lunes, 22 de abril de 2019

CARTA A MARIANA, CON CAMBIOS EN LOS TENDEDEROS




Querida Mariana: Le explicamos, pero tío Arsenio no quiso entender. Él insistió, dijo que esa figura de caricatura era un Judas absurdo. ¡Cómo han cambiado los tiempos!, dijo, abrió una cerveza y le dio un trago generoso. La tía, enojada, dijo que siempre andaba buscando pretextos para beber, porque el tío, al abrir la segunda cerveza dijo que bebía de dolor, de ver cómo han cambiado los tiempos. ¡Ah, mis tiempos sí eran buenos tiempos!, dijo y volvió a beber otro trago generoso.
En realidad, querida mía, esa tarde de sábado de gloria fui testigo de diversas percepciones generacionales, porque Pau, juguetona, dijo que lo que hacía Bob Esponja era equilibrio sobre la cuerda, y su mamá dijo que, en realidad, María había lavado el muñeco y luego lo había puesto a secar, mientras tanto, el tío Arsenio abría la tercera cerveza y decía que estos tiempos eran tiempos apocalípticos. ¡Ah, en mis tiempos, los Judas eran verdaderas obras de arte!
Y es que era sábado de gloria y, se sabe, en este país existe la tradición de quemar monigotes de cartón o tela. La tradición, cuentan, comenzó como un motivo religioso (quemar al apóstol que traicionó a Jesús) y derivó en una manifestación social (quemar imágenes de políticos que traicionan al pueblo).
La mamá de Pau dijo que, a pesar que el calor era intenso, corría poco aire, por lo que el muñeco tardaría en secarse. Pau dijo que era lógico, pues Bob era una esponja y las esponjas, por si no lo sabía, sirven para absorber agua, por esto, Bob vive en el fondo del mar. Y, no satisfecha con esa explicación, Pau dijo que, por lo tanto, Bob era primo de Aquamán y ocasional tío de la Sirena Pancracia.
Cuando Pau dijo lo de la Sirena Pancracia medio mundo comenzó a elucubrar acerca del origen de tal personaje. ¿Quién era Pancracia? Esto le sirvió de pretexto al tío Arsenio para abrir la cuarta cerveza, porque, dijo, en sus tiempos, las únicas sirenas existentes tenían nombres griegos, eran sirenas que seducían a los marinos, porque poseían una voz exquisita, algo fuera de este mundo, de este mundo torcido y cambiante, y, ¡de puro coraje!, terminó la cerveza con un trago que hizo que se derramara el líquido sobre su playera del Guadalajara, el equipo de su adoración.
Y digo que ese sábado de gloria reconocí diversas percepciones generacionales porque Víctor (lector contumaz) dijo que la imagen del Bob Esponja le recordaba el inicio de la novela de Gabo, Cien años de soledad, y poniéndose de pie, al centro del patio, como si fuese un actor universitario, casi declamó: “Muchos años después, colgado en el tendedero, Bob Esponja había de recordar aquella tarde remota en que su mamá lo sacó del mar y lo llevó a conocer el viento de Comitán”. Las carcajadas brotaron de las bocas de todos, con excepción de la del tío que, después de un farfulleo como de foca, se llenó con otro trago de cerveza.
El tío, como a las seis de la tarde, se levantó de su poltrona, se quitó el cinturón y dijo que en sus tiempos, el sábado de gloria servía para dar de cuerazos a los niños malcriados. Y, tatarateando, yendo de un poste hacia otro, deteniéndose en los maceteros y en las sillas, el tío, con el cinturón doblado, con el brazo en alto, persiguió a los niños que ahí jugaban. Los niños disfrutaron la carreriza, como toreros se hacían hacia la izquierda mientras el tío, convertido en miura bolo, se iba en banda y trastabillaba.
A final de cuentas, todo mundo estuvo de acuerdo que el mundo es cambiante, pero que esa tarde, el tío había logrado rescatar la tradición de los cinchazos del sábado de gloria y, por fortuna, a nadie se le ocurrió aventarse agua, tradición boba de los tiempos del tío Arsenio.
Posdata: Al otro día, el tío, tomando un caldo de gallina de rancho, con chile sietecaldos, y una cerveza para el descrude, contó que se había puesto una borrachera de órdago, porque al coraje de los cambios en las tradiciones, en la noche se sumó la derrota de su amado equipo y quedó fuera de la liguilla. Pero él, fiel hasta la muerte, seguía portando la playera del Guadalajara, que ya apestaba de tanto sudor de borracho.
Y el tío siguió bebiendo todo el domingo, ya menos encorajinado, porque, dijo, celebraba el Domingo de Resurrección; es decir, conmemoraba la vida por encima de la muerte.