martes, 23 de julio de 2019

CARTA A MARIANA, CON QUESADILLAS




Querida Mariana: Hay decisiones sencillas, casi simples. ¿Querés café o té? Responder a esta pregunta no requiere gran esfuerzo. ¿Te gusta el café? Pedís café. ¿Te gusta el té? Pedís té. Pero, cuando te preguntan, por ejemplo, ¿querés ser mi novia? Ya implica un poco de más atención. Responder con un sí a esta respuesta es como asumir un compromiso que conlleva responsabilidades. La pregunta de ¿querés ser mi novia?, requiere un tiempo de reflexión. Ya ni digo lo que requiere la respuesta a la pregunta: ¿Querés ser mi esposa? ¡Pucha! Es más sencillo responder un examen de física cuántica. Y digo esto, porque si reprobás el examen de física cuántica, lo más que pierde el mundo es un científico y esto no significa que el mundo se pare; pero si respondés que sí a la pregunta de ¿querés ser mi esposa?, esto puede ocasionar que el mundo se pare, cuando menos tu mundo. ¿Y si te toca un marido desobligado? ¿Y si es un bolo consuetudinario? ¿Y si es un huevoncito que no trabaja? ¿Y si es ojito alegre? ¿Y si es madreador? ¿Y si es celoso, con ce de culero? ¿Y si es un farsante? ¿Y si es un depravado sexual? ¿Y si le paro ya, porque hay mil nefastos rasgos de personalidad de un probable marido, que resulta un volado?
Por eso, cuando Rafa me preguntó si quería yo quesadillas de flor de calabaza o de hongos, no dudé. Dije que de flor de calabaza. ¡Me encantan las quesadillas, sin queso, de flor de calabaza! Con frecuencia voy a Los Lagos de Montebello, para disfrutar del aire puro, de los pinos, del canto de los pájaros y de la armonía que ahí acuna, pero, también, porque me gusta sentarme ante la mesa de madera, donde una mujer indígena me sirve un plato hondo con frijoles de olla, y quesadillas, sin queso, de flor de calabaza. Miro cómo una mujer coloca la flor de calabaza sobre el comal y, sin una gota de aceite, deja que el fuego haga su labor de despertar los sabores y aromas de la flor; mientras tanto, otra mujer hace una bolita de masa, la pone sobre la prensa y saca un sol de maíz que recibe las flores y parece envolverse como si fuera un osito adentro de una cobija de lana. ¡Ah!, luego me corresponde a mí tomar una cuchara y regar la quesadilla de flor de calabaza con un poco de salsa verde molcajeteada. ¡Cuál sufrir, mi niña, cuál sufrir!
Rafa me sirvió la quesadilla y me dijo que la probara. La probé. Él tenía una cerveza en la mano. Estaba deliciosa la quesadilla, le dije. Él asintió y bebió un sorbo de su cerveza. Dijo que estaba deliciosa. Estábamos en el Jardín de las Delicias.
La decisión entre una quesadilla de flor de calabaza o de hongos es sencilla. ¿Te gusta la flor? Pedís de flor. ¿Te gustan los hongos? Pedís de hongos (a mí me gustan los hongos, pero tengo cuidado por aquello de que algunos son venenosos. Prefiero comprarlos en el supermercado, con lo que garantizo que son hongos comestibles.)
Pero, desde que vi lo que ves en esta fotografía, mi vida ya no es tan sencilla. ¿Mirás por qué? Sobre esta barda trepó una guía de calabaza y, encima de la entrada, crecieron las flores, que son un don para la vista de los caminantes. Si yo hubiera visto que Rafa se trepaba a una silla para cortar esas flores ¡no lo habría permitido! ¿Cómo quebrar este frágil equilibrio? ¿Cómo romper el hechizo de este milagro de la naturaleza? ¿Mirás? Nunca había visto algo semejante. Bueno, sé que soy muy de casa y no soy hombre de calle o de rancho. Había visto en el sitio de la casa de mis papás un tapesco donde trepaban las guías de chayote y había visto cómo los chayotes colgaban como soles verdes, pero jamás había visto que la mata de una calabaza, como gusano, como tzucumo, trepara sobre una barda y ahí abriera sus flores, tan sabrosas, tan bellas.
Ahora (soy un bobo) cuando me ofrecen quesadillas de flor de calabaza siempre estoy a punto de preguntar si son flores terrícolas o voladoras. ¿Las cortaron a ras de tierra o cometieron el sacrilegio de cortarlas arriba de una barda o de una ventana o de una azotea?
Posdata: ¿Mirás? No todas las flores de calabaza son iguales. Las flores de calabaza son como las personas: Hay algunas que, como serpientes, reptan; hay otras que, como aves, sueñan con las alturas. Hay flores de calabaza que sueñan con llegar al cielo. Estas flores no merecen terminar adentro de una quesadilla, no merecen terminar adentro de la panza de un glotón. ¡No! Ellas merecen vivir su vida a plenitud y secarse en sus sueños, en la panza de la burbuja del aire.