jueves, 9 de abril de 2020
ANTES DE QUE TODO SE ACOMODE (XX)
Mi amigo Armando, quien me envía videos por WhatsApp con frecuencia, dice que a los felinos no les gusta mojarse. No sé si esto tiene sustento científico, pero lo creo, lo creo porque yo tengo algo de gato y a mí no me gusta mojarme. A veces, con algunas amigas he jugado a buscar el animal que más se acomoda a su personalidad. Nos divertimos mucho. Hay amigas que son como panteras, otras son como chuchas, otras (perdón) son como cuchas, otras son ratas y unas son como los papagayos o como los loros y varias son gatas. Cada ser humano tiene características que lo emparentan con algún animal. Por esto, no es raro que en Chiapas se hable del Nahual; es decir, del animal protector. En alguna ocasión (pienso que fue en un cuento) leí que cuando una criatura nacía en el medio rural, el padre salía de la cabaña a revisar el piso para hallar la huella del animal que sería el nahual del recién nacido. Yo nací en una casa, a media cuadra del parque central de Comitán. Mi papá, entiendo, no salió del cuarto para ver en el patio o en el sitio cuál era la trilla que había el día que nací. Nací el cuatro de abril de 1957. Mi mamá me cuenta que nací a la una de la tarde. Por ello, de adolescente bromeaba con la palomilla y, mientras tomaba un vaso de cerveza en algún bar del pueblo, decía que mi destino había estado marcado: Nací a la hora del amigo. Eso decía cuando era bebedor de cerveza y demás bebidas alcohólicas.
En el pueblo, los comitecos dicen: “Mi muxuk’ está enterrado en Comitán”. Muxuk’ es una palabra tojolabal que significa ombligo. Mi mamá también cuenta que mi muxuk’ fue enterrado en la casa donde nací. Nunca supo bien en qué lugar, pero, intuye (y con ella yo también) que fue enterrado en el sitio, cerca de un gran árbol de aguacate o al lado de un limonero que había o al lado de una conejera hecha con pedazos de madera o en la base de la barda que dividía la casa de las casas vecinas. Sí, probablemente, mi muxuk’ quedó enterrado en el sitio de esa casa que aún existe, que aún conserva muchos elementos arquitectónicos originales que poseía en los años cincuenta, década de mi nacimiento.
No sé cuál fue mi animal protector, porque nadie salió a ver las huellas en el patio o el sitio. Como ya dije, nací en una casa en el corazón de la ciudad. No obstante, pienso que mi animal protector es el gato. Mucho de mi comportamiento tiene que ver con el gato. Y digo que tal vez el gato es mi nahual, porque siendo un medio urbano, los animales que llegaban a la casa eran gatos que se paseaban por los tejados y, durante la noche, se atrevían a bajar. A casa llegaban chinitas (que son pajaritos argüenderos) y colibríes y, ocasionalmente, tacuatzes (tlacuaches). No, no soy tacuatzón, ni soy chinita, ni, qué pena, soy colibrí. Sin duda que mi animal protector es el gato.
El cordón umbilical fue enterrado en el sitio. En mi casa de infancia ahora funciona un estacionamiento; es decir, tengo el privilegio (que no tienen muchos) de entrar y revisar la casa que viví de niño, la casa donde nací. Rosario Castellanos cuenta, por ejemplo, que la casa donde nació en la Ciudad de México fue derruida. Cuando entro a la casa de mi infancia encuentro un hilo de sosiego. En esa casa fui feliz. También fui infeliz, pero los momentos luminosos hacen que la balanza entregue un saldo a favor. Bueno, esta experiencia la deben tener todos los seres humanos: Las casas son como el espejo de la vida, contiene instantes felices e infelices, luminosos y dramáticos.
Ahora, la ciencia ha demostrado que el muxuk’ es un conducto donde están las células madre, que pueden ser usadas para tratamientos de la criatura cuando es mayor. Entiendo que ahora ya no se entierra el muxuk’ y cuando los comitecos dicen que su muxuk’ está enterrado en Comitán es una mera expresión para reafirmar la ciudadanía, para reconocer que nacieron en el centro del mundo.
Sí, yo nací en el centro, del centro del mundo. No me gusta pensar que mi muxuk’ fue enterrado, a mí me gusta pensar que mi muxuk’ fue sembrado, fue sembrado en el sitio de esa casa, en el lugar donde ahora llegan automovilistas y dejan sus autos; o fue sembrado en una rotonda donde estaba sembrado un aguacate (la rotonda aún existe). Fue sembrado y ahora es un árbol esbelto invisible, que se confunde con las nubes. Mi muxuk’ fue sembrado en Comitán y da frutos a este pueblo.
Como el propietario del estacionamiento, Rodolfo, es mi amigo, a veces entro a la casa y camino por el corredor donde está la recámara donde nací. Mi mamá cuenta que doña Sara Sobrino fue la partera que la auxilió en mi nacimiento. También estuvo en mi nacimiento el doctor Ruiz. Una vecina, mera comiteca, que tenía la costumbre de vigilar por la ventana de su casa todos los movimientos que se daban en la calle, fue a felicitar a mis papás por mi llegada y lo primero que preguntó fue, precisamente, en dónde habían enterrado mi muxuk’. Mi mamá, que no nació en Comitán sino en Huixtla, la ignoró. Pensó que la vecina, como siempre, se entrometía de más. Mi mamá cuenta que cuando ella y mi papá salían de noche, para ir al cine o a una fiesta, al otro día, la vecina tocaba la puerta y comentaba: “Anoche sí llegaron tarde.” Era un comiteca de ¡las de antes! Argüenderita. Ahora mismo puedo imaginarla, abriendo el ventanillo y, con la cabeza de fuera, viendo hacia la izquierda y luego hacia la derecha.