sábado, 8 de abril de 2023

CARTA A MARIANA, CON NOMBRE LINDO

Querida Mariana: quería jugar con vos al “adiviná dónde estoy”, pero decidí que no, porque adivinarías a la primera. Cientos de paisanos y cientos de visitantes reconocen el lugar, un restaurante de prestigio en el pueblo. ¡Sí! Estoy en la palapa del Restaurante Comitán Lindo y Qué Rico; restaurante que ofrece un servicio de primera, con exquisitos platillos y que, estarás de acuerdo conmigo, tiene el nombre más bonito de todos los restaurantes del mundo. Roberto y su mamá pensaron un día abrir un restaurante que ofreciera la tradicional cocina comiteca y lo llamaron Comitán Lindo y Qué Rico. En realidad, lo que jugué la mañana de la fotografía fue el juego de las estatuas, estoy así como si fuera de bronce, de esos bronces prodigiosos que hace Luis Aguilar, nuestro escultor comiteco, orgullo de Chiapas. Estoy así, porque muchas personas entraban a la palapa y porque los meseros también andaban de un lado a otro. Estaba interrumpiendo el paso. Pedí a mi amigo fotógrafo que se apurara y yo (pose clásica) me crucé de brazos, para no interrumpir el prodigio que se da todas las mañanas en este espacio. ¿Ya miraste qué palapa tan bella, tan espaciosa? Cada cierto tiempo, me platicó Roberto, cambian la techumbre de palma. Este techo natural produce un ambiente fresco que ya es el agregado de lujo para una ciudad que goza de uno de los mejores climas del estado. Comitán Lindo y Qué Rico cumple veintitrés años, en este tiempo ha confirmado su calidad. Inició sus servicios junto con el siglo, justo cuando el siglo XXI mostraba su carita, el restaurante abría sus puertas. Es un restaurante del siglo XXI con la mejor tradición gastronómica del Comitán del Siglo XX. La innovación al lado de la tradición. Después que me tomaron esta foto salí, porque en el vestíbulo también colocan mesas para que los comensales disfruten las delicias gastronómicas al aire libre. Esa mañana vi a tres niños que desayunaban, pero, niños al fin, tomaban un sorbo del vaso y una mordida a los riquísimos antojos y corrían alrededor, al lado de una fuente y de un nicho donde hay imágenes religiosas. Los expertos nos han explicado que las culturas mesoamericanas que crecieron en la zona tenían una relación directa con el agua y cuando llegaron los misioneros españoles nos injertaron la religión castellana, en la entrada al Comitán Lindo y Qué Rico hallamos esa mezcla cultural. Roberto me sorprendió al contarme que en la administración tiene un pequeño altar y en su casa también tiene un oratorio. Aparte de la vaina religiosa, entiendo que este elemento (lo hemos platicado muchas veces) es una característica cultural que ya no existe en muchas casas. Antes, la mayoría de casas tradicionales tenía un espacio especial para la oración: el oratorio. Platico esto porque en el restaurante de Roberto hay elementos culturales que nos hablan de un Comitán anterior que convive con el Comitán pujante de este siglo XXI. Basta que mirés con atención la techumbre de la palapa para comprender lo que digo. ¿Ya viste el piso? Es de ladrillo. En tiempos donde las baldosas novedosas están presentes en los espacios comitecos, en el Comitán Lindo y Qué Rico aún está presente el piso que fue parte importante de la cultura comiteca. Los mayores nos han dicho que el espíritu comiteco está hecho de barro, del barro de Yalchivol. Estamos hechos de aire, de agua, de maíz, de luz. Estos conceptos están integrados en este restaurante comiteco, ciento por ciento comiteco. Posdata: qué nombre tan prodigioso: Comitán Lindo y Qué Rico. Medio mundo batalla con bautizar. ¿Qué nombre le ponen a la hija? ¿Qué título ponerle a la novela? ¿Cómo se llamará la nueva empresa? Roberto y su mamá, en instante luminoso, hallaron el nombre adecuado para su restaurante. Ese instante ha trascendido desde hace veintitrés años; ese instante seguirá dando brillo durante muchos años más. Ah, qué instante tan sublime, qué nombre tan hermoso: Comitán Lindo y Qué rico. Por un ratito jugué el juego de las estatuas. Lo hice confiado en que las palomas no me harían las travesuras que luego hacen a las estatuas de Luis. Yo estaba bajo el cobijo de un majestuoso techo de palma. ¡Ah, qué lindo, qué rico! ¡Tzatz Comitán!