lunes, 31 de mayo de 2010
OBRA TEATRAL
Había una vez un pueblo con una gran tradición artística. La gente caminaba por las calles y escuchaba sonidos de los pianos, violines o marimbas que se desparramaban por los balcones. Adentro de las casas, en las salas y patios, las familias disfrutaban el galano placer de la convivencia. Los caminantes hacían una pausa, apresaban con sus manos esas notas y las embarraban en sus corazones. Sentían sabroso cuando algo como una brasa calentaba su espíritu.
Se sabe que la gente afecta al arte es luminosa. Por esto el pueblo brillaba como brillan los vitrales de Nuestra Señora de París, con una luz sosegada e inspiradora.
El pueblo se llamaba Comitán y se sentía orgulloso de sus artistas, de su gente, de sus corredores llenos de helechos y de sus ventanas como colibríes. La gente acudía al teatro e imaginaba que el mundo era esa sonrisa o lágrima que se desgajaban como manzanas sobre el escenario.
La gente de bien dice que la familia de Marvin Arriaga, directora actual de Coneculta-Chiapas, es comiteca; dicen que ella misma nació en este nido de luz. Quién sabe si ello es cierto, porque el pueblo candelabro también se caracteriza por ser fantasioso y argüenderito. Pero puede que sí sea cierto y que doña Marvin sea cositía. De ser así su familia vive en medio de ese fogón y ella misma recibió la savia de esa herencia. ¿Marvin niña pepenó algún rescoldo de arte a la hora que trepaba a un árbol en “el sitio” o la hora que jugaba a la “comidita” en los corredores de su casa? ¿Marvin niña bajó alguna nube en el teatro de la Casa de la Cultura y con ella forró sus sueños de adolescente y de adulta?
Había una vez un hombre en ese mismo pueblo que escribía cuentos “exagerados”. Una vez escribió un cuento donde las autoridades inauguraron un campo de fútbol bellísimo pero sin porterías. ¿Qué hacían los imitadores del Bofo para jugar fútbol? ¡Claro, las piedras no sólo sirven para hacer cimientos! Los jugadores colocaban dos piedras señalando el lugar de la portería.
Bueno, pues en ese pueblo llamado Comitán, los actuales amantes de “las culturas y de las artes” asisten a un auditorio recién remodelado que no tiene “porterías”. Los actores deben llevar sus “piedras” para demarcar el lugar donde se supone está el telón.
Escribo esto porque, sin duda, doña Marvin no sabe que el auditorio del Centro Cultural Rosario Castellanos fue reinaugurado sin que la obra estuviese completamente terminada. El escenario del teatro que lleva el nombre de la insigne escritora comiteca carece de un telón. Estoy seguro de que la directora de la institución más importante en materia de promoción cultural, ahora que se ha enterado del guión de una obra inconclusa verá la forma de que la gente de su pueblo goce de un teatro digno. Resulta inconcebible advertir que se promueve con bombo y platillo un Festival Internacional con el nombre de la escritora y cuando uno revisa la fachada encuentra un cristal roto.
Había una vez un pueblo con una gran tradición artística. Ese pueblo daba lustre a su país, se sentía orgulloso de sus hijos más excelsos, los que tuvieron la fortuna de desempeñar cargos importantes y nunca se olvidaron de él.
domingo, 30 de mayo de 2010
CONGRESO INTERNACIONAL DE PARTERÍA (Boletín)
En puerta Congreso Internacional de partería y parto humanizado
*Asistirán como ponentes parteras profesionales de diversos países
*Se realizará en San Cristóbal de las Casas, Chiapas del 11 al 13 de junio
El número de partos atendidos en casa han aumentado frente al desproporcionado e histórico aumento de cesáreas practicadas en los hospitales en todo el mundo, pero aún hace falta difundir los numerosos y diversos beneficios de parir en casa sin intervenciones quirúrgicas, sin anestesia ni oxitocina.
Ante ello, por segunda ocasión en Chiapas se realizará el Congreso internacional de partería y parto humanizado al cual asistirá una veintena de parteras tradicionales, enfermeras, doulas, médicos, educadoras e investigadoras de distintas partes del mundo para impartir conferencias y talleres relacionados con el parto desde la sabiduría tradicional y el conocimiento científico.
La coordinadora del Congreso y directora fundadora de Casa de partos Luna Maya, organización convocante, Cristina Alonso Lord, afirmó que recientemente el Centro de Control de Enfermedades de EEUU publicó que la tasa de parto en casa aumentó un 5% en los últimos 3 años; en el Reino Unido también aumentó del 1 al 3 % y en México cada vez se conocen más casos de mujeres que optan por parir en casa.
Este fenómeno está llevando a que parteras, doulas, educadoras perinatales, promotores de salud y médicos, tengan la responsabilidad de conocer y difundir por qué parir es mejor. “Sabemos que es más seguro nacer en casa, que el parto inicie espontáneamente, sin intervenciones, sin anestesia, sin instrucciones a la madre. Sabemos que después de miles de años, la naturaleza sigue siendo más sabia y más confiable que cualquier invento humano”.
Por tanto, este segundo Congreso tiene como objetivos “Compartir nuestro saber ancestral e intercalarlo con nuestro saber científico, reconocer nuestro saber intuitivo y ubicarlo en nuestro saber práctico; activar redes de educación y formación de nuevas parteras para compartir nuestro saber así como conocer el parto normal a partir de la investigación y publicación sobre el parto en casa y la partería”.
Durante el evento, que inicia el 11 de junio y culmina el 13 en la ciudad de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas; asistirán especialistas en el tema como las parteras Whapio Diane Bartlett, Elizabeth Cholow Kirsch, Makeda Kamara, Cristina Galante , Araceli Gil Archundia, Carmen Duran, asi como la doctora en Naturopatía Jacqueline Macgrath, la gineco obstreta Ayde Pacheco, entre muchas otras más especialistas en el tema del parto natural y humanizado, además de especialistas del Instituto de Salud Pública, Lisa Demaria y el Director del Centro Nacional de equidad de género y salud reproductiva de la SSA Dr. Luis Alberto VIllanueva.
Entre los temas a tratar se encuentran: “Manejo de la mujer con diabetes estacional fuera del hospital”, “Experiencia de trabajo de partería con mujeres en situación de violencia”, “Atendiendo partos de nalgas en casa”, “partería quántica y el principio de no molestar””Tratamientos alternativos para infecciones vaginales y papiloma humano” “Siempre vivas parteras, el documental como herramienta política”, “Incluyendo el parto humanizado en el movimiento de justicia social en los EEUU”, entre muchos otros más.
Para mayor información o registro al congreso, puede ingresar a la página del congreso: lunamaya.org/congreso o llamar a las oficinas de Luna Maya al 967 678 3321.
UN FUNDADOR DIJO ADIÓS
Murió el creador de La Familia Burrón. Esto es como decir: El Fundador desapareció. Fundó una familia para la gran familia. Hoy, los cartonistas no fundan familias. Gabriel Vargas representó a una sociedad que fincaba valores en el concepto familiar. Hoy, Jis y Trino dibujan al Santo y a La Tetona Mendoza, individualidades que corresponden a otros valores.
¿En dónde vive la Tetona? Todo mundo sabe que La Familia Burrón vive en una vecindad e incluso reconoce el nombre del callejón donde vive. Es fácil llegar hasta ellos. Los personajes de cómic de hoy no los hallamos a la vuelta de la esquina, no sabemos dónde viven.
La Familia Burrón correspondía a la idea de que el desarrollo de la patria estaba fincado en "el núcleo familiar"; hoy, la sociedad está fragmentada desde su célula principal y el valor esencial es la idea de la individualidad.
A mediados del Siglo XX aún existían familias con siete u ocho hijos o más. Don Gabriel fundó una familia con tres hijos. Pocas son las familias actuales que tienen más de dos hijos. Los Burrón vivieron en El Callejón del Cuajo. Las ciudades actuales carecen de callejones porque son sinónimo de trampas para el asalto, la violación y la malvivencia.
Nuestra sociedad ha cambiado. Los Burrón son un mero referente de tiempos pasados; tiempos donde la imaginación y la candidez podían mostrarnos caminos sencillos. Hoy todo es complejo. Ningún cartonista se propone fundar familias, porque este concepto ya no encaja en el imaginario colectivo.
viernes, 28 de mayo de 2010
INSTRUCCIONES PARA ALIGERAR LA CARGA
1.- Cada quince días ir con el peluquero y pedirle que rebaje tantito nuestras alas.
2.- Limpiar los estantes una vez por mes (se entiende, claro, que nos referimos a los estantes del espíritu; si alguna viga está apolillada se puede sustituir por una hamaca de luz).
3.- Cambiar todas las puertas interiores de la casa, sustituirlas por cortinas de agua.
4.- Caminar todas las mañanas, de preferencia caminar por senderos donde puedan pepenarse piedras que una vez los niños emplearon para matar pajaritos con la honda (tirachinas que le dicen en Argentina).
5.- En casa, inaugurar una pista de aterrizaje para los vuelos de pájaros de las siete y de las ocho de la mañana.
6.- Dedicar la noche del domingo para velar el Mar Muerto.
7.- Diseñar un mapa del universo y bautizar con nombres sorprendentes cada uno de los hoyos negros (ya se sabe que el primer hoyo negro debe llamarse Stephen Hawking).
8.- Poner de moda el lazo con que Judas se ahorcó. Puede usarse como pulsera o como corbata (con ello se evitan complejos de culpa inútiles).
9.- Escribir una serie de cuentos infantiles donde las migas de pan avientan niños sobre la vereda para no extraviarse y hallar el camino de regreso.
10.- Creerse el ogro del cuento, entrar a un colegio de niñas y pedir “dos para llevar”.
11.- Enamorar a una chica anoréxica y “hacerse de la vista gorda” cuando ella no coma.
12.- Todas las mañanas hacer una regla de tres simple: si el entero es un huésped ¿cuántos cuartos a medias hacen un hotel?
13.- Cambiar la vocación de los objetos: que las llaves sirvan para amarrar perros y las cadenas para abrir candados.
14.- Tomar un jugo de Sabines todas las mañanas (no aceptar genéricos, verificar que sea de Jaime auténtico. No hay necesidad de checar caducidad, sus versos son como la miel, nunca se echan a perder).
15.- Entrar a las oficinas de Coneculta Chiapas y preguntar por Tonalá o por Puerto Arista, si un funcionario con cara de guanábana dice que ahí sólo Arriaga, dirigirse directamente a Huatulco o a Zipolite.
16.- Organizar un ciclo con películas de Buñuel. Empezar con “Los Olvidados” y terminar con “Los Recordados” (claro, en medio debe verse “El perro andaluz”).
17.- A la novia regalarle un microondas para que caliente su lívido (recordarle que no debe meter platos de unisel).
18.- Nunca decir “adiós” si puede decirse “¿cuándo volvemos a vernos?”.
19.- Nunca pagar las tarjetas de crédito con deudas de honor, y
20.- Antes de acostarse, rezar el Padre Nuestro con una ligera variante: “…así como nosotros endeudamos a nuestros perdonadores”.
jueves, 27 de mayo de 2010
miércoles, 26 de mayo de 2010
SOBRE LAS ALAS DE FUEGO
El rumor corrió por todas las calles. En el “Hotel Internacional” está hospedado el hombre que vio el ángel. El frente del hotel está lleno de personas que, con avidez, miran hacia el segundo piso. Esperan que Ausencio se asome y los salude desde el balcón, antes de la entrevista que concederá a los enviados de Televisa. Dicen que Susana Solís acudirá y tendrá un enlace en vivo con Loret de Mola.
El rumor cuenta que hace dos noches, Ausencio entró a la cantina, a la hora que salió del taller. Se sentó en la mesa que ocupa siempre, en la esquina más oscura del local, cerca del mingitorio y de la ventana que da al callejón. La mesera se acercó, acarició la mano del ciego y luego se asomó por la ventana y vio al perro atento, debajo de la ventana, en actitud de permanente cuidado de su amo. Ella tomó unos trozos de pan y los aventó por la ventana, oyó cómo el perro los olisqueó y luego los comió. Ausencio sonrió, desplazó su mano sobre la mesa de madera, tomó un trozo de pan y le untó mantequilla. La mesera fue y volvió, abrió la cerveza ante él y aunque sabía que no podía verlo se le hacía un acto de honestidad abrir la botella enfrente del cliente. En los últimos tiempos los clientes desconfiaban de todo, corrían muchas historias de lugares donde a las bebidas les echaban narcóticos y asaltaban a los clientes o los asesinaban para amputarles los órganos.
Ausencio palpó la cerveza y comprobó que estaba helada, al punto. Dio dos tragos generosos y su boca se llenó de espuma. María, con cuidado, le pasó su servilleta por los labios. Ausencio sonrió. Ella lo dejó pues alguien, dos mesas más allá, le pidió una ronda de cervezas. Escuchó unos pasos de hombre y luego el ruido de unas monedas. La rocola comenzó a tocar una canción de José Alfredo. Cerca de donde estaba sentado el ciego alguien comenzó a tararear la canción, con mucho sentimiento, como si tuviera clavado alguna espina en el corazón.
Ausencio supo que “Duque” había terminado el pan y le silbó. El perro ladró, una, dos, tres veces. Ladró de más. El tercer ladrido indicó que alguien se acercaba. Ausencio levantó su cara y aguzó el oído, como si fuera un venado y pretendiera olisquear la presencia de un humano. Su nariz detectó el aroma de un humano, pero no alcanzó a escuchar los pasos. “Duque” volvió a ladrar, el ciego no supo hacia qué rumbo caminaba el desconocido o si se había detenido frente a la puerta de la cantina. El callejón era el paso obligado para ir a San Sebastián, si se caminaba de derecha a izquierda, o para ir a La Cruz Grande, si se caminaba en sentido contrario. Colocó sus manos sobre la mesa y esperó. ¡No oyó algo! El perro se mostraba inquieto y ladró como si fuera medianoche y algún fantasma corriera por la calle.
La cortina de carrizos de la cantina se movió y un hombre entró. Ausencio olió al hombre, olió el sudor de su cuerpo. Llevaba más de diez días sin bañarse; su camino, sin duda, había sido extenuante. ¿Quién sabe desde cuándo anda errante? Pero, por más que intentó oír sus pasos no logró escuchar más que la voz distante, cerca de la barra, al pedir una cerveza, la misma que el ciego tomaba. Sintió el olor más acre y supo que el hombre estaba sentado a pocos pasos de él, sentado en la misma mesa. Ausencio venció un temor inexplicable y volteó hacia donde estaba el forastero y fue cuando supo que era un ángel. La luz que emanaba de él era tan intensa que incluso él, que no se alteraba a la hora que alzaba la cara al Sol, debió cerrar los ojos para que no le hiriera. “¡María!”, gritó, pero la mesera nunca acudió porque todo mundo corría alterado de un lado para otro, se tropezaba en las mesas y contra las paredes.
Al otro día se supo que todos habían quedado ciegos. Nadie sabe explicar qué pasó. Hay rumores de la visita de un extraterrestre, porque tres campesinos juran haber visto “un como platillo volador plateado”. Sólo Ausencio insiste en decir que era un ángel porque tocó sus alas.
Ahora la gente espera que él salga y, ante la televisión nacional, cuente lo que pasó. Mientras tanto, en el Hospital recién inaugurado, catorce personas, doce hombres y dos mujeres, reciben atención médica y se enteran que nunca más volverán a ver porque sus retinas fueron quemadas por una luz intensísima.
martes, 25 de mayo de 2010
LOS INSTRUMENTOS DEL PODER
¿No es posible que la selección mexicana de fútbol renuncie al Mundial? Mario hizo esta pregunta, ayer, después del partido de México contra Inglaterra.
En la final del fútbol mexicano, entre el Toluca y El Santos, la policía de Toluca reportó 130 lesionados y 135 detenidos. No es ninguna novedad decir que los aficionados se enervan y cometen desmanes. Además, el consumo de alcohol y los accidentes aumentan.
La selección mexicana de fútbol no puede renunciar porque, aún cuando medio mundo sabe de su mediocridad, el negocio está en ser un instrumento del poder.
Los escritores de ciencia ficción del siglo pasado imaginaron que el poder emplearía elementos sofisticados para domeñar a las masas. Jamás hubiésemos imaginado que el fútbol, y los demás deportes, serían los principales instrumentos de dominación y control.
A partir del día en que México se enfrente a Sudáfrica el país entrará en la dinámica del tobogán. La realidad real dará paso a una realidad virtual donde los únicos ganadores serán los protagonistas del espectáculo; es decir, los futbolistas, la Federación Mexicana de Fútbol, TELEVISA, TVAZTECA y, por encima o detrás de ellos, el gobierno.
Durante un mes, todos los mexicanos (con honrosas excepciones) estaremos disfrutando nuestro "nembutal".
La historia, lo sabemos, será la clásica historia de la niña Paulette. Nadie será culpable de la derrota de México, todo será un accidente. Nuestro fútbol dará vueltas sobre la cama y quedará entre el colchón y la cabecera.
¿No es posible que la selección mexicana de fútbol renuncie al Mundial para evitarnos la pena y los excesos en bebidas alcohólicas, y los cientos de accidentes y las miles de horas de trabajo perdidas? ¡Ay, Mario, a veces te pasas de inocente!
lunes, 24 de mayo de 2010
ANTES DEL AMANECER
Salimos de la casa con el sol en alto. Salimos en busca de la noche.
Pronto dejamos las calles asfaltadas y caminamos por veredas. Por la temporada de estío la vegetación tenía un color de moneda de cobre. La camisa se nos pegaba como babosa. De vez en vez nos deteníamos en una sombrita y tomábamos agua.
Don Salomón nos había advertido que debíamos salir con luz porque no existe ningún hombre que haya encontrado la noche si sale de noche.
Llevábamos bastimento, consistente en taquitos de tortilla suave con chorizo con huevo, frijoles molidos con queso y chile de Simojovel, huevos duros, salero y cantimploras con agua pura.
Nosotros pensamos que los del pueblo se sorprenderían cuando se enteraran que realizaríamos un viaje en busca de la noche, pero nadie mostró ningún atisbo de estupor. Don Salomón nos advirtió que todo mundo realizaba, cuando menos una vez en su vida, un viaje cuyo objetivo era encontrar la noche.
Luego nos explicó que la dificultad no consistía en hallarla sino en despojarse de ella una vez encontrada. Es como una mujer, nos explicó don Sal, por esto la noche tiene género femenino. Cuando Mario le dijo que también la mañana y la madrugada eran femeninas, el viejo rió y dijo que la luz no oculta algo. La noche, recalcó, es como mujer traidora, es mujer de ojos y cabellos negros que pierde a los hombres en laberintos.
A las seis de la tarde nos sentamos debajo de una pochota, al lado de una encrucijada. Jorge dijo que convenía caminar por la vereda de la izquierda, Mario votó por ir en el camino de la derecha, el que conducía al río. Alfredo, abrió el libro y dijo, con voz impostada: “Se hace camino al andar” y sugirió camináramos por el montarral para abrir brecha e inaugurar un nuevo sendero. Mario ganó porque pensamos que sería buena idea encontrar a la noche bañándose en el río. La idea de Alfredo era una estupidez, ¿quién es el tonto que camina a través de espinales cuando ya otros hicieron el trabajo de desbrozar?
Justo en el instante en que el Sol se ocultó, Mario nos hizo la seña de que nos agacháramos. Por en medio de los bejucos vimos a la noche aparecer. Se desplazaba con la majestuosidad de una pantera, sin hacer el mínimo ruido, se podía decir que levitaba. Se detuvo un instante, como si presintiera la presencia humana, nosotros nos pusimos la mano en el corazón para sosegar sus latidos. Mario estaba emocionado, se limpió el sudor de la frente y dijo en voz baja: “¡Ya la hallamos! Es como una diosa”. Y la diosa se hizo una con la tierra, con la hierba, con el río y con el cielo. Y nosotros sentimos cómo ella nos abrazaba, nos llamaba como si fuésemos sus hijos. Nos acostamos en el suelo, antes que las estrellas aparecieran, antes que el venado bajara a beber agua, antes que la culebra dibujara sobre la arena de la orilla del río.
Al día siguiente, antes de amanecer nos despertamos y subimos al pueblo. Ahora sí todo mundo se sorprendió al vernos. Mario dijo que tal vez pensaron que no lograríamos encontrar la noche. “La hallamos -dijo-, le dimos la mano, la tuvimos así de cerquita”. Don Salomón salió a encontrarnos y nos dijo que todo el pueblo sabía que habíamos encontrado a la noche. El problema es que aún no nos habíamos deshecho de ella.
Y acá seguimos, a mitad del parque, sin saber cómo despojarnos de la noche.
sábado, 22 de mayo de 2010
LOS TEMBLORES INICIALES
Mario entró a la librería y, sin aviso, preguntó: “¿Cuándo fue tu primera vez?”. Dos clientes voltearon a verme, y abrieron sus bocas como abiertos estaban los libros en sus manos. En Mario había una urgencia. Era como si su espíritu se estuviera orinando y no resistiera más. Me senté en la banca de madera y a Mario le dije que me acompañara. Se sentó, se limpió la frente con un paliacate y esperó la respuesta.
La respuesta, lo sabe medio mundo, no es única. ¿La primera vez de qué? Los dos clientes se decepcionaron ante mi silencio y volvieron a los libros que curioseaban. Afuera llovía intensamente.
Para don Eusebio, dueño de la librería, es bueno que llueva. La gente que se ve atrapada en el diluvio de la calle entra a la librería y, a veces, compra algo. La lluvia es buena promotora de la lectura.
¿La primera vez de qué? No sé los demás, pero yo no tengo buena memoria. No recuerdo con precisión el instante en que vi el Sol por vez primera, el instante cuando una niña bonita tocó mi mano por primera vez. Es más, no sé cuándo alguien me preguntó por primera vez cuando fue mi primera vez. Es una pregunta tan sobada, que a veces pienso nunca hubo una primera vez.
¡Miento!, sí recuerdo la primera vez que estuve frente al mar. No sé qué mar era, pero sí recuerdo la ola de asombro que me cubrió.
Miento, sí recuerdo la primera vez que mi papá ya no estuvo a mi lado. Caía una llovizna en el instante en que su ataúd era enterrado.
Pero no sé cuándo leí la primera palabra, cuándo balbuceé la primera letra, cuándo dejé de gatear y logré hacer mi primer “solito”.
No sé en qué momento descubrí el fuego por primera vez, ni cuándo tuve mi primer sueño, ni cuándo entré a la primera cantina.
No recuerdo a la primera muchacha bonita que me dejó tocarle un pecho; tampoco recuerdo el momento en que tuve sexo por primera vez. Recuerdo, en cambio, la primera vez que fui al prostíbulo, entré al cuarto con una chaparrita simpática y no logré hacer algo porque no tuve una erección. Recuerdo el día, más bien la tarde, en que recibí el documento de pasante en la facultad.
Conforme pasan los años voy recordando más “primeras veces”. Pero no recuerdo la primera vez de muchos actos. Es triste, porque los entendidos dicen que nuestro Ser está marcado con las primeras acciones. Mis complejos más acendrados tienen su origen en la primera vez que tuve miedo en la oscuridad de un cuarto, en la primera vez que cerré los ojos ante el peligro, en la primera vez que no me atreví a cruzar el puente.
Dejó de llover y los potenciales clientes dieron las buenas tardes, agradecieron y salieron sin comprar nada. Don Eusebio sonrió y siguió fumando. Mario se paró, volvió a sacar su paliacate, se lo colocó alrededor de la nuca y se despidió. Don Eusebio sonrió y siguió fumando. Me di cuenta que la pregunta de Mario no era urgente, fue un simple pretexto para pasar el aguacero a cubierto. Me di cuenta que no era la primera vez que me hacían la pregunta. Es una pregunta tan sobada. ¿Cuándo fue la primera vez que pensé esto?
viernes, 21 de mayo de 2010
BANQUETAS MÁS SEGURAS
Remozan la avenida central de Comitán. Un buen tramo, de la esquina donde estaba el "Café Gloria" (casi enfrente de la casa de Doña Lolita Albores, mujer maravillosa, quien falleció hace algunos años) hasta la esquina del templo de El Calvario, recibe una manita de gato, pero de angora, porque está quedando muy bien. Hasta donde ha sido posible, los urbanistas armonizaron las fachadas y hoy ese espacio tiene una imagen mucho más digna.
Corrió el rumor de que "forrarían" con laja las banquetas. La mayoría de comitecos no estuvo de acuerdo con tal medida, por el riesgo que para los peatones implica. Por fortuna, no fue así. Ayer aproveché caminar por ahí y hallé que las banquetas únicamente tienen laja en las orillitas. En el tránsito peatonal están colocando piedrín y cemento, una textura antiderrapante que no contraviene con el entorno arquitectónico.
Si en algún instante el rumor tuvo fundamento, parece que la autoridad municipal escuchó a la mayoría que solicitaba se evitara el desacierto. ¿En Comitán "el peatón es primero"? Pues ahora me corresponde decir que ya se dio el "primer paso" en firme para creerlo. La sensibilidad de la autoridad permitió que, de ahora en adelante, cuando menos en ese tramo, los peatones puedan caminar de manera segura sobre las banquetas (ojalá que las entradas a las cocheras tengan soluciones correctas). Felicidades pues al Presidente Municipal. ¡Con decisiones de esta naturaleza, Comitán sale ganando! ¡Ganamos todos!
jueves, 20 de mayo de 2010
FOR KIDS
Mi mamá me puso el suéter y salimos. La tarde era luminosa, la luz caía como una lluvia de pétalos. Yo tenía ocho años y estudiaba el tercero de primaria. Iba emocionado, porque entraríamos al cine. Era domingo: día de cine. Llegamos al Cine Comitán y, mientras mi mamá compraba los boletos, me entretuve en los cartelones de las películas por exhibirse. Siempre encontraba un mundo diferente al que tenía a la mano. Por el cine supe que existían ciudades que tenían edificios de muchos pisos (rascacielos le llamaban en ese tiempo); supe que no sólo perros y gatos habían en las calles; en un lugar de la India una retahila de monos trepaba sobre todos los techos de las casas. Por el cine supe que existían mujeres como Brigitte Bardot; que había algo que se llamaba mar y que ahí navegaban trasatlánticos. Por el cine supe que en algún lugar de África vivía Tarzán, el rey de los monos; y que Marte estaba lleno de marcianos que viajaban a la tierra para llevarse terrícolas y hacer experimentos con ellos. Pero Santo, el Esmascarado de Plata, estaba ahí para salvar a Lorena Velázquez y evitar que los marcianos hicieran travesuras interplanetarias con ella.
Mi mamá me llamó y me dijo que ese día no entraríamos al cine porque la función era "Sólo para adultos". Exhibían "Los Olvidados" de Luis Buñuel, y ya el Padre Carlos, en misa de siete, había dicho que la clasificación de la cinta era "C" y esto significaba que los niños no podíamos entrar. Mi mamá me llevó al parque, me compró un helado y nos sentamos en una banca. Luego llegó mi papá y se enteró de la restricción. Él esperó que termináramos la nieve y luego nos dijo que entraríamos al cine. El taquillero vendió los boletos, porque ya todo quedaba "bajo la responsabilidad de mi papá"; es decir, mi papá (por aquello de la patria potestad)poseía la capacidad para transformar el letrero de "Sólo para adultos" en algo como "Sólo para adultos y niños acompañados de sus papás".
Mi papá no se equivocó (nunca se equivocaba). Por el morbo fue una de las películas que más atención puse y transformó mi visión del arte. Por el cine conocí que la vida también está llena de "olvidados" y esto lo aprendí a los ocho años, gracias a mi papá. Que Dios bendiga el séptimo arte, que bendiga a Buñuel y a mi papá.
miércoles, 19 de mayo de 2010
CARTA A DÁMARIS, DONDE SE CUENTA DE CÓMO EL CIELO ES AZUL
Querida Dámaris, esta columna periodística es una ventana donde se asoman los lectores; por esto, un principio básico establece su uso estricto para asuntos públicos. Pero vos y mis lectores y yo sabemos que, por la frecuencia en que nos vemos, somos como una familia; así pues, ahora uso esta columna para un asunto particular y lo hago con una garganta en el nudo. Con ese nudo que el destino te acaba de engarzar para siempre.
Me enteré la tarde de sábado, una tarde lluviosa. Acababa de regresar de un viaje al Parador Museo Santa María. Encendí la computadora y entré al blog de Luis Daniel Pulido y ahí leí un poema bien bonito que él te dedicó. En tres versos estaba descrito el nudo: “Supe, a eso de las dos de la tarde, / y por Nadia Villafuerte, / que tu mamá murió”.
Luis Daniel lo supo por Nadia y yo lo supe por él. ¿A vos quién te avisó? ¿Qué mano tomó tu mano para advertirte el instante en que la luz de tu mami se apagó en el cuarto?
Te escribo como si las palabras fueran un rescoldo de fogón, como si fueran aves posadas en el árbol que ahora crece solo en medio del patio. Te escribo porque sé que mis lectores y tus lectores también prenden una vela para acompañarte en este instante.
El poeta lo supo por la escritora y yo lo supe por la palabra del poeta. Por esto, ahora intento este abanico de palabras para avivar el fuego del anafre que es tu corazón. Pero vos y yo y Luis Daniel y Nadia y nadie sabemos que no hay palabra que sirva como vela para impulsar el barco de la ausencia de tu mamá; vos y yo sabemos que el cielo es azul de día, cuando el sol juega, pero ¿adónde se va la luz cuando los ojos se cierran? ¿Adónde está ahora el sueño de la vida?
Las palabras no sirven de nada. La palabra del hombre es como él: ¡frágil! Frágil el lazo que detiene el columpio, el tablón del desván, el puente que une dos orillas. Frágil el cristal de la ventana, el espejo del armario, el hilo de la memoria. Frágil la taza donde bebemos el café, el alambre donde intentamos el equilibrio, la distancia entre la luz y la sombra. La palabra es como el agua, se evapora con el más leve toque del fuego.
Los hombres somos frágiles, por esto enredamos nuestra garganta en el nudo, como si nos soñáramos canarios y nuestro canto pudiese ser el hilo infinito.
Vos y yo sabemos que no hay palabra brasa, no hay palabra ungüento. Los que saben dicen que el vacío lo calienta el agua del tiempo. Mientras eso sucede, ahora que la teja de tu techo está húmeda, podés invocar el silencio, porque ahí está la palabra de Dios. La única que no tiene asideros en gargantas ni en nudos; la única que es como el hielo eterno.
Sé que nuestros lectores disculpan que esta Arenilla cuente algo tan tuyo, tan infusión de tu alma. Lo sé, porque después de nada, cada vez que una madre se ausenta algo de la luz de este mundo se extravía.
Ahora vas a querer tocar la mano de tu mamá y tu mano se quedará suspendida en el vacío. No intentés, querida Dámaris, palpar las alas de tu mami en el exterior. ¡No la hallarás ya más! Poné la mano en tu corazón, ¡ahí está tu mami luminosa! A partir de hoy ahí estará siempre. Los humanos nos resistimos a aceptarlo, pero Dios es misericordioso y nos hace la travesura del enroque para que siempre, siempre, la luz de los ausentes brille en nuestro interior ¡por toda la eternidad! ¿En dónde más cerca el corazón de la madre que en el corazón de la hija? Un abrazo, bonita. Un abrazo con todo mi afecto para vos y para los lectores que son generosos y permiten estos abrazos íntimos en público.
martes, 18 de mayo de 2010
UNA CLASE DE HISTORIA
Un rumor como de abejas comenzaba a volar por el salón. El Director y dos maestros entraban, los maestros cargaban las cajas con los libros. Los alumnos nos veíamos de pupitre a pupitre, emocionados. El Director decía algo respecto a la maravillosa oportunidad que teníamos los alumnos mexicanos al gozar de los libros gratuitos y, de manera simbólica, colocaba un juego de libros sobre el pupitre más cercano. Los alumnos aplaudíamos. Nuestro maestro nos recomendaba que lleváramos forrados los libros para el día siguiente. Esa tarde, en todas nuestras casas, las mamás ayudaban a forrar los libros, con papel manila amarillo (el inútil de Romeo siempre los forraba con un color rojo quemado horroroso).
Siempre pensé que el libro de historia tenía que ser ilustrado, como las historietas que acostumbraba leer. Pensaba que si la historia de la Independencia y de la Revolución nos fuera entregada en folletos como los de Los Super Sabios o los de Kalimán nadie reprobaría en Historia de México.
El libro de Historia Universal traía un mamut atrapado en un inmenso hoyo que había hecho el grupo tribal. Era ejemplo de cómo los grupos humanos habían hecho gala de su ingenio para cazar animales enormes. A mí siempre me causó tristeza el pobre animal con heridas causadas por varas puntiagudas. El libro de Historia de México traía una imagen de la revolución, con grupos armados, luchando por la patria. Los alumnos debíamos reverenciar esa violencia pues gracias a ésta nosotros vivíamos en un país libre. Y para colmo de males, todos cantábamos, en el homenaje a la bandera, un himno que nos recordaba que "al grito de guerra...el cielo un soldado en cada hijo" había dado a la patria.
Y el domingo íbamos a misa y ahí nos decían que era más fácil que pasara un camello por el ojo de una aguja que un rico entrara al cielo. Y nosotros, en la confusión total, no sabíamos si este cielo de los camellos era el mismo cielo que nos había concedido el "honor" de ser soldados defensores de la patria.
Pero lo que sí gozábamos eran los libros nuevos. Sacábamos los libros y los hojeábamos, página por página, sorprendiéndonos ante las ilustraciones llenas de color y ante ese olor mágico que tienen todos los objetos novedosos.
Ahora nos sorprendemos por la violencia que existe en las calles, pero, una cosa es cierta, los niños de mi generación aprendimos que sólo así se hacían los cambios trascendentes en este país. Ahora, parece, es una violencia gratuita porque no reinvidica ningún valor social. Ahora la gente mata por intereses particulares. Y ya nadie sabe quién promueve esto. ¿Qué dirán los libros gratuitos del futuro acerca de estos tiempos?
lunes, 17 de mayo de 2010
INSTRUCCIONES PARA NO LEVANTARSE TEMPRANO
1.- Cambiar el plumaje cada noche y jugar a que uno es un águila (si es aficionado al fútbol puede también imaginar que es chiva o puma o jaguar, total, se trata de recordar el parentesco animal).
2.- Nunca hacer las divisiones de la casa con malla de gallinero.
3.- Diseñar una bandera donde el color predominante sea el color del agua de los sueños.
4.- Aunque suene medio mamila es necesario cambiar el nombre de Morfeo por el de Morbonito.
5.- Que los pronósticos meteorológicos siempre contemplen precipitaciones en la madrugada y muchos sueños húmedos para el amanecer.
6.- Imaginar que la Torre Eiffel es una damnificada y uno debe ayudarla a cruzar el Sena.
7.- Iluminar las cuevas de Altamira y de Lascaux con luciérnagas del Cañón del Sumidero.
8.- Descubrir que los puentes rotos también unen, de igual manera que los corazones rotos forman hileras de deseos.
9.- Cambiarles a todos los micrófonos las pastillas (se suplica que nunca se sustituyan por mejorales o por esas nefastas pastillas efervescentes, menos por las del día después que fallan a cada rato).
10.- Recostarse en el pasto y pensar que el aire es la almohada y que el viento es el sueño que no descansa.
11.- Con alcohol frotarse el cuerpo del delito.
12.- Cuando haya “casa llena” batear de hit para que el “jardinero central” se entretenga (si la imaginación es magra, puede usarse el clásico conteo de ovejas).
13.- A fin de modificar la rutina, colocarse la corbata debajo de la camisa, como si siempre estuviera uno con la soga en el cuello.
14.- Construir una escalera que no sirva para subir ni para bajar.
15.- Remodelar la casa y, en lugar de sala, construir un escenario donde cada noche uno se sienta la estrella principal.
16.- Hacer el amor con la pareja, no con el “pelo suelto” sino con el cabello preso.
17.- Reunir muchas ovejas y, en lugar de ponerlas a brincar cercas, invitarlas a un reventón.
18.- Como se hacen caminos al andar, sacar una silla a la vera del camino, prender un cigarro y ver cómo los demás construyen los caminos.
19.- Podar los rosales de la casa y hacer un ramo de espinas para quien se atreva a interrumpir tu sueño, y
20.- Tomar re-frescos con los re-podridos.
domingo, 16 de mayo de 2010
LA VIDA EN UN TABLERO
La historia es verdadera. Un maestro logró su plaza por el ajedrez. En un concurso, el maestro -experto en ajedrez- jugó una partida con varios niños. Uno de éstos le pidió unas clases y el maestro se las dio de manera generosa, sin cobrarle un solo centavo. El papá del niño aspirante a ser el Bobby Fischer de este siglo se presentó con el maestro y le agradeció el tiempo y el conocimiento compartidos. En la plática salió que el maestro cubría interinatos y no gozaba de una plaza. El papá del niño le pidió papeles y tiempo después el maestro fue notificado que ya contaba con una plaza en el magisterio estatal. Cuando el maestro me contó su historia la contó como si dijera: al ajedrez se lo debo todo (un poco como aquel boxeador mexicano que decía que todo se lo debía a su manager y a la Virgencita de Guadalupe).
Esta es la historia de una pasión. El maestro, desde niño, se apasionó de ese juego maravilloso. He sido testigo de cómo él practica diversos movimientos sobre el tablero; investiga en libros especializados y se sabe de memoria las más memorables jugadas de todos los tiempos.
Si alguien, hace años le hubiera dicho que su pasión lo llevaría a obtener una plaza de la manera más extraña ¡no lo hubiera creído!
Eso no fue más que una compensación que la vida le otorgó por darle tanta luz a su pasión. Los hombres que entregan todo sin esperar nada a cambio ¡reciben!
Uno no sabe dónde brincará la liebre del azar. Su generosidad le fue recompensada con una certeza.
El otro día lo encontré solo sin un tablero al frente y quise cotorrearlo, le dije que por primera vez no estaba metido en su onda, pero él, dos segundos después, me volvió a sorprender, porque me enseñó un aparato electrónico que tenía en la palma de la mano: ¡estaba jugando una partida!
sábado, 15 de mayo de 2010
viernes, 14 de mayo de 2010
POR LOS CAMINOS DEL ATARDECER
Me encantó lo que dijo don Alfonso: “No, no, ya no puedo ir con ustedes. Yo ya camino por los caminos del atardecer”. Sus hijos lo invitaron a ir a Sudáfrica para apoyar a la selección nacional de fútbol.
Don Alfonso verá el mundial por la televisión. Mientras sus hijos echan porras en vivo, él las echará de manera virtual.
El viejo es de “armas tomar”; es decir, siempre toma la vida por los cuernos. Tiene setenta y tres años, pero como si fuera un adolescente: nada todas las mañanas en la alberca de su rancho; monta caballo; asiste a las “hierras” y capa uno o dos toros; come las “criadillas”; echa su trago y, como es viudo, de vez en vez se refina a una muchacha bonita del rancho a quien le regala cortes de tela y caja de galletas (como si fuera hacendado de inicios del siglo XX). Pero, así como es de “armas tomar” también es consciente del instante que vive. Por esto me gustó cuando dijo que él ya camina por los caminos del atardecer. Son caminos donde la luz es como reflejo de un campo sembrado con trigo. Cuando lo dijo pensé de inmediato en las pinturas de Van Gogh. Los cuadros de Vincent siempre me han provocado una luz sosegada.
Por encima de cualquier hora del día, me gustan las tardes. Esa hora en que el sol comienza a declinar. Jamás he visto al crepúsculo como símbolo de decrepitud. Al contrario, lo veo como el proceso normal del día, con la misma intensidad del amanecer. Si don Alfonso dice que camina por los caminos del atardecer es porque ya caminó por los del orto y los del mediodía.
El otro día me contó que ha visto en tele todos los mundiales, desde 1970. ¡Ha visto diez mundiales!, y va por el onceavo. Y esto es así porque antes del mundial del setenta, en Comitán no había televisión. El viejo disfruta ser espectador. Cuenta que nunca jugó fútbol, pero sí ha sido un espectador de “hueso colorado”. De joven jugó basquetbol en la cancha “José Pantaleón Domínguez”, dice que fue compañero de juego de Roberto Bonifaz Caballero y de Jorge de La Vega Domínguez. Don Jorge, igual que él, camina por los caminos del atardecer; y don Roberto ya camina por los caminos de la luz infinita.
Es tan aficionado a ver el fútbol por la televisión que ya tiene todo preparado para ver el partido inaugural entre México y Sudáfrica. Como en su casa tiene un cuarto especial con una de esas teles con súper pantallas ya mandó participaciones a quince de sus mejores compas para que lo acompañen. En el cuarto tiene un refrigerador que siempre está lleno de refrescos; un estante con bolsas de papitas, salsas y dips. El cuarto está junto al patio de servicio y ahí tiene un asador para las carnes. En fin, todo está listo para la fiesta. Sus amigos saben que ahí nadie toma bebidas alcohólicas. Don Alfonso recibe a medio mundo con el corazón abierto, les sirve platillos exquisitos como botana, pero no ofrece ninguna bebida alcohólica, bueno, con decir que no acepta ni una cerveza de esas que tienen cero grados de alcohol. ¡Nada!
Lo único que no le pregunté a Don Alfonso es el horario de los juegos. ¿A qué hora será la transmisión? Lo digo porque en una ocasión, cuando vivía en Puebla, me tocó ver un Mundial cuyos partidos los veíamos en México en la madrugada. ¡Qué poca educación!
jueves, 13 de mayo de 2010
LA TRISTEZA DEL MUNDO
Salieri siempre vivió frustrado, nunca alcanzó el genio de Mozart. Mi papá decía: "Donde hay buenos, hay mejores". Pero, ¿qué pasa con esos buenos o con esos mejores que siempre quieren ser más? Cornelius, protagonista del cuento "La tristeza de Cornelius Berg", de Marguerite Yourcenar, no acepta que Dios sea el mejor pintor del universo. No lo acepta, porque al final del cuento sostiene que Dios debió limitarse a pintar paisajes. Esto lo dice porque el hombre encargado de enseñar a los visitantes un jardín maravilloso es tuerto y su ojo siempre está lleno de moscas. Cornelius quiere decirnos que Dios es imperfecto por haber hecho esos seres deformes y podridos. Cornelius fue contemporáneo de Rembrandt, es, entonces, un caso semejante al de Salieri, siempre estuvo a la sombra del genio del claroscuro. Su frustración le impide ver que en lo más imperfecto del universo camina oronda la perfección.
Veo, a cada rato, hombres que viven frustrados. Políticos que no alcanzaron sus sueños de llegar más alto (aún cuando no se sabe en dónde está la cima de ello); y millonarios que desean poseer más bienes materiales.
Esta frustración hace que el mundo tenga fracturas. Antes que apareciera el hombre sobre la tierra el mundo marchaba bien. La frustración crea ansia de poder. La ambición de las naciones crea catástrofes como la reciente fuga de petróleo en medio del mar. ¡No hay nada que justifique el deterioro ambiental y sin embargo...!
El problema radica en que el hombre no se conforma con los dones que la naturaleza le proveyó. Siempre quiere ser más. Son millones de Salieris que ambicionan poseer el genio de Mozart; son millones de Cornelius que viven tristes porque no son como Dios.
miércoles, 12 de mayo de 2010
CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO LOS SILLONES DUERMEN DE MÁS
Querida Mariana: tío Mariano contaba la historia del sillón dormilón. Ah, qué cuento más bonito. No recuerdo bien cómo iba, pero la cosa es que el sillón -Salomón, se llamaba- era muy flojo y despertaba alterado cada vez que alguien se sentaba sobre él. Su mamá siempre lo regañaba y le decía que su misión era estar despierto para cuando alguien requiriera de él, pero al tal Salomón le disgustaba tener que ser un esclavo. Le enojaba que alguien, a la hora que fuera, no tuviera piedad y lo despertara al depositar su anatomía. Por esto, un día se le ocurrió rasgar sus vestiduras a fin de que los resortes brincaran y nadie volviera a sentarse sobre él. “¡Ah, pensó, seré feliz el día que todo mundo me ignore!”. Convocó a sus amigos ratones, les contó su deseo y ellos hicieron su labor. Por las noches, a la hora que todo mundo dormía en casa, los ratones salían de su escondite, corrían de puntillas por el corredor, entraban a la sala y le daban duro al tapiz de tela de color amarillo con flores azules (parecía un cuadro de Miró). Hubo una noche que debieron laborar horas extras a fin de que en la mañana del domingo el sillón estuviera inservible. Cuando la señora de la casa entró a la sala dio un grito que despertó a medio mundo. Todos acudieron presurosos y hallaron a la señora sobre una silla. Estaba aterrada, señalaba con el índice el grupo de ratas que había acabado con el sillón. El sillón estaba feliz porque, como si fueran dientes en medio de una sonrisa, todos los resortes estaban expuestos. Tal como el sillón lo predijo, los sirvientes de la casa lo llevaron a la bodega y lo aventaron al lado de objetos inservibles.
Cuando el tío Mariano llegaba a este momento de su narración nos veía fijamente a todos y guardaba silencio. Los niños a su alrededor le urgíamos a que acabara el cuento, pero el viejo mordía un palillo de madera y sonreía. “Adió, jodido, el cuento acaba ahí”. Se paraba y desde la puerta preguntaba: “A ver quién es el gallito que le encuentra la moraleja al cuento” y desaparecía. Mario, quien siempre fue un niño precoz, doblaba su brazo con cierto coraje y, entre labios, le mentaba la madre al tío. Todos nos quedábamos con la misma sensación. “Moraleja, moraleja -Mario decía-, las fábulas tienen moraleja, no los pinches cuentos”. Y nosotros, María, Juanito y yo, asentíamos. ¡Los cuentos cuentan!, y punto.
El otro día intenté darle un final al cuento del sillón Salomón, pero no lo logré. Más bien le encontré la moraleja: “No dejes que alguien se siente sobre ti, siempre”. Los demás se pueden recargar en vos para descansar un rato, pero nunca permitás que te agarren como sillón. Porque hay gente abusiva que, sin importar la hora, te quieren agarrar de sentadera. ¡Mandalos a volar, Mariana!
P.D. Fijate, Mariana bonita, que hace dos días fuimos a la casa del abuelo, entramos a la bodega y hallamos a Salomón; es decir, el sillón no es producto de ficción. Ahora sí que como dicen los clásicos, la historia del tío estaba basada en hechos reales. El sillón estaba encima de una montaña de cajas deshechas y de sillas sin patas. María, quien siempre ha sido muy inocente (en el buen sentido infantil), le preguntó al sillón si estaba contento ahí adentro, en medio de la oscuridad y de la soledad total. Cuando salimos, me acerqué a María y, con inocencia pueril, le pregunté qué le había respondido Salomón. Mi afecto me vio con carita de canario y me dijo que el sillón estaba triste, extrañaba la presencia de los humanos. ¿Mirás, Mariana? Ahora tendré que modificar la moraleja. Bien dice el Maestro Jorge: “Todo es un atole”.
martes, 11 de mayo de 2010
TODOS LOS TIEMPOS
"Cada cosa en su lugar", decía la abuela Esperanza. Y mientras fuimos niños acatamos su mandato: colocamos los trastes en un trastero, las sillas en el suelo y los focos pendiendo de cables ensartados en el techo. Un día, a Mariano se le ocurrió, sólo por travesura (cuando ya éramos adolescentes), cambiar el orden de las cosas. Al principio la abuela no se dio cuenta porque la casa era enorme. Mariano le puso pegamento a las patas de una silla y la pegó en el techo de la bodega. Todas las mañanas entrábamos a la bodega y a la hora que Mariano encendía la luz, todos los niños mirábamos al techo para ver cómo la silla seguía suspendida del techo. Pero las leyes de la naturaleza siguen su curso y una tarde oímos un estruendo. Los niños nos quedamos viendo y supimos que la silla había caído atraída por la fuerza de gravedad. Mariano, muy formalito, dijo: "No podemos cambiar el orden de las cosas" y volvimos a acatar las disposiciones de la abuela. Ahora ya estamos grandes, pero Mariano, de vez en vez, recuerda su natural rebeldía. Entra a la casa, se sienta sobre una silla de mimbre y dice que deberíamos intentar cambiar. Alfonso dice que ya estamos viejos, que la abuela tenía razón: cada cosa debe estar en su lugar. Entonces Mariano se enoja, apaga el puro sobre el descansabrazos de la silla (sólo por joder) y nos pregunta: "¿Nosotros estamos en el lugar correcto?". Alfonso se saca el as de la manga y le responde con el clásico: "Nosotrros no somos cosas", y el tema se olvida. Platicamos de otra cosa, pero sabemos que cada uno piensa que hay una posibilidad de cambiar el orden de las cosas, pero ya no estamos en edad de hacerlo. Esto le tocará a los jóvenes, pero quién sabe. Hasta la fecha no he visto a ningún joven que intente modificar lo que decía la abuela. Todo mundo coloca las sillas sobre el suelo; todo mundo se sienta sobre ellas.
lunes, 10 de mayo de 2010
INSTRUCCIONES PARA TENER SUEÑOS DE AGUA
Con un abrazo para todas mis lectoras que son madres o que sueñan con serlo.
1.- Bailar el Lago de Los Cisnes, con movimientos de cocodrilo en el mar.
2.- Recordar que, si bien todos los ángeles tienen alas, no todos los que tienen alas son ángeles. Jamás un zopilote será un arcángel, por ejemplo.
3.- Organizar una orquesta con animales. Que las palomas toquen flautines y los osos hormigueros tarolas (estos últimos deben tener cuidado de no matar más de mil hormigas en cada tarolazo).
4.- Imaginar que el embarcadero de Chiapa de Corzo es la Plaza de San Marcos y llenar con góndolas el Cañón del Sumidero.
5.- Descubrir que la obesidad infantil de México tiene raíces en profundos mitos. Siempre se nos dijo que los niños vienen de París y en París está el río ¡Sena! Es como un reflejo automático de Pavlov.
6.- Hacer una peregrinación a La Villa, con un grupo fan de Zapata.
7.- Colocar como Fondo de Pantalla un pétalo de agua que se deshace en el espejo.
8.- Comer una sopa de cebolla con una cuchara que tenga un hueco en medio.
9.- Subir a la luna y preguntarle si en su lado oscuro también tiene tatuajes.
10.- Hacer un congreso de “Grafiteros Anónimos” al lado de la Muralla China (¡a ver cuántos recaen!).
11.- Recostar a la amada completamente desnuda, con los ojos cerrados y pedirle que se convierta en una mujer Modiglianni (si al tercer intento no lo logra, botarla en el basurero adonde van a dar todas las Picassos que en el mundo han sido).
12.- Hacer una limonada con agua de mar (únicamente debe tenerse cuidado en que no vaya una medusa o un tiburón adentro del vaso).
13.- Construir un acuario con peces transparentes. Cuando el agua se evapora, los peces ni se dan cuenta porque siguen nadando en el agua del aire.
14.- Jugar bolos, pero para hacer más interesante la jugada, sustituir la duela del piso por una carpeta empedrada.
15.- Retomar el ideario de San Francisco de Asís y caminar descalzo por las calles de Tuxtla Gutiérrez, a las doce del día.
16.- Ir a Chiapa de Corzo y, en lugar de pozol, pedir una jícara llena de luz de las once con veinte de la mañana.
17.- Llevar un contrabajo en la parte más alta del cerro Nehuestic e interpretar Las Cuatro Estaciones.
18.- Postrarse ante el prodigio del viento y rogar porque en El Valle tengan la misma actitud humilde.
19.- Leer, con mucho cuidado, un libro que esté hecho con hojas de rasurar, y
20.- Cuando veas las barbas de tu vecino cortar ¡ofrécele la nueva rasuradora Philips!
domingo, 9 de mayo de 2010
ETERNIDAD
Lo importante es que la vida continúa. Una de estas tardes murió La Tasha, la perrita que nos acompañó más de diez años. Ella era poblana y se volvió comiteca. Se fue como llegó: de improviso. En la mañana le di su fruta (todas las mañanas celebraba que le aventara trozos de mi desayuno. Ah, nunca vi a alguien celebrar tanto el maná que le llegaba del cielo), pero cuando regresamos del trabajo la encontramos mala. Paty me dijo que estaba fría. La llevamos con el veterinario y éste nos dijo que, en efecto, estaba muy mala. En la noche el veterinario nos habló para decirnos que había muerto. Nos pusimos tristes en casa. Ayer, Paty trajo a La Pigosa, una perrita que es cruza de chihuahueño con maltés, bien comiteca, tanto que su ladrido, por el momento, tiene el cantadito que tenemos los comitecos cuando hablamos. Como es perrita de esta generación, cuando crezca se le quitará el cantadito y adoptará el tono con que los jóvenes hablan el día de hoy. Todos estamos contentos en casa, menos El Misha, nuestro gato que también nació en Puebla. El Misha está "chipi", en una rara mezcla de asombro, nostalgia y encabronamiento. Vio invadido su territorio, de la noche a la mañana. Ahora que escribo esta Arenilla, La Pigo juega en la sala con un muñeco de peluche que pretende ser el sustituto de su perra madre, mientras El Misha ya salió al patio para ver qué novedades le depara el día, aunque (no podrá ignorarla) la novedad es la perrita. Tal vez algún día se hagan "compas" como compas fueron La Tashita y él. Mientras tanto la vida continúa y esto es la maravilla que encontramos en el patio esta mañana.
sábado, 8 de mayo de 2010
A LA VUELTA DE LA ESQUINA
La poeta Marvey Altuzar me dio algunas fotografías de hace algún tiempo. Abrió su bolso y sacó un bonche que, como en botica, tenía de todo. Yo le había pedido algunas fotos de su tío César. Entre ellas me dio dos copias que me catapultaron a tiempos idos. Toda fotografía habla de tiempos pasados, incluso la que acabamos de tomar un segundo antes.
En la primera foto Marvey está echándose un rollito en La Selva. En ese tiempo era la encargada de Comunicación Social de una importante dependencia del gobierno estatal. En la segunda foto (III Circuito Literario de la Frontera Sur) aparece Elva Macías leyendo su poesía y por ahí ando enredado.
Las fotos tienen más de diez años, más, un poco más. En el camino más fotos han aparecido y quién sabe con qué nitidez han aparecido.
A Marvey le comenté que lo importante son las fotos que tomaremos a partir de hoy. Siempre lo más importante es lo que está por llegar, lo que, como oveja, viene bajando de la montaña.
JUAN JOSÉ, EL DE ZAPOTLÁN
Socorro Román Sobrino donó muchos libros a la biblioteca de la Universidad Mariano N. Ruiz. Ayer me topé con uno de Juan José Arreola, "La Feria". Al abrir el libro vi la dedicatoria, ahora sí que de puño y letra de Arreola: "Para Socorro. Juan José Arreola". Cinco minutos después recibí una llamada de Socorro. Al final aproveché para decirle que había estado leyendo el libro, bajo la sombra de unos pinos que existen en la Universidad. Ella me comentó que fue muy amiga de Arreola. Me dijo que lo trajo a Comitán varias veces. Recordé una de ellas. Fue en el tiempo en que el escritor salía en un programa de televisión, cubierto con una capa espectacular. Arreola siempre lo fue, así como es espectacular su escritura. Arreola, todo mundo lo sabe, nunca alcanzó un grado de estudio universitario, no obstante impartió cátedra en la Nacional Autónoma de México. Cuentan que antes que el Rector lo invitara a hacerlo en un aula, él "platicaba" en la cafetería de la facultad. Su mesa siempre estaba rodeada de alumnos deseosos de aprender. Poseía la rara facultad con que los buenos maestros logran transfundir vida y conocimiento a los muchachos. Socorrito fue una privilegiada. Fue amiga de Arreola y ahora yo, por esas cosas maravillosas del destino, tengo entre las manos un libro autografiado por él.
viernes, 7 de mayo de 2010
CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO LAS ALBERCAS NECESITAN AGUA
Querida Mariana, hay mentes sublimes y mentes sencillas. La mía es de estas últimas. Lo digo porque el otro día me paré frente a una casa, miré la pared, luego vi el techo y pensé: “Es necesario que existan columnas para soportar un techo”. ¿Mirás qué cosa más elemental? Sin embargo, ayer me topé con mi tocaya, Alejandra Volto (luego la cotorrean diciéndole que es la mujer de Volta) y ella, que tiene una mente sublime, me dijo que en el futuro las construcciones estarán “suspendidas” en el aire; es decir, no necesitarán soportes hincados en el suelo. Esto, entiendo, se acerca un poco a mi “descubrimiento” pueril.
¿Las casas levitarán? Pucha, y ¿entonces cómo entrarán los hombres a las casas? ¿A poco tendrán alas? ¿Levitarán?, pregunté. Alejandra se torció de la risa. “No, no -me dijo-. Todo es más sencillo”. Según Ale, los pilotes y columnas serán sustituidos por estructuras similares; serán cilindros de “aire” que permitirán a las construcciones permanecer “alzadas” del suelo. Así que, imaginá que ya vivimos en el futuro y quedamos de vernos a tu casa. Llego a las cinco, vos (como si vivieras en el quinto piso de un edificio) mirás por la ventana y me ves allá abajo y me decís que suba. Yo, entro al cilindro “elevador” y en menos que canta un gallo estoy a tu lado.
Claro, Ale diría que vos no mirás por la ventana, sino por la pantalla y yo no busco el timbre para anunciar mi presencia porque ya el detector ETTS ya te avisó de mi presencia y el dispositivo OYUS ya me escaneó y vio que no llevo “virus” ni soy un potencial terrorista.
Ale dice que los autos del futuro no tendrán llantas y se desplazarán con un sistema gravitacional similar. La energía será todo. Bueno, esto no es un descubrimiento de hoy. Desde siempre los humanos han sabido que la vida es energía. Nuestro propio cuerpo es energía que se alía con la energía universal. Cuando nos enfermamos es porque no estamos equilibrados en esa interrelación.
Por esto, vieras, querida Mariana, no me preocupa ser de mente sencilla. A final de cuentas, parece, lo complejo es aquello que se aleja del equilibrio universal. Durante mi vida he tenido muchas enseñanzas de que lo sencillo es el alpiste para los canarios. Y bueno, ya mirás cómo cantan los Pavarottis del mundo que se alimentan con el agua de lo cotidiano.
Me encanta acercarme a los textos complejos, pero he aprendido que los grandes escritores siempre escriben desde lo sencillo. ¿Qué otra cosa, sino esto, es la vida?
Me gusta la pintura de Modigliani, la de Chagall, la de Picasso; me gusta la literatura de Cortázar, la de Martínez Torres, la de Yourcenar; me gusta la poesía de Efraín Bartolomé, la de Sabines, la de Luis Daniel Pulido. ¿Mirás? Hermosas estructuras cuyos soportes no son pesadas columnas sino livianos pilotes de aire y de viento.
P.D. A veces, cuando ando metido de lleno en el colmo de lo simple, pregunto qué será de las grandes construcciones de todos los siglos en el siglo XXIII. ¿Qué pasará con el Foro Romano en la Roma del siglo XXV? ¿Qué será del mundo del siglo XX en el siglo XXX? ¿Qué será de vos, niña bonita del dos mil diez en el dos mil cuarenta? ¿Sobre qué estructura soportarás tus deseos? ¿Sobre una plataforma de cemento y varilla o sobre una cama de sueños?
jueves, 6 de mayo de 2010
miércoles, 5 de mayo de 2010
LOS TEMPLOS DE LA VIDA
Todo comenzó antier en casa de Mariana. Me dijo que pondría un disco con la canción Italia. Yo esperaba algo con acordeón, pero resultó la trompeta de Botti acompañada con la voz de Andrea Bocelli. Un viento de luz tocó la ventana.
Aprendí a amar a las grandes ciudades a través de fotografías en libros. Roma, París, Florencia, Praga y otras ciudades europeas me fascinaron. Sus calles, sus plazas, cafés, mercados se confundieron en mi espacio comiteco. No fue necesario caminar al lado del Sena para sentir el viento fresco de las cinco de la tarde; ni fue preciso sentarme en una banca de la Plaza de San Marcos, en Venecia, para sentir el aleteo de sus cientos de palomas; ni oír las risas de los italianos en las calles de Florencia para saber que en el norte de Italia mis orígenes están enredados.
Amé, por encima de todas las edificaciones, a las grandes catedrales. Soñé varias noches con Nuestra Señora de París o con la Basílica de San Pedro. Me imponían sus muros que siempre miran al cielo. Cuando viví en Puebla iba, de vez a vez, a la Catedral, me sentaba en un extremo del atrio y dejaba que la fachada imponente me envolviera.
Ahora ya no amo esos templos. El otro día leí un libro de Jorge Martínez, “El Cristianismo y las Culturas Indígenas”, y leí lo que siempre intuí. La magnificencia de las catedrales de la Nueva España se fincó en el trabajo y en la explotación de indígenas.
El otro día fui a San Cristóbal de Las Casas, di un paseo por el templo de Santo Domingo y ya no pude evitar pensar en el sufrimiento de cientos de indígenas. El arte cedió paso a una especie de compasión. Compasión absurda pues ya tiene tantísimos años que parece no tener sustento. Sin embargo, vi a ese templo como un monumento al horror, un poco como si alguien se maravillara ante los campos de concentración. Sé que esto es una exageración, pero no pude evitar el nudo sobre la viga azul del cielo.
Me alejé del templo, me senté en una banca del parque y me dediqué a observar dos palomas que intentaban el vuelo.
Cuando regresé a Comitán le pedí a Mariana me llevara a la casa de Humberto, que está por un poblado que se llama Cash. La casa de Humberto es una construcción humilde de adobe. El día que el padre Ramón la bendijo, Humberto me invitó a estar presente. Esa tarde, mientras Rosario, su mujer, servía la comida sobre la mesa de madera cubierta por un mantel blanco con bordados en hilos dorados y amarillos, Humberto dijo que construir esa casa le había llevado dos años: “la hice con mis propias manos”, confirmó y sonrió satisfecho, mientras el padre pedía otra copita de ron.
“¿Y a qué debo el milagro?”, dijo Humberto, cuando Mariana y yo bajamos del carro. Nos invitó a sentarnos en el corredor y Rosario nos sirvió dos vasos con limonada bronca (ella sabe que no tomo refresco con dulce). Juntos vimos caer la tarde. Humberto y Mariana y Rosario hablaron, yo casi no hablé. Humberto entendió, porque cuando nos despedimos, me dijo: “Ya entendí qué querías, viniste por la mazorca del silencio”, y me dio un abrazo.
Algo en mí ha cambiado. Sigo amando a las grandes extensiones de viñedos, los grandes ríos, los grandes cielos de Europa, pero ya no me seducen las grandes construcciones del hombre. ¿Con qué argamasa está hecho el Coliseo Romano, con qué lava se formó la escalinata del Templo Mayor?
Hoy prefiero, por encima de la Capilla Sixtina, el techo ahumado de la cocina de la casa de Humberto y Rosario. Lo prefiero porque Humberto, con sus manos, construyó el techo donde duermen su mujer y sus hijos; donde duermen sus propios sueños. Lo prefiero ante las grandes construcciones que construyeron los que son como Humberto y no tuvieron la dicha de dormir bajo lo que sus manos diseñaron, porque esas casas estaban destinadas para el sueño de príncipes, de reyes, de hacendados; hechuras para el sueño de Dios. ¡Qué absurdo!
Hoy paso al lado de las grandes murallas y veo hacia el otro lado, hacia donde el horizonte es más modesto, más humilde. Hoy, le pido a Mariana ponga la canción Italia y pienso que Botty y Bocelli construyen con viento una soberbia construcción sobre los cielos de Comitán y de mi corazón.
martes, 4 de mayo de 2010
EL DORADO
Las tardes se desgranan en oro. Algo como una capa fina de trigo se extiende sobre la sala. El sol fragua lento en el horizonte y se cuela a la casa, como en todas las casas del pueblo. Así, lento, llega un recuerdo. En la casa de mi infancia había un juego de "sacabocados". Corro a la cocina y pregunto. Mi mamá dice que el juego era de ella. "¿Querías hacer papel picado?". No, dice ella. Me siento y, mientras mi mamá corta la fruta, escucho. Un día vino un hombre de Guatemala y me enseñó a marcar tela. Con el sacabocado yo marcaba la tela y hacía flores. Quedaba realzado. No sé dónde quedó el juego. Así como no sé dónde quedó un torsal de plata que me regaló tu papá. Me lo trajo de México, aún éramos novios.
Uno no sabe dónde quedan muchas cosas. Esta tarde, a mí -como a mi mamá también- me bastó hurgar en mi memoria para sacar un juego de "sacabocados". ¡Qué bonita imagen! Saqué algo que sirve para "sacar". Luego, sin que, aparentemente, tenga relación, mi mamá dice: A tu papá le mandaban barras de oro para los joyeros. Don Carlitos Escobar le compraba mucho.
Todo tiene relación, es como si los recuerdos estuvieran unidos por un fino hilo de plata o de oro o de luz. Mi mamá dice que, a veces, aparecía en la caja fuerte una barra de oro que llegaban a comprar los joyeros. Imagino la escena, que se me hace increíble, sobre todo en estos tiempos de escasez. Mi papá abría la caja, aparecía un resplandor como de Sol, tomaba ese resplandor entre sus manos y lo entregaba. El comprador le daba, a cambio, un bonche de billetes grises y sucios. Pareciera un trato injusto, pero luego se repetía, el joyero entregaba el resplandor al cliente y se quedaba con billetes sucios; el cliente, luego, lo entregaba al Monte de Piedad y así hasta el infinito. Debo decir que mi papá fue corresponsal del Banco Nacional de México (lo que ahora es Banamex), por ello sucedía esto. Cuando dejó de ser corresponsal, las barras de oro se fueron a otra parte, junto con la Caja Fuerte. Lo único que era de mi papá era la base de madera que sostenía la caja y que por ahí anduvo rondando en la casa durante mucho tiempo. Igual que mi mamá lamenta, ahora digo con nostalgia: ¿en dónde quedaría esa base?
Tal vez el recuerdo de El Dorado se dio a través de estos rayos de Sol que entran como pequeños hilos de oro para vestir la tarde con filigrana.
No sé si ahora los joyeros compren oro en los bancos. Veo negocios que compran pedacería y tal vez estos negocios surten a quienes trabajan este oficio que nos viene desde la época prehispánica. El oro representaba al Sol.
Regreso a la sala y dos minutos después llega mi mamá y me dice: En Huixtla, el cinco de mayo, "las juchas" celebraban un desfile. Iban vestidas con hermosos trajes y llevaban aretes y medallones de filigrana de oro puro. Mujeres hermosas con xicalpestles llenos de banderitas, repartían fruta. No sé por qué celebraban esa fecha. Mi mamá calla, prende la televisión, toma el tejido y comienza a tejer la filigrana más hermosa del mundo. Es como si pepenara esos hilos de luz para bordarlos en la trama del aire.
Esta tarde hemos pepenado recuerdos recubiertos con un polvo fino, parecen laminillas de oro.
lunes, 3 de mayo de 2010
INSTRUCCIONES PARA SORPRENDER A LA AMADA
1.- Jugar al golf en un campo de 18 almohadas.
2.- Escribir una novela sin personajes y sin trama. Si la amada piensa en Joyce, uno está cerca de acostarse con ella y bien puede bautizarla con el nombre de Nora Barnacle.
3.- Nunca preguntar para qué sirve el signo de interrogación. Reafirmar que ella sólo inspira signos de admiración.
4.- Decir que uno pertenece al mundo digital aún cuando haya crecido en tiempos analógicos. Tomar películas en cámaras digitales; escribir textos en computadoras digitales; es decir, usar el dedo en todo acto que sirva para elogiarla o humedecerla.
5.- Untar los dientes con aroma de hierbabuena y besar la primera luz de la madrugada.
6.- Ir a las plazas a mirar los aparadores, sólo para encontrar el mejor diseño que pueda clonarse sobre la piel de la amada.
7.- Jugar “gato” en el cuaderno de doble raya de su recámara.
8.- Subir al piso cuarenta y dos de un rascacielos y aventarse en parapente. Ella deberá estar en su cama esperando el arribo de su amado (esto se sugiere para evitar los clásicos y absurdos lances de la parte superior de los roperos).
9.- Ser de los que piensan que “el tamaño sí importa”, por esto llevar siempre una cinta métrica para medir el tamaño del mundo de los sueños de ella (a la hora que ella quiera emplearla para medir “detalles” de uno, ¡hacer perdidiza la cinta a fin de no quedar en evidencia!).
10.- Bendecir la tierra, a fin de que cuando alguien abra un hueco encuentre la luz del suelo.
11.- Arribar a todos los puertos de la amada y ser como los comerciantes antiguos que iban tras las especias (ya se sabe que la búsqueda de las especias abrieron nuevas rutas).
12.- Comprar un piano de cola, sólo para practicar sobre él, y sobre la cola, escalas musicales cada dos horas.
13.- Jugar a que ella es un violonchelo y uno algo así como un Carlos Prieto (rimar a cada rato el apellido. Aunque suene medio tepiteño, a ellas les gusta el apretón con tacto).
14. Abrir un blog al que sólo ella pueda entrar. Todas las mañanas cambiar el código de acceso, a fin de que sea como un juego de adivinanzas.
15.- Cuando ella llegue a casa sustituir los focos ahorradores por lámparas derrochadoras.
16.- Regalarle un reloj que no mida el tiempo. Si ella lo conserva aceptará un amor infinito; si ella lo tira al bote de basura aceptará un amor sin ataduras.
17.- Construir una copia de la fuente de Trevi a mitad del cuarto de la amada. Cada noche a la fuente darle la espalda y tirar una moneda para garantizar el regreso al día siguiente.
18.- Sustituir todas las butacas de todos los cines del mundo por hamacas o camastros.
19.- Procurar que el corazón siga siendo un horno de leña, y
20.- Nunca usar el horno de microondas para poner a calentar el ánimo de la mañana.
domingo, 2 de mayo de 2010
LAS MOSCAS
Un día se dio cuenta. Las moscas aparecieron por todos lados de la casa. Los demás habitantes ignoraron el hecho. La abuela agarró el matamoscas y comenzó a azotarlo sobre la mesa llena de platillos con aroma a mole, a chocolate y a maíz. La abuela lo hizo como si fuese la cosa más común. Pero Alfonso supo que algo raro había sucedido. La casa estuvo varios meses sin la presencia molesta de las moscas. Alfonso se levantó a las seis con cuarenta, abrió la ventana del cuarto, la que da al corredor y oyó el zumbido de la mosca, luego la vio posarse sobre el dorso de su mano. Supo entonces que la llegada de las moscas era un acto irrenunciable. A partir de ahí, todos los días, las moscas invadirían todas las estancias del pueblo. ¡Y así fue! Las moscas comenzaron a inundar las plazas; los mesabancos de los colegios; los manteles de las fondas; las letrinas de las cárceles; los puestos de fritangas en las calles; los cementerios y los jardines de las casas. Alfonso se dio cuenta que eran moscas nómadas, pasaban sin ninguna dificultad del brazo del niño al serote defecado por el perro, al pastel que come la abuela.
Un día se dio cuenta. Los hombres no pueden ser como las moscas. Los hombres no vuelan, pero si así lo hicieran tampoco harían lo mismo que ellas. Alfonso no logró imaginar a la abuela volando del brazo de su nieta a la mierda que deja por la madrugada debajo de su cama. ¡Ella tan pulcra!
Un día se dio cuenta. Las moscas, como si fuesen un ejército cumpliendo una orden estricta, se desplazaron primero hacia todos los sanitarios del pueblo, se regodearon en los detritus y luego se dirigieron hacia todas las mesas del pueblo. En sus patas llevaban la huella de la mierda y la depositaron sobre las tortillas, sobre los pedazos de pastel o sobre el tomate de la ensalada.
La abuela, en caso de ser una mosca, nunca habría cumplido tal orden. ¡Ella tan pulcra! Come ahora una tortilla que ya fue "besada" por la mosca. Ella no lo sabe. Sólo Alfonso sabe lo que sucede. Las moscas comienzan a cumplir el plan perverso de dominar el mundo de los hombres. Por esto, ahora se desplazan en grupos hacia el panteón, ahí se regodearán sobre el detritus de los cuerpos en descomposición y luego irán a posarse sobre las hostias que el padre Román bendecirá y dará a las beatas de la misa de doce.
Nadie se dio cuenta del inicio del plan, con excepción de Alfonso.
sábado, 1 de mayo de 2010
LOS DESLUMBRES
Lo vimos y nos deslumbramos. Fue a las siete y media de la noche, hora en que el sol se oculta. Llovía ligeramente y, de pronto, el cielo se iluminó como si fuese de oro. Mi mamá y yo vimos hacia el cielo. Ella dijo que parecía una aurora boreal. Instantes después, como si alguien hubiese apagado el foco brillantísimo, todo tomó su cara de normalidad.
Son fenómenos físicos como destellos del alma. Deben ser para decirnos que por todos lados ronda Dios. Nos iluminamos, en comprobación que somos uno con Dios. Que su Aura nos inunda, nos rebosa.
Tal vez algunos de ustedes también lo presenciaron. Fue un instante en que el cielo iluminó de más todos los patios y los espíritus de los hombres.
El chiste del asunto es no dejar que esta llama se apague en nuestro interior. Recordar, para siempre, el canto de un canario o esos cielos que parecen sembradíos de trigo.
Es como si alguien abriera una ostra y hallara una perla y luego ésta cayera al fondo del mar. ¿Quién puede arrebatarle ese instante de arrobo al descubridor? Los bienes sólo son tales cuando podemos conservarlos en el corazón y en el alma.
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