viernes, 15 de enero de 2016

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA CON MORALEJA INCLUIDA




Sucedió al mismo tiempo. Los dos pájaros (pequeños) volaban juntos y se posaron al mismo tiempo en el árbol, pero como si buscaran enviar moralejas y lecciones cursis al mundo lo hicieron en lugares diferentes. En esta foto se aprecia el pájaro que decidió (quién sabe por qué) posarse en la mera punta, un poco como si fuese de esos focos rojos que alertan a los aviones en la parte más alta de las antenas. ¿Y el otro? Ya dije que los pájaros volaban juntos, pero hubo un instante en que se separaron, de igual forma que lo hacen los aviones cuando sobrevuelan un desfile militar; uno siguió volando en línea recta y el otro se fue en picada a posarse en una rama, en medio de la fronda. Lo hicieron al mismo tiempo, como si esa sincronización estuviese ensayada.
Y digo que todo pudiera ser como una fábula con moraleja incluida y los lectores se preguntaran por el destino del pájaro de arriba y del que se paró a mitad del árbol. Un poco como si se deseara decir que todo mundo tiene la capacidad para decidir si se queda en la medianía o alcanza la cúspide, que es un poco como decir alcanzar el éxito y la fama, prendas tan ambicionadas.
Pero ya Erich Farmerin demostró que todas las moralejas de las fábulas son inoficiosas y (lo dijo botándose de la risa) tal vez funcionan a las mil maravillas en el mundo animal, pero en el humano tales recomendaciones no encuentran cabida. ¿Puedo acá copiar un ejemplo de Farmerin? Pues la fábula de Esopo que cuenta cómo un día la zorra vio unos deliciosos racimos de uvas, pero como no los alcanzó, dijo: “Ni me agradan. Están muy verdes.” La moraleja va en el sentido de que como no pudo alcanzar su deseo buscó un pretexto que justificara su desidia. ¿Debió insistir? ¿Buscar una escalera y hacer malabares? Parece que Esopo esa lección quiso enviar, pero Farmerin dice que la zorra actuó de manera astuta (cualidad que representa) porque dejó que las uvas maduraran, cayeran de tan maduras y luego las recogió del suelo e hizo un vino de gran calidad.
Así pues, quien hiciera una lectura apresurada, probablemente haría una equivocada. Estuve pendiente de ver qué sucedía con ambas aves. La que se quedó a la mitad del árbol se posó en una rama fuerte, brincó de un lado para otro y luego la vi picotear algo, pensé que había hallado comida; en cambio, el ave de arriba, con el remesón del viento se hacía para uno y otro lado, como si fuese una botella arremolinada por el oleaje del mar o fuese el pasajero inexperto de un barco azotado por una tormenta.
Pero, cuidado, tampoco se trata de decir que el ave de en medio tomó la mejor decisión. Ya dije que las fábulas funcionan sólo con los animales. Porque, al menos en este caso, los animales tienen alas y (perdón) aún no se ha registrado el caso de un ser humano con alas, en toda la historia de la humanidad. Los cuentos donde aparecen ángeles sólo funcionan con los seres que no son terrenales. Los terrícolas no tenemos alas, no podemos volar, así que no podemos realizar lo que las aves de esta historia hicieron. Los seres humanos caminamos, nos cuesta trabajo despegarnos del suelo y nadie podrá lograr lo que sí logró el ave de la cima, porque el ave de hasta arriba, a la hora que el viento alcanzó más fuerza, abrió sus alas y voló. Voló al árbol de al lado, ahora su ruta no fue en línea recta, hizo una ligera parábola y se posó sobre una rama fuerte, donde, igual que hizo su anterior compañera, brincó de un lado para otro, como si fuese una niña y saltara la cuerda.
¡No!, por favor, no, tampoco se trata ahora de buscar moralejas y decir que quienes están en la altura reconocen que tal sitio no es el más adecuado para los sueños de las personas y pueden rectificar el camino y ser más humildes. No, ya se dijo que los relatos de animales no son aplicables a los seres humanos. Ningún político arribista desea abandonar la cúspide. Saben que desde allá arriba pueden, al estilo de Rodrigo de Triana, gritar: “¡Tierra, tierra!”, sólo para confirmar su estulticia, sólo para comprobar que de nada les sirvió estar arriba (en el cielo) porque siguen viendo hacia abajo, sobajando a quienes, como gusanos, se arrastran en el suelo.
Ahora sí, estas últimas líneas sí pueden servir para hacer una reflexión, porque se habló de seres humanos.