viernes, 26 de julio de 2019

CARTA A MARIANA, CON UN ABRAZO EN LO MÁS ALTO DEL ÁRBOL




Querida Mariana: Te mando copia de una fotografía con elementos sencillos: el cielo de fondo, árboles, una asta, una lona con anuncio, un micrófono y un trovador con su guitarra.
No se ve en la fotografía, pero frente al escenario hay una audiencia, sentada en sillas plegables, que está ahí para escuchar al trovador.
¿Imaginás que, una tarde, colocaran sillas en la explanada del parque y escribieran un letrero que dijera: “Para observar el cielo”; es decir, que el espectáculo no fuese otro más que ver el cielo o ver los árboles llenos de pájaros u observar la bandera mexicana a toda asta?
¿Imaginás que el espectáculo fuera observar cómo la bandera hace olas en el mar del aire con su colorido verde, blanco y rojo?
Pero esa tarde de julio, la audiencia estaba ahí para escuchar al trovador. En esta fotografía se observa el nombre de Tertulia, título de un programa de la dirección de cultura, del ayuntamiento comiteco, que es un gran acierto, porque convoca a artistas locales que se presentan en diversos espacios del municipio.
El trovador Sánchez ha participado en varias Tertulias. Un destacado intelectual mexicano del siglo XX (ya muerto) iba a tertulias, con frecuencia. Un día decidió ya no asistir más, porque -dijo- en la tertulia se le iba el tiempo. Escuchaba a muchos amigos escritores hablar de las grandes obras que escribirían, pero que no realizaban porque, en lugar de escribirlas (en la soledad de sus bibliotecas) desperdiciaban su talento en la plática eterna.
La dirección de cultura, de Comitán, le ha dado una torcedura al término, la palabra Tertulia no indica una reunión donde la gente se reúne para debatir ideas, ¡no!, en Comitán, ahora, la palabra Tertulia alude al encuentro de artistas con su gente y viceversa: de la gente con sus artistas. Si Vasconcelos viviera (a él me refería en el párrafo anterior) iría a estas tertulias comitecas, con gran gusto, porque estos encuentros son afectuosos, están llenos de aire limpio y cálido.
La tarde en que el trovador Sánchez estuvo en esa Tertulia interpretó canciones que ya son signo de su propuesta artística: poemas musicalizados, poemas de poetas mexicanos.
Fui testigo, de una tarde en que el poeta chiapaneco Uberto Santos, el poeta de Laja Tendida, se emocionó hasta la rama más alta de su árbol, al escuchar uno de sus poemas en la voz del trovador Sánchez.
La tarde de la fotografía, el trovador interpretó canciones con poemas de Octavio Paz y de Rosario Castellanos. ¿Mirás qué prodigio? Esa tarde, Fidel Sánchez Ávila (yo le digo Sanchecito, de cariño), regaló a la audiencia su música con buenas letras. El trovador piensa (digo yo) que no hay mejores letristas de canciones que los grandes poetas y por eso musicaliza poemas. En tiempos en que las canciones nos entregan letras absurdas, tontas, casi estúpidas, se agradece mucho esa lluvia de palabras bien dichas. La labor de nuestro trovador es una labor excepcional. Rema contra corriente, porque los jóvenes de hoy están contaminados con las letras de las canciones comerciales que están embarradas en todas las paredes y en todos los muros del aire. ¿Quién se atreve a colocar una flor en medio de un desierto? ¡Fidel Sánchez lo hace! La dirección de cultura, de Comitán, ¡lo hace!
Por esto, porque su labor de siembra es una labor noble, hoy, querida mía, en esta carta me atrevo a enviarle un abrazo cariñoso a Fidel, el sembrador.
Posdata: Hay, por fortuna, en todo el mundo muchos intérpretes que leen poesía y como les gusta lo que leen comparten esas letras con la audiencia, a través de la música. Fidel Sánchez camina por esa senda, senda que está al otro lado donde caminan los Arjona del mundo.