miércoles, 13 de enero de 2016

ELENA, ÚNICA, PONIATOWSKA




Elena de carne y hueso es amada por medio México; Elena autora también. A mí no me acaba de agradar la de hueso (traumas de juventud que puede sanar un sicólogo, tal vez), pero Elena autora me cae bien. Su libro más reciente “Dos veces única”, confirma mi gusto por su escritura.
Quique fue a México y, como siempre -o como casi siempre-, me mandó un mensaje: “¿Qué libro querés?”. Quique, como siempre (bueno, como casi siempre), me obsequia libros, desde los años ochenta, cuando él seguía en la Ciudad de México y yo ya andaba enraizado en Comitán. Le dije que una novela de Santiago Gamboa (de quien la crítica dice que es el mejor escritor de Colombia, ya muerto Gabriel García Márquez), pero, dos minutos después (vayan ustedes a saber por qué), cambié de decisión y le dije que mejor me obsequiara el más reciente de la Poni. Y Quique cumplió y yo cumplí con leerlo y la Poni cumplió con mis expectativas.
Raúl dice que soy un tonto cuando digo que “tal libro estuvo sabroso”, dice que un libro no es un plato de enchiladas, pero yo sigo empleando el término. Ahora digo que “Dos veces única” es, a mi parecer, un libro sabroso. Tal vez insisto porque creo que hay libros que, igual que las butifarras y los panes compuestos y los huesos de tío Jul, son nutritivos y disfrutables.
El libro de la Poni puso ante mis ojos la vida de la “única” mujer con quien Diego Rivera se casó por la iglesia. ¿Diego Rivera, el pintor que escribió en un mural: “Dios no existe”, casándose por la iglesia? Pues sí, Elena, en este libro, cuenta que Lupe Marín le dijo que regresaría a vivir con él al Distrito Federal si aceptaba casarse por la iglesia. El gordo enorme (por su físico y por su talento) dijo que no, cómo él, siendo agnóstico, iba a hacer tal acto. Lupe le dijo que por eso, porque como él no creía en esos actos éste no tenía mayor relevancia. Y la Poni dice que Diego se convenció de tal argumento y se casó por la iglesia con esta mujer fuera de serie.
Este libro está sabroso porque está lleno de chismes. La Poni (como todo buen escritor) se revela como una gran contadora de anécdotas, de esas que se cuentan a la luz del día, y de las que es necesario prender un quinqué para contarlas en voz baja y fuera de oídos indiscretos. Pero, la maravilla de la literatura es que lo prohibido se muestra con todas sus facetas en medio de un rayo de luz absoluto.
Por este libro asoman las trapacerías de Diego, junto con sus genialidades; las mariguanadas que Frida se mete en la Casa Azul en compañía de muchos amigos, así como su petición a Lupe -genio único en la gastronomía- para que le pase las recetas y ella le prepare un molito a su sapo. En estas páginas aparecen todos los del grupo de Los Contemporáneos, con sus genialidades, ambiciones y derrapes. Acá nos enteramos que el segundo marido de Lupe Marín fue Jorge Cuesta, uno de los integrantes de ese grupo literario. ¿Qué más? Ah, pues vemos cómo era el comportamiento de Salvador Novo (Nalgador Sobo): genial, irreverente, desfachatado, pueril, asqueroso y ruin. Octavio Paz dice que don Salvador (cronista de la Ciudad de México) escribía con caca, y con su caca salpicaba a medio México.
¿Cómo era Lupe Marín? Basta decir que cuando nació Antonio, el hijo que tuvo con Jorge Cuesta, lo nombraba como “El individuo”. ¿Qué madre hace esto? Pues ella, Lupe.
De esto y mil cosas más nos enteramos en las páginas de este libro sabroso, bien escrito. Elena (como buena escritora) no establece juicios, se concreta a darnos un boceto maravilloso de este tronco que se alimentó de Diego. Los juicios los externan los lectores. Acá está puesta sobre la mesa una vida con todas sus luces y con todas sus sombras, unas luces deslumbrantes, unas sombras desgarradoras.
Lupe fue muy diferente a Angelina Beloff (mujer de Diego), quien fue la encarnación de la ternura y de la sumisión; de igual manera no tuvo el talento de Frida, pero tuvo una belleza animal que aturdía la mente de muchos hombres.
Acá, en este libro, la Poni nos lega otro gajo importante de nuestra historia: la vida intensa de una intensa mujer.
¿Podemos imaginar cómo habrá sido vivir al lado de uno de los personajes más importantes del siglo XX, en México y en el mundo? Es difícil imaginarlo. Ya no hay necesidad de ello, basta abrir las hojas de este libro para tener un acercamiento casi de cirujano, porque la Poni con un delicado escalpelo hace disecciones por aquí y por allá y nos muestra que los seres humanos estamos hechos con la misma caca con que don Salvador escribía, pero también hechos con la misma luz con que Diego (en no pocos cuadros) pintaba.
La Elena de carne y hueso no me cae tan bien como la Elena autora. A ella esto le tiene sin cuidado. Pero, en intento de exorcizar demonios digo que una vez Elena estuvo en Comitán, en el auditorio de la Casa de la Cultura. En esa ocasión dio una conferencia acerca de la obra de Rosario Castellanos, en un momento dijo que no se sabía más de nuestra escritora porque ella era un poco reacia a hacer declaraciones de su vida. Al término de la conferencia me paré y le pregunté qué opinaba acerca de una declaración elogiosa que Rosario había hecho de su novela “Hasta no verte Jesús mío”, y la Poni dijo que no era momento para hablar de ella, que estábamos hablando de Rosario. Yo, entonces (en contra de mi carácter tranquilo) levanté el brazo y dije que por eso, después, teníamos huecos, porque ella estaba haciendo lo mismo que Rosario, negarse a hablar. Y, como si fuese un gran torero con el miura echado, me di la vuelta y salí.
No me cae muy bien la de carne y hueso, pero me gusta cuando escribe libros sabrosos, tan sabrosos como el pan compuesto.