miércoles, 4 de noviembre de 2009

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO LOS DRAGONES NO DRAGAN



Querida Mariana, los dragones son echa fuego. ¿Cómo los tojolabales llamarían a este “animal que tiene la lengua de fuego”? ¿Y si el dragón es el único animal que habla y no lo escuchamos porque los hombres no entendemos el lenguaje del fuego? ¿Nunca has visto el chachalaquerío de las velas en el templo? ¿imaginás si pudiéramos “oír” lo que dicen cuando sus flamas van de un lado a otro como si fueran hierbas azotadas por el viento?
Mi prima Elena le dice “Dragoncita” a su mamá; dice ella que es de cariño, y yo le creo. Le creo porque a mí me dan ganas de decirle Dragón a don Eusebio. Cuando entro a su talabartería, junto con el tufo de la piel de cedro, siento un tufo a papel quemado. Basta oírlo hablar dos minutos para sentir su aliento de horno de leña.
Hay hombres y mujeres que tienen la vocación de ser forjas. Son hombres que quieren imitar a los dragones. Como son simples mortales no les da más que para ser como cerillos, como encendedores, como chimeneas. ¡Todo lo chamuscan!
Por esto, cuando alguien me dice que el dragón es un animal mitológico ¡no le creo! No le creo porque ningún hombre, en ningún tiempo, pudo tener la imaginación para crear un animal tan bello y tan poderoso. Pensá ahora en todos los animales del universo y decime si hallás alguno que supere al dragón. El dragón es un animal perfecto, así pues no puede ser fruto de la imaginación del hombre. El dragón proviene de la misma semilla de la creación. El dragón no es ningún fruto, es una rama hermana del universo. No sé qué pensés vos pero yo creo que, sin importar cómo fue el origen del universo, el fuego fue elemento fundamental para la creación.
Cuando el universo acabe y Dios juegue a inventar uno nuevo, no dudés que el dragón será el animal favorito del Paraíso. ¿A poco vos creés ese chiste de que el primer fuego que vio el hombre fue el fruto de un rayo sobre un tronco? No, la vida no es tan compleja. El hombre antiguo siempre tuvo un dragón de cabecera para prender el leño.
Todo lo que aparece como fruto de la imaginación no es más que el recuerdo de lo que fue en algún tiempo pasado. Hubo un tiempo, Marianita, en que los dinosaurios compartieron cielos y tierras con unicornios y dragones.
Yo he conocido dos dragones en el curso de mi vida y aún tengo la esperanza de toparme con un tercero. Uno de ellos lo conocí en Chiapa de Corzo. Tenía siete u ocho años cuando mi papá quiso que yo conociera la capital del estado. Hasta San Cristóbal todo transcurrió maravillosamente, en el curverío de San Cristóbal a Chiapa yo terminé vomitando todo el carro, por lo que mi papá le dijo al chofer que paráramos ahí para limpiarlo y para que yo me recuperara. El chofer nos dejó en el parque y llevó el carro al río. Mi papá me recostó sobre una banca del parque y me puso un pañuelo húmedo sobre la frente. El calor era tan intenso como piedra de temazcal. Quise saber de dónde provenía esa “lengua de fuego”, abrí los ojos porque sentí algo como un ventilador hirviente y descubrí “el dragón” dando vueltas sobre mi cabeza, sobre los enormes árboles; su cola llegaba hasta la réplica de la Corona Española. Abracé a mi papá y le dije que regresáramos a casa. En ese momento el chofer llegó y le dijo a mi papá que el carro estaba limpio. Ya no continuamos a Tuxtla. Dimos media vuelta y regresamos a Comitán. Mi papá hizo caso a mi petición: “No quiero estar acá, papito, el dragón me espanta”.
Tal vez por esto es que me gusta quedarme en casa; tal vez por esto es que no soporto los lugares calurosos. Este temor de niño ha impedido ver de cerca a los dragones, en los últimos tiempos.
P.d. ¿Vos has conocido algún dragón, algún unicornio? ¿Nunca has jugado a que el horno de la estufa es la boca de un dragón? De todos los santos católicos, San Jorge es uno de los que me cae mal. ¿Con qué derecho ultimó al dragón cachorro? Porque el dragón de San Jorge era un bebé; de lo contrario Jorge hubiese terminado como pollo rostizado, pero el bebé apenas estaba aprendiendo a regular su termostato y su flama era como la de piloto de calentador.
Siempre he pensado que San Jorge es el más tonto de los santos. En estos tiempos sería uno de esos tipos nefastos que cazan cocodrilos. ¿Te parece digno de santificación? ¡Que lo quemen en leña verde para que le ardan los ojos mientras arde lo demás de su cuerpo!