lunes, 17 de abril de 2023

CARTA A MARIANA, CON UN BALCÓN

Querida Mariana: pedí que me tomaran la foto, pero la fotógrafa me dijo: está a contraluz. ¿Contraluz? Qué término tan extraño. Tomala, insistí, y acá está el resultado: una foto a contraluz. Estoy en el café Monarca, de Comitán, una cafetería soberbia, sensacional. Y, como diría doña Lolita Albores, todo es símbolo. Esta fotografía no es más que el testimonio de una mañana que estuve a favor de la luz, porque el café está lleno de ella, es un espacio iluminado y luminoso; además, fue la mañana que el equipo de Arenilla platicó con Luz Belén Pulido Palomino, quien nos dio pormenores de su primer libro: “Entre luz y letras”. Esa mañana estuvimos a gusto, por la atención del propietario del café, la belleza de la casa donde está ubicado y por la plática con la joven autora, oriunda de ese pueblo maravilloso: La Trinitaria (que actualmente vive una época de esplendor). El café Monarca ahora está a una cuadra del parque central. ¿Ubicás el Hotel San Francisco? Pues ahí, frente a la casa de doña Olguita Trujillo (que en paz descanse). La casa es lo que se llama una tradicional casona comiteca, con cuatro corredores que abrazan un patio central, lleno de luz. Tal vez la fotografía fue a contraluz, pero todas las demás hebras del día estaban costuradas con una luz magnificente. Hay en el pueblo muchas cafeterías donde se toma un rico café chiapaneco con agrado, donde se platica muy a gusto, una de ellas es la Monarca. Digo que es un lujo para quienes acuden, porque la casa es un disfrute para el espíritu. Imaginá que estás en una casa de abolengo, con la traza original de las casas de la gente potentada de Comitán. Antes de que fuera hotel, esta casa fue una residencia particular, a la que tenían acceso, amigos, familiares y clientes del propietario. Ahora, gracias a la vocación que adquirió, está al servicio de los viajeros que requieren una habitación para descansar o de todo el pueblo comiteco y puntos circunvecinos que aman los espacios dignos para tomar un café, un té o un refresco. A mí me gustó mucho el espacio. Siempre disfruto estar en una casa de principios del siglo XX, con esos corredores, que me son tan cercanos, porque viví en una casa de cuatro corredores, que era propiedad de la familia Esponda, apellido de larga tradición en el pueblo. El sol se desparrama sin regateos en el patio central. Raúl Avendaño, propietario del Café Monarca, ha colocado mesas en uno de los corredores, lo que permite a los clientes sentarse y disfrutar de un espacio maravilloso; pero no sólo hay mesas en los corredores, también hay mesas en el espacio más íntimo donde la luz no cae como lluvia de confeti, está atenuada como se ve en esta fotografía. Ahora pienso que la foto fue tomada a contraluz, pero el balcón nunca está a contraluz, él recibe la luz a plenitud, permite que el aire de afuera entre y juegue como si fuera papalote. Entra la luz, los sonidos de la calle que siempre son una fiesta, porque a veces, cuando la lluvia asoma, las gotas se unen a las carreras de las personas que buscan cobijo. El café Monarca es buen cobijo para el espíritu, es un espacio apapachador. Esa mañana llena de luz casi casi se cumplió la sentencia del libro de la escritora trinitarense, estuvimos entre luz y letras, la estancia fue como un vuelo de la mariposa cuyo nombre honra este café. Todos somos migrantes, unos caminamos poco, porque tenemos todo en casa, otros deben ir más lejos. Las mariposas Monarca llegan a México desde muy lejos. Una de ellas se ha quedado en Comitán, acá se transformó en un lindo lugar. Posdata: ¿ya ubicaste bien el lugar donde está el café Monarca? ¿Qué más datos te doy? Si estuviéramos en los años setenta diría que está frente a la Farmacia Ana Rosy, de don Jaime Santiago y de doña Bety Luz. Mirá, Goethe dijo a la hora de morir: ¡luz, más luz! Nosotros lo decimos plenos de vida: ¡cuánta luz! ¡Tzatz Comitán!