martes, 21 de mayo de 2019

PARA EL LIBRO DE RÉCORDS DE CHUCHOS




Si existe la justicia, debe incluirse a “La Güera” en la relación de perros señeros en la historia mundial.
Sí, que se coloque al lado de “Laika”, la perra espacial soviética. “Laika”, trepada en una sonda espacial, dio vueltas a la Tierra.
Que se coloque al lado de “Hachiko”, aquel perro japonés que acudió tarde tras tarde a la estación de trenes en espera de su amo, quien había muerto tiempo atrás.
Que se coloque al lado de “Sansón”, el perro que se recostó al lado de la tumba de don Noé, la tarde en que enterraron a su amo.
Que se coloque al lado de “Terry”, un perro doberman que abandonó su fiereza de raza y se convirtió en un chucho casi tan bueno como un grillo a medio día. Aprendió a abrir la puerta de calle y un día que dos delincuentes forzaron la puerta, él les abrió.
“La Güera” es una perrita que (acá se da el testimonio gráfico) supervisa los trabajos que realizan los albañiles. Ella, desde muy temprano, sube a los andamios y mueve la cola cuando los albañiles le dan un taco o cuando aprueba la plomada de la pared.
Por eso, en afán de ser justos, se exige que su nombre pase a formar parte de los grandes nombres de los grandes perros del mundo.
Sí, que se coloque su nombre al lado de “Lassie”, la perra collie que brincó del terreno de la novela al terreno del cine y de la televisión e hizo la delicia de millones de espectadores en todo el mundo.
Que el nombre de “La Güera” aparezca al lado del perro de Javier que, según el testimonio de Quique, era un chucho que avisaba cuando la tranca del rancho quedaba abierta y que cuando el papá de Javier vendió el rancho (de nombre Tzipal) dijo que el rancho valía dos millones de pesos, pero si querían al chucho, entonces, el costo subía medio millón de pesos.
Que el nombre de “La Güera” quede inmortalizado para siempre, al lado del chucho “Tobías”, quien jamás dejó que Verónica besara a su novio en la puerta a la hora de la despedida.
Que se coloque al lado del mastín que Velázquez inmortalizó en su cuadro de Las Meninas.
Que aparezca al lado de “Tobías II”, que fue el chucho que impidió que Verónica terminara bien su primera noche de luna de miel.
Que se coloque al lado del nombre del tío Elías, quien murió de cirrosis, porque era chucho para el trago.
Que se inmortalice su nombre al lado de Snoopy, el perro de las caricaturas, que, como gato, tiene la gracia de dormir trepado en el techo de su casa.
Que se inmortalice al lado de Cerbero (bueno, no, al lado ¡no! Mejor si se coloca un poco lejos de él). El perro mitológico que era el encargado de cuidar el inframundo, de tal suerte que los muertos no podían salir y los vivos no podían entrar. De ahí viene la costumbre de llamar cancerbero al portero. Can-cerbero.
Que el nombre de “La Güera” se coloque al lado de “Tobías III”, chucho, propiedad de Verónica, que fue sacrificado la noche en que el esposo (de Verónica) llegó borracho y no resistió más que el perro no le permitiera ayuntar con su esposa.
Que se coloque al lado de Pluto, el perro favorito de Edmundo y Edgardo (Los doble E), quienes son gays.
Que se coloque al lado de Patán, el perro de caricatura y que es famoso porque el noventa y nueve por ciento de empleados cae en el pleonasmo cuando se refiere a su jefe, porque dice que éste es un perro, un patán.
“La Güera” es tan responsable en su labor que, incluso el Día de la Santa Cruz, ella cumplió con su horario y permaneció arriba del andamio, cuidando que los albañiles no se cayeran al foso, por andar bien bolos.
Que su nombre se consigne, que se diga que es la primera perra del mundo que supervisa obras en construcción, que se diga que es una perrita comiteca, que se diga que cuando el arquitecto llega pregunta cómo va la obra y ella, con toda la sinceridad del mundo, ladra y dice que está quedando ¡bien guau! ¡requeteguau!