domingo, 2 de abril de 2023

CARTA A MARIANA, CON UN HOTEL

Querida Mariana: vos y yo sosegamos en casa. Las vacaciones de Semana Santa las destinamos para descansar en nuestros hogares, en nuestra ciudad, donde leemos, vos en una hamaca y yo en un sofá que ya está a punto de irse al suelo, porque la madera ya está apolillada, pero es mi asiento favorito. Vos leés, escribís guiones y tomás muchas fotografías del entorno; yo leo, escribo cartas o cuentos, pinto y dibujo, ahora dibujo mucho y coloreo con plumines que me obsequió Fanny. Pero, bueno, eso es lo que hacemos vos y yo; hay millones de personas que abandonan temporalmente sus casas y van a la maravillosa aventura de conocer otras regiones. Nuestra patria, lo han dicho los carteles turísticos, tiene una oferta diversa, hay playas, montañas, desiertos, lagunas y más espacios. Hay para todos los gustos. Hay personas que aman visitar grandes ciudades (Monterrey, Guadalajara, Mérida, Puebla o, por supuesto, la maravillosa Ciudad de México), pero otras personas aman visitar pequeñas ciudades que ostentan el distintivo de ser pueblos mágicos (en Chiapas tenemos cuatro: San Cristóbal de Las Casas, Chiapa de Corzo, Palenque y Comitán). Quienes prefieren un pueblo mágico que tenga un clima agradable, se deciden por nuestro Comitán. En el pueblo, lo sabés, hay una amplia oferta hotelera, con buen servicio y agradables espacios, pero uno de los hoteles más bellos y distinguidos es La Casa del Marqués de Comillas. Los comitecos sabemos que este hotel tiene el patio central más amplio, porque los fundadores, Don Víctor Manuel y el doctor Newlson (que descansan en paz), adquirieron dos monumentales casonas tradicionales comitecas, tiraron la división y las hicieron una y el resultado es un espacio que permite el goce de la mirada, porque cuando el huésped abre la puerta en la mañana, después de un confortable descanso, se encuentra con un patio central rodeado por cuatro corredores que permite disfrutar el cielo y la vista de las torres del templo de San José, templo que es orgullo cositía. Los fundadores fueron amantes del arte y desearon que quienes se hospedaran en su hotel regodearan su espíritu con pinturas exquisitas. Te he contado que en los años sesenta fui feliz cuando iba al templo de Santo Domingo. ¿Era un gran adorador del culto religioso? No, la verdad es que, como a todos los niños, la misa me aburría, pero, en compensación, el interior del templo de Santo Domingo me obsequiaba con estímulos artísticos, porque el padre Carlos contrató al gran artista Javier Mandujano Solórzano (el maestro Güero) para que hiciera cuadros monumentales con imágenes religiosas, así que cuando iba a misa mi mirada se llenaba con colores e imágenes portentosas. Los católicos de los años sesenta tuvimos una pinacoteca sensacional, en un pueblo que carecía de museos de arte. Un día llegaron el padre Mejía y el Padre Joel, al padre Carlos lo mandaron a San Sebastián, y los nuevos curas santodomingueros bajaron las pinturas, porque, entiendo, su idea de la teología de la liberación no contemplaba muros con arte. Perdimos el espacio. Por fortuna, otro día, ya muchos años después los comitecos conocimos la noticia de la apertura de un museo de arte: el Hermila Domínguez de Castellanos. ¡Genial! Lástima que el recinto presenta más obra de artistas oaxaqueños que de chiapanecos. ¿Y esto, dirás, qué tiene que ver con el hotel La Casa del Marqués de Comillas? Como dije, los fundadores fueron amantes del arte y siempre generosos pensaron que los huéspedes debían llevarse lo mejor de Comitán, así, aparte de disfrutar un patio hermoso, tradicional de la traza comiteca, en las paredes y habitaciones existe una muestra plástica donde los artistas comitecos ¡sí están representados! Hay cuadros hermosos de Aurora Argüello, de Mario Pinto Pérez y del artista de Tzimol: Aarón Abadía. Posdata: antes de ir a los lugares turísticos emblemáticos cercanos (Los Lagos de Montebello, El Chiflón, las Tres Tzimoleras, San José Coneta, Las Guacamayas, Las Nubes) y conocer la belleza de Comitán, los huéspedes tienen una experiencia sublime al disfrutar la tradicional amabilidad comiteca y experimentar la sensación que tuvieron los antiguos moradores de esas casas de abolengo. La arquitectura tradicional de inicios del siglo pasado donde habitó la gente de paga del pueblo está a disposición de todos los visitantes.