viernes, 19 de junio de 2020

CARTA A MARIANA, CON MENSAJE EN LA PARED



Querida Mariana: No recuerdo si fue el maestro Beto o el maestro Luis, lo que sí recuerdo es la voz autoritaria, que hizo que los alumnos nos quedáramos congelados, a la hora que dijo: “El que pinta pared y mesa ¡demuestra su bajeza!”. Con una regla de madera que golpeaba sobre la palma de su mano, señaló el pupitre con una serie de rayones, que alguno de nosotros hizo con un clavo o con un punzón.
Tampoco recuerdo cuál era el dibujo o mensaje pintado, porque el maestro pidió que el conserje se llevara el pupitre y lo sustituyera por otro. El conserje, dijo el maestro, sería el pagano, porque él lijaría y barnizaría el mueble de nuevo. Y el maestro nos recordó que eso costaba dinero y que la nuestra era una escuela pública que carecía de recursos y, ya, trepado en el tren del civismo, nos invitó a ser niños buenos, para que, en el futuro, fuéramos buenos ciudadanos. ¡Ay, el profe! ¿Quién de nosotros pensaba en el futuro? El futuro era la hora del recreo que ya se acercaba, hora en que comeríamos chinculguajes con un vaso de atol de granillo, hora en que jugaríamos trompo o canicas, hora en que jugaríamos una reta de fútbol o de básquetbol en la cancha. El futuro estaba a la vuelta de la esquina del tiempo; es decir, a menos de una hora. Ninguno de nosotros pensaba en ser buen ciudadano, nos importaba ser buenos a la hora de jugar básquetbol y encestar muchas veces.
Pero, el mensaje quedó grabado en mi mente: “El que pinta pared y mesa ¡demuestra su bajeza!” Se entendía que la sentencia incluía, por supuesto, a los pupitres de la escuela.
Ahora, ya viejo, a veces, me siento mal, porque a mí (perdón maestro Beto o maestro Luis) me encantan las huellas que quedan en las paredes o en las mesas. Me encanta pasar mis dedos por una mesa de madera que tiene líneas de cortes con navaja o letreros que alguien, en algún momento, escribió. En Comitán (qué pena) muchos demostramos nuestra bajeza pintando enormes letras que decían el tradicional Cotz o pintando mensajes que decían: “Siga la raya…”, y con el dedo, como si fuera trenecito, seguíamos la raya que terminaba con un “Chinga tu madre.”, y sonreíamos, porque no era para tomarse la mentada en serio, porque no había a quién reclamar, más que a nosotros mismos por ser tan incrédulos de seguir la raya.
Sé que a una mesa de colección, una mesa de cedro que perteneció a la familia Castellanos, del siglo XIX, una imperfección le resta valor, pero una mesa de modesto pino se llena de vida cuando tiene rayas, cuando tiene pintas, cuando alberga un corazón que algún enamorado dibujó una tarde lluviosa.
A veces, cuando llego a una escuela, reviso los pupitres y disfruto mucho los letreros hechos por alumnos que, Dios mío, ¡demostraron su bajeza! Me gusta, no puedo evitarlo, las paredes que tienen mensajitos pintados.
Por esto, mi gozo no cupo en su bolsita, cuando miré la foto que te anexo. ¿Ya miraste? En una pared de una calle del barrio de mi pueblo, pintado en un coqueto rosa mexicano Barragán, con horma de ventanilla para solicitar sueños, apareció un letrerito. La frase fue tomada de una de las cartas que te mando. ¡Pucha, es nuestro privilegio! ¿Y sabés quién mandó a pintar ese letrerito? ¡Una maestra! Una maestra linda que me honra con su amistad. La maestra ha mandado pintar mensajes diversos, mensajes que motivan a los peatones; ella, con toda su familia, ha embellecido las calles del entorno, “plantando” macetas con flores en las banquetas. Y ahora, oh, señor, qué bonito, eligió unas palabras que te escribí algún día y las pintó sobre la pared. ¡Pintó una pared! ¡Ah, traviesa, niña buena!
Cuando su hija Chusy me mandó la fotografía mi corazón saltó la cuerda, se trepó en la rueda de caballitos, comió un algodón de París, voló como papalote con una gran cola (porque mi Paty, siempre que se enoja conmigo y reclama algo me dice: “Y no te das cuenta de la gran colota que te pisás.”)
Posdata: No sé cuándo escribí esto de: “En todos los pueblos del mundo hay personas que no talan árboles; al contrario, hacen nidos con sus manos.” Si pienso que no lo escribí yo, pienso que es una cita certera, en todos los pueblos del mundo hay personas que hacen nidos con sus manos. La maestra María Elena y su familia son de esas personas. ¿Mirás lo que hacen? Dignifican el entorno, siembran plantitas en las banquetas y siembran imágenes y palabras motivadoras en las paredes. ¡Qué familia tan bella! No todos los que pintan paredes y mesas demuestran sus bajezas. Hay muchos Picasso en el mundo que transforman esos materiales utilitarios y los convierten en bellas obras de arte, hacen nidos con sus manos.