domingo, 17 de enero de 2016

AL CÉSAR LO QUE ES DE PÉREZ




Mario siempre repetía frases y refranes comunes, pero todo mundo se las celebraba. A veces entraba al salón, levantaba los brazos y decía: “Al que madruga, le toca la pechuga”. Las sonrisas asomaban en las caras de todos, luego completaba: “Aunque no por mucho madrugar, se cuece el pollo más temprano”.
En esta fotografía aparece, entre otros, César Pérez. Amín dice que es el mejor fotógrafo de Comitán. César no es de Comitán, pero radica en esta ciudad, desde hace algún tiempo. Siempre que veo a César recuerdo a Mario cuando repetía ese lugar común que dice: “Al César lo que es del César y a Dios… adiós, que te vaya bien”.
Lo que Amín dice ¿es un poco dar al César lo que es del César?; es decir, ¿otorgar el valor que tiene su oficio? Creo que lo que dice Amín es un exceso, pero sí puedo asegurar (junto con él) que las fotografías que toma César rayan en la exquisitez.
Esta fotografía (apenas balbuceo visual) muestra la imagen de un desfile. ¿16 de septiembre? ¿Inicio de la feria de agosto? Por lo que se aprecia en los rostros de las filas, grupos de personas pasan por el frente y todo el campo visual está completo. Los rostros muestran una laxitud cercana a la armonía, a la tranquilidad. Si nos exigiesen hacer una lectura de esos rostros diríamos que, las personas, están disfrutando el instante, a pesar del sol, a pesar de la cercanía de cuerpos que, siempre, provoca un malestar no definible. Basta ver al muchacho de lentes, con playera azul, y a la muchacha de playera roja que está delante de él, para saber que hay un disfrute. No es la manifestación del aficionado cuando el delantero de un equipo anota un gol, no, no es la catarsis plena. Acá, se advierte que nadie espera que suceda un acto sorprendente. Es, apenas, el paso de contingentes, muy cercano a cuando alguien se sienta en la banqueta y mira el paso de la gente. La diferencia de este acto es que son contingentes convocados para hacer un paseo especial. ¿Es acaso el día en que se celebra la entrada de flores en honor a San Caralampio?
En primer plano está César, con su cámara. A pesar de que en estos tiempos todo mundo tiene un teléfono celular con cámara, sorprende que nadie más está preparado para tomar una fotografía, como sí lo está César. Se advierte, es notorio, que César está -¿se vale el símil?- como águila esperando “la presa”. Su mirada está concentrada en los contingentes que avanzan. Estos instantes son prodigiosos, porque su experiencia de años le está dictando el instante exacto en que debe levantar la cámara, enfocar y accionar el obturador, para dar paso a la luz. ¿Ven cuál es el oficio de César? ¡Dar paso a la luz! Todo mundo hace lo mismo cuando toma una fotografía, pero lo sabemos (por eso Amín dice lo que dice) no todo mundo tiene el ojo que tiene el experto fotógrafo, el que se acerca a la perfección. No todo mundo posee la genialidad de un Manuel Álvarez Bravo, de un Gabriel Figueroa. Pocos, en el mundo, tienen mirada de águila; la mayoría, tiene mirada de curguatón. Tal vez por esto Mario decía “El que nace para maceta, del cielo le cae la tierra”, y todos sonreían en el salón.
Ahora que escribo y veo esta fotografía donde está César, pienso que si Mario no les hubiese dado esa pequeña torcedura a todos los dichos y refranes, probablemente ahora no lo recordáramos. Los seres humanos recordamos, siempre, los actos y personas que son sorprendentes, que se alejan de lo común. Mario repetía lugares comunes, pero les daba una pequeña torcedura, con lo cual adquirían un brillo instantáneo que no existía antes. Mario entraba al salón y soltaba los refranes, con la misma facilidad con que el cohetero lanza una bengala al cielo que, de pronto, se ilumina sin más. Amín dice que César no es un simple convocador de la luz, dice que hace la luz de manera permanente.
Siempre que veo a César lo imagino como el águila que está pendiente de lo que sucede “allá abajo”, porque, uno debe entender que los artistas no están en el mismo banquillo de los demás mortales. Es comprensible, los fotógrafos, como César, se suben en escaleras para hacer tomas desde lo alto o vuelan en helicópteros o se tiran debajo de las mesas o en las trincheras que abren los guerrilleros. Los fotógrafos tienen un imperioso oficio: accionar el obturador para hacer ¡la luz! Por eso ahora recuerdo cuando, a las siete de la noche, Mario entraba al salón, gritaba “Hágase la luz” y accionaba el apagador y nos dejó en la oscuridad. César, dice Amín, y yo doy fe, hace lo contrario: ¡Exorciza la oscuridad!