martes, 14 de abril de 2020

CARTA A MARIANA, DONDE APARECEN VARIAS JOYAS




Querida Mariana: ¿Sabías que Ricardo Gómez Herrera es joyero? ¡No! Ni siquiera sabés quién es Ricardo. Bueno, te daré un dato, sólo un dato, que ayudará a ubicarlo (más o menos). Hijas de Ricardo son las propietarias del Café Pillangó. Sí, el café bien bonito que está ubicado donde fueron las oficinas y la refaccionaria de don Ulises Gordillo, empresario exitoso, que, entre otras iniciativas, puso en servicio el primer autobús urbano, el famoso “Tostonero”, así lo llamaban los comitecos, porque el coste del pasaje era “un tostón”; es decir, cincuenta centavos.
¿Ya fuiste con tu novio a tomar un café en el Pillangó? ¿No? Ah, pues, cuando termine esta cuarentena (tardará un poco, pero, primero Dios, pasará) no dudés en ir. Es un ambiente muy acogedor, sabroso.
Bueno, pero del café, que es una joya de la gastronomía mundial, paso a otra joya, la que trabaja Ricardo, Ricardo es joyero, y de los buenos. En las redes sociales tiene una página donde aparece el catálogo de sus obras. Trabaja los metales y las piedras semipreciosas con gran precisión.
¿Por qué te cuento esto?, estarás preguntando ahora. Bueno, esto que cuento sale porque Ricardo y yo somos ex alumnos de la Escuela Primaria Matías de Córdova.
¿Y? Bueno, disculpá, pero para los que tenemos sesenta y más reconocernos de pronto en los otros es como vernos en un espejo sublime.
El otro día, Ricardo me escribió en inbox y dijo que cursó el quinto y el sexto grado en la Matías, sus maestros fueron el maestro Juanito, en quinto, y el maestro Luis Vila, en sexto. Perdón, mi niña, pero me emocionó la mención de estos nombres, porque ambos maestros también fueron mis maestros. Y cuando digo mis maestros pienso que Ricardo dice lo mismo: fueron mis maestros. Este posesivo es muy importante, porque es la cuerda que jala la memoria. Nos hemos apropiado de dos personajes, los hemos hecho nuestros. El maestro Juanito ya no vive. Él fue papá de quien hoy es una gran poeta: Mirtha Luz. Por fortuna, el maestro Luis vive y está en perfectas condiciones físicas y mentales. Hace dos o tres años, nos reunimos los compañeros de generación y él estuvo conviviendo con nosotros.
Ricardo recuerda a Alex Bonifaz como su compañero y a Roberto Gutiérrez Dávila. Alex es de una generación posterior a la mía.
Pero, digo que me emociona reconocerme en la historia de Ricardo. Cuando mencionó que habíamos estudiado en la misma escuela, escuché la bulla de todos los muchachitos a la hora que tocaban la campana para receso y bajábamos en tropel por las escaleras para ir a comprar a la tiendita. Yo compraba diez galletas ckackets y una coca cola chica. En ese tiempo era la combinación ideal. Yo daba una mordida a la galletita redonda y tomaba un sorbo de la coquita, mientras veía a los compañeros que jugaban básquetbol en la cancha. Cuando Ricardo mencionó el nombre de nuestra escuela recordé cómo quince o veinte minutos antes del receso pasaba el auto con altavoz que, con la voz de Ricardo Saborío, daba a conocer la cartelera del día de los cines Comitán y Montebello. Yo dejaba de poner atención a lo que el maestro explicaba en el pizarrón y escuchaba lo que Saborío decía, porque, en la tarde, pediría dinero a mi mamá para ir al cine. Se escuchaba la voz de Saborío: “Fantástico estreno de “Doce del patíbulo”. Un alto mando del ejército estadounidense selecciona y entrena a 12 criminales peligrosos para hacer una incursión en una fortaleza nazi”, y terminaba así: “Con las soberbias actuaciones de Lee Marvin y de Charles Bronson”, y luego daba el horario e insistía que todo era “Permanencia voluntaria”. A mí, este carrito me llenaba de alegría, porque ya estaba cercano el toque de campana para el recreo y porque alimentaba mi gusto por el cine.
No sé bien a bien en dónde vive ahora Ricardo, parece que vive en Querétaro. No lo sé con certeza. Pero sus hijas optaron por regresar al terruño y abrieron el Café Pillangó.
Lo que sí sé es que Ricardo es joyero, y de los buenos. Me encanta saber que se dedica a hacer joyas. ¿Mirás qué profesión tan llena de deslumbres? Ricardo hace joyas. No sé si él fue como yo: “una joyita” en la escuela. Los maestros decían así cuando tenían alumnos no muy estudiosos y traviesos. Hubo muchas “joyitas” en la Matías. Sin duda que en estos tiempos aún los hay. En todas las escuelas hay “joyitas”.
Posdata: Pero como Ricardo me dijo, no sólo nos une haber estudiado en la misma escuela primaria. Él, igual que yo, tiene el privilegio de poder entrar a la casa donde pasó su infancia. Te conté el otro día que yo crecí en una casa que hoy es estacionamiento (frente al Súper del Centro), por lo que puedo entrar sin mayor problema. La casa donde Ricardo vivió, ahora es una tienda (Chacharilandia), así que, de igual manera, cuando viaja a Comitán, entra a su casa y revisa el techo y recuerda en dónde estaba su recámara y pepena hilos luminosos de su historia.
Ahora, Ricardo hace joyas. Yo pergeño textillos, que pretenden, algún día, ser tan luminosos como las obras que él diseña.