jueves, 30 de abril de 2020

CARTA A MARIANA, CON UN REGALO POR EL DÍA DE LA NIÑA



Querida Mariana: mi niña bonita, te mando un abrazo por el día de la niña. Qué bueno que existe el día que puedo celebrarte; el día que todo mundo festeja a los niños de hoy, de siempre.
Te mando el noveno dibujito de la temporada. Es para vos, sólo para vos. Te lo envío con mucho cariño, lo envuelvo en papel de china (virtual) y con una gaza de hilo de oro (también virtual, ¡interesada!)
He permanecido en casa. Acá trabajo, acá pinto, dibujo, leo, escribo y amaso. ¿Digo que amaso? Sí, no debería decirlo, porque despertaré tu antojo, pero también hago pan integral. Un panito bien sabroso y nutritivo. Lo he hecho en varias ocasiones, tantas, que ahora casi lo hago con los ojos cerrados y con las manos en automático. No me preguntés en qué pienso cuando amaso la masa, pero lo hago como si metiera la mano en el agua del deseo, por eso me sale muy bien. Hay un instante en que sólo juego, extiendo mis dedos como si lo hiciera sobre la arena de la playa, como si acariciara el plumaje de un pajarito. Con la misma convicción leo, pinto y escribo. Tal vez por esto a varios lectores les gusta mis textitos, todo lo hago con pasión, con deseo.
Alfredo me dijo el otro día (por inbox), cuando vio los dibujitos de la serie: “Puras encueradas dibujás, vos, perverso.”
Nada dije. ¿Qué podía decirle a Alfredo?
Vos sabés que no dibujo puras encueradas, ¡por supuesto que no! En este dibujito que te mando aparecen tres niñas y un niño. Son, digamos, el porcentaje mínimo de animalitos, porque hay más, hay una jirafita, un cuchito que tiene el perfil griego, un chuchito que mira desde abajo a la niña iluminada, un conejito, un pájaro despeinado, un elefantito recién nacido, un chango marango, un cervatillo y un ukutuk, que tiene los ojitos bien alebrestados.
¿Pura encuerada? ¿Por qué Alfredo no vio lo otro? ¿Por qué no vio los animalitos que nos niños sí ven?
Yo, perdón, niña mía, no dibujo para adultos, yo dibujo para miradas niñas. ¿Te conté que en Puebla, cuando vendía cajitas en el bazar Los Sapos, una niña se enamoró de un elefantito? El papá se detuvo a ver mis cajitas y la niña tomó la que tenía un elefantito en la tapa y vi en sus ojos que se había enamorado como dicen que se da el enamoramiento auténtico: a primera vista. Le pidió a su papá que le comprara la cajita. Pero cuando lo pidió, ella ya tenía la cajita abrazada a su pecho, era su cajita, ¡su elefantito! El papá dijo que estaba bien, preguntó el precio y cuando yo le dije el precio, el papá, casi molesto, le arrebató la cajita, la depositó sobre la mesa y se llevó a la niña del elefantito, ella lloraba, suplicaba, miraba hacia atrás, hacia donde había quedado la cajita. Mi Paty me dijo que no, que no lo hiciera. Ella me conoce. Sabía lo que estaba pensando, casi estaba a punto de tomar la cajita, correr detrás de la niña y obsequiársela, decirle: Es tuyo, este elefantito es tuyo. Ponele nombre, bautizalo. ¡No lo hagás!, volvió a decirme Paty. Yo me quedé clavado en mi puesto. Nuestra sobrevivencia dependía del dinero que nos dejaban los clientes que se enamoraban de mis cajitas, así que me quedé con el espíritu aguado. Pensé que el elefantito sería para otro espíritu sensible. El domingo siguiente llegó una turista española y ella, igual que la niña, se enamoró de la cajita y la compró.
¿Te confieso algo? La española, a pesar de ya era una persona mayor, tenía la misma mirada que la niña del elefantito, tenía una mirada infantil. Por eso digo que yo dibujo y pinto para niños. Vos sabés que la infancia espiritual no tiene fecha de caducidad. No existe regla física alguna que diga que un hombre de cuarenta ya no tiene alma de niño. ¡Falso!
Pienso que mi amigo Alfredo es un hombre que ha crecido, que, en algún momento, botó su infancia y se puso el traje, sobrio, elegante, de la madurez. Por eso, cuando vio mis dibujitos sólo miró encueradas.
¡Yo no pinto encueradas! Pinto niñas (algunas creciditas, con sus cositas bien puestas). Pinto niñas con la misma naturalidad con que pinto caballitos, chuchitos, elefantitos y tucanes. Me encanta presenciar la carita de los niños cuando descubren un animalito extraño y juegan a hallarle un parecido. “Parece un ornitorrinco”, dicen, pero luego reculan, porque el ornitorrinco no tiene alas.
Dibujo para personas como vos. Por eso, ahora, en este 30 de abril, te mando un abrazo y este obsequio. Es tuyo. Ahora lo envió en imagen virtual, pero cuando la vida nos permita volver a vernos uno frente al otro, te lo daré enmarcado, para que lo coloqués en una pared de tu recámara.
Vos sabés que una de las tres figuras humanas te representa a vos. Sé que no tenés que explicarle a tu novio que jamás posaste encuerada para mí. Dios me concedió el don de desvestir a las niñas sin tocarlas, sólo con la mirada. El dibujo de tu figura lo tomé de una fotografía que está en tu muro de Facebook. Vos estás vestida con un vestido rojo. Yo, simplemente, con mi súper mirada de Supermán pasé un poco más allá de la tela y te vi tal como acá aparecés, como te ves frente al espejo, como estás al entrar a la bañera y le das vuelta a la llave del agua caliente, como te ve tu novio cuando jugás con él. ¡Traviesa! ¡Perversa! ¡Cochinota!
Posdata: El arte es juguetón. El escritor juega con palabras; los fotógrafos, dibujantes y pintores con la imagen; los músicos con sonidos y silencios; el escultor con la plastilina, con la masa. Todo es un mero juego, la gran diversión. Me divierto leyendo, escribiendo, pintando, dibujando, dibujándote, tal como sos en tu intimidad, niña linda, linda nube, nube viva, siempre viva. ¡Felicidades, niña, en este treinta de abril!