Y, sin embargo, sé que, como Rafa, mi memoria debe poseer una habilidad especial donde almacena cientos de datos. Aún no descubro cuál es esa fortaleza. Tal vez algún día, mientras tanto ahí voy en la vida, tentaleando, yendo al parque de Comitán, disfrutándolo.
Posdata: nadie posee todo, algunos tienen muchas fortalezas y pocas carencias; otros carecemos de mucho, por eso estimamos nuestras fortalezas, las apapachamos, porque sabemos que ellas nos dan la esencia de nuestro ser.
¡Tzatz Comitán!
domingo, 26 de febrero de 2023
CARTA A MARIANA, CON UNA CUADRA (tercera parte)
Querida Mariana: en las imágenes de Google Maps, al lado del negocio de Félix Ogando aparece una estética: Estética Unisex Vogue. Ya no está. Este simple cambio nos refiere que todo se modifica. A veces camino con una sensación de que la ciudad que viví en mi infancia ya no existe, pero de pronto aparece algo que tiene un rostro antiguo y eso me conforta. Los de mi generación no lo saben, pero cuando camino por Comitán y veo un rostro conocido me alegro, mi espíritu se llena de luz. Saludo, a veces, ellos no me responden o lo hacen con un simple movimiento de mano o de cabeza. Lo entiendo, ellos no sienten lo mismo que yo. Es posible que a muchos de esos compas yo les caiga mal, les haya caído como piedra en la vesícula desde siempre; es posible que ellos me hayan molestado en alguna ocasión. Nada pongo en mi corazón, los veo en la otra banqueta y siento que ahí hay prueba viviente de que este pueblo sigue siendo mi pueblo de siempre. Lo mismo sucede con los edificios y plazas. Entiendo lo que sienten los habitantes de las ciudades europeas que han mantenido inmodificable su riqueza urbana. Comitán, por sus complejos, se ha transformado mucho. Un día nos llegaron los aires de la modernidad y medio mundo botó la herencia cultural. Por eso, cuando camino por una calle y encuentro una casa casi inmodificable me da gusto, ahí sigue presente el espíritu de Comitán, su esencia. ¿Y qué sigue? Un edificio con tres plantas. En 2013 ahí había una taquería, fijate, una taquería que se llamó “El carboncito”; y en la segunda planta hubo un grupo de alcohólicos anónimos: “Grupo Genésis”. En la actualidad, en la planta baja hay una imprenta que hace invitaciones y diversas tarjetas. De pronto hay algo como un remanso, porque hasta ahora, querida mía, hemos hecho un recuento de casas que modificaron la traza original que tenían en los años cincuenta, en aquellos tiempos todas las casas eran de una planta. Hasta acá llevamos el edificio de tres plantas; otro de cinco, ¡cinco plantas!, con un enormísimo árbol metálico en la azotea que contiene un complejo ramaje de antenas; luego un edificio de dos plantas; uno más de tres plantas; y otro similar: tres plantas. La armonía existente antaño ya no está. Por supuesto que esto ha hecho que nuestra mirada se modifique y con ello nuestra esencia humana. Si todo el día miramos algo que no tiene un equilibrio el espíritu comienza también a mostrar desarmonías. La construcción que sigue es una de las casas donde vivió Rosario Castellanos. El gran comiteco Armando Alfonzo nos regaló un croquis que él copió de un trabajo que hizo Rosario en clase, cuando estudiaba la secundaria. Rosario hizo un dibujo de la planta de su casa. Ese croquis es un tesoro maravilloso, porque nos permite conocer el interior de esta construcción que ahora está dividida. Hay que decir, por supuesto, que la casa está modificada, pero, sin duda, la parte que está al lado del edificio de tres plantas es la que posee el frontispicio más cercano a como fue originalmente. Es de una planta y su remate tiene las características que dieron unidad a estas casas en el centro. Actualmente está pintada en color azul, en dos tonos. El remate superior está adornado con rombos y columnas. Existe un negocio de fotografía digital y al lado del portón de entrada, metálico, hay una placa de acrílico que indica que ahí vivió Rosario Castellanos, una de las más importantes escritoras mexicanas del siglo XX. En esta casa vive el ingeniero Tovar Carrascosa. En el interior hay departamentos que da rentados. La otra parte de la casa que originalmente habitó Rosario (que no fue de su familia), la habita la familia Tovar Serrano. Esta parte está más modificada, tiene una segunda planta con balcones, un portón metálico y un local comercial donde Blanquita Tovar Serrano tiene un negocio. En tiempos de la presidencia municipal del actual senador de la república: Eduardo Ramírez, colocaron esa placa que fue demandada durante mucho tiempo. Lo hicieron el 15 de abril de 2009. La placa dice: “En esta casa vivió su infancia, Rosario Castellanos”. Sabemos que esta casa fue la segunda que habitó Rosario. La primera fue en donde ahora está el Restaurante Ta’Bonitío. Ahí vivió su infancia. Decimos que Rosario hizo un croquis de la casa que comentamos cuando estudiaba secundaria, así que en término estricto, en esta casa, Rosario vivió parte de su adolescencia. Por supuesto que era justo que se consignara que ahí vivió Rosario. Hoy, la demanda es que se coloque una placa de bronce con el croquis que dibujó Armando Alfonzo, porque ello permitiría que los comitecos y los visitantes tuvieran una idea muy cercana de cómo fue el interior de esa casa. ¿Qué tanto puede costar esta placa? Poco. La autoridad municipal, cuando ya está cercano el centenario del natalicio de Rosario debería hacerlo. ¿Lo hará? ¿Y si existe una iniciativa civil? Posdata: digo que el croquis que dibujó Armando Alfonzo y nos regaló es una joya. Que el universo bendiga siempre su memoria. Lo que hoy es la primera calle norte oriente fue la 7 calle cuando Rosario vivió ahí. El croquis muestra que tenía veinticuatro metros de frente (insisto en decir que ahora está dividida en dos partes), al lado de la calle había una recámara, una bodega, el zaguán (en la parte de lo que ahora habita la familia Tovar Serrano) y la sala, escritorio y otra recámara (en la parte de la casa del ingeniero Tovar Carrascosa). Luego dos corredores, un comedor, un patio, un jardín y una recámara; y en la parte posterior otra bodega, la cocina y otra recámara, otro pequeño patio que conducía al W.C. y al baño y luego el sitio. ¿A poco no sería maravilloso que este croquis se colocara en la fachada para dar una idea cercana de cómo fue la casa que Rosario Castellanos habitó? Armando Alfonzo anotó que el croquis original lo hizo Rosario como una prueba final de la clase de dibujo técnico, el 12 de agosto de 1940. Pucha, es un dato interesantísimo. Cuando Rosario lo dibujó tenía quince años; estaba a punto de irse a la Ciudad de México.
¡Tzatz Comitán!
sábado, 25 de febrero de 2023
CARTA A MARIANA, CON REGISTRO DE BÚSQUEDA
Querida Mariana: el juego es sencillo, si preguntás a los comitecos ¿quién fue Rosario Castellanos?, muchos responderán favorablemente; es decir, muchas personas saben quién fue Rosario. Si preguntás: ¿quién fue Blanca Lidya Trejo?, ahí ya está difícil. Pocas personas saben de Blanca Lydia. Y resulta, así nos lo dijo Lety Bonifaz y ahora Clara del Carmen Guillén, que ella, igual que Rosario fue escritora. Rosario vivió su niñez y parte de su adolescencia en Comitán; y Blanca Lydia nació en Comitán.
La poeta Clara del Carmen Guillén, quien también nació en Comitán, está empecinada en dar a conocer (visibilizar se dice ahora) la vida y obra de Blanca Lydia Trejo. Desde hace ya años se dedica, ahora sí que, con cuerpo y alma, a buscar datos de la escritora comiteca. Medio mundo aplaude su labor, es plausible, porque dedica tiempo y paga para tal fin. A veces, su entusiasmo se desborda, pero, entiendo, también debe sufrir decepciones, porque en una labor de rescate siempre existe la luz y la sombra.
Si uno entra a Wikipedia halla datos mínimos que Clara está ampliando. Wikipedia dice: “Blanca Lydia Trejo fue activista feminista, canciller, profesora y escritora mexicana que cultivó la narrativa, el ensayo y el periodismo. Realizó estudios en la Casa Central de Guatemala y en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se graduó en Bibliotecología. Fue canciller del consulado en Barcelona, España”.
Pucha, movidita la paisana. En Wikipedia aparecen las fechas de su nacimiento y de su muerte: nació el 25 de febrero de 1906 y falleció el 27 de septiembre de 1970. Blanca Lydia nació en nuestro pueblo 19 años antes que Rosario, seguro que no coincidieron en el pueblo, porque (así parece) cuando Rosario comenzó a crecer, la tal Blanca Lydia ya no estaba en Comitán.
En Comitán ya están identificadas dos casas donde vivió Rosario: la que está en la salida del Pasaje Morales y la que está a un costado del palacio municipal, donde ahora funciona el restaurante Ta’Bonitío. ¿Y la casa donde vivió Blanca Lydia? No hay registro de ello, por el momento, Clara está empeñada en dar con ese dato y regalarlo a Comitán, porque la poeta Guillén, con gran determinación dice: “ella nació para figurar en Comitán”; es decir, Clara aporta datos para que la figura de nuestra paisana tenga el lugar que merece. Sí, es bueno que nuestro pueblo reconozca a las personas más preclaras, las que, bien, en el pueblo propio, o lejos de él, aportaron su talento y trabajo, lo que permite que Comitán siga siendo un lugar con gente que abona al desarrollo intelectual del mundo.
Parece que ya nada detiene a Clara en esta labor de investigación. Qué bueno. Clara cuenta que todo comenzó un día que…
Trataré de sintetizar lo que Clara cuenta: un día de 2019, Tanya Cossío la invitó a asistir a la FIL (la gran Feria del libro, en Guadalajara) para hablar acerca de literatura infantil en Chiapas, ya que ella es escritora de cuentos infantiles. En el libro “Historia y muestra de la literatura infantil en México”, viene mencionado el nombre de Blanca Lydia. El libro de literatura fue escrito por el colombiano Mario Rey, en dicho libro aparece que Blanca Lydia es mexicana; resulta que tiempo después, Clara se topó con Mario Rey en Zamora, Michoacán, y él le dijo que en su libro mencionaba a la chiapaneca Blanca Lydia, escritora chiapaneca “que es la primera antóloga de la literatura infantil en México”. ¡La luz se hizo! En medio del camino, Clara encontró una piedrita que era de oro. ¿Así que la primera persona que hizo una antología del cuento infantil mexicano fue mujer y era chiapaneca? De ahí a hallar que Blanca Lydia había nacido en Comitán fue como pasar a otro cuarto contiguo. Desde entonces, Clara del Carmen se ha dedicado con pasión a buscar en estantes y baúles en ese cuarto.
Algún día, así lo esperamos, dará más datos. Por fortuna, hay personas talentosas que se han unido a esta labor de investigación. Clara ha ido a la Biblioteca Central de la UNAM, hurgado en la Hemeroteca Nacional y busca, todos los días, en el Internet. Francisco Domínguez, creador de la página “Imágenes históricas, leyendas y personajes de Comitán” ha brindado un gran apoyo; y ni qué decir de Gustavo Armendáriz, talentoso comiteco, experto en cuestiones históricas. ¿Sabés qué le compartió Gustavo a Clara?, el acta de defunción de la escritora comiteca. Gustavo ha aportado muchos datos y, sin duda, aportará más.
Pero no sólo comitecos se han unido a esta maravillosa aventura intelectual. Clara cuenta que una alumna de literatura de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, María Jesús Hernández Aparicio, también ha aportado imágenes y testimonios.
Todo inició una mañana de 2019, luego llegó tiempo de pandemia. Clara no ceja en su intento de investigar más. Si te diste cuenta yo ignoro el apellido materno. Clara ya debe tenerlo, por ahora escribo: Blanca Lydia Trejo. ¿Cuál es su apellido materno? Por ahí debe haber ramas de su árbol genealógico. Por acá están los Castellanos y los Figueroa, ramas del árbol de Rosario. ¿En dónde están los Trejo que son parientes de Blanca Lydia? A investigar eso se dedica Clara.
Ahora, poco a poco, las personas se enterarán que hubo una escritora comiteca, que nació en 1906 y está considerada como la primera persona que hizo una antología del cuento infantil en México.
Llama la atención las coincidencias de Blanca Lydia con Rosario Castellanos. La ficha de Wikipedia menciona que Blanca Lydia fue activista femenina, escritora, profesora, diplomática y escritora que cultivó el ensayo, narrativa y periodismo. Bueno, pues Rosario también abarcó esas esencias: fue una gran feminista, dio cátedra en la UNAM y en la Universidad de Tel Aviv, embajadora de México en Israel y una gran escritora, que abarcó muchos géneros: novela, cuento, teatro, poesía y ensayo.
Por ahora, Clara del Carmen sigue en búsqueda de más datos, lo hace con emoción. Desea que el nombre de Blanca Lydia esté en el imaginario colectivo de Comitán, quiere que alguna calle lleve su nombre, o una plaza, desea que medio mundo la conozca, la lea. Muchas personas la ayudan, la fortalecen. En el pueblo ha encontrado el respaldo de paisanos talentosos y brillantes, a los ya mencionados se unen los nombres de María Antonia Pinto Ruiz, Chusy Coutiño, María del Carmen Vázquez Velasco, Arbey Rivera, Olivia Bonifaz, Angélica Altuzar, Alba De La Cruz y muchos que se irán integrando en el camino, porque mientras más se agreguen el árbol de Blanca Lydia se mostrará con todas sus ramas y la fronda que la hace especial. Es una muy buena iniciativa, ojalá que conserve la suma de voluntades sin más interés que el de dar a conocer la vida y obra de la fulanita de tal.
Clara ya menciona datos muy importantes que deben hacernos reflexionar en la grandeza de su vida: fue la primera persona que hizo una antología del cuento infantil mexicano. Pucha, eso ya es un gran argumento; lo otro es que cultivó el género del cuento infantil, pero, además, realizó una labor importante para poner sobre la mesa el tema del “abuso de los poderosos con relación al conflicto latinoamericano”.
Y como Clara, poco a poco, se convierte en experta acerca de la vida y obra de Blanca Lydia tal vez hay que hacer caso a una recomendación: “La mejor novela de Blanca Lydia, para mí, es “El padrastro”, de 1941”. No sé si sea fácil conseguir dicha novela, pero ya me anda por conocerla. Clara del Carmen tiene material en pdf que comparte con generosidad. Si a vos te llama la atención conocer algo más de esta escritora comiteca, podés ponerte en contacto con Clara, en redes sociales.
Me place que una importante presencia comiteca sea estudiada por sus paisanos, que sean comitecos quienes se acercan a ese conocimiento y nos lo den a conocer. Nadie más que los comitecos sabemos nuestros modos.
Posdata: imagino que Clara se emociona con esta labor, se acerca a los grandes investigadores que disfrutan cada pequeño hallazgo para completar un cuadro que dé una idea más o menos aproximada. El estudio de una vida es inacabable, pero Clara ya dio el primer paso, ya tiene dos o tres figuras del gran rompecabezas.
¡Tzatz Comitán!
viernes, 24 de febrero de 2023
DIARIO (II)
La laptop tenía carga suficiente. La prendí, junto con una vela, colocada en una taza que ya no sirve para tomar café o té. Esta taza no se ha quejado, pero cambió su vocación, de ser contenedor de un líquido aromático, calientito, se convirtió en un simple candelero, que se usa en caso de emergencia. Muchos objetos cambian de vocación. A mí me gustan los chunches que son utilizados para lo que fueron creados. Un lápiz, por ejemplo, o esta computadora. Todo mundo habla de las bicicletas fijas que luego se convierten en colgaderos de ropa, porque sus propietarios no la usan para hacer ejercicio.
La pantalla se iluminó y eso dio un poco de luz al entorno. Miré al fondo, donde está el comedor y entendí lo que dicen de “boca del lobo”, la oscuridad seguía dueña de ese espacio. Las personas de este siglo XXI estamos acostumbrados a la energía eléctrica, dependemos de ella. Nos hemos habituado a hacer luz donde hay oscuridad, nos basta oprimir un botón para conjurar fantasmas. El patio central y el sitio de mi casa de infancia eran espacios maravillosos de día, pero se convertían en lugares tenebrosos en cuanto llegaba la noche. Si tenía urgencia le decía a mi mamá que me acompañara al baño, que estaba retirado de la recámara, había que caminar por dos pasillos que siempre estaban en penumbra, la mínima sombra de las ramas que se movían con el viento provocaban figuras fantasmales en el piso y en las paredes. Para no sentirme tan solo, para evitar sonidos espectrales, prendí un radio de baterías que tengo y sintonicé una estación, no supe cuál, necesitaba oír voces humanas, sonidos musicales. Este radio es de marca Sony lo tengo desde hace muchísimos años, más de veinticinco. Me ha acompañado a muchos lugares.
Abrí un archivo de Word y comencé a escribir la historia que se asomó cuando salí de la recámara.
Pero que no estén verdes, como la vez pasada. Vas a ver si no las traés maduras, y tampoco que estén magulladas.
Eso fue lo que dijo la mamá de Andrés. Éste tomó una morraleta, un pan y salió. Le gustaba y no ir a cortar estrellas. Le gustaba porque ahora bajaban como palomitas, pero la primera vez fue experiencia ingrata. La primera vez que fue, su primo Armando le prestó su resortera. Cuando llegó a lo alto del cerro, caminando en una senda polvosa, flanqueada por espinos, alzó la vista y vio muchas estrellas. Sintió la alegría que sienten los pescadores cuando ven la sombra que se mueve apresurada a mitad de la laguna. Se subió el cierre de la chamarra, se acuclilló, buscó una piedra de regular tamaño, redondita, la puso sobre la chapeta de la resortera, apuntó y soltó el disparo. Vio que había fallado. Lo intentó una y otra vez y nunca le dio a una estrella. Esa vez regresó triste y temeroso.
¿Y dónde está lo que te mandé a hacer, ah, idiota? ¿Cómo que no hay estrellas? Vení, indizuelo de porra, mirá, mirá, cuántas estrellas. Ahorita te vas y me traés unas, rapidito, si no, vas a ver la zurra que te meteré.
Y Andrés volvió a salir. ¿Cómo hacerle? Fue a casa de Armando, le dijo que le regresaba su resortera y le contó que había fracasado. Armando le preguntó para qué había usado la resortera y cuando Andrés le contó, aquél se carcajeó.
Ah, qué mudo sos. Tu mamá tiene razón. Las estrellas no se cortan tirándoles piedras. No, bobo.
Armando le platicó que hay dos métodos certeros para atrapar estrellas.
¿Te acordás del cuento donde siembran habichuelas mágicas y crece un árbol que llega hasta el cielo? Bueno, esa es una manera, trepás al árbol y cuando llegás a lo más alto, agarrás las estrellas y listo. Es muy sencillo, pero, uy, lleva mucho tiempo, además es muy cansado; en cambio, si agarrás las habichuelas mágicas, las ponés en tus manos, las estrellas bajan solitas, porque les encanta comer habichuelas mágicas. ¿Por qué creés que hay lluvia de estrellas? Porque alguien les ofreció habichuelas.
Y Armando le regaló un puñito de habichuelas mágicas. Le bastó a Andrés abrir la mano. Una estrella que estaba cerca bajó, posó uno de sus picos en el brazo y comenzó a lamer la habichuela. Andrés metió la estrella en la morraleta y la amarró. Regresó contento a su casa, silbó, dio brinquitos. No tuvo necesidad de subir a la montaña, la estrella llegó hasta su mano.
¿Sólo una? Bueno, menos mal que está de muy buen ver. Se la venderé a doña Elpidia, la del puesto que está al lado de la verdulería. Ella siempre paga bien cuando le llevo estrellas maduras y bonitas. Vaya, algo bueno hiciste hoy. Te dejé tu cena en la mesa, andá a comer y luego a dormir, mañana tenés que darle de comer a los pollos y a los cuches.
Chequé la carga de la batería. Coloqué el cursor y señaló que quedaban cuatro minutos. Por fortuna el cuentito había llegado a su fin. Apagué la computadora. Ya estaba aclarando. Fui a la cocina, lavé, pelé y corté la fruta, para desayunar. Ya estaba con el tiempo encima para ir al colegio a trabajar. Sonreí. Pensé que los clásicos dicen: veni, vidi, vici, y yo, todas las mañanas digo: lavo, pelo y corto. Hay niveles, el mío es básico, elemental, pero es el aporte para vivir, para vencer.
jueves, 23 de febrero de 2023
DIARIO (I)
Sonó el despertador. Lo hizo con la estridencia de todas las madrugadas. Sonó a las cuatro. Desperté. Mi mano buscó el botón para apagar ese animal mecánico. Luego, llevé la mano un poco más allá para prender la luz de la lámpara. Ese movimiento siempre es el mismo: apago y luego enciendo. Pero hoy la luz no se prendió. Recordé que en el grupo “Amigos”, en el WhatsApp, Javiercito subió ayer un aviso de la Comisión Federal de Electricidad. Por mantenimiento suspenderían la energía eléctrica, de las once de la noche de anoche a las siete de la mañana de esta mañana. Busqué la lámpara de mano, tomé el despertador, lo puse a las cinco, volví a dormirme. Con este cambio modifiqué mi rutina, no hice mi taichí de viejito ni me bañé. Me molesta no bañarme, pero me molesta más estar molesto, así que me puse en paz conmigo mismo y volví a dormir. A las cinco volvió a sonar el despertador. Si su batería está activa este chunche no falla. Llevo años con él. Lo compré una mañana en la joyería y relojería del amigo del maestro Temo Alcázar (sólo sé su apodo, pero me resisto a decirlo), el que tiene su negocio en un local de la que fue casa del ingeniero Becerril y de doña Lety Román. Cuando lo compré pedí un reloj despertador fluorescente (¿así se dice?). Cuando fui joven y estudié en México, mi mamá me regaló un despertador que tenía puntitos y manecillas que brillaban. Era un despertador maravilloso. Abría los ojos y sabía qué hora era en medio de la oscuridad más viscosa. El que compré en la joyería y relojería del amigo del maestro Temo no resultó lo esperado. El hijo del dueño aseguró que sí era fluorescente. No. Si prendo la luz y la apago entonces brilla por algunos segundos, pero luego desaparece el brillo. Para que brille debo estar prendiendo y apagando la luz en forma intermitente durante toda la noche. El despertador fluorescente de mi juventud lo compró mi mamá en La Línea (en las tiendas guatemaltecas que están al lado de la frontera con nuestro país). Ese despertador estaba integrado a un estuche, se abría como ostra y se enganchaba al quedar expuesto. La primera vez que lo abrí fue como una sorpresa, pienso que nunca más volví a cerrarlo. Para que cumpliera con su vocación debía estar abierto, para que viera la carátula, para que viera el movimiento acelerado del segundero y el más lento pero constante del minutero. Tenía puntos y manecillas fluorescentes. Era como una maravillosa luciérnaga infinita. Era de cuerda. El que ahora tengo es de batería, pero no brilla en la oscuridad, para ver la hora debo prender la luz.
Oprimí el botón para apagar el repiqueteo. Alguien, no recuerdo quién, me dijo que ahora hay relojes despertadores que se apagan con una orden en voz alta. Algo así como “¡Apágate!”, y se apaga. “¡Enciéndete!” y se enciende. “¡Duérmete!” y se duerme.
Me senté en la orilla de la cama, coloqué la lámpara de mano sobre el buró, busqué mi ropa dejada sobre la silla y me vestí. Siempre meto la mano en la pierna del pantalón y la arremango, así evito que el pantalón toque el suelo al ponérmelo. Me puse los calcetines y metí los pies en los zapatos, amarré los cordones (sé que en otras partes les dicen agujetas, a mí me gusta decir “cordón”, así lo aprendí de mis mayores. Mis papás nunca usaron la palabra agujetas. Mi mamá emplea la palabra agujeta para designar el chunche que le sirve para tejer suéteres. Hay agujetas de varios números, dependen del grosor. Mis zapatos los amarro con cordones, no con agujetas. Como nunca aprendí a amarrar bien los cordones, en forma frecuente se desamarran y debo volver a agacharme para amarrarlos. Antes me daba pena, ahora ya no. A veces veo que algún futbolista profesional en el campo de juego se agacha y se amarra las agujetas de los tacos porque se desamarraron. Este futbolista es como un pichito que nunca aprendió a amarrarse bien los cordones de los zapatos).
Salí de la recámara. Dirigí el haz de luz de la lámpara de mano hacia la puerta y lo seguí, como dice el cuento infantil que hicieron Hansel y Gretel que siguieron las migas de pan. Seguí las migas de luz. Ah, esta imagen me gusta. ¡Migas de luz! ¿También se comen? A la hora que abrí la puerta, no sé por qué, pensé en estrellas y dije que debía escribir un cuentito donde una mamá manda a su hijo a cortar estrellas. Fui a la sala, me senté y prendí el celular. Nunca lo hago, por lo regular a esta hora conecto el celular para ponerlo a cargar. Como no empleo el teléfono móvil más que para tomar alguna fotografía o para enviar y recibir mensajes por WhatsApp la batería me dura todo el día. Bueno, en las tardes también leo algo en el Kindle y veo películas en Netflix. Ayer terminé de leer el primer libro de crónicas de Antonio Lobo Antunes y comencé a leer la novelita de Amos Oz que se llama “La bicicleta de Sumji”. Ambos escritores me gustan. Son geniales. Prendí el chunche y pensé intentar subir los textos que comparto todos los días en redes sociales, pero luego decidí que no, que los subiría al llegar a mi oficina en el Colegio Mariano N. Ruiz. Supe que nadie haría un plantón en el parque central porque Molinari no subió la Carta a Mariana. Hay cosas más importantes qué hacer a las seis de la mañana. Las redes sociales son un muestrario atractivo. Hay noticias verdaderas y muchas falsas. El chisme encontró un nicho fabuloso.
miércoles, 22 de febrero de 2023
CARTA A MARIANA, CON AGRADECIMIENTO
Querida Mariana: los cronopios de Julito Cortázar bailan catala. En casa de los Molinari Alcázar bailamos catala, porque no lo demostramos, pero somos cronopios, ni esperanzas ni famas, ¡cronopios! Los cronopios se identifican en todo mundo, desde que Julito los creó, miles y miles de seres humanos se han identificado con esos seres imprevisibles, pero jocosos. El club de los cronopios es inmenso, casi tan inmenso como el de los solemnes, el de los que siempre visten con traje y corbata.
Mi papá, todas las mañanas, se arremangaba la camisa; el papá de mi Paty, todas las mañanas, preparaba paletas en su negocio. Estos actos sencillos dictan que no eran famas ni esperanzas, también, a su modo, eran cronopios.
Si le preguntás a mi Paty si es cronopio, ella te dirá ¿qué es eso?, porque ella no sabe que lo es. Esto lo digo yo. Ella no ha leído a Julito, ni falta le hace. Ella vive muy a lo Cortázar, muy a lo cronopio. ¿Recordás qué decía Julito que era un cronopio? “Un dibujo fuera del margen, un poema sin rimas”. ¿Mirás por qué digo que mi Paty y yo somos un poco cronopios? Escribimos el árbol de la vida sin respetar los márgenes; somos respetuosos de las vidas de otros, pero bailamos catala con las cosas sencillas de la vida.
Y ahora andamos bailando catala en agradecimiento a la vida, a las bendiciones divinas, porque esta semana, ¡ah, nadita!, primero Dios, será semana de los Molinari Alcázar. Ya empezamos el día lunes con la exposición de amigurumis que mi Paty presentó en nuestro lugar de trabajo: el Colegio Mariano N. Ruiz. Ella llevó una serie de muñequitos que ha hecho durante varios meses, muchos, con pasión y amor. Presentó ositos, conejitos, gatitos, duendes, ¡varios duendes!, pajaritos y una serie de animalitos marinos en un pequeñísimo acuario. Nuestro Rector, el Maestro José Hugo Campos Guillén, permitió que ella compartiera su talento con los alumnos de secundaria y de bachillerato. En el Colegio también bailamos catala, porque andamos celebrando el cumpleaños setenta y tres.
Lo que Julito Cortázar nunca supo es que en casa se baila catala al ritmo de la marimba, un pasito para acá, otro para allá, vuelta, y paso para adelante y para atrás. Catala es una inyección de vida, es una forma de agradecer las cosas sencillas.
Y, primero Dios, el viernes, se inaugurará la exposición de obra plástica de Molinarito: “Cerca del Paraíso”, que, ¡ah, las figuras que siempre reconoció Julito!, tienen relación con lo que mi Paty presentó, porque mi obra también contiene animalitos y figuras humanas. Pretende ser una llamada de atención a que no olvidemos el Paraíso.
Como le pasó a mi Paty en la exposición donde los chicos y chicas estudiantes se interesaron con los animalitos y algunos de ellos dijeron que eran sensacionales, sé que cuando los niños se acercan a mi obra encuentran prodigios y soy feliz. Mi pretensión es que los espectadores de mi obra recuperen su mirada niña y vean todo con inocencia, con ojos juguetones, con espíritu dispuesto.
Pinto y escribo en mangas de camisa, sin tufos pedantes.
La licenciada Naty Figueroa, responsable del Museo Arqueológico de Comitán, hizo favor de ver mi obra plástica y, generosa, me invitó a compartir con la gente de mi pueblo. Ah, es mi privilegio estar presente en el cumpleaños ochenta y cuatro del INAH, bailando catala.
Posdata: agradecemos a la vida esta bendición, compartir con nuestra gente un cachito de nuestra creación. Siempre te he dicho que considero un deber moral que los artistas y artesanos comitecos, antes que en cualquier parte del mundo, compartan su obra con los paisanos. Así lo hizo Carlos Bàrro en fecha reciente, viajó desde Veracruz para exponer su obra plástica en el Museo de Arte Hermila Domínguez de Castellanos; así también, mi querido amigo Adolfo Gómez Vives, hace años, viajó desde la Ciudad de México para presentar su primer libro de poesía. Hombres generosos cumplieron con su compromiso moral. ¿Cómo fue la recepción de nuestro pueblo? ¡No lo sé! Pero la recepción es lo de menos, lo importante es dar, dar a manos llenas. A mí me cabe la satisfacción de decir que cuando menos tengo es cuando más doy.
No tengo más para dar, más que mi palabra y mis trazos. Que se haga una pequeña burbuja que sea salvaguarda de mi espíritu. Gracias, querida mía, por bailar catala con nosotros.
¡Tzatz Comitán!
martes, 21 de febrero de 2023
CARTA A MARIANA, CON UNA CUADRA (segunda parte)
Querida Mariana: apenas había comenzado a caminar y ya la perspectiva era otra. Caminé con un propósito esencial: describirte cada paso de ese trayecto y eso me dio una luz diferente. No caminaba solo, caminaba casi casi platicando con vos. Dicen los que saben que es maravilloso viajar solo, pero es grandioso viajar con un compañero afectuoso. El afecto es cuerda que nos une desde hace años. Vos y yo hemos caminado juntos, no con la boba idea del escritor que dijo que se debe ver hacia el mismo punto, sino viendo hacia puntos diferentes y comentándolos, cada uno consiguiendo asombros y compartiéndolos. El motivo del viaje, de la vida, es hallar miradas novedosas y acá sí tiene razón el que dijo que dos cabezas piensan más que una, dos miradas ven más que una. Las parejas bien avenidas comparten miradas prodigiosas, se complementan, tratan de armar el rompecabezas divino.
El edificio de la esquina tiene tres niveles, en cada nivel hay una solera que produce algo de sombra en los ventanales. Cuando caminé frente a él (pintado de color verde pistache) estaba cerrada la planta baja. En un tiempo (¿años setenta y ochenta?) ahí estuvo la Farmacia Ana Rosy, que era patrocinadora generosa del programa de radio infantil que en la XEUI conducía Romeo Torres Ventura. Se llamó así porque la hija de la familia Santiago se llama así: Ana Rosy.
Al lado existe un edificio más alto, de cinco niveles. Cada nivel, también, tiene soleras sobre los ventanales, en un extremo soleritas tradicionales con tejas y en el otro extremo formas más modernas. Es un edificio que presenta dos estilos arquitectónicos en cada uno de sus niveles, quién sabe por qué. En la planta baja hay un negocio de colchas. La mañana que pasé por ahí el propietario tenía colgadas varias colchas en la entrada, para que el peatón de inmediato sepa que ahí hay frazadas para el tiempo de frío. No se necesita ser muy perspicaz para saber que su mejor negocio lo hace en otoño e invierno. ¿Quién compra una colcha en primavera? Bueno, tal vez el negocio está en sábanas, harta sábana.
Como siempre lo hago, cuando estoy en esta parte del centro de la ciudad miré hacia el oriente, hacia donde está la Ciénega, espléndido remate visual, porque es una hondonada que trepa tantito hacia cerros amables, afectuosos. Nada de las grandes alturas, no. El valle trepa como tzúcumo simpático. De ahí llega el viento a Comitán, un vientecito que a veces, alevoso, es helado. Ay, no sabe que Comitán, desde siempre, ha presumido su clima templado.
El edificio es tan alto (cinco niveles. Echale, de perdida, dos cincuenta de alto por nivel, así que el edificio para llegar a la azotea tiene doce o trece metros de altitud, donde, por lo mismo, están colocadas dos enormes antenas que deben ser de alguna empresa de telecomunicación y que rentan “el espacio”. Quien ve desde abajo ve dos intricados ramajes pintados de blanco, que deben captar y enviar señales. Buen ejercicio debe hacer el técnico que da mantenimiento a dichas antenas, pero más ejercicio deben hacer las personas que habitan los departamentos superiores. En la planta baja, al lado de la tienda de colchas hay una pequeña entrada que, asumo, debe ser el acceso para los otros niveles, a través de una escalera, que no debe ser muy amplia, dadas las dimensiones del frente del edificio.
A continuación, un edificio de dos plantas en un extremo y tres plantas en el otro extremo. Te digo, los estilos arquitectónicos comitecos son simpáticos. El segundo nivel, en forma corrida tiene un barandal que permite a los propietarios salir a presenciar algún desfile (desde ahí se puede presenciar en la esquina el paso de los participantes de la entrada de flores del día 10 de febrero, en honor a San Caralampio; y, por supuesto, las entradas de velas y flores durante el novenario, porque por ahí bajan hacia el templo. Sí, también el desfile de carros alegóricos de la feria de agosto). Al lado del edificio de cinco niveles está el negocio de mi amigo Félix: “Moda piel. Ideal” es el nombre de su local, donde vende, como su nombre lo indica, vestimenta hecha de piel, de calidad, chamarritas cucas; además, porque Félix es un gran artista, vende guitarras. Félix participó hace poco tiempo en un Conversatorio donde él y sus compas (Pepe Román, Alejandro Morales y Juan Zenón) recordaron parte de la historia de un lugar fantástico llamado “Rincón de la guitarra”; en una ocasión, así lo contó Álex Hiram, la cantante peruana-mexicana Tania Libertad se aventó un palomazo. El día que saludé a Félix le expresé mi admiración, porque lo recuerdo en la Escuela Preparatoria siendo uno de los principales integrantes de la banda de guerra, el maestro Roberto Bonifaz lo había elegido para ser, no sé cuál es el término preciso, comandante de la banda. Hablo, querida niña, de tiempos donde la disciplina era el distintivo de la banda. El maestro Roberto siempre fue estricto, formal, por eso cuando los alumnos de la Prepa participaban en un desfile sólo admiración y respeto despertaban entre quienes presenciaban la participación desde las banquetas o puertas o balcones. Honor y gloria al maestro Bonifaz y a los alumnos que recibieron una educación cívica de privilegio.
Posdata: Al lado de la tienda de Félix está una vivienda. No sé por qué tengo la idea que en ese edificio vivió una de las glorias del básquetbol comiteco: el famoso “Camello”. Vos sabés que no me gusta decir apodos, pero en este caso no hay para dónde hacerse, el maestro Penagos lleva con gran orgullo el sobrenombre que lo hizo famoso en todo el estado de Chiapas. Ah, los aficionados al básquetbol recuerdan con emoción las grandes jugadas que él hacía. Se habla del maestro Temo Alcázar como el Eterno joven de Comitán. Bueno el maestro Mariano Antonio también es del club.
¡Tzatz Comitán!
lunes, 20 de febrero de 2023
CARTA A MARIANA, CON UNA CUADRA (primera parte)
Querida Mariana: camino. A veces lo hago en forma consciente, pongo cuidado al colocar el pie. Hay tanto hueco en las banquetas, tantos fragmentos de tornillos que están empotrados y provocan torceduras, tantas asquerosidades de chuchos callejeros o caseros. Hay gente que saca a pasear sus mascotas y no levanta las heces. Otras veces camino en forma desprevenida, atolondrada. En una ocasión de éstas me doblé un pie, en otras pisé caca de chucho.
A veces camino con cuidado, procuro disfrutar la calle, camino por la mañana, cuando hay más peatones. Ya evito las calles desoladas, hay tanta delincuencia volando por esos aires. Antes gozaba las calles silenciosas, ahora me producen cierto desasosiego. Me duele este desasosiego que me coloca una venda helada en el corazón.
El otro día salí a repartir la revista Arenilla en el centro. Caminé por la primera norte oriente, entre primera avenida oriente norte, y avenida central. Entré al negocio de mi admirado amigo Félix Ogando, él muy afectuoso se levantó y me abrazó. Cuando salí, iluminado, pleno de su afecto, pensé que debía iniciar el ejercicio de recuento de calles que tengo programado. Te platico, pienso que es importante que alguien consigne qué existe en las calles comitecas, en este 2023. El maestro Temo Alcázar tiene una memoria prodigiosa. Cuando, con Paty, editora ejecutiva de Arenilla Revista, condujimos el programa “Crónicas de Adobe”, en radio IMER, por invitación de su gerente Mario Escobar, el maestro Temo llegaba a platicar de casas y personajes comitecos. Ah, qué memoria tan deslumbrante, el maestro hacía un recorrido mental de casas y contaba quiénes habían vivido ahí y narraba anécdotas de los propietarios. Un día terminó el programa y también se fueron al olvido esos recorridos mentales que hacía el Eterno Joven de Comitán.
Doña Tony Carboney, destacada cronista del pueblo, me contó hace tiempo, en el tiempo A. P., que escribía un libro con tema semejante: las casas del centro de Comitán. No sé cómo va su proyecto, hace tiempo que no viene a Comitán. A veces pregunto por ella en la tienda que tiene frente a la Comisión Federal de Electricidad y su fiel ayudante me dice que está bien, que le duelen un poco las rodillas, pero que no ha viajado a Comitán. En muchas ocasiones su tienda está cerrada.
Pensé que debo dejar constancia de este tiempo, de contarte qué veo. No esperés, por favor, querida mía, que me acerque al conocimiento de mis amigos cronistas mencionados. ¡No! Me conocés, soy de memoria pichancha, apenas queda cierta humedad en cada aguacero de vida que recibo. Lo que haré será el ejercicio que hace cualquier peatón más o menos atento. Y cuando digo cualquier peatón me refiero incluso a lo que puede ver alguien que no es de acá, pero que si le preguntaran qué vio tendría un buen acercamiento de qué negocios, viviendas y casas deshabitadas existen en el Comitán actual. Los memoriosos de mi generación podrían hacer un ejercicio de comparación con los tiempos idos; y los de hoy tendrán un elemento de soporte para cuando caminen esas calles en el 2060. ¿Qué había acá en el 2023? Vos sacarás la cartita de tu amigo y dirás: acá hay una fotografía con palabras, será como un registro de esos maravillosos que hace Google Maps, que nos da constancia precisa de cómo estaban las calles antes de 2023.
Al día siguiente del saludo con Félix regresé a su calle y la caminé haciendo un registro. Al llegar a casa entré al Google Maps e hice el mismo recorrido virtual, con imágenes que fueron tomadas en 2013. ¿Mirás? Hace diez años. No hay actualización, no te preocupés, acá está el MM (Molinari Maps).
Inicié mi recorrido en la esquina de la 1ª. avenida oriente norte, contra esquina de la casa de doña Olguita Trujillo de Bonifaz (quien, lamentablemente, falleció en junio de 2022).
Debo decir que disfruté el recorrido de esos aproximadamente cien metros. La mañana estaba bien comiteca: iluminada, fresca, limpia. Pensé: esto es mi privilegio. Sí, cuando radicaba en Puebla vivía bien, pero añoraba mi pueblo. Una mañana le pedí a mi Dios, que me permitiera regresar y como mi Dios me hace todos mis gustos, porque soy uno de sus hijos consentidos, me lo concedió en menos que Pedro negó a su hijo, me refiero al hijo de Dios. Y volví y acá estoy disfrutando mi pueblo transformado, medio abollado, pero aún grandioso.
Posdata: ¿seguimos mañana? Acompañame en este sencillo recorrido.
¡Tzatz Comitán!
domingo, 19 de febrero de 2023
CARTA A MARIANA, CON IMÁGENES COTIDIANAS
Querida Mariana: no poseo la verdad. No existe un ser humano que posea la verdad. Lo que te cuento en estas cartas son aproximaciones. Sé que así lo tomás. No tengo certezas, todo es acercamiento a esa cuerda invisible que jala el mundo.
Digo que el futuro no está en las grandes ciudades. Llama mi atención que quienes habitan la Ciudad de México, en cuanto tienen un periodo vacacional viajan a Acapulco, Cancún, Cuernavaca (que la malosa de Edith decía: Cuervanaca, porque ella vivía ahí). Cientos, miles de citadinos acuden a los aeropuertos (incluido el AIFA) y las terminales de autobuses y de trenes. A veces digo que si alguien sale de casa es porque no le gusta su casa, porque veo promocionales de sitios turísticos en la Ciudad de México y advierto que hay cientos de hermosísimos espacios recreacionales. Pero no, la gente desea abandonar el cemento apabullante, los altísimos y horrendos pasos a desnivel (ahora parece que en Tuxtla quieren construir un monstruo de esos, qué destino tan nefasto). ¿Qué buscan los de la Ciudad de México cuando salen? Dejar por un rato el ajetreo imparable de una ciudad caótica; buscan aire puro, sol y contacto directo con la naturaleza, quitarse los zapatos y caminar por la arena tibia de una playa, subir por senderos y escuchar el canto de los pájaros.
Hace años vino un primo con su hijo, se hospedó en el Hotel Delfín (frente al parque central) y fuimos a desayunar quesadillas de flor de calabaza en los merenderos de Los Lagos de Montebello. El niño se acercó a una gallina que picoteaba y, con toda la seriedad del científico que descubre un misterio universal, dijo: Mira, papá, una gallina de verdad.
El futuro no está en las grandes ciudades. No poseo la verdad, ni soy visionario, menos futurista, pero sé que el futuro está más cerca de nosotros que de los habitantes de las grandes ciudades. Las megalópolis tienen una gran capacidad de resistencia, pero a veces, desde la esquina de nuestro pueblo, las veo a punto de fracturarse. ¿Cómo sobrevive una ciudad que alberga a más de quince millones de habitantes? ¡quince millones! A veces imagino a la Ciudad de México como un vagón del Metro, veo que en ese vagón la gente se arracima, se molesta, se golpea con tal de obtener un lugar en el viaje. No puedo imaginar a una persona tranquila viviendo de esa manera, impulsado por una corriente irrefrenable que choca contra los arrecifes y sigue su curso imparable.
La oferta cultural de la Ciudad de México es incalculable y generosa. Pero, miles, millones de habitantes, dejan la ciudad en época vacacional y viajan a la playa, a Veracruz, a Baja California, a Campeche, a ¡Chiapas! ¿Por qué? Porque el futuro está en estos sitios.
Ah, pero si eso fuese cierto, la gente no regresaría. ¿Por qué los habitantes de la Ciudad de México regresan a su lugar? Porque el presente de ellos está sembrado ahí, ahí sus trabajos, las escuelas de sus hijos, ahí la inmensa oferta cultural. ¿Y el futuro, ‘apá?
No poseo la verdad, pero pienso con todo mi sentimiento y con toda mi capacidad de reflexión: el futuro está más cerca de nosotros que de ellos. Un día, las grandes ciudades colapsarán y todo mundo saldrá a buscar las ciudades menos ostentosas, las más modestas.
Pero resulta que tampoco nosotros tenemos conciencia de ello; quienes vivimos el presente donde será el futuro no lo sabemos y lo estamos descuidando. ¿Has visto cómo estamos abandonando nuestra ciudad y poco a poco se va haciendo una mala copia, chafa, de una ciudad con ínfulas fifí?
El futuro está acá. Las sociedades más sanas de la segunda mitad del siglo XXI serán las que retornen a lo sencillo, a lo natural; las que vivan de acuerdo con las leyes de la física inmutable, de los valores perennes.
Posdata: siempre que veo un amanecer como el que ahora se ve en la foto que tomó la editora ejecutiva de Arenilla, en su pueblo Cajcam, pienso que algún día un niño de gran ciudad podrá preguntarle a su padre: “¿Es el sol, papá, es el sol verdadero?”
¡Tzatz Comitán!
sábado, 18 de febrero de 2023
CARTA A MARIANA, CON UN ABRAZO PARA PADRES BUENOS
Querida Mariana: tal vez alguna vez la has escuchado, es una canción ya viejita, de los años sesenta. A ver si la identificás: “Es un buen tipo mi viejo / que anda solo y esperando. / Tiene la tristeza larga / de tanto venir andando…” Es una canción de Piero.
Cuando estudiábamos en la Ciudad de México, en la segunda mitad de los años setenta, a veces, con la palomilla, echábamos trago, poníamos discos de marimba y casetes con la música de aquellos tiempos, alguien de nosotros declamaba “Chiapas es en el Cosmos lo que una flor al viento…” y llorábamos, llorábamos más (éramos unos batzes) cuando oíamos la canción “Comitán, Comitán de las flores, donde están…” Era pretexto para que alguien dijera: “Nos metamos otra” y nos metíamos otra. Algo como el broche de oro era poner la canción del tal Piero. Recordábamos a los viejos que habíamos dejado en el pueblo, los que, puntualmente, nos mandaban la mensualidad, para pagar el hospedaje, el transporte, la comida, los libros, el cine y el trago que bebíamos. A mí siempre me gustó la imagen que dice: “tiene la tristeza larga / de tanto venir andando…”, porque sí reconocía que mi papá había andado mucho, como los demás papás.
Recordé esto el otro día que revisé el número más reciente de Arenilla Revista, que ya está en distribución. En este número viene un homenaje a un hombre bueno, mi querido amigo Memo Del Castillo Rojas (el maravilloso Papia Pitz), quien, por desgracia, falleció el 27 de diciembre del año pasado. Ay, qué pena, como lo dice el titular: fue un hombre bueno.
En el artículo aparece el mensaje que su hijo Andrés escribió para su papá. No es una canción, no es un poema, pero sí es un texto que brotó de lo más profundo del espíritu del hijo. Piero hizo lo mismo que Andrés, escribió unas líneas para el padre, para su viejo, y nosotros, ya medio bolencones, con la nostalgia enredada en nuestro espíritu, añorábamos nuestro pueblo y a nuestros viejos y llorábamos. También llorábamos por las muchachas bonitas que seguían en Comitán, mis amigos por las novias y yo por la chica que era mi amor platónico.
Cuando un texto brota de lo más hondo del ser nos toca a los lectores. El texto que Andrés escribió puede ser leído por cualquier persona y aplicado a su ser. Si su papá ya falleció puede sentirse reflejado en su propia pena; y si el papá vive puede servir como reflexión para valorarlo, porque (lo sabemos) en muchos casos (¡qué desgracia!) se aplica la frase común de que “nunca se valora hasta que se ve perdido”. Quienes son bendecidos por tener padres buenos deben aprovecharlos. En una ocasión, el escritor Óscar Bonifaz me contaba de sus papás y cuando me dijo que su madre había muerto él, categórico, con la voz como cristal quebrado, me dijo: “ese día me quedé solo, para siempre”, luego matizó, dijo que tenía a sus hijos, pero que la vida ya jamás volvería a ser igual. Lo mismo me dijo mi amigo Paco Gamboa (que en paz descanse), me recomendó cuidar y valorar la presencia de mi mamá, porque cuando se murió la suya ya nada fue igual.
Se murió mi amigo Memo, con quien tuve gran relación y muchas experiencias vitales llenas de luz. Su hijo Andrés le escribió unas líneas. ¿Sabés cómo empieza su texto? Con una sola palabra, una sola, que sintetiza la grandeza de esa relación humana. Los que tienen hombres buenos como padres también la aplican. El texto de Andrés inicia con la siguiente palabra: “Papito”. No sé qué trato le das vos a tu papá, pero este diminutivo es como una cinta de luz que acerca el corazón del hombre a lo más íntimo de su relación. Sí, me encanta escuchar cuando alguien le dice así a su papá, por lo regular, quienes lo dicen son los niños pequeños. Con el tiempo la palabra se transforma. En la canción de Piero la palabra papito se convirtió en viejo, mi querido viejo. Sí, Piero supo que en su canción debía poner la palabra viejo, pero en toda la letra de la canción está presente el mismo cariño y afecto que Andrés reveló por su padre. En Comitán he escuchado que algunos hijos mayores le dicen viejazo a su papá. No lo escucho mal. Todas las palabras que estén dictadas por el afecto y por el reconocimiento son válidas. A mí me encantó que Andrés le haya dicho papito a su papá.
Te conté que en una ocasión se bajó una llanta de mi tsurito y fui a una talachería. Ahí, el maestro quitó la llanta y comenzó a arreglarla, como era antes de las nueve de la mañana, de la casa salió un niño con una mochila. El niño se acercó y dijo: “tu beso, papito”. Ay, señor, ya me conocés, mis ojos se llenaron de agua. El señor dejó de hacer lo que hacía, se agachó y recibió el beso del niño. Lo que Andrés hizo con el escrito fue eso, se acercó a su papá y le dijo: ¡tu beso, papito! Casi veo a mi amigo Memo agacharse para recibir el último beso que, con palabras, le dio su hijo. Qué bendición.
Muchos criticaron que el famosísimo Alejandro Fernández se acercara a su papá y lo besara. A mí esa muestra de cariño me encantaba. Sobre todo, porque botaba un elemento machista de nuestro país. Pucha, imposible imaginar a Pedro Infante o a Jorge Negrete saludar de beso a otro hombre. Esto es como ese dicho que brota en cualquier pantano: “los hombres no lloran”. ¡Qué frases tan bobas, tan deshumanizadas! Andrés lloró la muerte de su papá, lo besó y le dijo papito, lo dirá siempre. Que Dios permita que su mami, Julia Alicia, viva muchos años, lo mismo deseo para su abuelo, el querido maestro Guillermo, quien no la ha tenido fácil en la vida, pero que es un hombre con una reciedumbre maravillosa. El maestro Memo, iniciador del negocio Grúas Castillo, pilar de la familia, perdió a su esposa, luego a una nieta y ahora a su amado hijo: Guillermo.
Quienes aún tienen la bendición de tener papá bueno y mamá buena, deben agradecer la luz del universo, porque, lo sabemos, la vida es un instante y se diluye en menos que canta Piero, así lo testifica Andrés en la primera línea de su texto: “el día llegó, ese día que desde que era niño tanto miedo tenía llegara…”
Andrés traslada a palabras lo que está presente en todo ser humano, sobre todo cuando es niño. En películas, cuentos y novelas he hallado a personajes niños que se acercan a los papás y preguntan: “¿te vas a morir?”. Lo hacen, sobre todo, cuando la presencia de la muerte está frente a ellos, bien puede ser un perrito o una persona. El niño recibe la bofetada fría de la muerte y se pregunta si también su papito morirá. Las respuestas son múltiples, a veces, los papás abrazan a sus hijos y les dicen que no se preocupen, que siempre estarán con ellos. Los lectores y espectadores sabemos que no es cierto, sabemos que están adobando la respuesta, porque la respuesta brutal, demoledora, es lo que Andrés escribió: “el día llegó”. El día llega, nunca sabemos cuándo llegará, pero se da. Los niños preguntan eso, porque algo en su espíritu les indica que los papás no son inmortales. Todos moriremos, a todos nos llegará el día que Andrés tanto temió.
Por eso, nos dicen los expertos en vida (perdón por ser insistente, mi niña), quienes tengan la bendición de estar al lado de sus padres buenos, venérenlos. Digo esto, porque la vida está llena de matices. Hay personas que no fueron bendecidas desde el principio y les tocó malos padres, quienes se fueron de casa y los abandonaron. Esos padres son ramas que se secaron en el tronco afectuoso de los hijos. Esos son padres que se extinguieron por terremotos personales. Los hijos no deben juzgar, porque nadie sabe qué piedras carga cada ser humano. La rama desvencijada jamás servirá para que el hijo cuelgue un buen columpio.
Pero los padres buenos deben ser venerados. Pucha, ya miraste, parece que ahora ando dando un sermón como si fuera experto en el tema.
No, la verdad, es que quiero profundamente a mi amigo Memo, agradezco haber tenido su afecto, y ahora que leí lo que escribió su hijo Andrés me conmovió, porque así lo honra, lo venera. En el siguiente párrafo, Andrés le dice a su papá: “Gracias por estar siempre pendiente de mí”. Eso es grandioso, porque habla de una reciprocidad genial, el papá que está pendiente del hijo y el reconocimiento de éste por ese tiempo sembrado en territorio de luz. Andrés me contó que a pesar de que a mi compa Memo no le gustaba el fútbol soccer, cuando Andrés jugaba ahí estaba el papá, siempre pendiente, aunque estuviera lloviendo. Ah, viejo, mi querido viejo.
Posdata: ¿querés leer completo el texto que Andrés le dedicó a su papá? Basta que consigás tu ejemplar de Arenilla-Revista, número 33. Ya sabés que es de distribución gratuita, llega a manos de nuestros miles de lectores, gracias a la generosidad de nuestros patrocinadores.
¡Tzatz Comitán!
viernes, 17 de febrero de 2023
CARTA A MARIANA, TODO MUNDO TIENE RAZÓN
Querida Mariana: todo mundo tiene razón. Los amigos me dicen que me pierdo la mitad de la vida. Mis amigos, y todo el mundo con ellos, afirman que el exilio en mi casa no me permite gozar lo que sucede afuera. Cada uno con sus gustos y preferencias aseguran que ellos disfrutan la vida comunitaria que se da en los estadios, en las plazas, en las cantinas, en los cines, en los cafés, en los billares, incluso, en los templos. ¡Tienen razón! Lo sé. Cuando, ocasionalmente salgo encuentro cosas fascinantes, como este letrero que estaba pegado en uno de los pilares del quiosco del parque de San Sebastián. Me intrigó, como sé que pasará contigo. Al final del mensaje había (lo borré para que no caigás en la tentación), un número telefónico con lada de Comitán. En cuanto vi el mensaje llamó mi atención; es decir, cuando menos conmigo, el mensaje consiguió su cometido, ¡me jaló! Pensé en la frase y de inmediato, como si la pregunta fuera dedicada a mí, respondí que no sé bien a bien cuántos TE AMO regalé a la persona equivocada, porque ¿quién anda contabilizando esta frase que se dice, a veces por amor, a veces por compromiso, incluso por temor? ¿Me amás?, dice la chica posesiva y el chico tímido dice que sí, sabiendo que después de esa pregunta inicial vendrá la más difícil, porque la primera no tiene más que dos opciones: sí o no. Hay respuestas honestas y sinceras, pero hay, insisto, respuestas dictadas por el temor, por el chantaje. Cuando alguien tiene el valor de decir ¡no!, se le puede venir el mundo encima, pero he visto sobrevivientes, que salen de los escombros, ven la luz y rehacen su vida en forma bondadosa. Pero quien, en forma obligada, responde que sí, sabe que viene la otra pregunta, porque la chica jamás se queda conforme con un simple sí, a fuerza debe saber: ¿Cuánto? ¿Cuánto me amás? Ah, mi niña querida, acá ya se complica la vida, un examen de cálculo diferencial es mil veces más sencillo. ¿Cuánto?, dice la chica. ¿Qué responder ante eso, sabiendo que la respuesta siempre será insuficiente? Después que el chico buscó la distancia más amplia, la chica siempre responde, con su cara ya de chachalaca descompuesta: ¿Tan poquito? Ni cómo decirle que esa distancia es amplísima, que nada tiene que ver con los que dicen que de acá a la luna, de ida y vuelta, que si el chico dijo que la ama con la intensidad absorbente de un hoyo negro del universo, que es algo casi absoluto, difícil de superar, la chica (ignorante de la ciencia astronómica) se molesta y dice: ¿de un hoyo negro?, ya con voz que supera los mil decibeles, y agrega: eso soy para vos, ¿verdad? un simple hoyo negro , lo dice mientras comienza a lloriquear con nivel tres de telenovela cursi de Televisa.
El letrero llamó mi atención. Nunca logré descifrar el simbolismo de la imagen que aparece en la parte inferior, que es como una ventana a través de la cual se ve una mesa y una silla, una mesa de madera y una silla de plástico, de esas que hay en oficinas gubernamentales. ¿Qué mensaje envió la persona que pegó este anuncio en el pilar del quiosco? Nunca lo sabré. Tal vez vos, que sos más perspicaz, podés darme una idea. El mensaje lo publicó con letras blancas y fondo negro; y la imagen dominante está en negro con fondo blanco.
Por último, tampoco logré descubrir el motivo del número telefónico. Es obvio que si lo escribió fue para que alguien llamara. ¿Quién? ¿Cualquier persona que haya leído el mensaje y tuviese curiosidad por ver qué había más allá de la frase y de la ventana con mesa y asiento? No sé si alguien cayó en la tentación y logró dilucidar el misterio del mensaje. No te diré cuáles fueron mis cuatro teorías acerca del mensaje, porque eso limitaría tu capacidad deductiva. Estoy seguro que tenés más de una idea acerca de este papel pegado en un espacio público.
Posdata: ¿cuántos TE AMO has regalado a las personas equivocadas? ¿Cuántos TE AMO has dado a las personas correctas? Si querés llamame por teléfono y lo platicamos.
¡Tzatz Comitán!
jueves, 16 de febrero de 2023
CARTA A MARIANA, CON POESÍA REUNIDA
Querida Mariana: siempre tengo cuatro libros en mi buró. Uno es la novela, libro de cuentos o de poesía que leo en ese momento, los tres restantes son libros a los que siempre regreso. Sí, la Biblia y dos más, uno de poesía y uno de cuentos. Los cuentos son magníficos porque permiten abarcar el mundo a través de pildoritas. Ahora tengo el libro de cuentos de Bashevis, escritor genial; los poemas también son gránulos de luz, ahora tengo el volumen I de un libro del poeta Óscar Oliva: “Iniciamiento. Poesía reunida”.
Cuando Miguel fue a París me dijo que llegó a la Gare de Lyon y se quedó parado sin caminar. Pensó que estaba en un edificio tan soberbio que, sin conocerlo físicamente, era suyo porque lo había caminado a través de películas, novelas y cuentos leídos durante su vida. Era una estación más cercana que el otoño, me dijo.
Anoche quedé como Miguel ante la espléndida estación donde llegan muchísimos trenes cargados de palabras reunidas por Oliva. Y no fui más allá, porque en la ficha biográfica del maestro hallé que “en 2013, por auspicio de la Universidad Autónoma de Zacatecas fue homenajeado en el Festival Internacional de Poesía Ramón López Velarde, en donde se le galardonó con la medalla Ramón López Velarde y el Premio Internacional de Poesía”, y recordé que en esa ocasión junto con el poeta Oliva, su esposa Sonia Quiñones y el poeta Mario Nandayapa, estuve presente en ese acto maravilloso en aquella tierra que ahora sufre de una violencia que no corresponde a su grandeza cultural. En aquel 2013, Zacatecas se nos mostró en su esencia fundamental: una ciudad bellísima, llena de arte. Llamó mi atención que la ciudad no tenía un solo grafiti en sus paredes de color piel de ángel. Nuestro anfitrión, el maestro Sampedro, dijo, con gran orgullo: “los mismos grafiteros aman la ciudad y la mantienen limpia. Todos la cuidamos”. Eso significaba que el arte del grafiti se plasmaba en otros lienzos. La ciudad se nos mostró impoluta, fue una bandera de aire para recibir al poeta Óscar Oliva.
Y anoche ya no caminé más, porque encontré que Mario fue quien compiló la obra del maestro Oliva; y, como si fuera un tren llegando al andén, vi que en una ventana aparecían los rostros y las mentes de los chiapanecos Luis Arturo Guichar y Gustavo Ruiz Pascacio, quienes aparecen en este libro con textos luminosos acerca de la obra del poeta mayor de Chiapas.
Esta obra es una coedición del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (padre putativo de la actual Secretaría de Cultura), el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Chiapas, la UNACH (mi universidad) y la UNICACH.
Y seguí parado, admirando el frontispicio de este maravilloso edificio intelectual, porque hallé que el director general de Coneculta Chiapas fue mi distinguido amigo Juan Carlos Cal y Mayor, y el director de publicaciones, mi admirado Marco Antonio Orozco. Tiempos donde el trabajo editorial de esa institución fue generoso (estos dos volúmenes son muestra innegable de eso). Hoy son otros tiempos, de una escasez editorial apabullante, casi miserable.
Los ensayos escritos por Gustavo y por Luis Arturo aparecen en el volumen II. Esta mañana lo tomé del librero y lo coloqué en mi buró. Los releeré con atención y con el gusto de quien saborea un sorbo de luz. Así leo la poesía del maestro Oliva: una estación con la belleza de la Gare de Lyon.
Posdata: me encanta pensar que en mi buró no sólo está la lámpara que me ayuda a leer. Todos los libros también son lámparas. Al lado del despertador hay teas que iluminan mi espíritu, los libros son despertadores. El título de los libros de la poesía reunida de Oliva habla del momento primero, donde la oscuridad se retira y aparece la luz. Pucha, querida mía, qué bendición: hace diez años, en 2013, tuve el privilegio de ser testigo de ese instante sublime, cuando Oliva recibió el Internacional de Poesía, en el marco de una espléndida ciudad. Que los dioses de la palabra hagan el conjuro para retirar las sombras que hoy molestan a Zacatecas.
Esta noche comenzaré a caminar por el bosque de Oliva, volveré a entrar a sus senderos.
¡Tzatz Comitán!
miércoles, 15 de febrero de 2023
CARTA A MARIANA, CON LIBRETITAS
Querida Mariana: Romeo bromea conmigo, cuando nos vemos, de inmediato me dice: “¿Vos sos el quema libretas, querido Nerón?”. Lo de Nerón lo dice porque cuentan que él quemó Roma, no porque piense que soy chucho; y lo de quema libretas es porque una mañana de hace ya varios años quemé las libretas que conservaba y que eran un archivo simpático de fotos, programas, recados, diplomas (cuando alguna institución amablemente me otorgaba un diploma lo doblaba en cuatro y lo pegaba en mi libreta). Tomé la serie de treinta y tantas libretas, preparé una pira en un tambo enorme que había en casa y ahí, en menos de una hora, se agotó la colección que tardé como cinco o seis años en reunir.
Sí, soy el quema libretas. Lo que no te he contado es que esas libretitas tenían un plus: la portada pintada. Cada una de ellas era una pieza única y original porque pintaba las portadas al óleo. Ahora, ya te conté, llevo papelitos en la bolsa trasera del pantalón, ahí apunto alguna idea o un inicio de textito, al llegar a casa lo transcribo y desecho los papelitos. A mí no me va a decir el Romeo: “guarda papelitos”.
¿Libretas? No, nunca más. En mi casa anterior tenía una sala enorme, generosa, con libreros igual de generosos. ¿Hoy? Nada. Mi casa actual demanda que el mínimo papelito se deseche, así que ya no conservo libretas, pero he vuelto a dibujar y colorear libretas.
Un día hallé a mi querida maestra Fanny iluminando una libreta que regalaría (regaló) a su mamá. Llamó mi atención, le pregunté su proceso creativo y me dijo que había pintado la portada con pintura blanca, dibujado el diseño y ya lo coloreaba. Y mi emoción niña llegó como un ventarrón. Cuando era niño me encantaba que mi mamá me llevara a la Línea (la frontera con Guatemala), porque ahí vendían estuches de plumones que eran productos inexistentes en Comitán. No sé cómo se daba la ruta comercial, pero en Guatemala llegaban muchos productos de Oriente, así que los plumines eran japoneses, ¡una chulada!
Regresaba feliz a casa con mi estuche de plumones. Muchos amigos se ilusionaban cuando miraban los estantes llenos de carros con lucecitas y sonidos de ambulancia. Por mí que se quedaran con todos los carros, camiones, pistolas y rifles que tenían efectos especiales, siempre y cuando me dejaran con un estuche de plumines, con punta gruesa o delgada.
En Comitán me sentaba ante la mesa de comedor y mientras preparaban la comida yo dibujaba y luego le ponía colorcitos.
Lo que Fanny hacía esa mañana en el laboratorio era la misma operación maravillosa. Como niño pregunté dónde había conseguido ese increíble estuche de plumines. “Decime, decime”. No te preocupés, abuelo, me dijo ella, te lo regalaré. Ya no sosegué, cómo sosiega un niño ante la promesa de que recibirá un regalo.
Una mañana luminosa Fanny entró a la oficina y me dio el obsequio. Pucha. Genial. “Para que pintés mucho”, escribió en una etiqueta. Sí, para que pintara mucho. Ya comencé. Fui a la Proveedora Cultural y como hice muchos años atrás compré libretas Scribe, de pasta dura, forma francesa. La forma francesa es paradita (sin albur, niña querida), y la forma italiana es acostadita (sin sugerencias). Vos sabés lo que significa eso para mí: me encanta Francia y tengo una relación especial con Italia, así que nada es casual.
En casa hice lo que Fanny me dijo, pinté la portada con pintura blanca acrílica, cuando secó hice el boceto y luego, ah, la maravillosa actividad infantil, el acto de iluminar.
Esto es mucho más sencillo. Iluminar con plumoncitos es labor menos tardada. Cuando vine a ver ya estaba lista la primera libreta. No son para mí. Las haré y si alguien quiere una la venderé. ¡Bara, bara, bara!
Al final le aplico una capa de laca, para que se proteja. Todo bien. Actividad que pueden hacer todos los niños del mundo, siempre y cuando tengan una mamá generosa, como la maestra Fanny, que les compre un estuche de plumines de colores maravillosos.
Posdata: no las quemaré, las venderé. No faltará alguien que desee tener una libretita especial y única en el universo, una libreta iluminada por Molinari. Si ya después la compradora la quema ¡no será culpa mía!
¡Tzatz Comitán!
martes, 14 de febrero de 2023
UNA PANTALLA QUE NO APANTALLA
Imaginá que sos una pantalla de televisión, de esas planas tan de moda, tan de última generación. Imaginá que estás en la recámara de los niños de casa y que sustituís a la nodriza, a la mamá y al que antes contaba cuentos al lado de la lámpara de buró; imaginá que sos como la nana que duerme a los niños con caricaturas de súper héroes que lanzan dardos láser para acabar a los enemigos.
Imaginá que estás en un bar y servís para que los bebedores vean los partidos de fútbol soccer o las peleas de boxeo, donde un Canelo vence a un Pomelo.
Imaginá que sos una pantalla gigante y estás en una plaza para que los caminantes ocasionales vean un programa de ballet o un recital de poesía, mejor si es el que Sabines ofreció en el interior de Bellas Artes.
Por supuesto que también podés estar en un estadio para mostrar las imágenes de lo que sucede en el campo o eventuales pasones en las tribunas, donde una pareja se besa o un tipo bebe una cerveza o un grupo de aficionados amarillos se va contra un grupo de aficionados rojos y las jugadas de la cancha pasan a segundo término, porque siempre el morbo jala a las audiencias.
También podés ser pantalla de esas que colocan en los grandes edificios para anunciar bebidas alcohólicas o para exhibir videos musicales, de esas pantallas que ocasionan accidentes vehiculares, porque los automovilistas desatienden el camino.
Imaginá que tenés posibilidad de elegir. ¿En dónde te gustaría estar? ¿Qué imágenes te gustaría que aparecieran en tu panza para que la gente sin quehacer disfrute? Porque, hay que decirlo, las pantallas no son para la gente trabajadora. Nunca he visto que en la milpa los campesinos se pongan a ver películas mientras, con sombrero y morral, caminan entre surcos para sembrar las semillas de lo que será, primero Dios de la lluvia, matas de maíz.
Sabés que no serás completamente autónoma, porque el dueño tendrá en su mano el control remoto y con ello el poder de que vos reproduzcás las imágenes que él desea ver.
¿Ya imaginaste si, por esas torceduras que a veces da el destino, llegás a ser pantalla de un televisor de motel? Sí, nada de caricaturas. Tus imágenes servirán de estímulo para parejas cachondas. Mostrarás imágenes con hombres y mujeres sin pudor, que andarán haciendo travesuras como, se dice, Dios los mandó al mundo. Qué frase tan boba. Dios no los mandó así, sobre todo cuando mirás los rifles que se cargan los hombres en el campo de batalla y los fosos de ellas, que son trincheras por donde han transitado cientos de machos cabríos.
Acá entre nos, ¿en dónde te gustaría estar y qué clase de imágenes te gustaría transmitir? ¿Serías feliz en una telesecundaria, exhibiendo imágenes aburridas para estudiantes aburridos? ¿Te gustaría ser pantalla de una sala de espera de consultorio? En estos lugares casi nadie pone atención, porque mientras la chica de la telenovela descubre que el aparatito dio positivo al embarazo, la chica real, la que espera el llamado para pasar al ginecólogo, pide a Dios que sus análisis den negativo, que no esté esperando pichito, porque ¿qué dirá a sus papás?
Imaginás qué sucedería si fueras pantalla de un asilo para ancianos o estuvieras en una inmensa sala con los ventanales clausurados de un hospital psiquiátrico, donde todos los residentes visten túnicas blancas y algunos caminan de un lado para otro, mientras los demás miran la pared o el vacío y hablan solos o lloran sin motivo o gritan.
Imaginá que sos pantalla y te sentís poderosa por apantallar a más de uno.
¡Tzatz Comitán!
lunes, 13 de febrero de 2023
CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE EL COTZ NO COJEA
Querida Mariana: el maestro Rigoberto, hablante de tojolabal, me dijo que la palabra cotz no es de esa lengua; tal vez es tzeltal. En tojolabal existe otra palabra para nombrar al guajolote. Siempre pensé que el cotz era tojolabal. Pues no.
El otro día, un muchacho bromeó con otro. Caminábamos frente a un local donde venden productos de cosmetología, yo iba detrás de ellos, pero escuché cuando el muchacho señaló el anuncio y dijo: “Mirá: Cotzmetología”. Ambos rieron.
Recordé entonces que Víctor hizo un breve diccionario juguetón. Le mandé un mensaje y por WhatsApp me envió copia de su relación. ¿Puedo compartirla con mi niña bonita? Dijo que sí. Te paso copia:
PALABRAS QUE NO COJEAN, POR VÍCTOR GARCÍA
• PRECOTZ, dícese del que está a punto de echar cotz rapidísimo, tan rápido que no pasan de quince segundos.
• DISLÉXICOTZ, los que echan cotz al revés.
• DRAMATICOTZ, los que hacen teatro y tango antes de echar cotzito.
• ECONÓMICOTZ, los que regatean el precio del cotz e insisten en que les den dos por uno.
• DEMAGÓGICOTZ, los que se echan un rollo político antes de bajarle el chonino a la pareja.
• COTZTURERA, la que no sólo pega botones sino hace trutrú encima de la pareja.
• CIRCOTZ, espacio donde se hace el acto al final de la actuación de los payasos y del trapecista.
• CAÓTICOTZ, los que antes del cotzito tiran cosas y hacen un desmadre alegre.
• ACUÁTICOTZ, los que insisten en echar cotz en una alberca o, de perdida, en un colchón de agua.
• ASTROLÓGICOTZ, los que, antes de echar cotz, buscan signos zodiacales que coincidan.
• BIBLIOGRÁFICOTZ, nunca faltan los que todo lo quieren hacer de acuerdo a manuales para echar cotz.
• ACADÉMICOTZ, los que dicen haber estudiado cotzología en Harvard y terminan siendo simples diletantes sin estudios profesionales.
• CIBERNÉTICOTZ, los aficionados al sexting.
• AROMÁTICOTZ, los que imaginan oler a Chanel y huelen a tacos de tripa en puesto de Tepito.
• ECLESIÁSTICOTZ, los que riegan el pocito sagrado con agua pura.
• COTZMOS, el universo de los que echan cotz cada mil años luz.
• ÁBACOTZ, los que llevan su cuenta de cuántas veces lo hacen sin sacar, en un instrumento de cálculo japonés.
• DIDÁCTICOTZ, los que sacan el área y presumen elevar todo a la ene potencia.
• Y DEMOCRÁTICOTZ, los que no tienen empacho en compartir pareja o en aventarse un buen ménage à troi.
Posdata: después que autorizó que te enviara copia, me dijo que sería bueno seguir buscando definiciones para que se incremente su diccionario cotzero. Ahí lo mirás. Me despido con el clásico saludo comiteco: ¿hijita de quién sos?, que bien a bien quiere averiguar quiénes son los que echaron cotzito para que vos nacieras.
¡Tzatz Comitán!
domingo, 12 de febrero de 2023
CARTA A MARIANA, CON UN JUEGO MARAVILLOSO
Querida Mariana: en los años sesenta, como en muchos lugares de México, de Latinoamérica, del mundo, en Comitán había mucha afición por el fútbol soccer, pocos amigos jugaban lo que llaman “tochito”, que tiene relación con el otro fútbol, el americano.
Hoy, como en todo el mundo, existe una gran afición por el fútbol americano. Cuando se aproxima el día del juego más importante, el llamado Súper Bowl, centenas de aficionados comitecos se preparan para verlo en las pantallas o, los privilegiados, para verlo en vivo. Tengo amigos que viajan a USA a ver el partido. Los amigos que no tienen la paga para ir se reúnen en alguna casa o en un bar o en un restaurante o café y disfrutan las emociones que, como dicen los clásicos, se da en el “emparrillado”. En la parrilla de la cocina se doran las carnes, cebollitas y demás riquezas gastronómicas que son el complemento ideal del partido y de las cervecitas y chupitos.
Como cada año, escucho noticias en la televisión y me asombra cuando dan el dato de las toneladas de aguacate mexicano que se exporta a aquella nación. Parece que ya es costumbre ver el partido con un buen guacamole y las tostaditas.
El guacamole es una de las delicias de la cocina mundial. Ah, mi tío Alberto siempre elogió el guacamole que hacía, una vez, intrigado por el secreto, husmeé en la cocina, el tío platicaba con mi papá mientras su esposa cortaba los aguacates y la pulpa (¿así se llamará?) la colocaba en un molcajete para hacer una riquísima pasta de color supremo. Luego le agregó cebollita finamente picada, jitomatito, chilito serrano y sal. Vi con qué delicadeza agregó los ingredientes al molcajete y los mezcló con sabiduría. ¿Y el tío? Pucha, cuando todo estuvo ya listo, la tía llevó un platón generoso a la mesa y el tío entró a la cocina, sacó una botella de aceite de oliva, la abrió y regó unas gotas sobre el cremoso guacamole, colocó la botella sobre la mesa al tiempo que, orgulloso, dijo: “Ah, me queda para chuparse los dedos”, tomó una tostadita, le puso guacamole y la ofreció a mi papá. Pucha, yo quedé viendo a la tía, quien, sonriente, asentía como confirmando lo que había dicho el esposo.
El guacamole es una riqueza gastronómica, pero, no sé por qué la tía Martha le hacía caras feas. Cómo no, dijo su hija Elena, mi mamá es muy brava, si come guacamole le puede hacer mal. Recordé que de igual manera mi madrina Arminda, cuando servía un plato de guacamole en la mesa, preguntaba: ¿No te enojaste? Si te enojaste no comás aguacate. ¿Hace daño? La Vicky dice que sí, que la grasa del aguacate hace daño a la vesícula y da dolores de barriga.
Por eso, cada año pienso en los aficionados de USA, y en los mexicanos también. ¿Cómo le hacen los que hacen berrinches de coraje porque su equipo perdió si le metieron con ganas al guacamole? ¿No les hace daño? ¿No les importa un retortijón de tripas?
Cientos de toneladas de aguacate mexicano se van cada año en temporada de Súper Bowl, a mí me encanta saber esa noticia, eso significa que los gringos disfrutan un fruto exquisito. María Elena dice que el aguacate es verdura. No sé, lo que sé es que es un exquisito manjar. Además, el hecho de que los amigos de USA lo consuman significa dinerito para el territorio mexicano. En Comitán comemos el tzitz y uno que es de bola, a mí me encanta el que es como de mantequilla, que se da en Tierra Caliente, y por encima de todos, esa riquísima variedad que se llama Chinini y que mi papá se acostumbró a comer en San Cristóbal de Las Casas. Esta variedad no se encuentra en Comitán. Lástima, porque es riquísimo, exquisito, único.
Posdata: mi amiga Eva, quien es aficionadísima al fútbol americano tiene una mezcla de sentimientos cuando llega el Súper Bowl. Imagino que lo mismo le sucede a millones de aficionados, ella disfruta con intensidad el último juego, pero le asoma la tristeza porque es el final de la temporada, dice que de febrero a septiembre es una “gran sequía deportiva”, por eso, cuando inicia la siguiente temporada ella echa harto silbato. No sé cuál es su equipo favorito y no sé si come aguacate cuando hace coraje porque el equipo de sus amores no llega al gran juego. ¿Duele pancita? ¿Duele corazoncito?
¡Tzatz Comitán!
sábado, 11 de febrero de 2023
CARTA A MARIANA, CON MARIMBAS
Querida Mariana: mi querido amigo Marco Polo recuerda las fiestas comitecas de los años sesenta y setenta del siglo XX. Ah, eran guateques sensacionales. Marco Polo dice que los festejos que reunían a muchísimas personas los hacían en salones: el Club de Leones o en el patio enorme del Hotel Morales, pero la mayoría de fiestas era en casas particulares. La tradicional casa comiteca posee generosos patios centrales, rodeados por corredores enladrillados, llenos de helechos, también llamados colas de quetzal. Hoy, todas las fiestas son en salones. Los festejos caseros eran más íntimos, ahí se desparramaba más sabroso el chisme, la comedera de gente, porque todos estaban más cercanos. No sé si ahora, en los salones se pierde la llave, como sí se perdía en las casas. La gente que a las doce de la noche ya había disfrutado el festejo se despedía y al querer abrir la puerta, la dueña (organizadora del guateque) decía, sin cara de preocupación: “Se perdió la llave”, pucha, nadie podía salir, así que la gente se resignaba a seguir en la fiesta. Se trataba, ya te diste cuenta, de que los invitados no se fueran, que siguiera el relajo sabroso. Era un confianzudo abuso de amistad. No a todo mundo le caía bien la gracia, pero lo tenían que soportar.
Como en todo buen festejo no faltaba el traguito, la juncia, el manteado y, por supuesto, la marimba (los chalequeros también eran los que le ponían la sal y pimienta al guateque). Ahora (¡qué pena!) en pocos festejos aparece la marimba, la cambiamos por un tecladista. Lo mismo sucedió con las serenatas, un día, la marimba dejó de ser la protagonista maravillosa y cedió pasó al mariachi, como si fuéramos de Jalisco y no chiapanecos, vecinos amorosos de Guatemala, donde existen marimbas de gran prestigio.
Por eso, Dios los bendiga siempre, los grupos organizadores de entradas de flores han salvado nuestro honor, porque cuando hay el novenario de un determinado santo o virgen, los encargados procuran que haya marimbita. ¡Ah, qué genialidad! Además de alegrar el atrio de las iglesias preservan esa tradición musical que bendice los aires y es bálsamo para el espíritu. Por fortuna, los integrantes de la marimba de la Casa de la Cultura y de la marimba del Ayuntamiento tocan para el público, una o dos veces cada semana. En las fiestas actuales las marimbas casi están desaparecidas. ¡Qué pena!
La otra mañana, Paty, editora ejecutiva de Arenilla, y yo bajamos al parque de San Caralampio, para tomar unas fotografías para el archivo, eran las ocho y media o nueve, el aire corría majestuoso, hacía remolinos en las ramas de la ceiba y abrazaba a los caminantes. Vimos que al término de la escalinata el jacal ya estaba dispuesto, con ramas de laurel y algunas de ciprés y escuchamos la respiración del viento, acompañada por notas de marimba. Ah, pensé, es mi día de suerte; no todos los días tenemos la oportunidad de escuchar marimba.
“¡Ah, marimba!”, dije en voz alta. Una persona que me escuchó dijo: “Es por la Virgen de Lourdes, es el primer día de novena”. Di las gracias por el dato y subimos la escalinata para escuchar más cerca la marimba. Sigo receloso por lo de la pandemia, por eso no me senté en un escalón, como lo hacía antes, pero me paré frente al grupo integrado por cuatro ejecutantes, mientras Paty iba a tomar unas fotografías en el interior del templo. Mi espíritu se llenó de goce al ver la destreza del oficio de los ejecutantes y al escuchar los sonidos armoniosos. No hay lugar más sublime que éste. El viento que llega de la Ciénega es como un coro natural. La marimba, en el vestíbulo del templo de Tata Lampo suena diferente, es como si reconociera que ahí es casa del santo más querido del pueblo, el consentido. ¡Qué Santo Domingo perdone el atrevimiento!
Al lado derecho de la entrada, lo recordarás, hay una banca de cemento, ahí estaban sentadas tres personas: dos hombres y una mujer. Hacían lo mismo que nosotros: disfrutaban el prodigioso instante, la bendición que sólo tenemos los comitecos (pocos, porque la mayoría ya está en la avalancha de estos tiempos y no todo mundo se da la oportunidad de apreciar la maravilla de los actos sencillos). Cuando los ejecutantes terminaron una canción, uno de los dos hombres se acercó y preguntó cuánto costaba contratarlos. Pensé que la mejor carta de presentación de los músicos es a la hora que actúan y demuestran lo que saben. En realidad, se escuchaba bien la ejecución. ¡Cómo no! Ya nos fuimos enterando que el director de la Marimba Orquesta La Perla de Balún Canán tiene 45 años en el oficio, ¡cuarenta y cinco años! ¡Nadita! A tus años de edad aumentale trece más. ¿Mirás? ¡Toda una vida! El maestro José Luis López es como un artista híbrido porque continúa con la tradición (me maravilló verlo tocar la marimba, con una gran delicadeza), pero ya incluyó un teclado electrónico, como para que la audiencia sepa que él camina en la modernidad. No se escucha mal la combinación que hace, cuando lo vi tocar la marimba, dejar los bolillos y entrarle al teclado pensé en esos maravillosos artistas del grupo español Mecano, donde el tecladista pasaba de un aparato a otro en un prodigioso movimiento.
Cuando explicó la forma de contratarlo escuché que este grupo trabaja por contrato mínimo de cuatro horas, pues sí, de lo contrario no les resulta. Trasladar una marimba con el equipo restante (en este caso, el teclado, el bajo y la batería) no es cosa sencilla, exige un camioncito de esos que les llaman “fleteros”.
La persona curiosa regresó a la banca corrida de cemento y vi que el otro hombre ya no estaba, sólo había quedado la señora. Miré con atención y detrás del cubreboca descubrí un rostro conocido. “A ella la conozco”, le dije a Paty. En efecto, era doña Luz Angelina Rojas. Cuando ella me identificó me dijo: “Soy la que abre la feria”, lo dijo con gran orgullo y a mí me iluminó la frase. ¿Cuántas personas pueden decir eso? Es una frase genial. Doña Luz Angelina, en esa mañana llena de aire de vida, dijo: ¡Soy la que abre la feria!, la que celebra a la Virgen de Lourdes y a San Caralampio.
Dicen los que saben que el mero día de Tata Lampo es el diez de febrero, pero como en el templo de La Pila también hay una imagen de la Virgen de Lourdes, los fieles, respetuosos y corteses le pidieron a San Caralampio que cediera el honor a la Virgen para que primero celebraran el cumpleaños de ella, cuyo día es el 11 de febrero. Tata Lampo, siempre generoso, cedió la fecha, así es que los comitecos decidieron que el diez, mero día de su cumpleaños, se hiciera (como se hace) la tradicional entrada de flores y el festejo de su cumpleaños sea el 20 de febrero de cada año. Así que en el templo hay una seguidoña de novenas, que inicia el 2 de febrero y termina el 20. Pucha. Embelequero el pueblo comiteco.
Doña Luz Angelina dijo que ella, desde hace años, es la encargada del primer día de novena. “Le pongo su marimba”, dijo y platicó que sale a andar medio Comitán para solicitar ayuda económica para cumplir con el encargo. “Pido con conocidos, cien, doscientos pesos. Cuando me ven me dicen: ah, ya sé qué querés y, con gusto, ayudan con paga, porque me conocen”.
Y mientras lo platicaba, el otro hombre se despidió. Nos quedamos los tres en el atrio, más los integrantes de la marimba, éstos dándole sabroso a la huesuda y nosotros en el güirigüiri. La ayuda económica que doña Luz Angelina recibe no sólo alcanza para la marimba, también para los adornos florales, porque la virgencita se merece un altar bonito.
Los artistas terminaron de tocar y sólo nosotros tres aplaudimos, lo hicimos con cariño, reconociendo sus talentos. Que la cantidad escasa de audiencia se compensara con nuestro entusiasta aplauso. Bueno, dijimos, ya nos vamos. Sí, que les vaya bien. Igualmente. Bajamos unos escalones, me detuve, volví la mirada, los ejecutantes seguían dándole a la marimba, al bajo, al teclado y a la guitarra. El maestro José Luis toca la marimba y el teclado, don Santiago Hernández Aguilar lo acompaña en la marimba; don Ramón Gordillo le da al bajo eléctrico y un jovencísimo Daniel Argüello toca la batería, el instrumento que me seduce, que es como mi deseo musical frustrado. Sí, me encantaría tocar batería, acompañar rolas de pop y de rock.
Posdata: que Dios bendiga a los encargados de las novenas en templos católicos, que les siga dando mucha vida y tiempo para contratar grupos musicales que tengan a la marimba como el centro de su razón de ser; que las enramas tengan mucha hoja de laurel y que el viento siga abrazando a los fieles que llegan temprano a persignarse al templo y se quedan un ratito escuchando a la marimba.
Vi que doña Luz Angelina volvió a sentarse. A esa hora se quedó sola, dueña del espacio, escucha única de la marimba. Ah, qué bendición. Al despedirse me dijo: son dos horas de marimba en la mañana y dos en la tarde. Sí, pensé, fue lo que dijo el maestro: el contrato mínimo es de cuatro horas.
¡Tzatz Comitán!
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