lunes, 26 de agosto de 2019

CARTA A MARIANA, CON INTERROGANTES Y CERTEZAS




Querida Mariana: Puede ser. No estoy seguro, pero puede ser. Puede ser que haya muchachos que quieren leer y no tienen las herramientas a su alcance.
El otro día escuché algo muy sensato. El poeta Fernando Trejo recomendó a alumnos universitarios que se acercaran a antologías de poesía, que les dieran una vueltita y si hallaban algún creador que llamara su atención consiguieran un libro de dicho autor. Me pareció una recomendación muy certera. ¡Claro! Mientras escuchaba esa sugerencia pensé en un mercado de frutos expuestos en exhibidores, muy ordenados. Los compradores llegan y caminan por los pasillos donde hay manzanas, plátanos, fresas, zapotes negros, duraznos, mangos, piñas, sandías, cocos y chulules (que, vos sabés, es una fruta que sólo se encuentra por estas regiones, y es riquísima.) Sé que en este instante vos estás agregando una de las frutas que te gusta (¿mamey? ¿chicozapote? ¿mandarina? ¿papaya? ¿melón? ¿naranja? ¿moras? ¿frambuesas? ¿kiwis? ¿guanábanas?), porque todo mundo tiene gustos diferentes. Por esto, porque sabemos cuál es la esencia diversa de la condición humana, digo que me gustó la propuesta de Fer. Así como hay frutas que nos encanta comer (y otras no tanto), así hay lecturas que son para nosotros. Los lectores experimentados dicen que lo son, porque, de niños, hallaron libros que les gustaron, que parecían escritos especialmente para ellos. Los lectores experimentados aseguran que los maestros dictatoriales que obligan a leer libros a los estudiantes provocan aversión a la lectura. Lo ideal sería colocar una serie de libros (un bonche) sobre una mesa, para que, como en el mercado de frutas, el niño pruebe uno y otro y otro, hasta que encuentre el sabor que le provoca placer.
Ahora, en todo el país hay un gran movimiento de fomento a la lectura. En Chiapas, el otro día, con la presencia del gobernador, se instauró el Consejo de Fomento a la Lectura, que preside el admirado poeta chiapaneco Óscar Oliva. Medio mundo espera que las estrategias sean, ¡ahora sí!, las adecuadas, y digo esto porque han existido muchas campañas de lectura que han sido poco efectivas. ¿Recordás los tiempos de Vicente Fox en que se echó a volar la campaña: México, un país de lectores? Dicha campaña fracasó, porque es imposible que todo el país lea; así como es imposible que México sea un país de futbolistas o México sea un país de cinéfilos.
La estrategia estaría encaminada a aquéllos, que como dije al principio de esta carta, quieran leer y no tengan las herramientas necesarias. Y digo esto, porque el otro día, en el ciclo de charlas acerca de la obra de Rosario Castellanos, que implementó la dirección de educación, del ayuntamiento comiteco, me tocó ir a la comunidad de La Floresta. ¿Recordás cuál es? Es la comunidad que se ve hacia abajo, pasando Laguna Larga, en la carretera de Comitán a San Cristóbal de Las Casas. La comunidad está en una hondonada y posee una pequeña laguna que, ahora, ya no tiene tanta agua como tenía en los años setenta del siglo pasado. La comunidad tiene muchos árboles de durazno y pera, que en esta temporada están llenos de frutos.
Estuve en el gimnasio. Antes de la charla me atreví a tomar el balón para encestarlo. ¡Ay, señor! De cuatro intentos, sólo en uno alcancé a hacer llegar el balón al tablero. ¿Mirás? No se trata de ver si encesto, se trata de ver si, a mi edad, logro hacer llegar el balón cerca del aro. ¡Lo dicho! México no puede ser un país de basquetbolistas.
¿Qué hice entonces en la charla? Llegué ante el grupo de muchachos del COBACH y, como si fuera el marchante del frutero, les expuse un poco del sabor del teatro de Rosario, un poco de su poesía, un poco de su narrativa. ¿Les gustó algo? Bueno, entonces ¡lléguenle! Su vida se transformará si consumen esos frutos, que no son del árbol del bien y del mal, sino provenientes del árbol de la inteligencia, del árbol que alimenta la imaginación.
¿Qué hacen esos muchachos que, en La Floresta, desean leer? Digo que la comunidad está en una hondonada. Difícilmente tienen acceso a la Red; difícilmente hallarán esa variedad de frutos que es necesario mostrar para alimentar el deseo.
No estoy seguro, pero puede ser, que ellos sí tengan deseos de leer, pero las herramientas de la lectura son escasas en sus comunidades. ¿Qué hacer? Espero que la estrategia de fomento a la lectura que se promueve desde los tres niveles de gobierno del país, contemple respuesta óptima a todos los inconvenientes; que, así como es deseo del presidente de la república dotar del servicio de Internet a todas las comunidades del país, así existan mercados donde se expongan todos los frutos de la inteligencia, para que los niños y jóvenes elijan y los muerdan hasta mancharse la camisa o la blusa.
Posdata: Nosotros hacemos nuestro esfuerzo. Les llevamos un gajo de Rosario y luego, entre los diez muchachos que lo pidieron, entregamos a cada uno un ejemplar de la revista ARENILLA y un ejemplar del cuentito “El osito que volaba”, de la Fundación Alexandra del Castillo Castellanos. Si uno o dos lectores encuentran un fruto rico que los motive a buscar más ¡habremos cumplido con nuestra conciencia y con la patria!