miércoles, 25 de noviembre de 2009

EL OTRO YO



Soy mil y un Alejandros. Uno de ellos es insoportable, realmente insoportable, pero debo tolerarlo porque, en el fondo, es la milésima parte de lo que soy. No sería lo que soy si esa parte no estuviera en mí. Es como un niño travieso que juega a ser perfecto y, ya se sabe, no hay peor cosa que ser más Papista que el Papa. Se llama Alejandro “Erata” y se define como un “Modesto Detector de Erratas” (en realidad, de modesto no tiene ni la eme minúscula, porque es un tipo soberbio y, lo peor, obsesivo hasta decir ¡ya basta!).
El Erata es insoportable porque no deja texto con cabeza. Cuanto papel cae en sus manos lo corrige, como si de él dependiera el ritmo del universo. Este tal Erata lo imagino como el compa ese que anda por las calles de la ciudad de México colocando tildes a todas las palabras que, en los anuncios públicos, carecen de ellas. ¿Qué ganan Erata y el “Colocatildes” con tales obsesiones? ¡En realidad nada! El mundo sigue igual después de que ellos creen enderezar los caminos chuecos. Pero ¡son tercos!, esto hay que reconocerles.
El otro día invité a Erata a tomar un refresco en el Café que está frente al parque central de Comitán. Lo hice con la intención de que moderara su desmedida afición. Pero él me dijo que Julio Cortázar era también un corrector incorregible. Y ya se sabe que otro de los Alejandros que hay en mí es fan del tal Julito, por lo que, esa tarde, fueron dos contra mí.
Hace meses, Ricardo Cuéllar Valencia me obsequió el primer número de “Horal”, la revista del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes, de Chiapas. No había terminado de agradecer a mi maestro universitario, cuando ya el tal Erata estaba trepado sobre mi hombro urgiéndome a que abriera la revista. Sí, ya saben para qué. Abrí la revista en la primera página y el Erata comenzó, como rata en mercado del París de siglo XVI, a hallar su alimento (es triste que exista un ser que se alimente de los desperdicios, pero así es). Debo confesar que a mí me dio pena ajena porque, en efecto, el Erata terminó panzón de tanto error que detectó en la revista oficial de la Institución “Cultural” más importante del estado.
Desde entonces, cada mes el “comerratas” me urgió a entrar al Internet para “bajar” la revista y darse un atracón con tanta errata hallada. En el mes de julio, como si fuera una de esas lluvias que se negaban a llegar, no hallamos la revista. Para compensar, como si fuera el desbordamiento de aguas en Tabasco, apareció un “número especial” hace pocos días. Erata se emocionó, me jaló de la camisa y me urgió a “bajar” el número. Así lo hice.
¿Debo decir que, si bien el Erata no quedó hinchado del vientre, sí logró satisfacer su hambre? En la primera página hallamos la siguiente “perla” (dijera el célebre Nikito Nipongo): “Hoy el Soconusco está de pié” (si el calor se acentúa ¿por qué no acentuar que esa zona territorial está de pie?, comentó Erata y se la tragó sin ningún miramiento). Porque he de decir que el tal Erata halla en cada errata un poquito de luz que atenúa el desliz de los correctores.
En la siguiente página apareció esta perla: “revista de carácter mensual en esta ocación…” y luego en un maravilloso texto del buen Quincho una tilde se creyó gaviota y voló hacia sus magresales: “Además de ser el más viejo es también el mas corpulento” (Claro, Erata dijo, al Quincho no le hubiera caído tan bien). Y no le hubiera caído bien, porque los poetas son muy estrictos en la buena redacción de sus poemas.
Yo me caía del sueño, así que le dije a mi yo perfeccionista que era hora de dormir. Pero él me dijo: una más, sólo una más. Y, en menos que canta un búho, la halló: “Y yo cavilaba en por cuál malentendido supuso que él prefria las mojarras”. La tomó de un texto de Marco Aurelio Carballo (no sé qué diría el Premio Chiapas al constatar que sus paisanos son maravillosos pues ya inventaron un verbo compuesto con el verbo preferir y el verbo freír, y con ello fríen dos mojarras de un solo anzuelo).
El Alejandro Erata es insoportable, pero no puedo quitarlo de mi vida. Me acompaña a todas partes. ¡Eso sí, él no escribe textos! Dice que así evita que los otros le devuelvan sus propias piedras.
Acá entre nos, diré que conmigo es muy tolerante, porque jamás ha intentando corregir mis textos. ¡Esto es lo que se llama Solidaridad!