lunes, 8 de junio de 2020

CARTA A MARIANA, CON UN RÍO QUE SE LLAMA JULIO




Querida Mariana: Julio es un río. Todos los seres humanos somos ríos. Pero la mayoría siempre sigue el curso, no se sale del cauce. Julio es un río que se desmadra a cada rato, que se sale del cauce madre, que inunda otras orillas, orillas donde el agua es desconocida, donde la tierra está llena de grietas, como mano de viejo agricultor. ¡Ah!, qué grande es el Ganges, el Usumacinta, el Amazonas. ¡Qué grande y ancho el río Julio! Quienes navegan por sus aguas se maravillan ante tanto vuelo naranja de guacamayas, ante tanto cocodrilo calentándose en las orillas, ante tanto mono aullador que brinca de rama en rama, ante tantas franjas verdes de loros que avisan que ahí está Julio, en cualquier mes del año.
Julio es, también, un cielo. Todos los seres humanos somos cielos. Pero la mayoría tiene nubes que sólo llueven agua; la mayoría sólo se llena de truenos y rayos instantáneos. La mayoría de cielos son luces parpadeantes, vacíos con sonidos estruendosos. En cambio, Julio, ¡ah!, qué cielo de cielos Van Gogh, de cielos Rembrandt, de cielos Beethoven, de tarolas, de timbales, de fagots, de pianos que caminan en puntillas a ritmo de un vals, paso de puma jazz, de tigre foxtrot, de león blues, azul misterio, azul que busca la puerta de la manzana dorada.
Julio es, también, una ventana. Todos los seres humanos somos ventanas. Pero la mayoría son ventanas pequeñas, apenas dejan pasar la luz, el aire, la lluvia. Julio es más ventana que pared, más que puerta, más que ojo de buey. Julio es ventana ojo de lince, de ceiba altísima.
Sí, Julio es un árbol enormísimo, en su fronda caben todas las aves, todos los cantos, todos los mundos, todas las calles de todos los pueblos, todos los cafés, las mesas donde platican las parejas, donde beben café, donde fuman cigarrillos, donde se toman de las manos y bajan las palabras para construir sus casas.
Julio es un patio, más amplio que el patio más grande del universo. Es como la Vía Láctea; la Vía Apia; como la Rue de la Huchette; como el patio de mi casa, que es particular; como la Plaza de San Pedro; como la Plaza Roja, de Moscú; como la plaza tenue de tus pechos, como la explanada de tu vientre, como el refugio tierno de tu entrepierna.
Julio es todos los julios y todos los agostos y todos los diciembres, es la rama con frío del otoño, es el gajo en renuevo, la bota que da el siguiente paso, el pie que se mete en la alberca, la taza de té en madrugada, la bufanda en tardes de lluvia.
Julio es la promesa de una puerta en el aire, la que basta tocar con la mano para pasar a otra dimensión, una dimensión donde sólo cabe el que se llama Julio, el Julio de todas las palabras, de todos los vuelos, de todas las palomas en el parque, de todos los pájaros enjaulados, de todas las parejas bailando en el salón, de todas las mujeres hincadas en el templo. Julio es todas las salas de cine, todos los estadios de fútbol, todas las avenidas arboladas, todas las autopistas llenas de autos. Julio es el pene bandera que saluda a la muchacha más linda, es el barco que no se humedece, es la llave que entra en la cerradura, es el ojo de la cerradura, es la dura encerrona, la palabra que cuelga sobre los balcones en tardes lluviosas.
Julio es el mes de todos los meses, del día, del año. Julio es la sonrisa que cuelga en las macetas, el aroma que brota en el verano.
Julio es un río, un río de aguas limpias. Un río que no siempre busca el mar; es un río que se trepa sobre escaleras y forma cascadas y juega rayuela en los charcos. Julio es tan amplio como el deseo de los enamorados, tan ancho como el salto que da el niño para brincar de un país a otro en el juego pintado en la banqueta.
Julio es el filamento de todos los focos del mundo, es el aire que siempre existe entre barrote y barrote de esta jaula llamada vida.
Julio es el cenzontle de la selva, el manatí de todos los ríos, de todos los cielos. Julio es de acá y de allá, del Norte y del Sur, del camino de tierra y de la vía de cemento. Julio es el mate, el bandoneón; el paso de zorra tierna, el brinco del tambor, el tango, la caricia del vaso de ginebra.
Posdata: Julio es un niño, el niño más bello de este sueño domado. Julio es la mamila de la criatura lectora, es el dedo enorme que toca el piano, que mueve la tecla de la máquina mecánica de escribir. Julio es el viento que desarma las hojas del escritorio, es el dibujo para colorear, es un habano, es la botana para la cerveza, el hilo que teje la araña, el gato que se lame la pata, el oso que hiberna en su casa, la casa que duerme en medio de tus ojos. Julio es el niño que cuelga estrellas en los dibujos infantiles. Julio es tu mirada, es nuestro lenguaje, el que vos y yo hablamos, porque (no lo había dicho), Julio habla de vos, dice vení, corré, acariciame, amame, soñame, vivime. Julio es un árbol, el inmenso árbol cuyo fruto es la palabra más sublime, la más sabrosa, la más jugosa, la que satisface, siempre, la mueca del hambre.