martes, 30 de abril de 2019

TOALLA




Imaginá que te llamás toalla, que sos toalla. Podrás elegir entre varias opciones. ¿Te gustaría ser toalla de manos o de cuerpo? Si sos toalla de boxeador servirás para que limpien el sudor de tu dueño o para que te avienten a mitad del ring a la hora que el boxeador esté ya como cucaracha fumigada. ¿Has visto cómo el entrenador avienta con coraje la toalla a mitad del ring? Por esto, cuando alguien se da por vencido la gente dice que “tiró la toalla”.
Como uno no sabe de gustos, tal vez te gustaría ser toalla femenina. ¡Hay gustos para todo! Así como hay hijos de don verga, también hay ahijados de don Drácula. ¿Qué tal que sos de aquellos dráculas que aprovechan las toallas femeninas para echarse un tecito?
En fin, si sos toalla siempre estarás en contacto con el cuerpo. Lo tuyo no será materia espiritual como aquel amigo que decidió ser rosario, ¡no!, vos serás el objeto que servirá para secar el cuerpo del ser humano o del perrito después del baño. Siempre serás secante. Aunque, en algunas ocasiones, los indígenas te usarán como cobija a la hora de levantarse. En los ranchos, los campiranos acostumbran, en la madrugada, cubrirse con una toalla a la hora de ir a lavarse la cara en la orilla de los ríos, ríos cubiertos con un vapor que es como un tocado de tul, blanquísimo, helado.
Si elegís ser toalla para cuerpo te tocará secar a cuerpos de todos tamaños, desde el cuerpo de montaña del luchador de Sumo, hasta el cuerpo de hoja de menta de una muchacha de dieciocho años, cuerpo que parece hecho de nube.
Si elegís ser toalla de cuerpo alguna parte de éste se volverá tu afición. Hay toallas fetichistas que son felices cuando su propietario las pasa por los pies; hay otras toallas que prefieren los muslos; unas más son un poco lesbianas porque les encanta el instante en que su dueña las frota contra su pubis; otras son golosas y son felices cuando su dueño se restriega el plátano. ¡Hay para todas las filias!
Te sentirás orgullosa porque serás un chunche necesario. En ocasiones escucharás que desde el baño la mujer grita: “Por favor, traé mi toalla”. Ella olvidó meterte en el baño y cuando termina de bañarse se da cuenta que le hacés falta. Ese momento será inolvidable, porque te sentirás importante. Claro, como todo en la vida, llegará el momento que, por tanto frotamiento, tu piel irá perdiendo su capacidad pachoncita y perderás tu principal virtud. En ese instante, aunque no seás toalla de boxeador, serás botada como se botan las botellas de plástico, como se botan los rastrillos desechables, como se botan, sí, las toallas femeninas. Irás a dar al basurero del mundo cochino.