lunes, 6 de abril de 2020

CARTA A MARIANA, CON BUENA FORTUNA




Querida Mariana: Las grandes editoriales saben vender sus productos culturales. En las contraportadas de novelas siempre alaban los contenidos y elogian a los autores. Es comprensible. Venden productos y tienen que presentarlos de manera atractiva, para que los consumidores hagamos la compra. Por esto no me sorprendió hallar en la contraportada de la novela “La Mano de la Buena Fortuna”, de Goran Petrovic, la siguiente declaración: “La pluma de Petrovic es la de un genio.”
Pero digo que en esta ocasión no me sorprendió la habilidad de mercadotecnia y no la consideré un exceso, porque he leído otros libros de este autor serbio y pienso que es un excelso narrador. Ahora, que leo “La Mano de la Buena Fortuna”, coincido con el calificativo de genio. Sí, Petrovic es un genio de la literatura. Esta novela, de manera especial, es seductora.
Por eso, leo con más atención lo que los editores han escrito acerca de esta novela y de su autor. Por ejemplo, en el inicio del texto de contraportada dice que “La Mano de la Buena Fortuna es ya un libro de culto.” Este término no aclara mucho en este caso. Resulta que ahora muchas películas de Santo, El Enmascarado de Plata, que fueron ignoradas en los años sesenta y setenta por la intelectualidad, ahora son películas de culto. ¿Qué significa que una película o un libro sean objetos culturales de culto? Cuando algún crítico intelectual califica de culto a una cinta o a un libro significa que estos productos son reconocidos por el público como obras que abandonan el lugar común y se instalan en espacios trasgresores, revolucionarios. Hay un instante en que son reconocidas y se colocan en un sitio de honor. Por eso digo que no se me hace muy apropiado el término “libro de culto” para la novela de Goran; pienso que su libro va que vuela para convertirse en un clásico moderno, más que de culto, pero no sé cuál ha sido la respuesta de los lectores en el mundo. Una vez leí que un crítico literario dijo que las novelas de Goran no son para lectores sedentes, son obras que exigen la participación del lector activo.
En su momento, las películas de El Santo fueron ignoradas por el público selecto, por los adoradores del cine de arte; ahora, dichas cintas son apreciadas por el uso de recursos sencillos, tanto en su trama como en su realización. En tiempos que la tecnología estaba en pañales, los creativos del cine de El Santo hicieron verdaderos prodigios que espantaban a miles y miles de cinéfilos sencillos. ¿Cómo es posible que un vampiro vuele adentro de un salón y el espectador vea los alambres que lo sostienen en su vuelo? ¡Eso era muy chabacano! Pues resulta que ahora, en tiempos que los efectos especiales son de excelsa calidad, esos detalles inocentes toman una dimensión especial. En tiempos que las pantallas electrónicas son touch los amantes del cine de culto reconocen las imágenes simples donde, en el interior de una cueva, se instalaba un laboratorio con un equipo hecho con madera o cartón pintados con pintura plateada. Son de tal ingenuidad esos decorados escenográficos que ahora se reconocen como verdaderos alardes artesanales.
¿En dónde está la genialidad de Goran en esta novela? En la siguiente línea de contraportada hallamos lo siguiente: “Miles de lectores se han sumergido en (el libro) buscando ese maravilloso concepto inventado por el autor: el de la lectura total.” ¿Mirás? Vos y yo siempre hemos comentado que los lectores del mundo se maravillan con la posibilidad de viajar a muchas partes del mundo, gracias a la lectura. En esta novela está expresado, de manera brillante, ese pasadizo. Goran logra, en sus personajes, lo que todos los lectores deseamos: brincar el espacio y el tiempo y llegar al lugar donde se desarrolla una novela. Pero no se queda ahí, sino que logra que lectores que leen la misma novela logren coincidir en dichos espacios. Sí, la lectura total es posible. Acá, el reto para el lector es unirse a esos personajes, “entrar” a espacios y coincidir con los personajes y uno volverse otro personaje y modificar (en lo modificable) la trama y el tiempo, como si fuese un primer peldaño para romper la barrera del tiempo. Acá, en la novela de Goran está la simiente sembrada por Einstein: Es posible, superando la velocidad de la luz (de la luz lectora), modificar el tiempo, regresar a tiempos pretéritos y brincar a tiempos por venir.
Posdata: Pucha. Lo que Goran hace es una gran masturbada intelectual. La imaginación está trepada en lo más alto del árbol de la creatividad. La literatura logra la tele transportación.
Vos y yo logramos entrar a los espacios propuestos por las novelas, pero nunca hemos logrado hallar, por ejemplo, a conocidos que también leen esas novelas. ¿Mirás qué locura la de Goran? Sus personajes leen libros, llegan a los espacios y encuentran a personas que leen el mismo libro, en otra parte. Se saludan. Pucha, ¡qué alucine!
Es como si leyeras la novela de Pedro Páramo, de Rulfo, y en uno de los callejones oscuros de Comala, te toparas con tu abuelo y le preguntaras qué hace ahí y él te contestara, con su risa de alta mar: “Vine a Comala porque me dijeron…” ¡Uf, qué deslumbre!