viernes, 21 de abril de 2023

CARTA A MARIANA, CON UN TARDE LLENA DE AGUA LIMPIA

Querida Mariana: llegué a casa de mi amigo el doctor José Ramón Domínguez, llegué de improviso. Vos me conocés, no hago esta clase de travesuras. Siempre soy escaso, así es mi carácter, pero a veces, ¡bendito Dios!, me atrevo a abusar con los amigos. José Ramón es mi amigo desde hace muchos años. Nos vemos poco, casi casi con la frecuencia que un cometa aparece por el cielo, pero cada vez que me topo con él siento un chiflón agradable, un vientecito afectuoso, que mueve mi fronda, que platica con las aves que vuelan mi cielo. No me sucede con frecuencia. Vos sabés, hay tanta indiferencia en el mundo, tanta mala vibra. Por el contrario, siempre que estoy con José Ramón una caricia aparece en el aire y me siento bien. Por esto, el otro día, cuando repartíamos el más reciente ejemplar impreso de Arenilla, le dije a Paty, editora ejecutiva, que hiciéramos loco, que, en lugar de llevarle su revista a la Veterinaria 2000 fuéramos a su ranchito, donde vive y tiene la crianza de corderos de su empresa VonDomay (José Ramón es uno de los patrocinadores de nuestra revista, gracias a él y a los demás amigos que confían y apoyan este proyecto editorial, Arenilla llega a miles de manos, mentes y corazones). Había llovido galán esa tarde, pero luego, después del pencazo de agua, la tarde había quedado soberbia. Pensé que era el entorno adecuado para que hiciéramos loco y sin aviso previo llegáramos a la casa de José Ramón. Y el destino es maravilloso, a la hora que llegamos al ranchito en ese momento llegaba mi amigo con su familia. Sí, ya podés imaginarlo, se sorprendió, se sorprendieron, porque, payaso como soy, al bajar del carro y saludarnos le pregunté a José Ramón si habíamos llegado a tiempo para la invitación a comer (pucha, ya eran las cinco de la tarde). Titubeó tantito, pero dijo que sí, que pasáramos y pasamos. Paty le dijo que después de pandemia era la primera casa que visitaba. Es cierto. Lo hice, porque su casa está en medio de una burbuja maravillosa, con aire por todos lados, con árboles, con edificaciones grandiosas que construyeron sus papás y que ahora José Ramón y su familia resguardan y han ampliado. No he mencionado las nubes, el horizonte que permite ampliar la mirada y el corazón; no he mencionado los perritos que ahí juegan y las aves que se encargan de dar la bienvenida a la tarde y a las demás horas del día. En pandemia mi horizonte era limitado, se topaba con las paredes de mi casa, pequeña, pero afectuosa; la tarde que visitamos a José Ramón mi espíritu viajó como hace mucho tiempo no lo hacía. Y para reafirmar mi sentimiento, a la hora que platicábamos con mi amigo un cenzontle se posó sobre lo más alto de la cúpula de la capilla y ofreció un concierto, casi casi como si quisiera decirnos que estábamos en casa de Max, quien es un gran ejecutante de piano, ya ofreció una gala en la antigua sede del Senado de la República, en la Ciudad de México, gracias a una invitación que le extendió el Senador de Chiapas, el comiteco Eduardo Ramírez Aguilar; ya tocó en el templo de San José, en nuestro pueblo, para que los paisanos tengan el privilegio de escucharlo; ya se prepara para ir a estudiar en la Universidad Veracruzana, algo relacionado con esta pasión artística. El cenzontle nos ofreció lo mejor de su repertorio, que es infinito y sublime. Sentí un apapacho, cerré los ojos y disfruté ese instante que Dios me regalaba y mi amigo José Ramón lo ampliaba con su generoso trato. Posdata: viví un instante maravilloso, el aire que corría de un lado para otro y hacía cabriolas frente a mí me dijo que ahí estaba concentrada la vida. Después de tanto tiempo de incertidumbre por la aparición de la pandemia volví a sentir un abrazo lleno de esperanza. La pandemia sigue, pero va cediendo, la tarde que estuve en el ranchito de José Ramón olvidé el tiempo de tragedia y respiré tranquilo. Esa tarde hicimos loco, porque sin aviso previo llegamos a las puertas del ranchito de José Ramón y él, generoso como siempre, nos recibió, al estilo mero comiteco dijo: pasen a lo barrido aunque barrido sí esté, porque su casa es impoluta. Ah, querida mía, tendría muchas más cosas que compartir con vos, por ejemplo, las nueve candelas de la hermosa lámpara que está encima de la tabla de cocina, donde Azaneth y José Ramón preparan los guisos todos los días; o el maravilloso aguamanil antiguo que está empotrado en la pared y que fue un obsequio de la tía Rox. El aguamanil parece suspendido en el aire, la solución arquitectónica es de una delicia sin igual, el agua limpia brota de la pared y cae sobre la jofaina. Así llovió el afecto de José Ramón sobre mi espíritu. Dios bendiga su generosidad por siempre. ¡Tzatz Comitán!