martes, 16 de abril de 2019
CARTA A MARIANA, CON UN MACHOTE SOBRE PARED
Querida Mariana: El cantante brasileño Roberto Carlos canta una canción que dice: “Yo quiero tener un millón de amigos”. ¿Para qué desea tantos amigos? “Para así más fuerte poder cantar”. La canción del brasileño habla del poder de la unión. Si solo ha cantado fuerte, imaginá la fortaleza de un coro monumental de un millón.
A veces, en protestas sociales se advierte esa fortaleza. No es lo mismo una manifestación de mil personas que una en la que hay ríos de gentes que desbordan las plazas y las calles.
Mi tía Emelina me explicó que en las oficinas había “machotes”. ¿Machotes? ¿Machos muy machos? ¡No! Eran formularios que ya tenían escrito el texto principal y sólo precisaba llenar los espacios en blanco, para personalizar.
Ya te conté que, a mediados del siglo pasado, estuvo de moda un libro con cartas para que los enamorados enviaran a sus novias y viceversa; es decir, eran “machotes” amorosos, porque servían lo mismo para Juana que para Chana.
El otro día me topé con este letrero en una pared: “Yo quiero tener un millón de…”. El letrero es como un “machote” monumental (bueno, ni tanto). Está en espera de que alguien llene el espacio en blanco. Si Roberto Carlos caminara por ahí ya lo hubiera llenado con la palabra Amigos. Pero, pensé que tal espacio puede llenarse con mil conceptos (con un millón de conceptos). Depende de la persona que por ahí camine.
Coincidirás conmigo en que el letrero es expresión de un deseo, como si el genio de los cuentos infantiles se apareciera y preguntara “¿Qué deseas?” y la persona cerrara tantito los ojos y, con toda su fuerza, uniera las manos y pidiera: “Yo quiero tener un millón de…”
Y si el que estuviera enfrente fuera Carlos Slim pediría una cosa diferente a Juan Pueblo, porque un millón para Slim es muy diferente para un mexicano de a pie. Tal vez Juan Pueblo pidiera un millón ¡de pesos!; tal vez Slim pidiera un millón ¡de millones de dólares!
Pero tal vez, mi sobrina Pau no pensara en dinero sino en muñecas. Con su vestido rosa y sus lentes redondos, se pararía frente al muro del deseo y pediría un millón ¡de muñecas Barbie!
¿Un millón de qué solicitaría el hombre que está inválido en su sillón? ¿Un millón de qué pediría la chica que odia ser gorda? ¿La que odia ser flaca? ¿La que nunca ha tenido novio y ya cuenta con treinta y ocho años de edad? ¿Qué pediría aquél que te conté?
Un político chiapaneco retomó la frase de Roberto Carlos y dijo que quería ¡un millón de amigos! No sé si él pagó derechos de autor al creador de la frase. Roberto Carlos (ya lo dije) quería un millón de amigos para “así más fuerte poder cantar”. ¿Para qué quería el millón de amigos el político chiapaneco?
La tía Emelina también me enseñó algo que contradice el deseo de Roberto Carlos. Ella siempre me dijo que, en cuestión de afecto, más valía pocos, pero sinceros; es decir, en el valor de la amistad siempre se topa uno con billetes falsos, desde los que tienen doble cara hasta los que juran ser de cien y, en realidad, no valen ni un centavo partido por la mitad.
Posdata: Juguemos, mi niña. ¡Juguemos! Imaginá que caminás en la calle donde está este letrero. ¿Con qué palabra completás la frase? ¿Te gustaría tener un millón de qué?
Estoy seguro que no pedirás dinero. Los seres como vos no son tan mezquinos. Vos y yo sabemos que hay cosas más importantes en el mundo. Un millón de lingotes de oro ¡envilece! Quien piense lo contrario es un vil, un simple millonario que posee autos, yates, jets particulares, residencias fastuosas, viajes, mujeres bellas, comidas opíparas y demás chunches lujosos, pero ¿con qué llena su espíritu? Bueno, tenés razón, hay millonarios que tienen cuadros de Picasso y Van Gogh en los muros de sus residencias, que construyen instituciones a favor de gente discapacitada, que donan millones a favor de proyectos culturales, como creaciones de orquestas en comunidades desfavorecidas. ¡Tenés razón! A mí me gustaría tener un millón de…