jueves, 18 de junio de 2020

CARTA A MARIANA, CON TÍTERES Y LIBROS




Querida Mariana: ¿Ya viste quién está en este fotograma? ¡Es Samy! El mayor librero de Comitán, el dueño de la Librería Lalilu. Es un títere que lo representa, es su avatar, hecho en Argentina. Uno de estos días, Lalilu, en coordinación con los titiriteros argentinos Manu Mansilla y Julia Sigliano (bebedores exquisitos de mate cultural), presentaron una función de títeres a través del Youtube. Los espectadores pagaron cien pesitos y disfrutaron la magia de los títeres, con una producción profesional, realizada desde Argentina.
El otro día vi en HolaTv la historia de un actor que, confinado en un hotel, presenta un monólogo los fines de semana, con la misma dinámica, los espectadores compran la entrada y desde la comodidad de su hogar, disfrutan con la magia del teatro. ¡Ah, benditos chunches tecnológicos que permiten esta maravilla!
Cuando Samy apareció en la pantalla (digo, su títere), Pau me mandó un mensaje: “Es igualito.”, escribió, y es que Pau conoce a Samy, porque, vos lo sabés, Pau es una gran lectora, por fortuna. Cada fin de mes entra a la cocina, se pone las manos en la cintura y le dice a su mamá que si ahora sí la llevará. La mamá de Pau no siempre puede, pero hace la fuerza de comprarle libros a su hija. A veces yo le llevo un libro de regalo y ese día la Pau es feliz.
Cuando Pau dijo que el títere de Samy era igual, por la barba, los ojos de chango lector y la montera que le escasea un poco, pensé que el títere estaba más bonito que el real, pero nada le dije a Pau, porque de lo que se trataba era de disfrutar lo que en el escenario ocurría. Le respondí: “Sí, es igualito.”
La función tardó como media hora. Los niños (todos, chicos y grandes), disfrutamos la función (Hugo me envió una cortesía.) Los títeres, vos lo sabés, tienen una magia especial, y Manu y Julia son titiriteros supremos. Una vez, te conté, Julia y Manu estuvieron en el programa Crónicas de Adobe, que conducía al lado de mi amiga Paty. Ah, tipos geniales, tipos lindos (diría Samy, con pronunciación Bonaerense.) Todo mundo quedó con ganas de más, de otro poquito, cuando terminó la función en Youtube. Pero nada, acabó el veinte, dijeron. A mí eso me gusta, que siempre los espectadores o los lectores quedemos con ganas de más, eso significa que la presentación fue divertida. A veces he ido a presentaciones de libros que son un Nembutal, esa pastilla que causa sueño. Los asistentes bostezan y piden que ya terminé el acto. Uf. Qué feo. Pero, lo que presentó Lalilu fue divertido, bonito.
La puesta en escena de Julia y Manu se llamó “La fantástica aventura de Teo y los libros.” (ahí se ve Teo en la parte inferior de la fotito.) ¡Ah, fue una historia bien divertida! El tal Teo (que acá se ve la montera color zanahoria), frente a la puerta de la Librería Lalilu piensa que ese lugar es un lugar aburrido. Ah, qué joda, libros, piensa, cuando hay tantas cosas por ver en el mundo. Pero una vez que está adentro, unos libros vuelan por encima de su cabeza y cuando los abre, las historias fantásticas aparecen. Manu y Julia dieron vida a personajes de cuentos infantiles y Teo se maravilló con esas historias.
Todos los espectadores vivimos la experiencia. Lo que contienen los libros hace que la imaginación vuele como papalote, llenan nuestras vidas con una luz maravillosa. Teo terminó pidiendo lo que pedimos los espectadores de la función: ¡Más, más historias!
Samy, el librero mayor del pueblo, ha realizado durante los cinco años que lleva con su librería una serie de actos que han dado vida cultural a Comitán. Ha implementado talleres diversos; presentado funciones de cine, de teatro, libros y más, mucho más. Su presencia ha sido un globo amarillo (naranja zanahoria) que ha llenado de oxígeno los pulmones de los niños, de los jóvenes y de los viejos.
Posdata: Samy ha traído el mundo al patio de Comitán; nos ha entregado libros, muchos libros; y nos ha dado la posibilidad de conectarnos con la inteligencia de otras partes, como lo hizo en esa tarde titiritera. Desde marzo no voy a la librería, por la contingencia. Ya te conté que bajé una aplicación en mi computadora y he comprado libros digitales en línea. Ahora leo un libro de Carol Joyce, que se llama “Memorias de una viuda”. Pero (Dios lo permita) pronto volveremos a salir e iré a saludar a Samy, a gozar ese espacio tan bello que tiene y me sentaré en una banquita para ver el jardín y descubrir el colibrí de lo inédito, de lo sorprendente, de la imaginación; y me solazaré frente a los estantes y, espero, hallaré algo que me jale con una cuerda de luz y sacaré mi paguita y lo compraré (no lo diré, pero a la hora que vea al Samy real y lo salude, pensaré que su avatar estaba más lindo, pero no lo diré, porque puede molestarse y Samy es un niño lindo, al que no debo hacer enojar.)