miércoles, 17 de julio de 2019
CARTA A MARIANA, CON UN POCO DE TOJOLABAL (tojol-ab’al)
Querida Mariana: Ayer fui a la ciudad de Las Margaritas. Fui a conocer un mural que está pintado en una pared del restaurante “Las mil y una noches”, que está frente al parque central.
Ahora, Las Margaritas está de fiesta. Ayer, en la tarde, en el domo del parque, la orquesta sinfónica Esperanza Azteca hacía la prueba de sonido, para su magna presentación en la noche. Vi a una niña tojolabal, en el centro de la plaza, grabando la actuación con su celular. Cuando le pregunté me respondió: “Sí, me gusta. No, nunca había visto tantos instrumentos juntos.”
Esta prueba de sonido de la orquesta fue como un mojol a mi visita, pues, como ya dije, fui a ver el mural, pintado por José Alfredo Gómez Pinto, artista oriundo de aquella tierra.
Supe de José Alfredo y del mural, el sábado 13 de julio. Él fue uno de los artistas que asistió la mañana en que fue inaugurado el Jardín del Arte, en el parque de La Pila, en Comitán. Esa mañana llevó un cuadro de la serie del agua, comentó que no tenía firma, porque aún no estaba terminado, pero quiso estar presente en ese momento histórico en Comitán. Ahí me comentó que había pintado un mural en el restaurante “Las mil y una noches”, dijo que era un homenaje a don Carlos Lenkersdorf. Cuando lo dijo, pensé que debía conocer ese mural. Por esto, ayer fui a verlo. Te paso copia de parte del mural.
Gustavo Aguilar, un chavo muy atento, me explicó que el mural del restaurante (que, entre otros platillos, tiene las recetas de la abuela) está dedicado a Lenkersdorf y a la cultura maya, porque José Alfredo narra, a través de las imágenes, algunas escenas del Popol Vuh. Por ahí, me dijo Gustavo, está la hormiguita que aparece en el Popol Vuh.
¿Vos sabés quién fue don Carlos Lenkersdorf? Fijate que yo lo conocí, porque dos de sus hijos estudiaron la secundaria en el Colegio Mariano N. Ruiz, en los años setenta. Lo vi sólo una vez, pero supe que él era alemán y realizaba investigaciones en la zona de Las Margaritas (vivía detrás del templo, en el barrio de Yalchivol, muy cerca de La Castalia). De esas investigaciones, posteriormente le regaló a Chiapas y al mundo un diccionario español-tojolabal, que a la fecha es el documento más importante para conocer esa lengua mayense.
En el mural, la presencia de don Carlos es la más relevante. Cuando vi la pintura no reconocí al investigador. José Alfredo debió usar como modelo una fotografía de los últimos años del investigador, se le ve con una gran ternura, ya con el cabello completamente blanco y con un corte muy a la Príncipe Valiente.
El maestro Román me explicó que don Carlos escribió, además del diccionario, dos libros esenciales, uno se llama “Aprender a escuchar” que dice mucho de la labor que realizó en Chiapas. La cultura ajena sólo puede aprenderse si hay humildad y una actitud de profunda atención a lo que el otro dice. Sé que el investigador Fernando Limón hace lo mismo, ahora que estudia la cultura Chuj. El otro libro de Lenkersdorf es uno que se titula: “El diario de un tojolabal”, ¿mirás qué importante? No he podido conseguirlos, pero ahora, que estuve frente al mural que reconoce el legado de don Carlos, en esta tierra, que fue su tierra, recordé que es un pendiente que tengo. Un pendiente había con don Carlos, la pintura de José Alfredo la subsana. Ahí está el viejo que respetó la cultura tojolabal y que nos entregó los frutos de su ardua labor de investigación.
Posdata: El trazo de José Alfredo es muy limpio. Gustavo me dijo que algunos de sus cuadros estuvieron en exposición, ahí en el restaurante: “Todos se vendieron”. Lo mismo me platicó el artista, esa mañana en La Pila, dijo que los demás cuadros de la serie del agua, ya los había vendido. ¡Qué gusto! El Jardín del Arte, en La Pila, apenas en sus primeros pasos ya cumplió uno de sus objetivos: que los demás conozcamos las obras de los artistas de la región. Ojalá que así vayan asomando más artistas y que su proceso creativo sea reconocido, para bien del arte en Chiapas. ¡Salud! Salud con un buen café, en el restaurante “Las mil y una noches”, en Las Margaritas, al lado del mural que honra al investigador que nació en Alemania y que llegó a ser investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México y que tuvo su casa en el barrio de Yalchivol.