lunes, 1 de junio de 2020

CARTA A MARIANA, CON PEDACITOS DE PAPEL DE CHINA




Querida Mariana: El pasado viernes, 29 de mayo, el maestro Alejandro Hiram Morales Torres, integrante del Consejo Municipal de la Crónica, de Comitán, en nombre del Colegio ITAES, sostuvo una charla con Gabriel Guerra Castellanos, quien (así lo decía la invitación y así lo sabe todo el mundo) es un reconocido articulista (de medios impresos nacionales e internacionales), comentarista (en noticiarios de televisión nacional) consultor (es dirigente de una empresa de consultoría que fundó) y destacado analista (es experto en temas internacionales). Además, y este además es un mojol de lujo, es el hijo único de Rosario Castellanos, la destacada escritora. Por esto, no sorprendió a la audiencia cuando, a pregunta expresa, inició la plática diciendo que sentía un gusto especial al estar con sus paisanos de Comitán, y cerró la plática reafirmando que es un paisano que lleva con mucho cariño la herencia comiteca; dijo que su madre le enseñó a querer Chiapas, desde antes de conocer esta tierra.
A los comitecos nos interesa mucho todo lo que rodea a Gabriel, porque es rama iluminada de ese tenocté que se llama Rosario. Gabriel dijo que tenía 21 años cuando conoció la tierra de su madre y contó una anécdota bien bonita. Dijo que el maestro Óscar Bonifaz lo llevó a Na Bolom, casa de Gertrude Duby Blom, lugar donde trabajaba la vieja nana de Rosario, doña María Escandón. Gabriel contó que el maestro le dijo a María: “Mira quién vino a visitarte.”, y la mujer volvió la mirada y dijo: “Ah, el hijo de Chayito”. Fue algo emocionante para Gabriel, porque la nana de Rosario conoció al niño Gabrielito, pero ya no tenía la imagen del joven Gabriel, sin embargo, sin duda, vio la mirada niña y reconoció su luz. Las nanas son como las madres y las madres siempre reconocen a sus críos, a sus becerritos de oro.
La charla cubrió muchos temas y todos fueron como ventanas abiertas, donde el sol voló en forma libre e inteligente. El cronista comiteco hizo énfasis en que su entrevistado está reconocido como uno de los trescientos líderes más importantes de México, y Gabriel dijo que eso es un privilegio, porque dicho reconocimiento se lo dieron por su profesión; es decir, no por su presencia en los medios de comunicación, sino por fundar y dirigir una empresa de consultoría de gran importancia en el país.
No contaré, por supuesto lo que Gabriel dijo en la entrevista. Sólo digo que la charla fue como un río de agua limpia, ancho, lleno de árboles en las orillas y con muchas aves sobrevolando el viaje que ambos personajes realizaron y que, gracias a la magia de las redes sociales, la audiencia disfrutó. ¡Ah, viajes plenos!
Entiendo que el video quedará “colgado” en la red, por si querés pepenar sus frutos. Vale la pena que lo veás. Gabriel dijo que no existe una receta para ser líder, pero sí dio tips. Recordó un apotegma clásico: “Lo que natura no da, Salamanca no presta.”; es decir, los líderes tienen talentos y fortalezas naturales que aprovechan. Dijo, además (y esto lo digo en mis palabras) que lo más importante en la vida es hacer lo que a uno le gusta. Dijo que él tuvo la bendición laica (qué bonita asociación de conceptos) de dedicarse a lo que le gusta.
Digo pues que la charla fue muy interesante en todas las aristas que Gabriel tocó.
Al final de la charla habló acerca de cómo ha llevado el confinamiento por la pandemia. Con ironía (herencia de la madre) dijo que la cuarentena u ochentena la ha pasado en una pequeña propiedad que posee en el campo y que ahí está con su familia, parte de la cual, son once perros, ¡once!, nueve adoptados, un regalado y uno comprado con amigos.
¿Mirás qué bendición, tan laica diría él? Gabriel, además de ser uno de los trescientos líderes más reconocidos del país, y de ser hijo de dos grandes intelectuales y de hacer lo que le gusta y de ser un gran empresario, es (así lo dejó ver) un buen hombre, porque quien ama a los animales es una bendición para el mundo. Once chuchos le hacen compañía.
Posdata: Mirá la charla. No tiene desperdicio. Los comitecos amamos a Rosario Castellanos y, por extensión, queremos a las ramas de su tronco principal, una rama pulcra, que se llama Gabriel, cuyo apellido Guerra ha colocado en las nubes, porque es un hombre de paz; y cuyo apellido Castellanos le ha dado, gracias a su talento y trabajo individual y colectivo, un lustre especial. Rosario decía que su hijo era su “cabellitos de elote.”