lunes, 22 de junio de 2020

CARTA A MARIANA, DONDE HAY UN CUERPO QUE ENCUENTRA SU CABEZA




Querida Mariana: Mirá la imagen que te anexo. Corresponde a un fotograma de un video hecho por integrantes de la Escuela Primaria Víctor Manuel Aranda León, de Comitán.
Mi amigo Armando Avendaño Rivera me etiquetó en esta publicación. Armando es maestro de Educación Física, de la escuela que lleva el nombre de quien fue director de mi escuela primaria, la Fray Matías de Córdova.
Siempre me encanta hallar esas cuerdas donde hay coincidencias, porque un hilo me lleva a otro y se hace un bordado bien bonito.
Y en este video, sencillo, de apenas cuarenta y cuatro segundos de duración hallé otra feliz coincidencia.
Te cuento. La historia es sencilla. ¿Mirás que acá hay un rostro y un cuerpo? Bueno, el video cuenta la historia de caritas de niños que andan en busca de sus cuerpos. Eso es todo. ¿Eso es todo? Uf, qué cuerda de luz tan impresionante, ¿no?
El video, insisto, es sencillo. El dibujo del fondo siempre está como escenario de la transmisión, está inamovible. Los que se mueven son los rostros y los cuerpos, los rostros que están en busca de sus cuerpos.
¿Una historia sencilla? ¿Una simple historia de caritas que buscan sus cuerpos? Sí, eso, no más. Pero con mucho más. Si pensás en lo que eso significa, la historia, hecha con elementos mínimos, sencillos, toma una dimensión fantástica. Rostros de niños que están en busca de sus cuerpos. Si la historia la llevás al plano de los símbolos, la historia toma una anchura que el río Jataté se queda angostito.
Pero, hay más. Y por eso digo que me encanta toparme con ventanas que abren a patios sorprendentes.
Al inicio del video, el rostro del niño que acá mirás aparece en el extremo superior y el cuerpo, un poco después, aparece en el extremo inferior. El buscador dice: “Cuerpo, cuerpo, vení para acá, pue, cuerpo. Si no venís te vo’a regañar”, y cuando el cuerpo se une al rostro, el niño dice: “Oh, gracias, cuerpo, por llegar, ya estaba bien cansado.”
Esto es un prodigio, mi Mariana querida. El rostro está cansado de andar como globo por el aire, necesita de su cuerpo. Pero (perdón, por la insistencia), eso no es todo.
Otro patio luminoso es el que se abre con el lenguaje que usa el niño, un lenguaje mero comiteco que suena hermoso, suena como canto de cenzontle alborotado. Vení para acá, le dice al cuerpo; si no venís te voy a regañar. Ah, qué hermoso suena el vení. Sé que es muy difícil trasmitir la voz del niño, pero, por favor, leé con voz infantil, como si vos anduvieras en busca de tu cuerpo y lo llamaras diciendo ¡Vení, cuerpo, vení!
Mi corazón se puso contento al ver que una producción en video retoma lo mejor de nuestra identidad y promueve nuestro modo de hablar.
En el video, de apenas cuarenta y cuatro segundos, luego aparece un cuerpo completo que dice: Quiero volar, y está volando; y al final, un nuevo rostro de chiquitío aparece y llora, llora, niña mía, y con la voz entrecortada, dice: “No encuentro mi cuerpo” y el espectador sufre porque ese rostro es como un globo extraviado, pero un segundo después ve ese árbol que parece una jacaranda y su voz cambia, se alegra y dice: “Mi cuerpo puede ser el árbol”, y su carita queda en el centro de la fronda y concluye: “Uf, por fin, tengo mi cuerpo”, y ahí queda, sustentado en ese rotundo tronco.
¡Qué maravilla! Qué producción comiteca tan sencilla, qué producción comiteca tan sublime.
Y entonces pensé en la unión de las ventanas, y pensé que este video, hablado en comiteco, donde rostros de niños buscan su cuerpo, es una metáfora visual de lo que pasa en nuestro pueblo. Andamos como rostros extraviados sin hallar el cuerpo. Hemos perdido el tronco con raíces que nos daba sustento e identidad.
Muchos jóvenes ya no usan el voseo, en algún momento lo botaron y adoptaron el lenguaje del centro de México.
Posdata: El poeta Balam Rodrigo dijo un día que nuestro pueblo es más rico porque habla de tú y de usted como en el resto de la república, pero tiene un mojol exquisito: el voseo. Y estos niños lo demostraron en este video, video que debía transmitirse en todo el mundo, porque es un video muy modesto en su producción, pero muy valioso en su propuesta. Uf, mi cabeza sigue dando vueltas. Son cabecitas de niños que andan en busca de sus cuerpos. ¡Uf!
Ahora que terminé la carta, alguien me dice que este videíto lo hizo el niño Samed Fidel Roig Chaine, con la asesoría de su familia, y ganó un concurso convocado por el Instituto Nacional de Cinematografía de México. ¿De verdad? No sé bien a bien si la información es cierta, pero puede ser, porque, insisto una vez más, el corto cortísimo es muy bueno, buenísimo.
¡Sí, sí, es cierto! Ya chequé los resultados de la convocatoria del IMCINE, concurso que se llamó “Un minuto de mi día en casa.”, y “Cuerpos perdidos” de Samed fue seleccionado como uno de los diez mejores trabajos. ¡Pucha! ¡Genial! Con decirte que María Novaro, la gran directora de cine mexicano, fue integrante del jurado digo todo. ¡Todo está dicho! Este video de un niño comiteco pone en alto los nombres del alumno, de su escuela, de su familia y de nuestro pueblo. ¡Bien! ¡Felicidades!