viernes, 26 de abril de 2019

OJOS




Comitán amaneció con muchos Ojos de Dios. Todo mundo sabe que existe una artesanía mexicana que se llama Ojo de Dios. En el periodo de Semana Santa, en la calle principal y en los portales del Centro Histórico, las autoridades municipales colgaron Ojos de Dios. ¡Ah, fue un disfrute para la vista! El colorido de dichas artesanías (sencillas, como sencillo es el ojo divino) llenó los ojos de propios y visitantes. Cientos de personas se tomaron la foto del recuerdo: En primer plano ellas, y de fondo, de fondo ¡los ojos de Dios!
El nombre es prodigioso. ¿A quién se le ocurrió nombrar a esta artesanía con ese nombre? La artesanía es sencilla: dos palitos que se mantienen unidos a través de un nudo con estambre para formar la cruz. Con el estambre se forma un rombo, que se hace grande a medida que se incorporan estambres con otros colores. Al final resulta el Ojo de Dios, ojo hecho con dos palitos y estambres de diversos colores, ¡no más! ¡Claro, el Ojo de Dios está hecho por las manos de un artesano!
Comitán se llenó de Ojos de Dios. Jamás había sucedido. Las calles de Comitán se han llenado de palmitas, flores de papel meché, flores metálicas, ensartas de juncia y otras artesanías, pero jamás se habían adornado con Ojos de Dios.
Cuando una artesanía recibe un nombre simbólico trasciende del mero plano estético y entra a otra dimensión. Hay una artesanía, del Centro del país, que se llama Atrapasueños. El Atrapasueños no tiene forma de cruz, ¡no!, es circular. Su factura también es sencilla (bueno, bueno, es un decir) y está hecho con un delicado entretejido que semeja una telaraña, tejido que atrapa el sueño, que no deja que siga viajando por el aire.
Los Atrapasueños y los Ojos de Dios son piezas simbólicas de la cultura mexicana que nos colocan en la antesala del misterio. Se sabe que los sueños son frágiles, se diluyen en cuanto despertamos. La memoria apenas retiene un hilo del sueño que, conforme transcurre el día, se hace nada. Lo mismo sucede con la ventana del universo; el Ojo de Dios, en estos tiempos, permanece cerrado, por eso es necesario que la mano del artesano nos recuerde que hay un misterio lleno de color, lleno de armonía, pleno en plano estético.
La bendición de esta artesanía llenó un espacio del cielo comiteco. Estas artesanías son discretas, jamás asumen el lugar de privilegio. En el caso de esta Semana Santa, los Ojos de Dios fueron colgados en alambres que iban de un lado a otro de la calle, como si fueran tendederos. Por lo regular, los tendederos reciben sábanas, pantalones, calcetines y calzones puestos a secar. La imagen no es la más colmada. Acá tendieron lazos de una a otra pared y colgaron ¡Ojos de Dios!, no para que la divinidad viera el mundo, sino para que el ser humano viera hacia arriba y viera esas figuras sencillas llenas de color. Esas artesanías hicieron que las personas (¡todas!) vieran hacia el cielo y, además de llenar sus miradas con colores, descubrieron que hay un cielo, que en el caso de Comitán, es un cielo lleno de transparencias y veladuras que está hecho por la mano de la naturaleza, artesana mayor del universo. Medio mundo de acá ¡vio al cielo!, y se tomó fotografías. El prodigio lo hizo el Ojo de Dios, la mano del artesano.
Una mañana de diciembre, en la calle principal de la Cruz Grande, los vecinos acordaron, de igual manera, tender alambres y colgar canastitos tejidos con palma, el cielo de esa calle se llenó de armonía. Los caminantes de esa calle, de igual manera, vieron hacia arriba y se tomaron la fotografía del recuerdo. La memoria colectiva recuerda calles de China donde cuelgan faroles que, ¡ah, prodigio!, son motivo estético durante el día y también durante las noches. Los caminantes, a media noche, llenan sus miradas con cientos, miles de luces que son como luciérnagas en el mar del aire. Esos faroles son, también, Ojos de Dios, ojos que riegan luz sin regateo.
En este 2019, Comitán colgó Ojos de Dios en su calle principal. Todo mundo celebró el acto, porque el Ojo de Dios representa los cinco puntos del universo (el norte, el sur, el oriente, el poniente y el centro, ¡el mero ojo!) En esta Semana Santa, Comitán hizo que muchas personas (cientos, miles) vieran hacia arriba, y hallaran un centro, el centro del pueblo, el centro del espíritu de cada espectador.