jueves, 23 de mayo de 2019

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Tres chicas, estudiantes de sexto semestre de bachillerato del Colegio Mariano N. Ruiz, entraron a mi oficina y me invitaron a participar en una mesa de diálogo con el tema Prostitución. Me explicaron que no querían expertos, sino la opinión de personas comunes y corrientes que compartieran su reflexión acerca del tema. Como a mí me encanta compartir, y como soy común y corriente, dije que sí, que le entraba. ¿Qué compartí con ellos? Acá paso copia. Gracias.
Buenos días. Soy escritor y no hablador. Por esto, cuando recibí la invitación para participar en estamesa, con el tema de Prostitución, acepté con gusto, pero condicioné mi participación a la lectura de este textillo que ahora comparto con ustedes.
Cuando escucho la palabra prostitución pienso, de inmediato, en lo que el pueblo repite: Es el oficio más antiguo del mundo. Esto significa que la prostitución se ha dado desde siempre.
¿Es el oficio más antiguo del mundo? No lo sé. Lo que sé es que es un oficio ingrato, tal vez uno de los más ingratos del mundo. No sólo para quien lo ejerce sino para quien acude a él.
Sé que en los tiempos actuales, la prostitución no sólo se refiere al ámbito de las mujeres profesionales, sino también a hombres profesionales que venden su cuerpo. Y digo esto, porque en mis tiempos de estudiante de bachillerato, cuando tenía la edad de ustedes, la prostitución en Comitán se concentraba en burdeles donde los hombres acudían a contratar los servicios de las mujeres. Yo nunca supe de un caso en que la prostitución la ejerciera un hombre. Había homosexuales, pero no vendían su cuerpo. Ahora sí que ¡todo lo hacían por amor al arte! ¡Por amor!
¿Por qué digo que la prostitución es un oficio ingrato? Ustedes saben que soy un gran lector. He leído muchos libros de cuentos o novelas en los que aparece el tema y las historias que ahí se narran son brutales. Enterarse de cómo llega a prostituirse una mujer o un hombre es enterarse de actos que rayan en lo indigno. Las mujeres y hombres que se prostituyen son degradados en su dignidad de seres humanos. Ustedes saben que cuando una sociedad abandona el capitalismo y accede al socialismo (la mayoría de veces por revoluciones armadas, como los casos de Cuba y de Rusia) esta nueva sociedad socialista aspira a la erradicación total de la prostitución, porque, ustedes saben mejor que yo, que en el socialismo no se permite la explotación del ser humano por el ser humano. Pero, tal ideal jamás se ha logrado. Amigos que han visitado Cuba me cuentan que uno de los atractivos más importantes de la isla para los turistas es ir a la playa de Varadero y contratar los servicios de las chicas cubanas, que son bellísimas, y que se llaman Jineteras.
Pero, decía que no solo es denigrante para las mujeres y hombres que ejercen el oficio, sino que también es denigrante para muchos de los contratantes del servicio. Si se analiza el fenómeno a la luz de la razón se ve que un hombre o mujer que contrata un servicio como tal es un hombre o mujer que rebaja su condición de ser humano al mero placer físico.
En los tiempos que fui adolescente, hablo de los años setenta del siglo pasado, era práctica común que alguien mayor fuera el padrino del joven que nunca había tenido relaciones sexuales. Así pues, el joven era llevado, casi de la mano, al burdel. Siempre he considerado que tal acto era denigrante, porque el ser humano no es un simple perro que coge con la primera perra que se topa en la calle. Cuando esto sucede así, el acto sexual es un mero reflejo de una necesidad física, nos comportamos como animales. Los seres humanos somos seres con espíritu, por lo que (y esto es una certeza) cuando el acto sexual conlleva lo que se llama erotismo, abandonamos el terreno de lo animal y accedemos al terreno de lo divino. El erotismo, lo ha dicho Mario Vargas Llosa, escritor que obtuvo el Premio Nobel de Literatura, ya está ausente de las prácticas sexuales de la juventud actual y eso es una pena, y por supuesto, es un capítulo desconocido en las relaciones que se efectúan con prostitutas y prostitutos. Los que venden su cuerpo ignoran los escarceos previos que son tan ricos en las relaciones. En la mayoría de casos apuran a los clientes, porque desean estar con otro, porque su objetivo central es ganar dinero. El placer sexual no les causa placer.

Además, está el tema de la insalubridad. Ustedes han visto que en el parque central y en el parque de San Sebastián abundan prostitutas que, a simple vista, se advierte que no tienen algún control sanitario, pero esto, como decía Nana Goya, es otra historia o será abordado por alguno de mis compañeros de mesa.
Agradezco que me hayan permitido compartir esta reflexión con ustedes y deseo que profundicen en el tema, que es complejísimo. Gracias.