domingo, 8 de noviembre de 2009
CUCARACHAS POLÍGLOTAS
"Vayan al patio a estudiar todas las capitales del mundo". Los alumnos de sexto de primaria salíamos del salón y buscábamos una sombrita en los corredores y ahí estábamos dale y dale con Francia, París; Guatemala, Guatemala; El Salvador, San Salvador, hasta que en la puerta del salón el alumno saliente llamaba al entrante. "Molinari, te toca", y el Molinari, arrastrando los pies como cuentan los arrastraban los condenados con rumbo a la guillotina, se dirigía al salón. El maestro, en una esquina del salón, esperaba. El alumno se acercaba haciendo un rápido repaso mental, pero, por alguna extraña razón, las capitales parecían cucarachas y se movían sobre el mapamundi, así cuando el tal Molinari, con la cabeza gacha, comenzaba a buscar la capital del país que el maestro demandaba la pinche ciudad capital ya no estaba y en lugar de decir Estocolmo decía Dublín y entonces el maestro sacaba la regleta, señal inequívoca de que el alumno debía colocar las manos al frente para recibir el castigo. Con el agua en los ojos, el alumno salía del salón, y en la puerta, con voz aguada, decía: "Ramírez, te toca". Mientras el Molinari volvía a tumbarse en la sombrita para continuar con el estudio de las capitales, el tal Ramírez se enfilaba hacia el cadalso.
Y ahora, cuarenta años después, el tal Molinari aún no entiende la lección. Cree, de veras lo cree, que ese martirio fue como una invocación negativa. Odió tanto ese aprendizaje que por ahí se coló un odio gratuito a todas "las capitales del mundo". ¿Por qué nunca ha ido más allá de Chacaljocom (comunidad a dos o tres kilómetros de Comitán)? Pues porque envió malas vibras a París, Roma y Londres desde chiquitío. Eran más de cien capitales, era un conocimiento que rebasaba el disco duro de su mente. Tal vez en este ejercicio también mandó vibras negativas a su memoria, porque ésta (ahora) se empeña en no retener casi nada.
El Molinari anda en la vida como esperando que lo llamen al salón para, de entrada, extender las manos y recibir la regleta por no aprenderse de memoria lo que lee. El Molinari (ahora y desde siempre) lee algo y no "retiene" algo, un poco como acto de rebeldía ante aquellos "reglazos" de la primaria.
Ha comprobado (y tal vez acá está su venganza inútil) que la vida se puede vivir sin saber de memoria los nombres de las capitales del mundo. Se puede vivir tranquilamente sin conocer los datos biográficos de todos los Premios Nobel de Literatura o de todos los Presidentes de la República Mexicana. ¡De hecho le vale un comino saber o ignorar en dónde nació Emilio Portes Gil o si Felipe Calderón es de Michoacán o de Baja California! ¿Cuál es la capital de La India o de Rusia?
En todo caso, si él llegara a necesitar un dato acerca del Presidente de tal país lo buscaría en un libro o en este chunche (claro, el pobre maestro de los años sesentas ¡qué iba a saber de este chunche maravilloso!).
Por esto, cuando el maestro de física en el bachillerato dio un formulario para el examen el alumno pensó que el maestro era un maestro sabio. Él mismo explicó que no quería que sus alumnos aprendieran las fórmulas de memoria (un bonche de fórmulas) sino que supieran aplicarlas. Ah, pucha, qué diferencia.
Pero, bueno, de esto hace ya cuarenta años. No obstante, ahora debo confesar que al momento de escribir esto todavía sentí algo como un ligero temblor pues no recordé el nombre de la capital de Uruguay. Ay, Benedetti, ya te moriste, ya no podés "soplarme" el nombre de la capital de tu país. Chin. El único recurso que me queda es el de levantarme para buscar en el librero o "guglear" y escribir: "Capital de Uruguay". Acabo de hacerlo y -¡qué maravilla!- aparecieron diez resultados de aproximadamente treinta y nueve millones seiscientas mil entradas que hablan de Montevideo. ¡Pucha, qué maravilla!