miércoles, 3 de julio de 2019

CARTA A MARIANA, CON POESÍA ENREDADA




Querida Mariana: Era un juego, un juego que jugábamos Aníbal, Margot y yo. El juego no tenía nombre, pero si lo hubiésemos bautizado podríamos haberlo llamado: “Te veo ahora, ¡ahora no te veo!”. Nos sentábamos en la banqueta de una esquina y comenzábamos a eliminar una barda e imaginábamos qué había detrás; quitábamos una ventana y, con la imaginación, veíamos el interior y así nos pasábamos la tarde, divertidos.
No sé en qué momento dejamos de hacerlo, no sé en qué momento dejamos de vernos. En algún instante cada uno jaló para su rumbo, y los rumbos nos distanciaron. Digo esto, porque ahora que vi esta fotografía donde aparece Javiercito Molina, poeta originario de San Cristóbal de Las Casas, me hubiese gustado jugar el juego que jugábamos Aníbal, Margot y yo.
Si jugara, eliminaría los basureros. ¡Tienen razón de llamarse así! Algunas personas tienen la certeza de que estos chunches son necesarios para que las calles se mantengan limpias. Yo pienso lo mismo que decía el tío Andrés: “Depositar basura en basureros es hacer más basura”, y daba un argumento: “Acumulación de desechos acumula olores pestilentes, moscas y demás polución.”
Luego quitaría la bandera de Brasil, así como está, en letrero de bandera, para que la armonía de las construcciones no tuviera la fractura que tiene. Recuerdo que un día estuve en la ciudad de Zacatecas y me asombré ante la propuesta estética de la ciudad: No hay letreros de bandera, todos los letreros están rotulados sobre las paredes, con colores y letras semejantes, para brindar armonía. Un letrero de neón sería ofender a la comunidad.
¿Mirás cómo ya quedó más limpio el campo visual? Javiercito, el poeta coleto, camina como más erecto, porque, si mirás bien, en la realidad él camina como paloma encorvada y esto debe ser porque carga el peso de la bandera de Brasil que, quiérase o no, obliga a bajar tantito la cerviz.
Las lámparas me gustan, no las quitaría, una, como corona de reina mira hacia arriba, la otra mira hacia abajo. La que mira hacia arriba alumbra de manera menos directa que la que ve hacia abajo. Esto ayuda a explicar cómo el poeta Molina no mira hacia arriba, sino que ve hacia abajo, su labor, de siempre, ha sido alumbrar los espacios donde camina la gente de a pie, es lámpara con mirada agachada.
Eliminaría a los compas que están en el fondo. Lo haría para que el poeta quedara solo en la imagen. Se ve que los compas de atrás platican bien contentos, disfrutan la mañana soleada. Sus presencias son condimento de vida, pero los eliminaría para que ese camino de piedra fuera símbolo de la senda solitaria donde el poeta (todos los poetas, los verdaderos poetas) descuelgan los frutos del aire.
¿Mirás cómo ya está más limpia la imagen? Sólo el poeta (el poeta solo), el sendero y las fachadas de las casas, bellas, llenas de historia. Entonces, vendría el último movimiento, como si fuese yo un mago (que esto éramos Aníbal, Margot y yo, en medio del juego) abriría los brazos y, con fuerza, cerraría mis palmas para hacer el prodigio de eliminar las residencias con todos sus interiores.
¿Mirás qué juego tan portentoso? En primer plano el hato de florecillas blancas, luego el poeta que camina en el sendero de las lajas y, al fondo, el cielo azul matizado con nubes, como ovejas blancas.
Posdata: No sé por qué dejamos de jugar Aníbal, Margot y yo. Nos divertíamos mucho. A veces pienso que todo comenzó la tarde que, sentados en la banqueta, después de eliminar una bodega y un baño, pasó caminando Jesús. Jesús era un muchacho alto, integrante de la selección de básquetbol. Caminaba despacio. Cuando Aníbal lo vio dijo que le quitaría la camisa, luego la playera, el pantalón y después el calzoncillo, cuando dijo esta última palabra, vimos que Margot se sonrojó y se tapó los labios con sus manos y luego cerró los ojos. Aníbal y yo nos vimos. De inmediato le pedí que le regresara los calzoncillos, pero Aníbal ya estaba emocionado con el juego, abrió los brazos y, con fuerza, volvió a cerrarlos con una estruendosa palmada. Jesús desapareció. No sé, pienso que ahí fue cuando Margot ya no volvió a jugar con nosotros y luego Aníbal tomó su rumbo y yo el mío y jamás volvimos a vernos, a jugar este juego que nos divertía tanto.