jueves, 4 de abril de 2019

CARTA A MARIANA, CON RESPUESTA A UNA PREGUNTA




Querida Mariana: Mi amigo Rafa me quedó viendo y dijo que tenía algo que preguntarme. Yo puse mi cara de sapo a punto de recibir una pedrada. Rafa dijo: “Oí, ¿de dónde sacás tanta pendejada?”. Como habíamos estado hablando de las Arenillas, deduje que eso de pendejadas se refería a los múltiples temas que abordo en los textillos que redacto. ¿Qué decir a eso? En realidad, Rafa me lanzó la pregunta sin esperar respuesta, porque ¿qué podía responder a la pregunta que trataba de conocer el lugar exacto de donde saco tanta pendejada? Cualquiera pudo ofenderse y decir que no escribe pendejadas, pero yo no lo hice. Celebré la pregunta, reí, reí mucho, y sigo celebrando el cuestionamiento y lo haré mientras viva. Pudieron ofenderse aquéllos que no conozcan los códigos lingüísticos de los comitecos.
Acá, en Comitán, muchos dicen que la gente hace mudencadas o caballadas, y, en término estricto, no significa que al que hace mudencadas se le diga mudenco, o al que hace caballadas se le insulte comparándolo con un caballo.
Ser un caballo no es un elogio, porque rebaja al individuo a la escala de animal, incapaz de reflexionar. Ser un caballo no es algo digno de considerarse. No es grato saberse caballo, ni porque fuera uno de esos caballos árabes hermosos o un caballo pochoroco famoso como el que montó Rosario Castellanos en el trayecto de La Concordia a su rancho Chapatengo. Pero, el comiteco que le dice a otro que hace caballadas no le está diciendo caballo, no. Así, pues, Rafa no quiso decirme que soy un pendejo, por escribir tanta pendejada, porque, confesó, todas las mañanas lee mis pendejadas. En varias ocasiones le ha dado “Me gusta” a algunos textillos. En realidad (así hago la traducción) él quiso decirme que encuentro nubes donde los demás sólo encuentran piedras y lo contrario: encuentro piedras donde los demás ven nubes; es decir, mi mirada es especial y única, como única y especial la mirada de cualquier ser humano. Lo que sucede (y en esto le doy crédito a Rafa) yo me atrevo a escribir mis pendejadas y exponerlas al público y esto, la mera verdad, requiere valor. ¿Quién -digo yo- anda exponiendo sus vergüenzas en público, a todo mundo y a todo pulmón?
Rafa no quiso decirme que soy un pendejo, porque (todo mundo lo sabe), en términos estrictos, un pendejo es un vello púbico y un vello púbico, por más chinito que esté, ¡no escribe! Lo más que produce un vello púbico es comezón cuando algún piojo se enrosca en él.
Lo que Rafa preguntó, también lo preguntó Romina, claro, en otros términos: ¿De dónde sacás tanto? Y cuando Romina lo preguntó me causó la misma impresión que me provocó la pregunta de Rafa. ¡No hay respuesta posible! A veces digo que el proceso creativo tiene infinitas formas de manifestarse. Hay procesos creativos ingeniosos, hay otros que son realistas, otros que son imaginativos y otros que rayan en la genialidad.
Ahora mismo tengo en mi buró una novela de Goran Petrovic (escritor Serbio), que se llama “La mano de la Buena Fortuna”. Es ¡una gran novela! La capacidad de Goran para hacer sencilla una trama complejísima es digna de un genio literario. Nunca, si me topara con Goran, le preguntaría de dónde saca tanta genialidad, porque sé que esta pregunta no tiene respuesta. Sé, desde mi cascarita creativa, que el proceso de escritura está inmerso en un mundo que camina por la orilla o por el centro de este mundo, pero cuyos principales caminos pertenecen a otro mundo. Perdón, no quiero ser irreverente, pero Cristo ya dijo que su reino no era de este mundo, pero lo dijo en éste. El proceso de creación (territorio que linda donde moran los dioses) no es de este mundo. Los genios caminan por senderos que están muy lejos de los caminos trillados donde caminamos los demás mortales.
La novela de Goran plantea la posibilidad, real, absoluta, en que un lector (cualquiera, pero gran lector) cuando llega, a través de la lectura, a una plaza con lámparas prendidas, fuente al centro, bancas de hierro forjado y parejas que platican, en una tarde tierna, el lector puede, perfectamente, desviarse hacia un callejón ¡que no está descrito en la novela! Puede, como niño travieso, desviarse tantito y caminar en medio de puestos de frutas, ollas de barro, debajo de manteados coloridos, con olor a carne asada, que proviene del puesto de tacos que está en la esquina, atendido por un hombre, gordo, con mandil blanquísimo. ¡Ah, Goran, qué narrador tan prodigioso!
Los propios genios han reconocido que el proceso creativo se da en un espacio llamado inconsciente colectivo, territorio que fue visitado frecuentemente por Carl Gustav Jung y del que regresó trayéndonos muchas piedras preciosas. Jung nos enseñó que en el inconsciente colectivo está todo el conocimiento pasado, el presente y el futuro de la humanidad. De ahí, de ese mundo interior, los creativos pepenan las joyas que luego vuelcan a este mundo. De ahí, entonces, digo yo, salen las pendejadas que escribo. ¿De dónde más? Pero ese pozo es tan escurridizo que suena extraño que es la mina de donde se extraen las piedras preciosas, cuando el afortunado las encuentra. Y este proceso de búsqueda y de encuentro es dificilísimo, sólo algunos iluminados alcanzan tal hallazgo.
Antes, cuando era niño, cuando alguien fallaba un tiro a la canasta en un partido de básquetbol, escuchaba que alguien, en forma irónica, decía: ¡Andá a la tienda de doña Mariana a comprar puntería!
Nunca he escuchado que alguien diga: ¡Andá a la tienda de doña Mariana a comprar un kilo de pendejadas para que escribás una novela o un cuento o un ensayo o un simple textillo! Hay muchas tiendas que venden chucherías, chunches, objetos mil, pero no hay una sola donde uno pueda comprar hilitos para el proceso creativo. Es como un don divino, una rama que injertó el árbol mayor de la naturaleza cotidiana.
Posdata: ¿De dónde saco tanta pendejada? Querido Rafa, vienen de mis incursiones permanentes a ese territorio que se llama inconsciente colectivo. Espero, algún día, pepenar una pendejada mayor, mientras tanto, escribo pendejaditas. ¿Qué más puedo hacer? Soy un simple mortal.