martes, 3 de noviembre de 2009

DÍAS DE DIOS


Saramago presentó su más reciente novela: "Caín". El Premio Nobel de Literatura suelta una frase común y gastada: "Fuimos nosotros quienes inventamos a Dios a nuestra imagen y semejanza". El nosotros -entiendo- abarca al género humano.
¿Es el hombre el inventor de Dios o al contrario? Por supuesto que la imagen que tenemos de Dios la inventamos "nosotros". Nuestra cabecita es tan simple que nos dio para una imagen bien limitada.
Un lector atento (parece que Saramago lo es) advierte que la descripción del Origen es bien limitadita. Pareciera que Dios hizo únicamente la tierra y no el universo. Digo, el universo en su infinitud.
A mí, como lector, me hubiera gustado leer más acerca de otros planetas, de otras galaxias, pero como los escribanos de La Biblia eran simples mortales pues ya no les dio para más sus cabecitas.
Así pues, Saramago no descubre algo nuevo. Lo que Saramago parece no advertir es que Dios no es la idea limitada que él mismo se impone.
Dios es, en efecto, nuestra imagen y semejanza multiplicada a la infinita potencia. De tal suerte que el resultado final; es decir la Totalidad, ya no tiene nada de su origen. El Universo (el día de hoy) es todo menos lo que fue en un Principio.
Ayer fue día de descanso laboral. Por lo tanto "decidí" pintar. Tenía pendiente una cajita (bueno, lo cierto es que tengo muchas cajitas pendientes). Prendí la radio en este chunche, me puse una bata (es blanca, puede confundirse con bata de doctor o de carnicero) y dejé que los colores guiaran mi camino.
Hacía mucho tiempo que no podía pintar. Cuando vine a ver ya era hora de comer y yo seguía "picado" en lo de la pintada.
¿En dónde habían quedado las horas de la mañana? Me di cuenta que se habían transformado en otra cosa. Al comenzar a pintar, los cuatro laterales estaban blancos y a las seis de la tarde ¡estaban llenos de color!
Cuando Saramago comienza a escribir tiene páginas en blanco. Al final de su jornada están llenas de palabras inteligentes. ¿Qué prodigio hace esa maravillosa conversión?
Saramago tiene su propia respuesta y yo tengo la mía. Ayer fue como un día de Dios. Lo sentí en la lluvia fina que llovió toda la tarde; en el frío que se colaba por debajo de la puerta; en el gato que se tumbó sobre la silla de plástico; en la perra que se puso a molestar al gato (gato paciente porque apenas le suelta dos o tres "manotazos" sin sacar las uñas). Ayer fue como un día de Dios porque la armonía me estuvo rondando todo el día. "Quedó bonito", dijo mi mamá cuando vio la cajita terminada. Y en esas palabras de mi mamá estuvo resumido todo mi día.
¿El hombre inventó a Dios? ¡Por supuesto que sí! El hombre es el inventor del mundo. Como no podía palpar El Tiempo tuvo que inventarlo. Así, de igual manera, no alcanzó a "ver" a Dios por lo tanto tuvo que inventarlo. El hombre es el gran inventor de "Todo" lo que es nada. Porque ¿qué es el hombre ante el infinito del Universo? ¡Nada!; es decir ¡Todo!; es decir ¡Dios!
Ayer fue como un día de Dios. Pinté una cajita simple que, según el decir de mi mamá, quedó "bonita". ¿Para qué más?
A Saramago le tendría que decir que no pude hacer más que pintar una cajita a "semejanza e imagen" de lo que el hombre ha pintado por siglos y siglos. No pude hacer más que seguir la tradición de aquellos hombres que pintaron las cuevas de Lascaux. Nuestra cabeza no da para más. Él mismo -Saramago- no puede hacer más con sus textos. Todo lo que escribe lo hace a imagen y semejanza de lo que han hecho todos los escritores del mundo. No puede más. No podemos más, porque somos limitaditos (dentro de nuestro gran potencial). ¡Otra cosa seríamos si Dios nos hubiese hecho a su "imagen y semejanza"! Seríamos El Todo y el todo de La Nada. Entonces Saramago sería eterno e infinito.
Ni modos, Mago, nos tocó jugar con "la más simple". Y somos tan simples que nuestra cabeza no dio más que para inventar un Dios a "nuestra imagen y semejanza". Si realmente fuéramos grandes habríamos inventado un Dios más infinito.