jueves, 12 de noviembre de 2009

A PROPÓSITO DE CIELOS


Me invitaron a dar una plática acerca de los conceptos de Respeto y de Tolerancia. Paso copia del textillo que preparé para la ocasión.

TOLERANCIA Y RESPETO

La palabra Tolerancia viene del verbo latín: tollere que significa: Déjalo.
Asimismo, la palabra Respeto viene del latín respectus y significa atención o consideración.
Al hablar de Valores tenemos necesariamente que relacionarlos con todo un Sistema. La Tolerancia y el Respeto no tienen razón de ser si no se inscriben en un Corpus de Principios y Valores. Si la Tolerancia es el “Respeto a la diversidad” no puede existir un hombre tolerante sin la comprensión y aplicación del Respeto.
En la actualidad está de moda decir que “La sociedad está perdiendo los valores”. Es una idea equivocada. Los valores son permanentes y universales, por lo tanto no pueden perderse. Lo que ocurre es que la sociedad los ha dejado de lado: ¡están olvidados! Pero esto tampoco es cierto, porque hoy, más que nunca en la historia de la humanidad, se habla de Tolerancia y de Respeto. No obstante, la sociedad actual es intolerante e irrespetuosa.
¿Qué sucede entonces? El enfoque que la sociedad le ha dado a Los Valores es erróneo.
Desde niños aprendemos ambos conceptos, pero no los vivimos.
Recordemos la forma en que nuestra sociedad nos transmite estos conceptos. De niños escuchamos conceptos como el siguiente: ¡Más respeto, que soy tu madre!
En este enunciado queda perfectamente expresado el yerro en que incurrimos. Nos han inculcado ser respetuosos ante “el otro”, Ser tolerantes ante “el otro”; ha sido un poco como si nos dijeran: Vive por y para “el otro”. ¡Acá está el fallo!
Los Valores Universales no son semillas para sembrar indiscriminadamente en los patios traseros de las casas; al contrario, son como gajos de luz que sólo “prenden” en el jardín del hombre.
Benito Juárez expresó: “El respeto al derecho ajeno es la paz” y, en nuestro país, esto se enseña como modelo de Respeto. Pero si lo analizamos con detenimiento suena un poco a: Si no respetas mi derecho ¡te hago la guerra!; es decir, siempre en la supuesta enseñanza de los Valores está implícita una amenaza. Y si algo está opuesto a la imposición es precisamente El Principio Ético.
Todo Principio Ético sustenta su eficacia en La Voluntad y ésta se inserta en el círculo más próximo del Ser. La Voluntad es el motor que impulsa al hombre a trascender el plano de la mera animalidad.
La esencia de un Valor Universal está cimentada en el espíritu del hombre. Antes que el respeto hacia “el otro” (Ser inexpugnable) o hacia “el entorno” (Materia distante) la transmisión de los Valores Universales debe estar dirigida al “Yo”.
Imaginemos una sociedad donde, en lugar de oír: El respeto al derecho ajeno es la paz, escucháramos algo como: La paz nace en el respeto hacia uno mismo.
Cuando un ser humano se apropia de los Valores Humanos no para dignificar “al otro” sino para ser digno él mismo sucede el prodigio que menciona La Biblia: “Todo lo demás llega por añadidura”.
Hemos olvidado que la sociedad no es una masa amorfa de seres. El constitutivo esencial de la sociedad humana es ¡el hombre! Si bien es cierto que cada uno forma parte de un conjunto, nunca el individuo pierde su condición de unicidad.
Ahora bien, ¿Qué beneficios otorga respetarse a sí mismo? ¿Para qué ser tolerante con los “muchos” que somos? Como es lógico comprender, las respuestas a estas dos preguntas están en el interior de cada ser humano.
Un hombre no puede respetar ni tolerar a sus semejantes si no se respeta y tolera él mismo; de igual manera si no tiene respeto hacia su persona es irrespetuoso con los animales, plantas y estrellas que conforman el universo.
Un hombre no puede respetar la Luz de la Creación si no posee dignidad.
Quien carece de Dignidad es apenas algo más que un costal de basura.
Hubo una vez un maestro que respondía al nombre de Reynaldo. Cuando el maestro Rey entraba al salón, algunos alumnos irrespetuosos no le ponían atención a su clase. Una mañana, un grupo de padres de familia recorrió los corredores de la Escuela Preparatoria, un padre, al ver, el descontrol del grupo dijo: “¡Qué falta de respeto para el profesor!”, pero, de inmediato, una madre de familia, en voz baja, comentó: “No, no le faltan el respeto al maestro, se faltan el respeto a ellos mismos”.
Cuando advertimos la degradación que el hombre le hace al medio ambiente, ¿debemos decir que es una falta de respeto para el entorno; o tal vez, de mejor manera, como lo hizo aquella madre de familia de los años setentas debemos decir: “El propio hombre se falta el respeto”?
Parece entonces que la escala de Valores está en relación directa con la manera en que se comportaba aquel bendito maestro de la Escuela Preparatoria de Comitán y en el comportamiento de algunos alumnos. El maestro, a pesar del desorden del salón de clases, impartía su clase con tolerancia hacia aquellos jóvenes que merecían el respeto de un hombre respetuoso.
Los hombres que transforman la sociedad para bien están inscritos en ese círculo de hombres que hacen de la Dignidad el pan suyo de cada día.
¡No le faltamos el respeto a los otros, nos faltamos el respeto a nosotros!