martes, 7 de abril de 2020

CARTA A MARIANA, CON UN RECUERDO




Querida Mariana: Abrí el periódico “Diario de Comitán” y hallé el siguiente anuncio: “Luego de más de 60 años, por primera vez, el centro ecoturístico San Francisco Uninajab cerrará sus puertas al público en general; lo anterior atendiendo a las instrucciones de la Secretaría de Salud ante la contingencia generada por el COVID-19.”
¿Mirás? Muchísimos comitecos tienen a Uninajab como su lugar de recreo. Hoy, por primera vez, permanecerá cerrado.
Yo he “bajado” a Uninajab en dos o tres ocasiones, jamás, como muchos de mis amigos, para hacer temporada. Iba de paso con la palomilla cuando bajábamos al rancho de Quique: Santa Lucía; también fui un día, siendo niño, con mis papás. Ya te conté que esa ocasión estuvo a punto de volverse tragedia. En ese tiempo, no existía la carretera actual, los camiones entraban por El Puente (Francisco Sarabia) y recorrían un camino de terracería con curvas pronunciadas. Cuando el grueso de la excursión arribó a Uninajab, en varios camiones, llegó la noticia de que la camioneta donde viajaban unas religiosas se había quedado sin freno y estuvo a punto de rodar por el precipicio. La religiosa, conductora experta, cuando vio que metía el freno y éste no respondía, movió el volante hacia el paredón, la camioneta se fue raspando por la pared y así fue como logró reducir la velocidad hasta parar por completo. ¡Uf, las madres estuvieron a punto de darse en la ídem!
Luego, ya con cincuenta años de edad, viajé con Fito, fuimos a la casa que tiene el maestro Hermilo, una casa bella, con alberca y jardín bien cuidado.
Pero, digo que tengo muchos amigos que, en los años setenta, iban a pasar una temporada de descanso. Cuentan que en cuanto terminaba la Semana Santa viajaban a Uninajab a disfrutar de sus pozas. Ahí levantaban jacales, donde pernoctaban. Ellos tienen recuerdos muy gratos de ese espacio de esparcimiento. Muchos cuentan anécdotas simpáticas y emocionantes.
Es fácil imaginar lo que ahí se daba. Pero si hace falta una pizca de imaginación, cuatro comitecos de abolengo escribieron sus recuerdos y los plasmaron en el libro “Uninajab. La feliz niñez”, donde cuentan las memorias de los años cuarenta. En la Introducción del libro podemos leer lo siguiente: “Uninajab fue el lugar de “temporadas” para muchos comitecos, especialmente los del barrio de San Sebastián. Alrededor de 1940 unas 25 o 30 familias, típicas de la clase media, disfrutaban allí, durante el mes de abril, de dos a cuatro semanas de descanso, en un ambiente muy agradable. Estos comitecos, que posiblemente ascendieran a 300 personas se distribuían entre el “Amate”, “Las Pozas”, “El Plan” y “La Primavera”.
El libro da cuenta de testimonios de cuatro comitecos que vivieron de niños una experiencia inolvidable. Cuentan que esperaban con ansia la llegada de Semana Santa, no por los oficios religiosos, sino porque eso significaba que ya comenzaban los preparativos para ir a Uninajab. Dicho libro contiene los testimonios de Ramiro Gordillo García, de César Gordillo Vives, de Eugenio Cifuentes Guillén y de Armando Alfonzo Alfonzo. Como era de esperarse, tiene ilustraciones salidas de la mano de Armando Alfonzo.
Eugenio cuenta que “Pese a las proverbiales “boleras” y “mudencadas” de muchos, a los peligros de la cacería de venados, tiradera de palomas, chachalacas y una que otra gallinita extraviada, en este bendito lugar nunca lamentamos accidentes de paseantes muertos o heridos.”
Ramiro recuerda: “Según narraciones de mi padre, desde el siglo pasado (XIX) muchas familias de Comitán iban de vacaciones en marzo, abril y parte de mayo a Uninajab (temporada de baños), se establecían en El Amate o en la Mesa donde hacían jacales de palma real y ramas, algunos los cubrían por dentro con petates para protegerse del aire, ya que es una región de vientos.”
Por su parte, César comparte: “La poza de la Virgen era algo como un tesoro, no todos la conocían y muchos la confundían, pues quedaba entre los remansos de la corriente que iba del Amate a la Poza Grande de la Mesa, en realidad se formaba de un derrame lateral de la corriente principal. Tenía en su fondo piedrecitas rodadas que la corriente depositaba constantemente y estaba rodeada de hojas y flores…”
Y Armando Alfonzo Alfonzo narra: “Uninajab es una palabra mágica para quienes, de niños, tuvimos la dicha de pasar, allí, una temporada cuando menos. Dos o cuatro semanas de nadar, pescar, cazar, pasear, jugar, comer y dormir, totalmente libre de preocupaciones.”
En los testimonios y en las ilustraciones los lectores de estos tiempos advertimos escenas sencillas de un pueblo sencillo. El aire diáfano y las aguas limpias dan sosiego a la mirada y al espíritu. Eso debieron vivir los paisanos de esos tiempos.
Posdata: Y en estos tiempos notifican que Uninajab fue cerrado. Hoy, la situación mundial exige que la “temporada” se pase en casa.
No sé si la restricción aplica para quienes poseen propiedades, porque, en la actualidad, Uninajab está dividida en dos secciones: la parte pública (el famoso Amate), por ejemplo, y la parte privada. Muchos comitecos adquirieron predios y construyeron residencias con albercas.
Se advierte que, de 1940 a 2020, Uninajab se ha transformado, y ahora, en esta temporada hay una cinta que prohíbe la entrada. Sí, es una pena, pero así es la vida. Ahora hay que evitar las concentraciones masivas.