miércoles, 29 de mayo de 2019

PORQUE HAY PAREDES QUE NO ACEPTAN GRAFITIS




A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: Mujeres que comen enchiladas sin chile, y Mujeres que son como un pizarrón blanco.
La mujer pizarrón blanco, para compensar ese vacío, tiene un mueble lleno de objetos. Sus sobrinos adoran entrar al cuarto donde está la repisa que ellos llaman El Tablero de los Mil Juegos, porque ella, como si fuese coleccionista, tiene figuras de héroes (catorce figuras de Superman y doce del Hombre Araña), muñecas de porcelana, abanicos japoneses, naves interplanetarias, plumas de avestruz, dinosaurios, estrellas de mar, pelotas de ping pong, canicas, muñecos de alambre, una serie de carros Volkswagen, vagones de tren, caballitos de mar disecados, carretas del viejo oeste, dientes de tiburón, y mil objetos más (tiene un dildo, cuando las sobrinas preguntan qué es ese objeto, ella dice que es un cohete que la hace viajar a la luna.)
Le encantan los edificios de cristales que hay en todas las grandes ciudades del mundo, prefiere, por supuesto, las que están frente al mar o a la orilla de cadenas montañosas.
Como ya advirtió el lector, la mujer pizarrón blanco ama todo lo que esté lleno de figuras y objetos que compensen la ausencia de su fachada. Por eso siempre acude a parques llenos de neveros, a zoológicos con elefantes y venados, a calles donde circulan camiones de transporte urbano que van atascados con viajeros que dormitan en los asientos o van parados, cogidos de un pescante. Adora ir a las playas y tumbarse en una poltrona y, debajo de una sombrilla con franjas rojas y blancas, ver a las muchachas en bikini y a los muchachos que juegan al voleibol playero.
La mujer pizarrón blanco es una mujer que parece una película exhibida en Cannes, porque permite que se juegue al cine con ella. Ella está dispuesta a recibir todos los guiones, todos los árboles del bosque, todas las nubes de todos los cielos, todos los vientos del desierto, todos los granos de arroz, todos los vientos que besan al Mar Rojo.
Siempre está dispuesta a que su amado escriba lo que desee en su pecho, en sus muslos y en sus talones. Prefiere, por supuesto, a quienes, con plumón tinta azul, escriben fragmentos de poemas de Sabines o de Ruiz Pascacio; prefiere, por supuesto, a quienes, hijos de la pasión de Van Gogh, emplean muchos plumones de colores y le pintan peces sonrientes, palmas de manos con ojos y cielos que parecen mares; prefiere, desde siempre, a los amantes que, como si oraran, escriben frases breves del tipo de “Cuando un tipo hace fila no piensa en el desafortunado que va detrás de él y no alcanzará boleto.” “Si un hombre dice que no, en realidad quiere decir que prefiere el elote hervido al elote asado.” “El tráiler de una película jamás circula por las autopistas.”
Nada lamenta de su vida. Si le preguntan la clásica pregunta: ¿Qué te gustaría ser? Ella no responde, porque cree que uno es lo que es y no lo que sueña que es, ni lo que es en el sueño.
Le encanta las películas de zombis, porque cree que ellos son los favoritos de los equipos mexicanos de fútbol soccer. Por ello, le encanta el instante en que conoce a un entrenador de selecciones de fútbol, porque él tiene una propensión a pintar jugadas en su pecho, con puntos y rayas, como si fuese un moderno telegrafista.
¿Con qué pasa un momento inolvidable y juguetón? Cuando juega el juego que se llama “Lo siento, no quiero hacerlo”. Este juego es para dos jugadores: ella y él. Él debe dibujar sobre ella la pregunta para que ella responda: “Lo siento, no quiero hacerlo.” Por ejemplo, si él pinta un caballo al lado de un automóvil, ella responde: “Lo siento, no quiero hacerlo, no me gustan los autos de carreras, prefiero caminar por senderos en medio de setos de flores con aroma a lavanda.”
Cuando algún dolor se mete en su cuerpo, un dolor de rodillas, por ejemplo, ella escribe sobre sí la palabra que la cura: Dios; cuando algún dolor se mete en su espíritu, una ausencia infinita, por ejemplo, ella escribe sobre sí la palabra que la cura: Dios. Claro, para que el conjuro resulte debe, en el primer caso, escribir la palabra con sebo de vela bendita, y, en el segundo caso, escribir la palabra con el dedo del aire.
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: Mujeres que no alcanzan a medir la oscuridad, y Mujeres que alimentan los pájaros de la pasión a medias.