sábado, 20 de julio de 2019

CARTA A MARIANA, CON NOMBRES INCLUIDOS




Querida Mariana: Hay una canción que se hizo famosa en el país. Ahora, con tanto reguetón, no creo que se escuche con frecuencia. La cancioncita, media bobalicona, decía en una de sus líneas: “Tu retratito, lo traigo en mi cartera”. ¿Quién, ahora, guarda fotos en la cartera? Tal vez, los viejos como yo; los jóvenes, como vos, llevan las fotografías de amigos y de amados en los teléfonos celulares. Emilio dice que todas sus fotos las sube a “La nube”, dice que medio mundo sube sus fotos personales en ese espacio.
El retratito en la cartera se doblaba, por lo tanto, terminaba ajado; a veces se mojaba, por lo tanto, terminaba deslavado. Ahora, Emilio dice que las fotografías que están en “La nube” permanecen inalteradas. ¿Por cuánto tiempo permanecerán ahí sin deterioro? Cuando le pregunto, Emilio dice que esas fotografías estarán ahí dentro de veinticinco o treinta años y más, mucho más.
En esta carta te anexo una fotografía donde aparece el escritor Fabio Morábito. Si esta carta la enviara por correo tradicional, metería la foto en el sobre, y terminaría ajada. Pero no es así, esta carta te la envío en forma digital (soy un viejo, pero me adecuo a los tiempos), por lo tanto, vos no la tenés en papel sino que la leés en una pantalla, y en una pantalla mirarás esta fotografía.
La fotografía es como un fotograma, porque la tomé de la pantalla del televisor. Estaba en casa, viendo el noticiario cultural del Canal 22 cuando dieron la noticia que Fabio había recibido el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2018. Saqué mi cámara y tomé la foto. A vos te parecerá la cosa más sencilla, pero a mí este acto simple (en estos tiempos) se me hace un prodigio. En cosa de segundos tomo la foto, la tengo en mi cámara, la descargo en mi computadora y te envío copia. ¡Pucha! ¿Ya te conté que en los años setenta aún no había servicio de revelado de fotografías en color en Comitán? Si tenías un rollo fotográfico a color, era preciso que fueras a la tienda del maestro Hermilo Vives y esperaras unos quince o veinte días, porque el maestro Hermilo enviaba el rollo a la Ciudad de México, lugar en el que revelaban las fotografías. Y como en ese tiempo tampoco existía FEDEX, uno debía esperar que llegara el paquete por la Cristóbal Colón (en ese tiempo, el viaje sencillo de Comitán a la Ciudad de México tardaba más de veinte horas).
Y digo esto, porque esta fotografía la guardé en mi computadora (Emilio sugeriría que la trepe a La Nube). La guardé porque es una síntesis del acto prodigioso de la creación. Por ahí aparece el logotipo del Canal 22, el canal televisivo cultural de México. La televisión abierta (salvo el canal 11) continúa con la tradición de transmitir programas insulsos, para que las personas en México sigan en la ignorancia. El canal 22 es una ventana para recibir aires frescos, aires que insuflan el crecimiento intelectual. La palabra insuflar suena medio mamila, pero es simpática, a mí me gusta, se aplica para denotar que soplamos sobre algo. En el canal de las estrellas no la usan con frecuencia, tal vez la escuché en el Canal 22. En el canal de las estrellas insuflan aires enrarecidos. ¿Has escuchado que en el programa del “Vítor” usan la palabra “Dijieron”, en lugar de dijeron? No es que sean ignorantes, ¡no!, ellos son perversos, modifican las palabras para que terminemos hablando como Felipe Calderón: “Haiga sido como haiga sido”.
Por esto, porque el mundo necesita que alguien nos enseñe a expresarnos, es que recibí con mucha alegría la noticia del premio Xavier Villaurrutia. Es un premio que los escritores entregan a los escritores, por lo tanto, es un verdadero reconocimiento. En un país donde tu mayor enemigo es el que ejerce tu mismo oficio, es digno de aplauso que el gremio de escritores profesionales reconozcan el profesionalismo de un compañero. Y este año el premio Villaurrutia se lo concedieron a un escritor que es muy respetuoso en la escritura del idioma español, sin que (ya te he contado en cartas anteriores) el español sea la lengua materna de Fabio. La lengua materna de Fabio es otra, el español lo tuvo que aprender como segunda lengua. Y tal vez por este proceso de aprendizaje es que Fabio es un escritor con un gran cuidado en la redacción. Su escritura es elegante, sencilla, clara, objetiva. Pocos escritores tienen ese dominio del lenguaje, a pesar de haber crecido hablando español.
Digo que me gustó la fotografía porque, en un extremo, señala que la noticia habla de literatura, y vos sabés que la literatura es el pan que como todos los días. Por esto, antes de hablar de fútbol o de cantinas o de canciones o de burdeles o de templos o de que fulanita está acostándose con sutanito, prefiero hablar de literatura, porque en la literatura está concentrada la vida; es decir, ahí está todo lo que mencioné y más, ¡mucho más!, pero está decantado. No es el mero chisme o la gana de joder honras ajenas, ¡no! En la literatura está la esencia de la inteligencia humana; ahí está la palabra bien dicha, la palabra cuidada. Hablo, por supuesto, de la buena literatura, de la que escribe gente como Fabio Morábito. Te comparto la fotografía de Fabio, porque pienso que antes que guardar fotos de personajes como el tal “Vítor” debemos aspirar a expresarnos con corrección. Dice el dicho que el amor es breve, por lo que no es válido gastarlo en celos; bueno, lo mismo puede decirse acerca de la vida, la vida también es breve y no se vale gastarla en vulgaridades.
El canal 22, de la televisión nacional, es una opción para alimentarse con imágenes y sonidos menos dañinos que las emisiones que nos embute el canal de las estrellas.
Pero, digo yo, la opción más luminosa es la literatura, los buenos libros alimentan ese chip ahora tan ignorado: La imaginación.
Si tuvieras un hijo, estoy seguro que procurarías que se alimentara de manera sana, como vos lo hacés. No le darías refrescos embotellados (pucha, la Coca tan dañina que es, la negra y la blanca); no le harías sándwiches con jamón ni hot dogs con salchicha; lo llevarías al parque y evitarías que estuviera cerca de alguna persona que fuma (porque, está demostrado, que el humo del cigarro es muy dañino); en fin, vos procurarías que tu crío creciera sano, por lo que también estarías muy pendiente de su alimentación espiritual. Estoy seguro que evitarías que viera programas tontos y procurarías que los programas que viera fueran programas inteligentes, que abonaran a su crecimiento espiritual e intelectual. Estoy seguro que le darías libros infantiles que activaran su chip de imaginación, para que cuando fuera mayor se acercara a la buena literatura, en donde, sin duda, aparecerían dos escritores mexicanos: Xavier Villaurrutia y Fabio Morábito.
No lo estás haciendo, pero si me dijeras que te sugiriera dos o tres libros de Fabio, te recomendaría: “El idioma materno”, libro en el que, mediante textos breves, escritos con maestría, Morábito nos cuenta el proceso por el cual un autor se acerca al conocimiento de la lengua. La otra sugerencia sería: “También Berlín se olvida”, en el que da testimonio de un lapso en que vivió en aquella ciudad alemana. Su mirada es lúcida e inédita. Hace falta miradas como la de él, que nos entregan cristales limpios. Y el otro libro sugerido sería un libro de cuentos en el que aparece publicado un texto que se llama “Las madres”, cuento que es alucinante, por lo bien redactado y por la forma en que está estructurado el tema inusual.
En fin, hoy hablé de fotografías y de autores literarios. Antes, las fotografías se conservaban en carteras (ya lo decía la canción). Ahora, los muchachos guardan las fotografías en los celulares o las suben a “La nube”. En Puebla conocí a Armando Pinto (director de la revista Crítica), en su oficina tenía muchas fotografías colgadas en una pared. Eran fotografías de sus autores literarios consentidos. El muro era muy bello. Si de por sí, cada fotografía es un testimonio de vida y alberga miles de historias, ¿podés imaginar el universo que contiene cada fotografía de un escritor? Los escritores poseen la capacidad de contar muchísimas historias reales, pero, además, tienen el don de inventar millones de historias. Los escritores, en algún momento de su vida, tuvieron la fortuna de activar el chip de la imaginación. Me he topado con algunos escritores y cuando estoy con ellos, invariablemente les preguntó qué programas televisivos ven. Muchos han respondido que prefieren caminar por la orilla y no ven televisión, ese tiempo lo dedican a la lectura; los que sí ven televisión prefieren ver programas culturales, cuando mencionan los canales de televisión que frecuentan ¡jamás mencionan a teve azteca o televisa! Esto me hace pensar que prefieren alimentarse con buena comida y evitan la comida chatarra.
Posdata: Yo soy viejo. Por eso, tu retratito, querida niña, lo llevo en mi cartera. Este retrato de Morábito lo imprimiré y lo colgaré en una pared de la oficina. Con ella inauguraré el muro fotográfico de mis escritores favoritos (que no se entere Julio Cortázar, porque me excomulga.)