sábado, 27 de abril de 2019

CARTA A MARIANA, CON PASAJES




Querida Mariana: ¡Por fin le hicieron caso al maestro Jorge! Te cuento, aunque sé que lo sabés, en Comitán tenemos un pasaje, el llamado Pasaje Morales. En la entrada del pasaje había un letrero que decía: “Desde 1900”. ¡Ah, qué coraje hacía el maestro Jorge cada vez que pasaba por ahí y veía esa fecha! ¡No, no!, decía, el pasaje no es de 1900. En ese año no había pasaje. Bueno, ayer caminé por el parque central y vi que ya cambiaron el letrero y ahora dice: “Desde 1940”. ¡Vaya! Corrigieron el error. Y esto es bueno, porque de lo contrario, los comitecos vivimos en una historia errada. En la entrada del Museo de Arte Hermila Domínguez de Castellanos existe una placa que consigna que el museo fue inaugurado por Rufino Tamayo, famoso pintor oaxaqueño. ¡Mentira! Los expertos ya contaron que don Rufino no estuvo en Comitán, las autoridades debieron ir a la Ciudad de México para entregarle, en el Hotel Nikko, un reconocimiento en nombre de nuestro pueblo. Por esto, es digno de consignar que corrigieron el error del letrero de la entrada al Pasaje Morales. ¿1900? ¡No!, gritaba el maestro Jorge.
A mí, lo sabés, me encantan los pasajes. Este Pasaje Morales que tenemos en Comitán es una bendición. ¿Por qué lo digo? Porque si lo caminás vas de una calle a otra sin ningún desasosiego.
¿Recordás el cuento de Cortázar que se llama “El otro cielo”? Me encanta releerlo, porque es un cuento excelente y porque aparecen dos Pasajes, uno en Buenos Aires, Argentina, y otro en París, Francia. Si lo recordás, Julito juega con ambos pasajes y convierte el cuento en un cuento fantástico. El pasaje de Buenos Aires se llama Pasaje Güemes y el de París se llama “Galerie Vivienne” (ambos pasajes existen en la realidad real).
El título del cuento alude a que cuando entrás a un pasaje entrás a otro cielo. Los pasajes son uno de los grandes descubrimientos del urbanismo. Por lo regular, la traza de las ciudades españolas, son una cuadrícula formada por manzanas y calles perpendiculares. El pasaje es ciento por ciento peatonal, esto permite que el peatón abandone el sobresalto que se da en lugares donde el auto se asoma como chucho rabioso en cualquier arremetido. El Pasaje Morales, ¡ah, qué bendición!, está techado en gran parte de su recorrido (la única parte que no está techada es la que corresponde al tramo de la presidencia municipal). No siempre fue así. Al principio, el pasaje fue a cielo abierto, pero el hecho de que el cielo estuviera perfectamente demarcado hacía que fuese “otro cielo”.
Muchas fondas, restaurantes y hoteles reciben nombres de sus propietarios. El Hotel Delfín, por ejemplo, conserva el apellido de la familia. Lo mismo sucede con el Pasaje Morales. A la hora de mencionar al Hotel Delfín, muchos comitecos retrotraen a su memoria el nombre de doña Chelo Delfín. Cuando se menciona al Pasaje Morales, muchos comitecos recuerdan a don Rubén Morales y a don Rafa Morales.
Los patios, plazas, edificios, instituciones y parques públicos, a pesar de que se dice son del pueblo, son bautizados con nombres de personajes de la Historia y de políticos. Hay un absurdo en esta última patria; es decir, nadie puede estar en desacuerdo que el parque central de nuestro pueblo se llame Benito Juárez, don Benito se ganó a pulso el derecho a que escuelas y parques lleven su nombre. Pero, ¿qué mérito obtuvo doña Estela Morales Ochoa para que una colonia del pueblo lleve su nombre? Para el que desconoce quién fue esta dama diremos que fue la mamá de doña Elba Esther Gordillo Morales, la lideresa del sindicato de maestros de la república mexicana. El mérito de doña Estela fue ser madre de su hija. Sin ánimo de polemizar hay muchas madres comitecas más meritorias que tendrían el derecho de ser honradas con nombres de calles o de colonias o de plazas.
Pues como don Rafa Morales (por cierto, pariente de doña Elba Esther) supo que ninguna autoridad impondría su nombre a una calle bautizó al pasaje de su propiedad con su apellido y, con ese acto, realizó el prodigio de que su apellido trascendiera en el tiempo (según el nuevo anuncio, ¡desde 1940!).
¡Abusado don Rafa! ¡Abusados todos los que bautizan a sus propiedades con sus nombres para que sus nombres trasciendan! Porque, la verdad de las cosas, algunos de los nombres que ponen los políticos no trascienden. Que nos perdone don Benito, pero la mayoría de comitecos le dice parque central a su parque; que nos perdone la Corregidora, pero medio mundo le dice parque de San Sebastián (o San Sebas) al parque que lleva su nombre. ¿Y el parque de Guadalupe? ¿Quién sabe que se llama Independencia? En cambio, el Hotel Delfín debe nombrarse así. De igual manera el Pasaje Morales.
El pasaje es un elemento arquitectónico que posee una línea de misterio. Nosotros, los comitecos, poseemos un pasaje, con toda la carga simbólica que contiene.
En los cuentos, siempre que hay necesidad de crear un misterio, los escritores no lo colocan en una calle o en una plaza. Las calles y plazas son espacios públicos muy abiertos. En cambio, los pasajes son espacios públicos, pero cerrados.
Ahora existe un hotel en el Pasaje Morales, por lo que el espacio debe estar abierto para que los huéspedes lleguen al hotel a la hora que deseen. Pero antes, el pasaje se cerraba a los peatones durante la noche. Y esto es así, porque (ya lo dijimos) el pasaje tiene un misterio indescifrable, durante el día produce diversas sensaciones en los peatones, y, en las noches, el misterio se acrecienta.
Hubo un tiempo que en el Pasaje Morales estuvo la Proveedora Cultural (fue cuando derribaron la Manzana de la Discordia), de esta manera, el pasaje se llenó de los lectores consuetudinarios de periódicos estatales y nacionales, de señoras que compraban los útiles para sus hijos o revistas de tejido o de recetas de cocina, pero, sobre todo, se llenó de chiquitíos que, en temporada, compraban los álbumes de figuritas. El pasaje se llenó de vida. A cada rato se escuchaban los tropeles de muchachitos que corrían para ver si había caído sol o águila en el volado de los paquetes de figuritas.
Mi mamá, igual que doña Carmelita Ruiz de Villagómez, puso su tienda en ese espacio, la tienda “Estambres El Gato”.
Si el Pasaje Morales tuvo vida a partir de 1940, en ese año comenzó como un módulo habitacional. Don Rafa Morales hizo pequeñas viviendas que daba rentadas. Para el tiempo en que la manzana fue derruida, ya el Pasaje Morales había cambiado su vocación: las viviendas se habían convertido en locales comerciales. Tal tendencia continúa. En la actualidad, pocas casas del centro sirven como residencias. La mayoría de casas se volvieron cafés, restaurantes, posadas, locales comerciales, bares y demás actividades comerciales.
El Hotel del Pasaje Morales recuperó parte de la vocación original: ser un lugar para el descanso nocturno.
¿Cuál es el local veterano del Pasaje Morales? Hay varios giros comerciales recientes, hay otros que han perdurado. San Marcos, con su moderno local, es uno de los negocios tradicionales del Pasaje Morales; asimismo, el Despacho Contable Domínguez, tiene muchos años de estar ahí; lo mismo puede decirse de G y G, perfumería y regalos. El odontólogo Jorge Antonio Ruiz Mandujano también lleva años en su local. Mucho más recientes son los negocios de Internet, los restaurantes, los bares, la ortodoncista Izunza, los Viajes Tenam y una tienda de deportes. En el Pasaje Morales está Radio Núcleo. La radio, a pesar de que sigue siendo un medio de comunicación muy escuchado, ya no reúne las multitudes que citaba con anterioridad. Por ejemplo, cuando la XEUI estuvo a pocos pasos del Teatro de la Ciudad, convocaba a muchos curiosos que, asombrados, veían la cabina de transmisión a través de un cristal. A la gente le encantaba ver a los locutores accionando las tornamesas y hablando en los micrófonos. La radio poseía un misterio que, en la actualidad, ya no ostenta.
Posdata: En estos tiempos nadie se asombra ante la magia de la radio. Todo mundo está acostumbrado al Internet y al celular. ¿Quién puede admirarse ante un chunche tan antiguo como la radio? Sin embargo, a pesar de que no ostenta algún elemento tecnológico, el pasaje sigue conservando esa aura de misterio que lo mantiene como uno de los más admirables rasgos del urbanismo.
Caminá por el parque, caminá por el andador de San José, hacelo en cualquier calle y luego, por favor, caminá por el Pasaje Morales y luego me contás tu experiencia.
Sé, estoy seguro, que la experiencia del recorrido en el pasaje es diferente a la caminata en espacios más abiertos.