sábado, 15 de abril de 2023

CARTA A MARIANA, CON UN PERSONAJE MARAVILLOSO

Querida Mariana: Comitán es un pueblo prodigioso. Esto lo sabemos quienes vivimos acá y quienes llegan de visita. A mí me encanta caminar sus calles y sentarme en alguna banca de parque público. Voy al parque de Guadalupe, al parque central, al parque de La Pila, al parque de San Sebastián y, de vez en vez, al parque que está detrás del templo de la Virgen del Rosario, en Yalchivol. Disfruto todos los lugares, pero, como siempre sucede, tengo espacios que son como los consentidos. Esto tiene que ver con los sucesos que han ocurrido en esos lugares. Por ejemplo, cuando estoy en San Sebastián, en automático pienso en los tres años cuando estudié la secundaria en el Colegio Mariano N. Ruiz, porque el parque era el lugar donde pasábamos los recreos. Como en el Colegio no había espacio suficiente para los estudiantes de primaria y los de secundaria, el padre Carlos, hombre sabio, permitía que los muchachos saliéramos al parque para pasar ahí la media hora de recreo. Esto es un recuerdo sensacional. No sé en cuántos pueblos del mundo hubo escuelas con estas características maravillosas. Disfruté el parque de San Sebastián durante los recreos de mis tres años de educación secundaria y disfruté el parque central durante las horas libres de los tres años de bachillerato, porque en la prepa, que estaba donde ahora funciona el Centro Cultural Rosario Castellanos, sucedía algo semejante al Colegio Mariano N. Ruiz: el patio era insuficiente para tanto alumno, así que teníamos puerta libre en los recesos. Claro que había una gran diferencia entre los recreos en San Sebastián y los del parque central. En San Sebas estaba vigilante el padre Carlos, así que andábamos bien portaditos, sentados en las bancas, o en el piso del kiosco o dando vueltas. Algunos enamorados se atrevían a llegar a ver a nuestras compañeras y como todo era muy sano, el padre permitía que las parejas platicaran, por supuesto que anticipándose a los tiempos del Covid, porque todo tenía que ser con sana distancia, la chica en un extremo de la banca y el chico en el otro extremo. En los recesos del parque central todo era más relajado, los muchachos íbamos a hojear revistas de monitos en la Proveedora o tomábamos un café en el Intermezzo o entrábamos al fondo del Nevelandia a jugar billar, pul o carambola. Como mi mamá tenía una tienda de estambres en la planta baja del edificio donde estaba el Intermezzo, si necesitaba algo de mí, entraba al billar, segura que ahí me hallaría. Eran tiempos donde muchos fumábamos. El lugar favorito era en una banca al lado de la rotonda donde estaba la base que soportaba la enormísima escultura de Belisario Domínguez, la que ahora está a la entrada del bulevar llegando de San Cristóbal. Ahí fumábamos, alguien tocaba la guitarra mientras los otros, más o menos entonados, cantábamos las canciones de moda, nunca faltaba una de José José o de Los Ángeles Negros. Durante los tres años de secundaria, a la hora que salíamos al parque para el receso, todos los alumnos nos arremolinábamos en dos negocios: la tienda de doña Chata y el local donde Cirito vendía las gordas que preparaban las madres del Niñito Fundador. Mirá lo que son las coincidencias. La mañana del 5 de abril de 2023 andaba caminando por el parque de San Sebastián cuando me topé con don Flavio Molina, a quien le estaban dando una boleada a sus zapatos. Don Flavio, lo sabés, es uno de los grandes personajes de Comitán, es un gran músico, compositor y marimbista de excelencia. Me acerqué a saludarlo, ya el bolero estaba a punto de terminar su trabajo, el maestro Flavio sacó un billete y el bolero fue a cambiarlo para dar el vuelto. Aproveché a platicar un rato con el maestro Flavio. No todos los días tiene uno la oportunidad de toparse con un gran personaje. Ya dije que los muchachos del Colegio comprábamos con Cirito o con doña Chata. Pues resulta que doña Chata era esposa del maestro Flavio, ella atendía una pequeña tienda donde vendía antojitos, era muy conocida por todos nosotros y muy apreciada. La mañana que me topé con el maestro Flavio me dijo que su esposa se llamaba Elsa y que falleció hace 39 años. “Así se pasa la vida”, me dijo el otro día doña Vicenta, mujer agradable de un pueblo cercano a Comitán, que se llama Chitijá. Así se pasa la vida, doña Chata de la época de mi educación secundaria falleció hace treinta y nueve años, mientras don Flavio, maravilloso músico, sigue con vida, radiante, luminoso, con noventa y un años de edad, pero con penas en su espíritu, porque esa mañana me dijo que iría a misa, en el templo de San Sebastián, porque se cumplían cinco meses de la muerte de uno de sus nietos, “el más querido de mi vida; era mi brazo fuerte en todo, le pusieron Flavio Daniel, se llama igual que yo”. Cuando me lo dijo, en sus ojos apareció una niebla de dolor. Así se pasa la vida, con retazos luminosos y con cintas oscuras. Don Flavio vivió varios años en el barrio de San Sebastián, le gustaba vivir ahí. Tuvo la intención de comprar la casa donde vivía (que es la casa donde luego vivió Cirito, el sacristán, y que sigue siendo del hijo de Cirito), la propietaria de la casa era doña Romelia Soto, cuando don Flavio se la quiso comprar, ella le dijo que no podía vendérsela. Don Flavio entonces compró una casa en el barrio de Guadalupe y ahí se pasó a vivir, pero lamentó la ausencia de los vecinos de San Sebastián: don Chepón, don José García, don Popo Conde, doña Mariana. Ahora que mencioné a doña Mariana debo decir que ella también es uno de los grandes personajes de Comitán, una mujer que fue tan ilustre que tuvo tres espacios que son mencionados con su nombre: su tienda, que era conocida como la tienda de doña Mariana (y era tan famosa que cuando alguien fallaba muchos tiros en el básquetbol aparecía el grito: andá a comprar un veinte de puntería en la tienda de doña Mariana); pero además, la bajada que está en la esquina de su casa aún se le sigue llamando la bajada de doña Mariana; y la poza que está en Uninajab se conoció con el nombre de la poza de doña Mariana, porque en cada temporada de Semana Santa, ella se bañaba ahí, con un gran batón. Don Flavio se pasó a vivir a su casa del barrio de Guadalupe y ahí tuvo la magnífica iniciativa de abrir un restaurante en el patio central, el restaurante se llamó “El Señorial” y muchos comitecos lo recuerdan con emoción, porque además de ofrecer los deliciosos antojos comitecos, don Flavio ejecutaba la marimba, lo que era el complemento para el disfrute total de los sentidos. Además, durante tres años tuvo un mojol de lujo: el famoso marimbista Manuel Vleeschouver amenizaba las comidas. ¿Mirás lo que estoy diciendo? Era un disfrute para los sentidos, la presencia de dos grandes músicos: el maestro Flavio y el famoso Ratón Vleeschouver. El maestro Vleeschouver fue considerado como el mejor ejecutante solista de marimba de Chiapas, en su pueblo natal existe una estatua que lo recuerda. Comitán es escaso en el reconocimiento de sus grandes personajes. No existe reconocimiento alguno para el gran músico Flavio Molina, quien nació en Pinola, pero lleva muchos años de vivir en nuestro pueblo. Para que mirés el valor de don Flavio compartiré con vos algo que me dijo Francisco Domínguez, comiteco que radica en San Luis Potosí, creador de la famosa página Imágenes Históricas, Leyendas y Personajes de Comitán: “el asistente administrativo de mi página me informa de un video donde don Flavio Molina interpreta “Comitán” en marimba. ¡Ha sobrepasado las cien mil visitas, además de que tiene más de 850 reacciones, más de cien comentarios y, desde la página, se ha compartido más de mil veces! Algo inédito, que demuestra el cariño y la admiración que la gente siente por don Flavio”. ¿Mirás qué bendición? A veces he pensado que la autoridad municipal debería reconocer a los grandes personajes de Comitán. Un reconocimiento al gran músico Flavio Molina podría ser un maravilloso inicio. ¿Cómo puede reconocerse? Pues nombrando los pasillos de los parques. En el parque de San Sebastián, uno de los pasillos que da al kiosco puede nombrarse Flavio Molina y, en la placa metálica, que estará fijada a un poste para nomenclatura, agregar su oficio, fecha y lugar de nacimiento, y año en que llegó a Comitán, para iluminar el espectro musical de nuestro pueblo. Este tipo de reconocimientos es algo sencillo y sin mucho costo económico. La gente, a la hora que paseara por el parque, hallaría en cada avenida de los parques nombres de personajes simbólicos, para recordar que el pueblo se hace con el genio de sus habitantes. Posdata: ¿Sabés a quién tuvo como maestro el maestro Flavio? ¡A don Javier Mandujano Pinto! Don Javier también fue un gran músico comiteco que vivió muchos años en Hamburgo, Alemania. Me encanta nuestro pueblo, caminarlo, disfrutarlo, en el momento menos pensado me topo con grandes personajes y platico con ellos y reafirmo la idea de que este pueblo es prodigioso. ¡Tzatz Comitán!