jueves, 25 de abril de 2019

CARTA A MARIANA, CON PREGUNTA INCLUIDA




Querida Mariana: La pregunta es sencilla: Sentirías que te quitan la mitad de tu vida, si te quitan ¿qué?
El juego se refiere a objetos, a cosas materiales. De todas las cosas materiales, ¿cuál es la más importante de tu vida?
Y esto es así, porque si se abriera más la pregunta, entrarían personas y esto sí sería algo muy complicado; es decir, si alguien tuviese que responder sobre todas las posesiones de su entorno cercano, sin duda, elegiría, más que un objeto o cosa, una persona. Esto sucede cuando alguien pierde a un ser querido muy cercano, ¡siente que le quitan la mitad de su vida!
Por esto, el juego es menos severo, es más sencillo. Si te quitaran una cosa, ¿cuál sería con la que dirías se va la mitad de tu vida con ella?
No sé si esta pregunta se la hacen a los estudiantes de preparatoria en el test que les aplican para que puedan ver por dónde anda el camino de su vocación, pero se las deberían aplicar, porque la respuesta da una idea muy cercana del centro de la pasión de un ser humano.
Ayer me planteé la pregunta. Estaba solo (no es novedad alguna) y me puse a pensar en qué cosa es la más querida. Tomé una hoja, un lápiz e hice una relación (no extensa, pero cercana a mis cosas favoritas), para hacer un ejercicio de eliminación hasta que me quedara con la cosa más cercana, la más querida. Puedo decir que casi desde el principio supe cuál era la respuesta, pero cumplí con el ritual del juego. Todo lo hice de forma individual, para que todo tuviera como el mismo peso específico; es decir, no escribí zapatos, escribí zapato. El objeto señalado era el símbolo de la cosa. Todo lo anotado corresponde a objetos de mi pertenencia, con lo que está diseñado mi mundo. Te paso copia de algunos objetos de la relación que escribí: Auto, computadora, pelota, televisión, zapato, cartera, mesa, oficina, silla, plato, billete, libro, flor, mosaico… y por ahí se fue. Con el mismo lápiz comencé a tachar, el primer objeto fue el auto. Pues sí, en ánimo de ser serio, el auto lo necesita Checo Pérez. ¿Carro? Lo necesita el que vende hot-dogs. Esto que digo no es broma, va en el sentido de la vocación, si a un alumno de bachillerato le hacen la pregunta y responde el ejercicio y al final se queda con auto ¡a eso debe dedicarse!, a la venta de autos, a mecánico automotriz o a corredor de autos de fórmula uno o a vendedor de perritos calientes.
¡Mentira! La pregunta no es sencilla, es complejísima. Al final me quedé con dos cosas y sigo con ellas: cuaderno y libro. Parte de mi existencia se ha centrado en la lectura y en la escritura. Si me quitaran alguna de estas dos cosas sentiría que me arrebatan parte esencial de mi existencia, parte fundamental de mi vida. ¿Qué hacés en un cuarto en el que, poco a poco, te van quitando el oxígeno? Al principio buscás una hendija, una línea en el techo que permita el paso del oxígeno. Pasado un tiempo sentís el desasosiego. ¿Te tirás al piso y te ponés en posición fetal para no agotar el poco oxígeno que ahí queda? ¿Te desesperás y comenzás a patear la pared y a golpear la puerta, a pesar de que agotás la poca reserva de aire? Algo de esto sentí al pensar en la posibilidad de quedarme sin la lectura o la escritura.
Pero el juego exige que te quedés sólo con una cosa. Y acá está el verdadero problema. Las otras cosas se eliminaron solas. Estas dos cosas las tengo ahora apretadas contra mi cuerpo, como si fuesen juguetes y no dejara que nadie me las arrebatara. “No, hijo, sólo te compraré uno de los dos.”, dice, sentenciosa, mi mamá. Yo, en el mercado, no quiero soltar ninguno. “Si no eliges uno, no te compraré nada.”, insiste mi mamá. Ella me está colocando al borde del abismo: O elijo uno o nada tendré. Yo me empecino. Parecería que no entiendo que puedo quedarme sin objeto. Pataleo, hago berrinches. Quiero que mi mamá comprenda que no puedo vivir sin uno de esos juguetes. He vivido con ellos parte importante de mi vida y ambos se han convertido en mi vida misma.
Posdata: Estoy a punto de renunciar al juego bobo. Me resulta muy difícil desechar una de las cosas. Ya deseché mucho. ¿No puedo quedarme con los dos? Prometo portarme bien. Hacer todos los mandados, tender mi cama y guardar los juguetes en su caja.
Cuando menos aprendí que mi vocación está enredada en esos dos objetos, por lo que, si fuera un estudiante de bachillerato buscaría en las guías universitarias una carrera profesional que tenga que ver con estos dos objetos: la libreta y el libro. ¡Ay, por no jugar a tiempo, muchos estudiantes se equivocan en su elección vocacional!
Yo fui a parar a la facultad de Ingeniería, para (según yo) estudiar electrónica. ¡Que el Dios del chip perdone mi osadía, mi estupidez!