sábado, 6 de abril de 2019

CARTA A MARIANA, DONDE APARECE LA LUMINOSIDAD DE UNA TARDE DE MAYO




Querida Mariana: Cuenta la leyenda (la historia) que un mediodía de 2011 se reunieron varios ex becarios del Centro Chiapaneco de Escritores. Se reunieron en la ciudad de Comitán, para hablar acerca de la obra de Rosario Castellanos, bajo un bello título: “La obra de Rosario Castellanos. Una mirada desde la inteligencia de los creadores chiapanecos”. Los ex becarios se reunieron en el auditorio de la Universidad del Sureste y compartieron, con decenas de estudiantes universitarios, nubes novedosas, lagunas de agua limpia.
Mientras la patria entera conmemoraba la Batalla de Puebla, en Comitán, además del festejo patrio, se celebraba un homenaje a una mujer de palabras, a través de la palabra, pues no hay mejor modo de celebrar el aire que echando a volar cientos de papalotes al mar del aire.
En aquella ocasión, Mario Nandayapa comentó (palabras más, palabras menos) que hasta ese momento se dio cuenta de la trascendencia de esa institución que perteneció al extinto Instituto Chiapaneco de Cultura: El Centro Chiapaneco de Escritores. Sí, Mario (hoy destacado investigador chiapaneco) tiene razón. La razón está inscrita en una carencia: Hace falta un testimonio histórico que dé cuenta de esa institución que ayudó a tener conciencia de la profesionalización de la escritura. Jesús Morales Bermúdez, coordinador del CECHE, siempre hincó la idea de que el escritor lo es de tiempo completo, de veinticuatro horas. Esos gajos fueron brotes que hoy son árboles que dan oxígeno, que dan sombra, que dan sosiego a la creación de Chiapas.
Los historiadores mencionan los nombres de Javier Espinosa Mandujano, César Pineda del Valle y Andrés Fábregas Puig, como las figuras relevantes de la creación y apuntalamiento del Centro, un instituto que, mediante convocatoria abierta, eligió a escritores y poetas para que nutrieran y compartieran sus intentos literarios. El Centro Chiapaneco de Escritores caminó por la misma senda que el Centro Mexicano de Escritores. Hoy, ambas instituciones son referentes de la creación de México, en general, y de Chiapas, en particular.
Hoy (hablo en forma simbólica) el CECHE ya no existe físicamente, pero se agranda cada vez que uno de los ex becarios abre sus manos y riega semillas en este suelo lleno de grietas, pero generoso en la cosecha. Así como Oaxaca, Chiapas es uno de los estados más rezagados en desarrollo del país, pero en materia de creación artística (lo mismo que el mencionado Oaxaca) Chiapas es un estado pleno, soberbio, genial. Si ahora hacemos un ejercicio de memoria, estoy seguro que nombramos a muchos magníficos artistas chiapanecos, de todos los tiempos, en todas las ramas: pintura, dibujo, música, textiles, escultura, danza, grabado, cerámica y, por supuesto, ¡literatura!
Mucha de la genialidad literaria se apuntaló en el extinto Centro Chiapaneco de Escritores. Por favor, no vayás a malinterpretar mis palabras. Mi maestro de cuento, Rafael Ramírez Heredia, decía que un escritor se hace con taller literario, sin taller literario o ¡a pesar del taller literario! De igual manera, el genio literario chiapaneco proviene de muchas sendas, pero los integrantes del Centro Chiapaneco de Escritores recibieron una formación que ayudó a la consolidación de su genio. Con esto quiero expresar que la existencia del CECHE fue un acierto en la vida cultural de Chiapas, y es una pena que ahora sólo sea mero recuerdo. ¿Por dónde irán las nuevas políticas culturales del estado de Chiapas? No lo sé. Hasta el momento (ya van cuatro meses de la nueva administración) únicamente se ven destellos. Parece que el plan se va conformando sin un proyecto bien definido. ¿Cuál es el ideal de la actual directora de Coneculta-Chiapas? A mí me provoca cierto escozor cuando veo que la página oficial de la dependencia cultural de Chiapas tiene errores. ¿Cómo es posible que en el apartado de Casas de Cultura, el membrete diga: “Casas de Cultuta”? (Ya aprendí a imprimir imágenes de pantalla, por lo tanto, si dudaras de lo que digo, en cualquier instante enseño que así estaba escrito, a las ocho con cuarenta de la mañana del jueves 4 de abril de 2019). Sí, me da escozor, porque yo pensé que era improbable que la institución cultural del Estado tuviese tal tipo de errores. ¡Claro!, dirás vos, ¿qué culpa tiene la directora de los errores del encargado de la página? No sé. La verdad no sé. Por supuesto que ella no puede estar pendiente de estos “mínimos” errores, pero ¿entonces quién de sus colaboradores debe hacerlo? Digo que es la página oficial, digo que es la imagen de la cultura de Chiapas ante el mundo. ¡No! Me resisto a aceptarlo, la imagen de Chiapas ante el mundo es, insisto, la de sus creadores, quienes, en la humedad de sus gabinetes le dan forma a las obras que son nuestro orgullo.
Así pues, como en el Centro Mexicano de Escritores pasaron muchos de los más grandes escritores de México, en el CECHE vemos que sucedió lo mismo, muchos de los grandes creadores literarios de Chiapas abrevaron de él.
El cuero del espíritu se enchina cuando escuchamos los nombres de Alfonso Reyes, Juan Rulfo, Juan José Arreola, Octavio Paz y Carlos Monsiváis, entre otros, como integrantes del Consejo Literario del Centro Mexicano de Escritores. De igual manera, sentimos una cubetada de luz cuando oímos algunos nombres de los becarios de ese Centro: nuestra Rosario Castellanos, Inés Arredondo, Rubén Bonifaz Nuño (quien fue el primer recipiendario de la medalla Rosario Castellanos, que entrega el Congreso del estado de Chiapas), Emilio Carballido, Alí Chumacero, Elsa Cross, Carlos Fuentes (quien recibió la medalla Belisario Domínguez, máxima presea que entrega el Senado de la República), Kyra Galván, Juan García Ponce y muchos más, todos nombres ilustres y con lustre.
Pues, asimismo, los ex becarios del Centro Chiapaneco de Escritores hoy son excelsos sembradores de luz. Sus nombres dan prestigio a Chiapas. Quienes acudieron a Comitán el jueves 5 de mayo de 2011 fueron apenas una penca de ese fastuoso maguey. Los ex becarios son más, muchos más, pero ahora nombro a quienes hablaron de la obra de Rosario, en la tierra de Rosario, tu tierra, la mía, también. Carlos Gutiérrez Alfonzo (poeta y ensayista, fue Director del Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica), Gustavo Ruiz Pascacio (también poeta y ensayista, es Premio Nacional de Ensayo), Gabriel Hernández (excelso narrador. Ha publicado libros de cuentos y novelas; su novela “Una sola diversidad de mundos” es de una gran factura), el ya nombrado Mario Nandayapa (quien es Doctor en Literatura Hispanoamericana, por la Universidad de Chile. Da cátedra en la Facultad de Humanidades, de la Universidad Autónoma de Chiapas), Rubén de Leo (poeta y periodista, quien actualmente radica en el estado de Veracruz), Miguel Ángel Godínez (quien, primero fue becario, y posteriormente coordinador, al lado del enormísimo poeta Joaquín Vázquez, Quincho, y del excelso narrador Jesús Morales Bermúdez. Miguel Ángel radica actualmente en la Ciudad de México.), y Marco Fonz (quien, cuenta la leyenda (la historia) fue un buen poeta que un día decidió suicidarse lejos de estas tierras, en Chile. El periódico La Jornada comentó que Marco escribió, antes de su suicidio, la siguiente línea: “Que al final estoy tan solo como un verso.”). Yolanda Gómez Fuentes, la única escritora que formó parte del CECHE, fue también la única invitada que ese día no pudo asistir al encuentro. ¡Fue una lástima! Ella es poeta y ensayista. Tiene un libro publicado con el título “En el sur la marca de su mano”, en el cual da cuenta puntual de los albores poéticos de Rosario Castellanos, en la prensa de Chiapas.
No hay mejor modo de celebrar el aire que echando a volar cientos de papalotes al mar del aire. No hay mejor modo de celebrar la palabra que amarrando los silencios para convocar el vuelo del verbo.
Ese día, en Comitán, la obra de Rosario fue revisitada. Esos escritores jamás imaginaron que sembraban un gajo que, años después, comenzaría a dar frutos, porque el hecho de que ahora, el ayuntamiento municipal honre la memoria de Rosario con su imagen en el logotipo no es mera casualidad; ni es mera casualidad que ahora, en 2019, ocho años después de aquella reunión de escritores becarios del CECHE, exista ya un museo dedicado a la memoria de Rosario Castellanos; ni es casualidad, tampoco, que hoy exista en el parque central de Comitán un busto de Rosario, realizado por el escultor comiteco Luis Aguilar. Este busto se inauguró el año del encuentro, tres meses después. Y digo que no es casualidad, porque todo en el mundo responde a una serie de lo que Julio Cortázar llamaba figuras. Los actos simples y grandiosos conjuran para que el mundo gire a la izquierda o a la derecha. El encuentro de ex becarios del Centro Chiapaneco de Escritores, en Comitán, convocó la luz. Salvo Marco Fonz, los demás escritores y poetas que estuvieron en Comitán siguen en la brega diaria, siguen respondiendo, fidelísimos, a la excitativa de Jesús Morales Bermúdez: Sean escritores de tiempo completo, sean escritores profesionales, abonen la vida en la página que luego leerán miles de lectores.
Cada uno de los becarios sigue honrando al Centro Chiapaneco de Escritores y a la memoria de Joaquín Vázquez Aguilar, quien hasta su muerte, ocurrida en 1994, fue coordinador del CECHE y, en no pocas ocasiones, sugirió que la reunión (muy formalita) mejor se realizara en un bar con dos cervezas entre pecho y espalda. Los becarios supieron que la literatura está hecha de vida, y la vida se encuentra en todas partes, incluso (o de manera privilegiada) en los botaneros de Tuxtla y de puntos intermedios.
Posdata: Ese día, importantísimos escritores de Chiapas estuvieron en Comitán, honraron esta tierra con su palabra, volaron en el aire limpio de la tierra donde creció Rosario Castellanos, nuestra gran escritora.
No sé de algún otro encuentro en el que se hayan reunido tantos ex becarios del CECHE. Comitán fue privilegiado en aquella ocasión.