martes, 2 de abril de 2019

CARTA A MARIANA, CON SUEÑO SECO




Querida Mariana: Una vez, Óscar Bonifaz dijo que, así como hay mentada de madre debería haber mentada de padre; Juan, por la misma senda de Bonifaz, dijo que, así como hay albercas para nadar, debería haber ¡albercas para volar! Una idea extraña, sin duda. Juan sustenta su idea en que los humanos somos seres hechos para la tierra y, sin embargo, hemos tenido la capacidad de construir espacios donde alcanzamos el sueño de ser peces. ¿Por qué no (dice él), construimos espacios para alcanzar el sueño de ser aves? Digo que es una idea extraña, suena como un sueño.
En la Ciudad de México -vos lo sabés- está la casa del famoso arquitecto Luis Barragán, que fue nombrada por la UNESCO, en 2004, como patrimonio mundial. Es tan importante ese monumento arquitectónico que existe un reglamento que impide que las construcciones cercanas superen en altura a la de Barragán, esto con el fin de que ningún elemento visual rompa con la armonía.
Pensé en estas dos cosas cuando vi esta pared, que está por el rumbo del barrio de San Miguel, ahí por donde anda la Piedra de la Ametralladora.
Dije que la idea de Juan, acerca de albercas para el vuelo, es una idea extraña, que suena como un sueño. La gente sueña. Martín, amigo que conocí en la primaria, un día me alcanzó al subir por las escaleras del interior de la presidencia municipal, acezaba, me dijo que venía corriendo desde el Teatro de la Ciudad, para alcanzarme. Lo saludé con afecto, ambos nos recargamos en el pasamano, porque más gente subía. Ahora estarás preguntándote qué deseaba decirme, cuál era la urgencia que lo llevó a echar la carrera desde el teatro, hasta alcanzarme. Bueno, si vos no te lo preguntás, yo sí lo hice. ¿Qué quería Martín? Oí, me dijo, ¿vos has pensado que, así como hay sueños húmedos también debe haber sueños secos? Yo iba a soltar la carcajada, pero no la solté, ¡la amarré más!, porque miré que la interrogante de Martín era en plan serio, lo decía como si estuviese elaborando una nueva teoría del origen del universo. Dije que nunca lo había pensado, pero que ahora que lo decía, eso era muy congruente, que, así como hay noche y día, blanco y negro, también había sueños húmedos y sueños secos.
Cuando lo dije miré que él sonrió y su cara se iluminó. Pensé que mi comentario había dado en el blanco, que Martín deseaba escuchar eso. A final de cuentas, para mí era una intrascendencia, pero para él era algo serio y si había echado la carrera para decírmelo es porque esperaba una respuesta que alentara su pensamiento. Sí, ¡existen sueños secos!
Ahora que lo digo no sé qué importancia tienen los sueños secos en el mundo, pero, a diferencia de los húmedos, en los que terminamos todos mojados en la cama, los secos no inquietan de más, ni dan pena.
Los sueños secos son los que no son húmedos; es decir, los sueños que no producen emisión involuntaria de semen, sino que, producen expulsiones voluntarias de creatividad.
Tal vez, digo sólo que tal vez, Barragán pepenó la idea de su casa en un sueño seco; el constructor de la primera alberca, a pesar de que tuvo la visión del agua, soñó su idea en un sueño seco; lo mismo pasó con Juan, cuando pensó lo de la alberca para el vuelo (¡Uf, qué cosa tan extraña!).
Lo mismo, tal vez, pensé cuando vi esta pared. ¿Has visto esas albercas que construyen los millonarios en sus residencias junto al mar? Las construyen de tal manera que, quienes están adentro de la alberca, tienen la sensación de que es una extensión del mar. El agua de la alberca rebosa en el lado donde, al fondo, se ve el mar, esto crea la ilusión óptica de que todo es un continuo, como si el mar entrara a la alberca o viceversa. ¡Nunca he estado adentro de una alberca como éstas!, pero veo en fotografías que la vista es maravillosa, y fantástica debe ser la sensación de ver cómo el agua de la alberca se prolonga hasta el horizonte.
Este muro comiteco me dio esa impresión. La pared, con enredaderas, era la continuación del cielo. Esta casa debería también declararse patrimonio mundial y dictar normas que impidan que haya una construcción más alta. Nada debe quitar esa armonía. Cuando la vi, tuve la sensación de que las nubes se colgaban, como las enredaderas, del muro; y pensé que las ventanas estaban canceladas, para que nada interrumpiera ese instante prodigioso en que el muro se prolonga hacia el cielo y viceversa.
Posdata: Sí, es cierto, mi niña, la basura rompe el aura de misterio, afea el paisaje. Pero, bueno, recordemos (¡qué pena!) que los humanos somos seres de tierra, de lodo. Nos hemos dedicado a ensuciar nuestra casa, incluyendo los ríos, los mares y el cielo.
Es una pena que a nadie se le haya ocurrido (como sucedió en caso de la casa de Barragán) en declarar al planeta Tierra como patrimonio mundial; es triste que la ONU no haya dictado normas para que nuestro planeta no tuviera construcciones que ajaran la mirada hacia el horizonte.
¿Una alberca para volar? Juan no lo sabe, pero el ser humano ya la inventó: esta alberca se llama ¡libro! El libro nos permite volar, sentirnos aves en el instante del disfrute del vuelo.