lunes, 27 de mayo de 2019

COMO EL AVE MARÍA




A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: Mujeres que son como el aire a la hora que abren la puerta, y Mujeres que están llenas de Gracia.
La mujer llena de Gracia hace su casa en cualquier árbol, como si fuese un colibrí. La mujer llena de Gracia, como si fuese aeromoza, vuela todos los días, a todas horas. Cuando tiene pareja ilustra a ésta para que sepa qué hacer en caso de que la cámara del vuelo se despresurice, le enseña los primeros auxilios y practica el signo vital del boca a boca.
La mujer llena de Gracia siempre cuestiona todo. Su amante en turno debe estar preparado para las preguntas más inusuales, por ejemplo: ¿Por qué el matrimonio no tiene puerta de emergencia? ¿Por qué el drama no viene con instrucciones para convertirse en comedia? ¿Por qué la venganza no duerme nunca, como sí lo hace el crimen artero?
La mujer llena de Gracia conserva todos sus recuerdos en alacenas que huelen a tabaco y a hierbabuena en alcohol. A ella le encanta asistir a bailes, en salones de palacios o en patios de casas pueblerinas o a mitad de la campiña. Se descalza, siempre. Es profético el instante en que con un pie empuja el talón del otro zapato y luego, con un movimiento de pierna, lo envía hasta la punta de algún árbol chaparro; es prodigioso ver cómo hace lo mismo con el otro, ya con un pie descalzo, y avienta el segundo zapato hasta la punta de alguna estrella o en la cintura de algún meteorito extraviado. Le encanta danzar. Dice que la danza es el movimiento que mantiene vivo el universo, y mientras lo dice alza los brazos y las piernas y coloca sus pies, una y otra y otra y una vez, sobre el piso frío del mármol, sobre las baldosas de porcelana, sobre los ladrillos o sobre la hierba recién cortada, húmeda, como húmeda su entrepierna y húmeda la cadera y húmeda la gaveta del alma.
La mujer llena de Gracia odia todo aquello que está estrellado: los huevos, los espejos, los parabrisas de los autos que recibieron el impacto de una piedra, el espíritu de los mediocres y la palma de la mano de los pordioseros. Por el contrario, ama lo que es como un puente que va de una mano a otra, que se extiende como de la tierra al cielo, que une las orillas distantes. Ama la línea que es como un hilo que une al pene con la vagina, que hace hermano el pie de Alaska con la cabeza de la Patagonia.
La mujer llena de Gracia usa anteojos porque ese par de cristales es como una ventana que guarda en un camerín los ojos que son los aretes que bendicen el aire. La mujer llena de Gracia camina como si lo hiciera sobre una nube llena de clavos, como si fuera una flor de framboyán en medio de cardos, como si durmiera el sueño injusto de un lagarto a la orilla del Grijalva.
La mujer llena de Gracia está llena de las cosas más sublimes: de pastillas para conciliar el mito; de estantes para llenar de sol las madrugadas; de ventanas que abren al agua del mar y no se oxidan; de bocados de pan envueltos en niebla tibia; de osos que trepan altaneros por la historia de caimanes y de lagartijas sin cola.
La mujer llena de Gracia es la mujer que está al lado de aquellos que sueñan con la libertad y que comen hojas de libros como si fueran hojas de coca.
La mujer llena de Gracia es el puntal que sostiene el edificio del cambio, es el árbol que alimenta a las ardillas, que ríe en caras serias, que golpea los sartenes en las marchas que exigen un alto a los feminicidios. La mujer llena de Gracia consigna su historia en diarios que escribe en madrugada, mientras en la ventana del cuarto que da a la calle mira, por encima de los tejados, las montañas que son el cobijo de hombres que no soportan las sociedades hijas de la plata y del oro, y que son como la cobija para los venados que corren sin hacer caso a las murallas y a las cercas con alambre de púas.
La mujer llena de Gracia no se deja sobornar por pastos sintéticos ni por paredes arrogantes que no aceptan grafitis.
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: Mujeres que beben güisqui mientras cogen, y Mujeres que besan sin saber que lo hacen.