lunes, 1 de julio de 2019

CARTA A MARIANA, CON CORAZONES REVITALIZADOS




Querida Mariana: “De pronto se me cuarteó el corazón”, dijo Francisco Gordillo, cuando subió esta fotografía a su muro de Facebook. Francisco es el joven que ve hacia abajo, mientras camina al lado de don Jesús Gordillo. Cualquiera pensaría que es una fotografía familiar y que al único que se le cuartea el corazón es a Francisco, por el alud de recuerdos que lo azota contra el piso del espíritu. Pues sí, pero ¡no! Porque (Francisco lo sabe) cuando él compartió esta fotografía, además de compartir un hilo de su chal personal, también compartió parte de la vida sencilla del Comitán de los años setenta del siglo pasado, y esto también provocó fracturas en muchos corazones de personas de esos tiempos. ¡Años setenta del siglo pasado! ¡Uf! Y ahora, ¿quién podrá refrendarnos? ¿Quién podrá restañarnos el corazón cuarteado? ¿Quién? ¿Qué?
Vos, querida mía, no eras ni proyecto de vida, esa mañana que Francisco y Jesús entraron al Cine Comitán, por el pasillo de en medio, porque por ahí es donde camina ese orgulloso Jesús y el dubitativo Francisco (su nerviosismo lo demuestra al llevar metida la mano en el pantalón). Don Jesús (orgulloso de su nombre, sabedor del árbol genealógico) camina como su tocayo caminó sobre las aguas, camina con garbo.
¿Por qué Francisco lleva la mano metida en la bolsa? ¡Dios mío! ¿Qué adolescente podía tomar valor para caminar por el pasillo central de la sala que, en ese instante, era recinto oficial para recibir los papeles que certificaban el término de un ciclo escolar? Si mirás a la butaquería vas a ver que muchos tienen las manos juntas, porque acaban de aplaudir a Francisco y a Jesús. El maestro de ceremonias dijo, más o menos: “Y ahora corresponde el turno del alumno Francisco Gordillo, acompañado de su padrino, el señor Jesús Gordillo”, y ellos, quienes estaban en la entrada de la sala, comenzaron a caminar por el pasillo central (de bajadita) y recibieron la ovación de la audiencia (de igual forma que lo recibieron los demás alumnos acompañados de sus padrinos). Casi puede asegurarse que la mamá de Francisco estuvo sentada en una de esas butacas y, a la hora de ver esta pareja, rama de su árbol, se aguaron sus ojos. Porque estos instantes sólo provocan aguaduras de ojos y cuarteaduras de corazones y, también, ¡guateques de espíritu! La revoltura suprema de sentimientos aparece en momentos como éste, por eso, cuando Francisco compartió la foto, su corazón se hizo como pececito en un charco sin agua.
Sí, el tiempo ya está lejano. ¡Uf! Años setenta del siglo pasado. ¿Mirás los trajes? ¿Los zapatos de don Jesús? Ellos están vestidos de gala para la ocasión de gala, porque, en esos tiempos, la terlenka era la moda. ¿Mirás los cuellos extendidos de los sacos? ¿Mirás las campanas al término de los pantalones? ¿Oís el jolgorio que hace Francisco al caminar? Sin necesidad de campanero, él hace las fanfarrias, porque concluye un ciclo escolar. Las corbatas también son sicodélicas. La moda exigía trajes de terlenka (mirá la mujer que está como espectadora en la primera fila, también tiene un saco del mismo material.) Quienes vestimos trajes de terlenka en ese tiempo (en toda la república) nos hacíamos notar, decíamos: “¡Acá estoy!” Tiempo después, esa tela sólo se usó en cortinas y en tapicería de sillones. ¡Pucha!
Don Jesús camina orgulloso, Francisco un poco chiveado. Ellos caminan en el pasillo central del Cine Comitán, lugar al que, por lo regular, la gente asistía a ver películas mexicanas; es decir, ellos están en un lugar donde se presentaban estrellas cinematográficas, por esto, don Jesús tiene la horma de un actor acostumbrado a estar en medio de reflectores, como si entrara a un salón en que se sentará a ver el baile de la cubana Nina Sevilla, en glorioso blanco y negro con acompañamiento de bongós y trompetas. Francisco, chiveadón, camina como si entrara al salón por primera vez (no al salón de clases, ¡no!, al salón, lleno de humo de cigarro, donde Lin May mueve sus caderas generosas y se despoja del sostén). En el Cine Comitán se está dando, en este instante, un cuadro de la película personal de Francisco.
Vos, ¿en qué lugar recibiste tu certificación de secundaria, la de bachillerato, la de universidad? No fue en el cine, ¡no! En los años setenta, muchos cuadros de las películas de nuestras vidas se desarrollaron en el cine, por esto, tal vez, muchos de mis compañeros soñaron con ser actores, con estar, algún día, en la pantalla grande. En ese cine, al amparo de la penumbra, el muchacho Francisco tomó la mano de la chica y le robó un beso en la mejilla y ella se chiveó, pero no se notó, porque estaban sentados hasta atrás de la sala y todos los cinéfilos miraban cómo Tarzán se golpeaba el pecho desnudo y gritaba su grito triunfal, en cataratas de algún río africano.
No sé si Francisco algún día salió en la pantalla grande, pero sé que actuó en obras teatrales y luego trabajó en la televisión estatal. Por ahí hay fotos en las que está arriba del escenario, interpretando un papel. Ya para ese momento no tiene la mano adentro del pantalón, como acá la tiene. Acá (yo lo entiendo perfectamente) no sabe bien a bien qué papel interpretar. No sabía en ese momento que estaba cumpliendo el papel más importante al lado de don Jesús, por esto, cuando, muchos años después, subió este recuerdo a su muro personal ¡se le cuarteó el corazón! ¡Cómo no! Estoy seguro que, a vos, niña joven, también se te contrae el corazón cuando ves fotografías donde estás niña al lado de tu papá.
Posdata: ¿Quién resana los corazones cuarteados? ¿Qué?